viernes, 29 de abril de 2016

Orígenes del día internacional de lucha de los trabajadores

Hace 130 años una huelga de los trabajadores en Estados Unidos fue reprimida por el Gobierno y después montaron un juicio para escarmentar a los obreros, el resultado fue el contrario.


Marx en el Mensaje inaugural de la Primera Internacional (fundada en 1864) dejó plasmado el principal reclamo inmediato de la clase trabajadora: limitar las esclavizantes y extenuantes jornadas de trabajo.
En algunas ciudades industriales de Estados Unidos, este llamado fue tomado por los proletarios. Demandaron a sus patrones una jornada laboral de seis de la mañana a seis de la tarde, con una hora de descanso para el desayuno y otra para el almuerzo, es decir diez horas netas de trabajo.
Las patronales lo rechazaron. Diciendo, por ejemplo, que “permanecer ocioso la mayor parte del tiempo conducirá ciertamente al alcoholismo y la ruina”.
Los obreros respondieron con una ola de huelgas. La prensa burguesa de esos años, como la de hoy, escribía que “hay que frenar a los insurrectos, subversivos y revolucionarios, defendiendo el derecho de las personas decentes”.
Con sus policías y matones, golpeaban y baleaban a los huelguistas, que se unían entre los socialistas y los anarquistas para enfrentar unidos estos ataques patronales.
Ante la valiente resistencia obrera, viendo que sostenían sus huelgas en el tiempo, los burgueses exigían “el aplastamiento de los rebeldes a cualquier precio”.
Lo hicieron. La policía, el 1º de mayo de 1886, reprimió un mitin convocado por los trabajadores de Chicago, dejando un tendal de numerosos muertos, heridos y presos.
Pero la huelga iniciada ese día continuó, dirigida por los anarquistas, fuerte corriente en esa ciudad esos años. Los patrones respondieron con una huelga patronal y despidos. Los trabajadores reforzaron sus movilizaciones, y se concentraban en las puertas de las fábricas que despedían, con enfrentamientos de balaceras de policías y matones.
Ante los nuevos muertos que traían, los anarquistas respondieron con un llamado que decía:
“Trabajadores a las armas. Venguemos a los muertos. Los amos han soltado a sus sabuesos: la policía. Mataron a seis de nuestros hermanos en la fábrica McCormick esta tarde. Los mataron porque osaron pedir que se acorten sus horas de trabajo. Durante años han soportado las humillaciones más abyectas; durante años han sufrido enormes iniquidades; han trabajado ustedes hasta matarse; han soportado el aguijón del hambre y la necesidad; han sacrificado a sus hijos al señor de la fábrica; en síntesis, han sido esclavos miserables y obedientes todos estos años. ¿Por qué? ¿Para qué? Para satisfacer la codicia insaciable, para llenar los cofres del amo haragán y ladrón. Cuando le piden ahora que alivie sus cargas envía sus sabuesos a disparar sobre ustedes. Si son ustedes hombres, si son hijos de los grandes que los engendraron y que derramaron su sangre para libertarlos, se levantarán con toda la fuerza de Hércules y destruirán al odioso monstruo que trata de destruirlos. ¡A las armas! ¡A las armas! La guerra de clases ha comenzado. Frente a la fábrica McCormick han fusilado a los trabajadores. Su sangre pide venganza. Si se fusila a los trabajadores respondamos de tal manera que nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad la que nos hace gritar ¡A las armas! ¡A las armas!”.
Al día siguiente, 4 de mayo, 15.000 trabajadores se concentraron cerca de la Plaza del Mercado. La policía fue otra vez a reprimir, y esta vez, desde la manifestación se arrojó una bomba, muriendo varios policías, que respondieron matando más obreros, y el Gobierno decretando el estado de sitio, pasando a detener a los dirigentes.
Hubo 8 arrestos: Adolph Fischer, August Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe, a ninguno pudieron acusar de haber arrojado la bomba. No les importó. Como los montajes que hacen hoy contra el pueblo mapuche, después se conoció que fue la propia policía la que arrojó la bomba.
En el juicio, George Engel, fundador del grupo anarcosindicalista Northwest, declaró: “¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos pocos amontonan millones, otros viven en la degradación y la miseria (...). No combato individualmente a los capitalistas, sino al sistema que produce sus privilegios. Desprecio el poder de un gobierno inicuo. Desprecio a sus policías y espías...”.
Una ola de solidaridad internacional se despertó en muchos países.
Pero los querían como símbolo de escarmiento burgués. De todos ellos, cuatro, fueron ahorcados: Parsons, Spies, Fischer y Engel.
Tres años después, en 1889, se reunió en París un Congreso Obrero y Socialista Internacional, al que asistieron delegaciones de 21 países, y declararon el 1º de mayo como día internacional de los trabajadores, día de lucha y conmemoración.
Y en lo que se convirtieron fue en símbolo de la lucha obrera internacionalista, combativa, clasista y anti-capitalista. Hoy los conocemos como los “Mártires de Chicago”.

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