miércoles, 18 de enero de 2012

Una nueva etapa.....


Una nueva etapa en la crisis capitalista
Temores crecientes ante la recesión

Por Alan Woods.

§              Introducción.
§              Crisis bursátil y recensión.
§              La economía norteamericana.
§              El fin del “modelo asiático”.
§              Las soluciones del FMI y sus consecuencias.
§              El FMI decide.
§              Corea del Sur y Japón.
§              Crisis en China.
§              Una crisis global.

Introducción
"Del tifón en el Sudeste Asiático, Norteamérica y Europa han sentido apenas una brisa. Esta es en resumidas cuentas, la opinión oficial sobre la crisis financiera que ha deparado pérdidas en la zona considerada hasta ahora la más dinámica de la economía mundial. Es una opinión confortable, pero no inverosímil y tampoco es la única posibilidad". (Financial Times, 2/1/98)
Poco después del crash bursátil de octubre de 1997, Alan Greenspan, jefe de la Reserva Federal de EU, pronunció un discurso en una cena de caridad en el que aseguraba a los ilustres invitados que todo estaba bien y la economía americana estaba "impresionante". Las optimistas declaraciones de Greenspan, Clinton y otros tras el crash eran previsibles, imaginan que la causa de la crisis es subjetiva, debido al ambiente entre los inversores ("confianza"). Lo que no sabían los invitados de Greenspan es que, incluso mientras estaba hablando, un ayudante estaba pasándole subrepticiamente datos sobre el estado del mercado, así podría considerar el efecto de cada una de sus palabras. Este pequeño detalle en sí mismo es suficiente para mostrar el extremo nerviosismo de la burguesía americana. Más tarde la bolsa se recuperó, principalmente por el gran número de pequeños inversores que fueron persuadidos para comprar acciones en un mercado decadente, después que los grandes monopolios hubiesen vendido ya sus acciones días antes, esta recuperación, sin embargo tiene un carácter inestable y temporal.
La caída de Wall Street, a pesar de todos los intentos de restarle importancia fue seria. Históricamente, el Dow Jones cambia diariamente entre el 1 y 2 por ciento. El lunes 27 de octubre sufrió una caída del 7 por ciento, la doceava peor caída de su historia, aunque menor que el espectacular crash de octubre de 1987. La subida del martes fue del 4.7 por ciento, un buen paso adelante, que sin embargo no recuperó el terreno perdido. A pesar de esto las acciones de EU siguen sobrevaloradas en extremo. Este hecho en sí mismo es suficiente para asegurar una nueva caída más severa en el futuro, y probablemente no demasiado lejos.
Impresionados como nunca, los economistas del denominado "nuevo paradigma", rápidamente decidieron que el crash era una "sobre-reacción". ¡No hay nadie más ciego que el que no quiere ver!. Esgrimen que el perjuicio será insignificante ya que sólo el 4 por ciento de las exportaciones estadounidenses va a Indonesia, Tailandia, Malaisia y Filipinas. La única razón para el crash según ellos es la sobrevaloración de la bolsa. Según Stephen Roach, economista de Morgan Staley Dean Witter: "No cuesta mucho descarrilar un mercado que ha ido a la luna". (Time magazine, 10/11/97)
Wall Street decidió que el crash era una "cosa del mercado", exclusivamente causado por el elevado valor de las acciones y que no tenía nada que ver con la economía real. Es verdad que la manía de comprar y vender acciones tiene una dinámica propia, separada y aparte de la economía real. Sin embargo, no es verdad que las dos cosas estén totalmente separadas y que una no pueda tener efecto sobre la otra. Las inquietudes sobre el estado de la economía real, en determinadas condiciones, pueden traducirse en pánico por vender y comprar en la bolsa. En una lógica perversa, cuando el desempleo cae en EU, las acciones también caen. Este hecho es en sí una contundente confirmación de que los intereses de los trabajadores y los capitalistas son completamente antagónicos. La noticia de más empleos es buena para los trabajadores y parados, pero es tomada como mala noticia para los propietarios de acciones, preocupados porque el menor desempleo conduzca a una presión para subir los salarios y (supuestamente) los precios; también es verdad a la inversa.
Crisis bursátil y recesión
Mientras no toda crisis bursátil conduce a una recesión, en determinadas circunstancias, una cosa puede conducir (con la demora de algunos meses) a la otra. Desarrollaremos esto más tarde.
Tras el shock inicial, los capitalistas templaron sus nervios. Por todos los lados vemos declaraciones de aliento, Clinton nos recuerda que "las bases de la economía americana están sanas", "no hay motivos para pensar que la bolsa estadounidense vaya a encaminarse hacia la baja". Según el economista Allen Sinai de Primark Decision Economics, "la economía norteamericana no va a ser golpeada por la crisis asiática". Y por último Alan Greenspan, el mismo hombre que advertía hace doce meses de la "irracional exuberancia" de la bolsa se apresuró a tranquilizar los nervios de Wall Street. "Nuestra economía ha gozado de un largo período de buen crecimiento económico, unido no casualmente a una baja inflación. La Reserva Federal está dedicada a prolongar este rendimiento".
Es interesante comparar estas tranquilizadores opiniones con los discursos realizados por los economistas y políticos burgueses, antes, durante e incluso después del gran crash de Wall Street de 1929.
"Representantes de los treinta y cinco grandes empresas de información bursátil se reunieron en las oficinas de Hornblower and Weeks y hablaron con la prensa sobre la marcha de la bolsa, describiéndola como ‘fundamentalmente fuerte’ y que estaba ‘técnicamente en las mejores condiciones que ha estado en meses’. Era opinión unánime de todos los allí presentes, que lo peor había pasado. La firma anfitriona envió una carta al mercado en la cual afirmaba que ‘comenzando con el comercio, hoy el mercado debería poner la base para el avance constructivo que creemos caracterizará los años 30’. Charles E. Mitchell anunció que el problema era ‘puramente técnico’ y los ‘cimientos permanecían intactos’". (J. K. Galbraith, The Great Crash 1929).
"Eugene M. Stevens, Presidente del Continental Illiniois Bank dijo: No hay nada en la situación de los negocios para justificar el nerviosismo’. Walter Teagle dijo que no se ha producido un ‘cambio fundamental’ en los negocios del petróleo para justificar tal preocupación’. Charles M. Schwab afirmó que los negocios del acero han conseguido ‘avances fundamentales’ para conseguir la estabilidad y agregó que esta ‘situación de fortaleza era responsable de la prosperidad de la industria’. Samuel Vauclain, Presidente de Baldwin Locomotive Works, declaró que ‘los cimientos son fuertes’, el Presidente Hoover dijo que ‘los negocios fundamentales del país, es decir, la producción y distribución de mercancías, es una base próspera y fuerte". (Ibid).
La descripción de Galbraith del ambiente de Wall Street tras el crash inicial parece que ha sido escrito ayer:
"Casi todos creían que la plegaria celestial había pasado y que ahora podría reanudarse la especulación seria. Los periódicos estaban llenos de perspectivas bursátiles para la siguiente semana, las acciones volvían a ser baratas y por consiguiente existía una fuerte demanda de compra, numerosos relatos de las agencias de corretaje, algunos de ellos inspirados, tuvieron el fabuloso efecto de incrementar el volumen de órdenes de compra, que se iban amontonando incluso antes de la apertura de la bolsa. El lunes, en una campaña orquestada de propaganda en los periódicos, las empresas de bolsa animaban a recuperar la cordura en los negocios rápidamente. ‘Creemos’, decía una empresa, ‘que el inversor que persigue seguridad en este tiempo, un instinto que es siempre una condición de inversión prudente, debería hacerlo aún con más confianza’. El lunes comenzó el auténtico desastre". (Ibid).
Los tiempos pueden haber cambiado, pero el sistema y la mentalidad de sus representantes es exactamente la misma. La efectividad de este tipo de discursos terapéuticos en prevenir una recesión es la misma que la del hechizo del curandero para curar el cáncer. Greenspan, olvida sus primeros avisos, y ahora dice que la caída en el valor de las acciones es un "acontecimiento saludable". Pasa por alto el hecho de que hace un año cuando públicamente advertía de la "irracional exuberancia", el índice Dow Jones había alcanzado la marca récord de 5 000, antes del presente crash había alcanzado los 8 000, e incluso ahora permanece por encima de los 7 000. Esta situación sigue siendo un desafío a las leyes económicas de la gravedad, además el aumento de órdenes de compra le empujará más al alza, preparando el camino para nuevas y más catastróficas caídas. Greenspan es evidentemente consciente de esto, pero en determinadas circunstancias la discreción es la mejor forma de valor.
"Como un encantador de serpientes Greenspan llevó al mercado a un estado catatónico con sus palabras. Ôo acaso los inversores estaban simplemente exhaustos?. (Time Magazine, 10/11/97). Indudablemente el último factor fue más importante que el primero, pero al igual que los salvajes primitivos cuyas vidas están amenazadas por fuerzas invisibles e incomprensibles, la burguesía está también preparada para creer en milagros. Es verdad que la actual situación tiene diferencias importantes con 1929, pero decir esto es decir muy poco. Cada período del capitalismo tiende a ser diferente a cualquier otro período, una vez dicho esto, la historia de los ciclos económicos y crash bursátiles presentan fenómenos similares. La diferencia con el período actual es esencialmente que el nivel de desarrollo del capitalismo es mucho mayor, cada vez se ven afectadas más sumas de capital, y la escala potencial para el desastre es mayor. The Economist, en su Informe del mundo, 1998, señala:
"Para finales de 1998 la industria de sociedades de fondos inmobiliarios dirigirá más fondos que los existentes en todo el sistema bancario americano, cerca de 4.6 billones de dólares. El sector de fondos inmobiliarios tiene más de la mitad de sus activos en acciones, unos treinta millones de americanos poseen ahora acciones, comparado con los tres millones de antes de la segunda guerra mundial". (El subrayado es nuestro)
"La capitalización del mercado de valores americano ha aumentado por encima de los 9 billones de dólares, un nivel igual al 115% del PIB comparado con la anterior cima, el 82% en 1929, en sesenta años sólo ha variado un 48%".
La situación de la bolsa USA tiene muchas similitudes a la situación en vísperas de 1929. Los valores de las acciones en la bolsa de Nueva York están sobrevaloradas en extremo, y existe un gran nivel de endeudamiento. Aunque en la actualidad los economistas afirman que la crisis bursátil no afecta a la economía real, esto está lejos de la realidad. Una crisis en la economía real puede provocar un crash en la bolsa, pero en determinadas circunstancias, el proceso puede producirse a la inversa, como vimos en 1929. El hecho de que la burguesía se las haya arreglado para eludir una recesión a gran escala tras el crash de 1987, ha creado una equívoca sensación de seguridad. Los economistas burgueses defensores del llamado Nuevo Paradigma Económico toman esta situación como una norma, igual que los generales durante la segunda guerra mundial que la imaginaban como una lucha en las trincheras.
Este optimismo superficial carece de una base real, aunque es imposible predecir con un grado de certeza las alzas y bajas de la bolsa, es perfectamente posible predecir la inevitabilidad de una nueva crisis incluso más severa en los próximos meses, finalizando en un crash serio en un determinado momento. Es extremadamente dudoso que los llamamientos a la calma, basados en unas "supuestas bases fuertes", tenga el mismo efecto sobre los pequeños inversores en vísperas de una caída seria, cuando sea más evidente que la situación no está bien en absoluto. En tales condiciones, un crash bursátil en América tendría serias consecuencias en el mercado interno, y por consiguiente en el mercado mundial, la inversión sufriría una profunda caída provocando una recesión.
La economía norteamericana
¿Cuánto hay de verdad en las tranquilizadoras promesas sobre la "solidez" de la economía USA?. El actual boom ha durado ya seis años y medio (en EU), bastante largo para los niveles de la posguerra, y existen algunos índices que sugieren que aún queda algo de vida en él. Las ventas de casas están creciendo todavía en su tasa más alta en diecinueve años; la tasa de inflación fue del 1.4 por ciento durante el último trimestre, menos de la mitad que la tasa de 1996. A pesar de la victoria de los trabajadores de UPS en verano, y los avisos de economistas como Stephen Roach de una "reacción obrera", los costes salariales siguen manteniéndose, durante el tercer trimestre de 1997 aumentaron sólo el 0.8 por ciento, y el desempleo ha caído al nivel más bajo durante una generación. Los beneficios empresariales permanecen altos superando las estimaciones trimestrales por decimonovena vez, y el gobierno informó que el déficit presupuestario del año fiscal 1997 se redujo a 22,600 millones de dólares, el menor desde 1974 y mejor de lo esperado.
El déficit presupuestario se ha reducido por un lado debido al crecimiento económico y a los mayores ingresos por impuestos, y por el otro al recorte en los gastos del sistema de welfare, que ha afectando a los sectores más pobres y depauperados de la sociedad americana. Se calculaba que las ganancias de capital del sector de sociedades de inversión y programas de compra de acciones estimulará los ingresos por impuestos en más de 100 000 millones de dólares y empujará los gravámenes fiscales del PIB por encima del veinte por ciento, la tercera vez en la historia americana si excluimos el tiempo de guerra. Esto podría suponer que el déficit presupuestario federal bajase del 0.5% del PIB, la sexta parte de Alemania, Gran Bretaña o Francia. Pero tras estas idílicas imágenes existe el oculto temor de que esta situación no pueda durar. Clinton sueña con liquidar el déficit presupuestario, como el resto de sus amigos europeos, pero una nueva recesión echará abajo todo el esquema.
Los economistas burgueses serios como Stephen Roach han admitido lo que los marxistas afirmamos hace un tiempo, que el actual boom se ha logrado a expensas de la clase obrera, del aumento colosal de la explotación para generar enormes beneficios a costa de los nervios y extenuación física de los trabajadores con largas y duras jornadas laborales en malas condiciones a cambio de bajos salarios. Marx lo describió como plusvalía absoluta: las horas extraordinarias, trabajar los fines de semana, sin vacaciones, dos o tres empleos, etc., y plusvalía relativa, la intensificación de la explotación a través de la presión en los ritmos de trabajo, aumento de la productividad en menos horas de trabajo etc.,
Este es el secreto de la "explosión de productividad" que ha tenido lugar, y no sólo en EU. Pero esto tiene sus límites, por un lado existe un límite físico; sólo hay 24 horas en el día y los nervios y fortaleza muscular del trabajador pueden utilizarse durante un tiempo determinado. La insoportable tensión puesta sobre los trabajadores y sus familias está atizando un descontento colosal, frustración y furia que en un cierto momento provocará una reacción. La huelga de UPS fue sólo un anticipo de esto, si el boom se extiende durante un período más, bajando el desempleo, inevitablemente conducirá a nuevas huelgas, donde los trabajadores se esforzarán por ganar lo que han perdido en el último período. Esto tendrá un efecto sobre los márgenes de beneficio en un estrecho mercado donde no es posible aumentar los precios. La presión de las importaciones baratas de Asia agravará la situación, e inevitablemente conducirá a la exigencia de demandas proteccionistas por parte de los manufactureros americanos.
En su libro La muerte de la economía, Paul Ormerod señala los efectos de un colapso en los valores de la bolsa en una economía con un alto nivel de deuda:
"El propio Keynes, en un párrafo del capítulo final de la Teoría General, reconocía la importancia de las fluctuaciones en el valor de la bolsa sobre el gasto del consumidor, particularmente en los Estados Unidos. Afirmaba que, en especial si la gente ha pedido prestado dinero para comprar acciones, la caída de las bolsas podría intensificar una recesión. Pero no utilizó este argumento con la fuerza suficiente en el debate sobre el efecto pigou".
"El economista americano James Tobin reavivó esa idea hace diez años, y Edmond Malinvaud, un distinguido economista francés, que recientemente ha avisado a la Comisión Europea sobre los peligros prácticos de tal efecto en las actuales circunstancias. Pero en general, los economistas teóricos han ignorado este punto, a pesar de su relevancia en estas circunstancias, y en particular en aquellas economías donde los niveles de deuda son mayores en relación a los ingresos, Japón, América y Gran Bretaña son los principales ejemplos".
"Cuanto más baja es la tasa de inflación peor es la situación de los deudores. Si la inflación se convierte en negativa y el nivel de los precios cae, el problema se agudiza. Y potencialmente se agrava más en la actualidad por el hecho de que los precios de muchos de los fondos que poseen la gente y las empresas, como los depósitos bancarios, no están fijados en términos monetarios. Comparado con los años treinta, por ejemplo, mucha más gente posee casas, cuyos precios de los cuales pueden caer tanto como suben". (Paul Ormerod, The Death of Economics).
Incluso dejando a un lado la cuestión de Asia, tras seis años y medio, el boom en los EU probablemente estaría cerca de su fin. El boom bursátil, que favorece la especulación sin freno y la consecuente sobreproducción, son elementos que precisamente pueden verse en el pico del ciclo económico, justo antes de una recesión. Esto ya fue señalado muchas veces por Marx, y los más perspicaces economistas burgueses también lo comprenden:
"Pero incluso si esa cadena de acontecimientos nunca ocurriese, algunos analistas creen que los EU están encaminándose hacia una recesión, o una caída severa en 1998. Si están en lo cierto, el hundimiento del lunes habría sido el primer disparo del arco proverbial, junto a otros que le seguirán. Aquellos que rápidamente despacharon la caída de la bolsa y están ahora alardeando de comprar, en el fondo podrían encontrarse con que están equivocados". (Time magazine, 10/11/07).
Un factor es el nivel de endeudamiento de los consumidores en EU. Según Ron Reuss, economista de Piper Capital Management de Minneapolis, la mitad de las unidades familiares con menos de 50, 000 dólares de ingresos anuales tienen una deuda no hipotecaria igual al 24 por ciento de su sueldo neto, algo que nunca ha sido tan alto. Esta situación se está expresando ya en el aumento de bancarrotas y el crecimiento más lento del crédito al consumo, que está ahora sólo el 5% anual, comparado a la cifra más normal del 10-15% en un boom. En este y otros aspectos para muchos trabajadores el actual boom lo sienten como una recesión. Dado el elevado número de créditos al consumo y el de ciudadanos norteamericanos que ahora tienen parte de su riqueza en acciones (diez veces mayor más que antes de la guerra), una bajada en los valores de las acciones tendrá un gran impacto en los gastos del consumidor, precisamente en un momento que la economía USA está desacelerándose (todo el mundo está de acuerdo en eso) y se enfrenta a una gran afluencia de importaciones baratas de Asia, que afectarán a los precios y márgenes de beneficios, y por tanto la inversión (la fuerza motora fundamental del boom). De hecho, el principal estímulo para la inversión productiva en la economía norteamericana ha procedido del sector informático, que ya se ha mostrado extremadamente volátil y vulnerable a las turbulencias bursátiles. Está por ver si la rentabilidad de la industria informática podrá sobrevivir mucho tiempo en las nuevas condiciones, y dado el enorme peso específico de este sector actualmente en EU, emplea a más de nueve millones de personas (más que el acero o el automóvil), una recesión aquí rápidamente se transmitiría al resto de la economía norteamericana y mundial.
Todas las habladurías sobre la "fortaleza" de la economía USA pasan por alto la cuestión fundamental: los efectos del desarrollo mundial en los EEUU. Hugh Johnson, responsable de inversiones estratégicas de la firma de corretaje First Albanya advierte: "Siempre es de sabios tomar en serio los mensajes de los mercados. El mensaje es que la actual crisis en el Sudeste Asiático afectará no sólo a las economías asiáticas sino también a los EU". El nerviosismo de un sector de la burguesía americana se expresaba en The Wall Street Journal el 30 de diciembre de 1997; tras señalar debidamente que la mayoría de los economistas eran optimistas ante las perspectivas de la economía americana, el artículo señala:
"Aún la nota pesimista, los pronósticos son fatales al predecir incluso momentos decisivos incluso en tiempos normales (es probable hacerlo incluso peor cuando las viejas normas están cambiando). Además los modelos de pronóstico tienden a elaborar suposiciones que la gente cree racionales mientras los acontecimientos actuales están a menudo conducidos por oleadas de irracionalidad, tales oleadas son las que preocupan a los pesimistas".
"Aún desconocemos partes de la historia: cuanta durará la crisis y hasta donde se extenderá en los países desarrollados. Ha pasado de Tailandia a Indonesia y Corea del Sur. Y la especulación nerviosa, en las recientes semanas se ha extendido a Hong Kong, Taiwan, China, Rusia, Ucrania y Brasil".
"Hace un año los inversores en EU y en otras zonas veían las economías "emergentes" como un sitio atractivo para invertir. Ahora, muchos están escapando, causando con esto la devaluación de las monedas y la subida de los tipos de interés en muchos de estos países. Otro shock, como una falta de pago surcoreana, podría hundir más las monedas y aumentar los intereses, subiendo los costes de capital y ralentizando el crecimiento en la mayoría del mundo desarrollado. La economía USA sería la más afectada porque los países en vías de desarrollo juntos absorben una cuarta parte de las exportaciones americanas".
"La incipiente recesión de Japón, probablemente profundizará, y reducirá las mercancías europeas y americanas vendidas allí. Y los problemas de los bancos japoneses, que incluyen seis de los diez más grandes del mundo, exacerban las preocupaciones. Si los burócratas japoneses no manejan el problema hábilmente (los aprensivos directivos de occidente tiene poca confianza en ellos), las repercusiones podrían ser enormes".
"El conjunto del sistema bancario depende de que los principales bancos del mundo se doten mutuamente de miles de millones de dólares para préstamos a corto plazo, extendidos con la confianza de una rápida devolución. Si un banco importante fracasa en Japón, y se manejara mal podría trastornar el flujo de pagos y hacer que el sistema se agarrotara el equivalente financiero de un golpe".
" Nadie está prediciendo ese desastre, pero el Presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan está profundamente preocupado. Jeffrey Shafer, un ex funcionario de la tesorería de Clinton, dice que si aún estuviera en su antiguo trabajo, ‘estaría en vela toda la noche preocupado sobre una caída mayor de los bancos en Asia, especialmente en Japón".
Fin del "modelo asiático"
Los intentos de la burguesía de negar importancia a la crisis en Asia roza lo cómico. Antes exageraban la importancia de Asia y ahora tratan de minimizarla. Sin embargo la importancia de esta región se demuestra en que el 60-65% del crecimiento de la producción mundial entre 1990 y 1995 procedió de esta zona. Fue esto precisamente lo que evitó que la recesión mundial de 1990-1992 se convirtiese en una depresión, por tanto esgrimir que una recesión en Asia no tendría efectos en la economía mundial es chocar contra los hechos.
Hasta ahora esto no ha ocurrido, incluso no está teóricamente excluido que siguiendo la crisis bursátil la economía norteamericana se pudiese recuperar algo, y el boom pudiese chisporrotear durante otros dieciocho meses o dos años, aunque con tasas más bajas de crecimiento, sin embargo, este escenario "optimista" no es en absoluto cierto. Según pasan los meses, las voces expresando alarma están sonando con más fuerza, incluso The Economist, el más optimista de los portavoces del "capitalismo liberal", no puede ocultar sus más profundos presentimientos sobre las perspectivas para la economía mundial. En su editorial del 20/12/97, con el significativo título Asia y el abismo, admitía que ya era evidente que la extensión de la crisis a Corea del Sur y Japón tenía muy serias implicaciones para toda la economía mundial:
"Cuando la historia fue del norte hacia el este, a corea del Sur y Japón, tomó un cariz más serio. Contrariamente a la idea popular, estos son dos de los países más grandes de la economía mundial, y también dos de los mayores importadores del mundo, además de enviar sus inversiones por todo el mundo, una calamidad financiera allí traería una caída a escala mundial o incluso una recesión. ÔEs eso probable?. La respuesta, desgraciadamente, es que tal calamidad aún no puede excluirse". (El subrayado es nuestro).
Es divertido seguir las vueltas y giros de los economistas burgueses, su lucha para explicar los acontecimientos en Asia donde no hace mucho veían el "nuevo renacer capitalista". A la vuelta de sus negociaciones en Corea del Sur, el director del FMI, Michel Camdessus admitía: "El modelo asiático está pasado de moda". En realidad no había nada nuevo en la ola de inversiones en el Sudeste Asiático. A este respecto la burguesía manifestó la misma infantil superstición que aquellos que creen que hay una olla de oro al final de cada arcoiris.
En cada período del desarrollo capitalista, desde el siglo XVI en adelante, el capitalismo siempre ha abierto nuevos mercados, comenzando con el "descubrimiento" del Nuevo Mundo. El saqueo de América del Sur proporcionó oro y plata que abasteció el período inicial de desarrollo capitalista en Europa. Más tarde en los siglos XVII y XVIII vimos el desarrollo de las colonias en Asia, Africa y América y los comienzos de la división mundial del trabajo que fue intensificada en el siglo XIX con la "apertura" de China (a través de las Guerras del Opio). Engels hizo referencia a las exageradas ilusiones de los manufactureros algodoneros de Lancashire en las ilimitadas perspectivas del mercado Chino (que posteriormente finalizó con sobreproducción y recesión). Más tarde vimos la fiebre del oro en California, el desarrollo de Australia, Rusia...
Marx explicó hace tiempo que la burguesía es capaz de "resolver" sus crisis, pero sólo a costa de preparar nuevas y más profundas en el futuro. Una de las formas en la cual conseguían esto era precisamente aumentando su participación en el comercio mundial. La historia de las dos pasadas décadas son un testimonio gráfico de lo correcto de esta observación. En una entrevista con Camdessus en El País (1/12/97), le preguntaban si el modelo asiático, "basado en las exportaciones masivas y la absorción de inversiones extranjeras" que era supuestamente "un paradigma" había finalizado, su respuesta fue un modelo de humor inconsciente:
"Los modelos económicos no son eternos. Hay momentos en los que son útiles y otros en los cuales, como el mundo evoluciona, se pasan de moda y tienen que ser abandonados. Unamuno solía decir que utilizaba sus ideas como sus botas, las utilizaba y después las tiraba. Debemos hacer lo mismo con los modelos económicos".
Esta asombrosa franqueza por no decir cinismo, revela con exactitud la verdadera actitud de la burguesía hacia la "teoría económica" que actualmente es menos útil para ellos que un buen par de botas. Todos los denominados "paradigmas económicos" reflejan un intento desesperado de conseguir algún éxito (real o imaginario) para revivir el antiguo sueño de la clase capitalista y sus representantes ideológicos, que el ciclo de booms y recesiones ha terminado para siempre. La propensión para la autoilusión está directamente relacionada a los vertiginosos niveles alcanzados por la bolsa, rentabilidad, crecimiento económico y otros índices que están normalmente relacionados con la cumbre de un ciclo económico (justo antes de una caída). En palabras del proverbio, "la soberbia llega antes de la caída", y si esta llega, "cuanto mayor sea la caída más dura será".
Las soluciones del FMI y sus consecuencias
Camdessus y otros representantes de las grandes potencias occidentales hasta cierto punto parecen disfrutar de un perverso placer con el colapso del "modelo asiático". Parecen creer que pueden escaparse de las consecuencias y en el proceso, enseñar a aquellos advenedizos orientales una lección de humanidad y mostrarles quien es el jefe. El director del FMI se jacta de forzar el cierre de los poco rentable "chaebols" (monopolios industriales surcoreanos) y los bancos indonesios. La arrogancia, y al mismo tiempo, la ciega estupidez de estos caballeros, es realmente asombrosa.
La medicina repartida por el FMI es la misma de siempre, se dan préstamos a condición de que toda la carga de la crisis se sitúe de lleno sobre los hombros de las masas ("austeridad"). El crecimiento debe ser más lento, el desempleo crece, las fábricas y bancos deben cerrar, los tipos de interés deben aumentar, los presupuestos deben ser equilibrados y los niveles de vida deben ser reducidos. A cambio los tiburones internacionales dispensan su generosidad: 4 000 millones de dólares a Filipinas, 10 000 millones a Indonesia, y una cantidad mayor a Corea del Sur, la suma final todavía no está clara. Además otros bancos e instituciones han prestado 17.000 millones de dólares a Tailandia, 13 000 millones a Indonesia, y hay una promesa de más "ayuda" por parte de EU, Australia, Hong Kong, China, Singapur y otros.
El problema es que esta "ayuda" no se da libre de cargas, todos tendrán que devolverla con intereses. Los pagos serán arrancados de los trabajadores, campesinos y clases medias, así agudizarán las tensiones sociales y crearán una situación explosiva en un país tras otro. Ya ha habido manifestaciones en Tailandia, en las que han participado no sólo trabajadores sino también las clases medias e incluso algunos hombres de negocio. La situación de Corea del Sur, con su poderosa clase obrera, es explosiva o en Indonesia donde la crisis de la economía está unida a la dictadura corrupta de la odiada camarilla de Suharto.
La ayuda prometida por Japón y China no es desinteresada, están aterrorizados por que la crisis económica en Asia les traerá una estrepitosa caída. Estos temores no son infundados, un crash serio en Japón y China rápidamente causarían un shock en todo el sistema económico y financiero mundial. Más del 40% de las exportaciones de Japón van a Asia. Para empeorar la cosa, el sistema bancario tanto de Japón como de China está sobrecargado de colosales deudas. La fuerza motriz del crecimiento chino en los últimos años han sido las exportaciones, también principalmente a Asia. El riesgo de un colapso en China y Japón es por tanto muy serio.
En común con la mayoría de los estrategas del capital, Camdessus considera que la crisis en Asia no causará necesariamente una recesión a escala mundial. La economía mundial, insiste, está aún creciendo a un ritmo anual del 4 por ciento. Los efectos de la actual crisis podría reducir la tasa de crecimiento en los EU un 1.2 ó 1.3 por ciento. Esto supone que en cualquier caso (y para los pronósticos más optimistas) la economía mundial ralentizará su crecimiento el próximo año, con el consecuente aumento del desempleo y caída en la demanda, en Asia esto será más severo. Si añadimos a esto los efectos de nuevos recortes en el gasto público en Europa en sintonía con la introducción de la UME, el dibujo no parece muy esperanzador. Y todo esto en cualquier caso se basa en una serie de suposiciones: si los japoneses toman las medidas necesarias para reformar su sistema financiero, si la crisis no se extiende a China, si las masas en Asia están preparadas para aceptar profundos recortes en sus niveles de vida con la necesaria resignación confuciana, si no hay un nuevo colapso en la sobrevalorada bolsa estadounidense, si los trabajadores americanos no sacan provecho del pleno empleo para exigir salarios más altos. Estos son demasiados "si" sobre los que basar pronósticos tan confiados.
En la editorial de The Economist antes mencionada, se expresa un abierto escepticismo en la capacidad de la burguesía japonesa para salvar la crisis de su sector financiero:
"El 17 de diciembre el primer ministro de Japón, Ryutaro Hashimoto, anunció un recorte de 16.000 millones de dólares en los impuestos sobre la renta, más de 850 000 millones de yenes rebajados en los ingresos de las empresas. Pero esto sólo se aplicará durante un año, y sólo cancelará la restricción fiscal que su gobierno impuso la pasada primavera. También han surgido noticias de un plan para emitir bonos del estado por valor de 10 billones de yenes para financiar rescates de bancos. El plan todavía es impreciso, no hay detalles de cómo se harán los rescates o si será necesario disponer más dinero. Mr. Hashimoto explica su propósito de acabar con los problemas económicos que están ‘originando en Japón la depresión. Ese es un buen propósito, y este plan será un paso en el camino correcto. Pero el riesgo de un colapso japonés, que empeore el asiático, y después cause una recesión mundial permanece".
El FMI decide
Siguiendo las órdenes del FMI, el órgano por excelencia del capitalismo mundial, el gobierno tailandés anunció el 8 de diciembre de 1997 el cierre de 56 de los 58 bancos más endeudados en ese país, que juntos tenían un "agujero negro" de 35, 000 millones de dólares. Esto es parte de un acuerdo, a cambio del cual Tailandia recibirá unos 17,200 millones de dólares en concepto de "ayuda" de dicha organización. La crisis del sistema bancario tailandés no es en absoluto excepcional, durante períodos de boom la especulación abunda, los inversores tienen la ilusión de que el valor de las acciones, la tierra, etc., aumentará para siempre; esta es la característica común de cada boom desde el siglo XVII. Es una enfermedad que afecta no sólo a los tiburones bursátiles sin escrúpulos y deshonestos, sino también a los más respetables banqueros, que se zambullen en un mar turbulento de especulación, ignorando las voces (pocas) de precaución. Esta es la base psicológica real del "nuevo paradigma económico" que, mirándolo de cerca, demuestra que no es en absoluto nuevo, sino tan viejo como las montañas, como la historia de los bancos y las bolsas.
Durante los años de "burbuja especulativa" en la década de los ochenta y noventa, los bancos y otras empresas de Tailandia, Japón y otras economías asiáticas con mucho dinero en efectivo sobrante buscaban campos sobresalientes donde invertir y lo encontraron en el mercado inmobiliario. Tampoco esto es nuevo, también presenciamos la "especulación de la tierra en Florida" que precedió al crash de 1929 en los EEUU. En ese momento parecía una buena idea, era hacer dinero fácil sin correr un riesgo molesto y sin tener que invertir en actividades productivas como la industria. Los precios de la tierra y la propiedad suben como la espuma de una botella de champaña, y continúan creciendo hasta que caen.
En un cierto punto del ciclo capitalista, de una forma dialéctica clásica, todo se vuelve en su contrario. Precisamente aquellos elementos que alimentaron el boom, empujando la economía hacia delante y arriba, se convierten en la fuente de inquietudes, el boom inmobiliario que alimentó la expansión económica y la estimuló, ahora se ha convertido para las economías de países como Japón y Tailandia en un peligro. Lo mismo ocurre con el crédito que mucha gente solicita en un boom, pero que como explicó Carlos Marx, y Mr. Micawber conocía muy bien, al final provoca unos niveles de endeudamiento que profundiza la crisis y hace la recuperación más difícil. Ahora eso también es obvio, las deudas públicas, privada y empresarial penden como una rueda de molino sobre el cuello de la economía y amenaza con aplastarla.
En Tailandia, el primero de los tigres que sucumbió a los ataques concertados de los "especuladores" (por ejemplo los grandes monopolios), sedientos de sangre, había un punto débil el endeudado sistema bancario, que fue sin duda uno de los primeros factores que desencadenó la cadena de acontecimientos desastrosos. De repente la "confianza" colapsa, alguien o algún grupo decide que toda la estructura es mala y comienza a vender, y vende. Este es el desarrollo clásico, que se ve en todo ciclo económico, y en absoluto es el resultado de las peculiaridades de Tailandia o Asia, más tarde vamos a ver el mismo fenómeno en EU y Europa.
A pesar de todos los que dicen que la crisis bursátil no tiene efectos en la "economía real", esto está lejos de la realidad. El lunes 8 de diciembre el gobierno tailandés envió 400 policías al centro comercial de Bangkok para evitar cualquier incidente que pudiera ocurrir. Sus temores estaban bien fundados, desde que el gobierno anunció una serie de medidas que dejarían a 200, 000 trabajadores de este sector en paro. Esto sólo es la punta de un iceberg de agitaciones sociales ya causados por la crisis en Tailandia. No menos de dos millones de trabajadores ya han perdido sus empleos desde el comienzo de la crisis en Tailandia en junio de 1997, muchas de las víctimas son profesionales altamente cualificados, como admitía el ex – vicepresidente de una de las empresas cerradas por el gobierno, Sampong Sawasdipahdi:
"No es sólo una cuestión de trabajadores de fábrica, entre los que han perdido sus empleos están trabajadores de los más cualificados del país". (El País, 9/12/97).
Naturalmente los mercados aplaudieron la "decisión" de llevar adelante los dictados del FMI, y la bolsa tailandesa creció un 3 por ciento al escuchar las noticias. Este es un comportamiento bastante típico de las bolsas en todos los sitios, como ya hemos destacado. Cuando los trabajadores son despedidos y se anuncian fuertes ataques sobre las condiciones de vida del pueblo tailandés el mercado aplaude. Pero para cualquiera con ojos para ver o cerebro para pensar, esto demuestra de manera concluyente los intereses del "mercado", es decir, los de los grandes monopolios que están opuestos a los intereses de los trabajadores y las masas. Según se desarrolle la crisis esta realidad será más evidente en la conciencia de las masas.
El sufrimiento en Tailandia es real, extendiéndose más allá de los límites de la clase obrera, a la pequeña burguesía y otras capas sociales que imaginaban eran inmunes a la crisis del capitalismo. ¿Y los resultados?. Los llamados "subsidios" son muy pequeños y en gran parte imaginarios. El "estabilizado" bath está a un cambio de 41,60 baths por dólar USA, algo que fue interpretado como una victoria, aunque representa una perdida del 60% desde el 2 de julio. La bolsa de Bangkok, ha registrado una pérdida de más del 78 por ciento de sus valores desde esa fecha.
Por supuesto, los banqueros nunca pierden. En un esfuerzo por calmar los trémulos nervios de los inversores, el Banco central de Corea del Sur acordó entregar 476.000 millones de wons (355 millones de dólares) en créditos de emergencia a los bancos comerciales y sociedades financieras amenazadas con colapsar. El agujero negro en el sistema financiero coreano es tan profundo que la "ayuda" inicial del FMI (5.500 millones de dólares) se evaporó como una gota de agua en el desierto. El won se hundió a un nuevo nivel mínimo de 1,342 a 40 por dólar USA, La bolsa de Seúl cayó más.
En Indonesia, a principios de diciembre el gobierno anunció la fusión de varios grandes bancos, tras el cierre el 1 de noviembre de 16 bancos privados considerados insolventes. El asunto no acaba aquí, ya que es dominio común que otros grandes bancos son insolventes.
Corea del Sur y Japón
En un esfuerzo desesperado por reforzar la economía surcoreana, el FMI acordó un préstamo, pero como es habitual impuso condiciones draconianas. Exigió un descenso del crecimiento de la economía entre el 2.7 y 2.8%, un desastre para Corea del Sur que estaba creciendo a un ritmo del 6% este año, y un aumento de los tipos de interés del 18-20%, una medida que llevaría, por usar un eufemismo actual, a una "reestructuración corporativa radical", es decir, cierre de fábricas general y desempleo masivo en un país donde el desempleo de masas había desaparecido y donde las infraestructuras para los desempleados es inexistente.
El préstamo del FMI al principio se declaró que sería de 15 a 20.000 millones de dólares, pero antes de comenzar estaba claro que es cifra no serviría para las necesidades reales de la economía surcoreana. Extraoficialmente la cifra mencionada era de 60,000 millones de dólares. Este sería mayor que el concedido a México en 1995, pero incluso ni esta cifra solucionaría el problema. La envergadura del desastre económico en Corea del Sur está sólo en el comienzo, surgirán nuevos datos que revelarán la profundidad del colapso.
A pesar de la tentativa de "rescate" a gran escala, no es seguro en absoluto que las medidas del FMI tenga los efectos deseados en "restablecer la confianza" y estimular a los bancos extranjeros a reanudar los préstamos en Corea. Los debastadores efectos sociales de estas medidas están fuera de toda duda, producirán una inestabilidad política a una escala no vista en décadas, situando la perspectiva de movimientos revolucionarios de las masas a la orden del día. En definitiva un duro escenario para grandes inversiones extranjeras.
Una vez tomada la amarga medicina presentada por el FMI, Corea del Sur esperaba el veredicto del "mercado"; este no tardó en revelarse: tras una recuperación inicial, el won cayó de nuevo un 18 por ciento el 30 de diciembre, siguiendo al pesado dólar comprado por las empresas coreanas endeudadas.
La inestabilidad general en la región necesariamente tuvo su reflejo en la bolsa de Tokio. El índice Nikkei bajó 292,91 puntos a principios de diciembre, junto al anuncio de que las nuevas estimaciones situaban el crecimiento del PIB de Japón en cero, no sólo para 1998, sino también para 1999. En términos reales (excluyendo la inflación) la economía japonesa sólo creció un miserable 0,5 por ciento en 1997, estas cifras son aún más catastróficas si tenemos en cuenta que Japón es el segundo país más importante del mundo, y hasta no hace mucho era la fuerza motriz de la economía mundial, con unas tasas de crecimiento que en algunas ocasiones incluso sobrepasó los de la URSS cuando crecía un 10 por ciento anual en los años cincuenta y principios de los sesenta. Ahora a todos los efectos, Japón ha estado en recesión la mayor parte de la década, sin visos de acabar mientras la perspectiva de un colapso serio en Japón está presente para la burguesía.
La actividad especulativa en la cima del boom está inevitablemente acompañada por un gran elemento de fraude, prácticas sin escrúpulos, malversación y latrocinio manifiesto. En el período de auge, estas prácticas pasan desapercibidas, y sus perpetradores son incluso laureados como héroes de la empresa financiera, en el momento de la verdad, cuando los precios comienzan a caer, estos fraudes comienzan a emerger. Un aviso temprano fue el colapso de la antigua y respetada empresa, Barings Bank. Ahora ha salido a la luz que una gran tajada del sistema bancario japonés está manos de la Mafia conocida como sokaiya, no normales matones de las calles, sino hombres de negocios discretos y elegantes en sombríos trajes. La actividad de estos grupos comenzó a despegar en los años de la "burbuja japonesa", durante los años ochenta y parte del principio de los noventa. Uno de estos gansters, Ryuichi Koike acumuló una fortuna de 12, 400 millones de yenes (95.3 millones de dólares) fuera de las principales empresas financieras japonesas más otros 11, 700 millones de yenes (89.9 millones de dólares) a cambio de mantener silencio sobre ello. Mr. Koike fue arrestado por sus actividades pero rápidamente salió de la cárcel. Como resultado de sus tejemanejes, cuatro de las más importantes sociedades financieras quebraron (Nomura, Nikho, Daiwa y Yaimichi Securities), así como el banco Dai-Ichi Kangyo. A diferencia de los ciudadanos normales, gente como Koike no pasará mucho tiempo en la cárcel, tras expresar en público remordimientos por sus actos diabólicos, serán regalados con una magnanimidad excepcional por los jueces y les dejarán libres para continuar con sus carreras.
Crisis en China
Enfrentado a la crisis de los "tigres" asiáticos, occidente busca consolarse con la idea de que China podría alejar el problema, pero si examinamos más de cerca esta cuestión vemos la fragilidad de tales esperanzas.
El Presidente Jiang Zemin repite cada día que la economía china es sólida e inmune a la crisis que está golpeando al resto de Asia. Hace tiempo Galbraith explicó que en una crisis las autoridades recurren a cualquier tipo de encanto que pueda tener el efecto de estabilizar el mercado. El autor del trabajo sobre el crash de 1929 señala también que estos encantos pocas veces tienen el efecto que desean. Es lo mismo como las afirmaciones repetidas de Clinton que en EU "los cimientos son sólidos". Exactamente las mismas palabras fueron repetidas una y otra vez por políticos, economistas y banqueros, antes, durante e incluso después del crash de 1929.
No obstante las autoridades de Pekín son bien conscientes de que los acontecimientos en el resto de Asia tendrán un efecto sobre China en un futuro no muy lejano. Para comenzar dos elementos han estimulado directamente el espectacular crecimiento de China en el último período, la inversión extranjera y las exportaciones, y ambos se verán afectados por la actual crisis. Los inversores extranjeros preferirán establecer sus negocios en aquellos países que han devaluado sus monedas más que China, hasta este momento por lo menos. Pekín se está resistiendo a una nueva devaluación del yuan, que pondría en peligro el vínculo entre el dólar de Hong Kong y el dólar USA.
Fue la devaluación del yuan chino en 1994 lo que proporcionó un enorme estímulo a las exportaciones chinas y probablemente fue el detonante de la actual crisis en Asia, agravando el problema de la sobreproducción en los saturados mercados de Asia. Ahora esta situación se ha invertido, los productos chinos son un 40% más caros que los de Malaisia, y un 60% más que los de Indonesia, esto hará inevitable que las exportaciones de China dirigida a Asia, uno de los principales motores de su desarrollo en los últimos dieciocho años, disminuya rápidamente en los próximos meses, a menos que China también devalúe, algo que actualmente se niegan a hacer.
La idea de que China puede de alguna manera aislarse de la crisis asiática pilota la política que ha sido adoptada por Jiang Zemin y Ziang Rongji. La vieja idea reaccionaria de la autarquía ("socialismo en un solo país"), fue abandonada tras la muerte de Mao. El destino de China (al igual que Rusia), está directamente ligado a la economía mundial. La participación en los mercados mundiales ha beneficiado a China (aunque no a Rusia), pero ahora sufren la otra cara de la moneda. La crisis en Asia golpeará duramente a China, y esto intensificará las contradicciones sociales en China y con ellas la lucha entre los diferentes sectores de la burocracia. El ala pro capitalista de Ziang Rongji ha tenido todas las posibilidades, pero según se profundice la crisis eso puede cambiar.
El rápido crecimiento de la producción en China ha ocasionado la aparición de la sobreproducción como señala The Economist (El Mundo 1998):
"Los problemas (de Asia) se verán exacerbados porque China tiene ahora una gran superabundancia de capacidad manufacturera, cadenas de coches, petroquímicas y televisores en color. La mayoría de ellas son ineficaces, y el gobierno chino seguirá aumentado su programa para racionalizar el peor sector (el sector estatal). Por lo tanto, China aún se convertirá en más competitiva".
Otro artículo señala que:
"China, que acumuló a final del año (1996) 30, 000 millones de dólares en stocks, está plagada de artículos invendibles, desde tejidos de poca calidad a aparatos con diseños de hace treinta años, producidos en fábricas del período maoísta que ni los chinos necesitan". (El País, 9/12/97).
The Economist (22/11/97) escribía: "Muchas empresas en ciudades y pueblos sufren de un exceso de productos en el mercado". Esto no se refiere al sector estatal, sino al sector "colectivizado" que supone no menos de las dos quintas partes de la producción no agrícola. Y el mismo artículo continúa: "La mayor amenaza es una crisis bancaria que podría dejar a la asiática como una ligera brisa".
Se estimaba que los créditos incobrables a los bancos chinos suponen el equivalente del 30 por ciento del PIB, dos veces el nivel del Sudeste Asiático. La verdad es que la economía china continúa creciendo, pero la tasa de crecimiento comienza ya a caer, y lo hará aún más en los próximos meses.
"Esta crisis ha enseñado a China una gran lección", explica Gordon Cheung, profesor de economía en la Universidad China de Hong Kong, "ha demostrado a sus dirigentes que no pueden proceder con una rápida apertura de su mercado sin haber adaptado previamente sus empresas locales. Se han dado cuenta que la apertura debe ser gradual y acompañada de medidas de reestructuración de su economía". (El País, 29/12/97).
En el mismo artículo el economista residente en Hong Kong, Valérie Brunschwig hace una interesante comparación entre China y las otras economías del sudeste asiático, demostrando que los puntos de similitud son más significativos que las diferencias:
"En muchos aspectos China manifiesta las mismas perversiones que las economías asiáticas ahora abiertamente en crisis: la saturación industrial, una administración corrupta, los negocios y políticas mixtas, proyectos de construcción interrumpidos antes de terminarlos, un sistema bancario paralizado, créditos dudosos por valor de entre 30 y 37.5 billones, etc., " (El País, 29/12/97, el subrayado es nuestro).
El mismo artículo cita al profesor Lau Siu-kai, director del Instituto de Estudios del Sudeste Asiático en la Universidad China de Hong Kong:
"El círculo dirigente es perfectamente consciente de que será incapaz de resolver la crisis que está afectando a China, y está alarmado al ver como el FMI y por tanto, las potencias occidentales, de nuevo toman el control de estas economías, que ellos ven como una pérdida de autonomía y soberanía".
Estas palabras son de una tremenda importancia para calcular las dimensiones de la crisis actual, no sólo en un sentido económico, sino también en el político y militar. China es una gran potencia, no sólo en Asía sino en el mundo, por eso Napoleón dijo con relación a China: "cuando este gigante despierte, el mundo entero temblará".
En contraste tenemos a Rusia, donde el colapso del estalinismo y el intento de ir en dirección al capitalismo ha estado acompañado por un colapso sin precedentes de las fuerzas productivas, la burocracia china ha mantenido firmemente agarrado el poder mientras permite el desarrollo de elementos de capitalismo en determinadas zonas cerca de a costa, y participa en el mercado mundial, así saca un valioso provecho del acceso al capital extranjero y la moderna tecnología. Esto ha permitido un alto nivel de crecimiento y un aumento de las expectativas entre un sector de la población, esta es la base material por la que el sector pro capitalista ha fortalecido su posición. Sin embargo, hay otra cara del cuadro.
El desarrollo de tendencias capitalistas ha conducido a un rápido aumento de la desigualdad entre la élite dirigente y las masas, entre ciudades y campo, entre regiones costeras y del interior. Las tensiones sociales se han expresado en una oleada de huelgas, manifestaciones y protestas campesinas. Hay un gran número de desempleados, quizá 150 millones que han huido de la pobreza rural para buscar empleo en las ciudades costeras. Se da una explotación brutal de los trabajadores en las fábricas, la corrupción abunda, además los imperialistas están ejerciendo una implacable presión sobre Pekín para privatizar las industrias estatales. Esto supondría una explosión del desempleo y malestar social. Un sector de la burocracia, temeroso de las consecuencias, de mala gana está siguiendo el camino de la "reforma". El reciente 15¼ Congreso del Partido supuso la victoria del sector pro capitalista, pero el desarrollo de la crisis puede volver todo el proceso en su contrario.
Los temores de la élite dirigente se revelaron por la decisión de posponer la convertibilidad del yuan hasta el año 2000. Pero el test real está por venir, el planeado cierre de empresas estatales que supondría el despido de 1.2 millones de trabajadores textiles en los próximos tres años, 600,000 en el próximo año. La industria química va a despedir a 400, 000 trabajadores más en 1998, pero si el clima económico empeora, todos estos planes no servirán para nada. Las explosiones sociales, las huelgas en las ciudades y sublevaciones en los pueblos, además de un agravamiento de las tensiones étnicas (Sinkiang, Tíbet, Mongolia) pueden precipitar una escisión en la élite dirigente ya que los éxitos del ala pro capitalista no están en absoluto garantizados. Después de todo la burocracia china tiene un horrible ejemplo de lo que el capitalismo ha supuesto para Rusia. Una profunda recesión mundial significa que todas las apuestas serán anuladas.
Incluso si la tendencia pro capitalista tuviera éxito, no sería sobre las bases de una semi colonia pro- occidental, dócil y débil como hace cien años. Durante algún tiempo China ha estado adquiriendo un formidable arsenal de armas, principalmente de Rusia. China ya ha estado en guerra con Vietnam, y tiene pretensiones territoriales contra otras naciones asiáticas. En el contexto de crisis económica y lucha por los mercados, no está descartadas nuevas guerras. Por otro lado las tensiones entre China y EEUU están ya empezando a salir. Así, de ser un mercado potencial y un factor de estabilidad para América y el capitalismo mundial, China se convertirá en un nuevo y poderoso elemento de inestabilidad en Asia y a escala mundial.
Una crisis global
En un curioso giro de sus posturas anteriores, los economistas burgueses ahora tratan de minimizar el papel de Asia en la economía mundial, señalando que el PIB de Asia representa sólo el 13 por ciento de las economías capitalistas másn industrializadas (El grupo de los siete). Sin embargo, este argumento subestima a propósito los efectos en una economía mundial interpenetrada, de una recesión seria en una de sus partes componentes. La velocidad con la que el pánico bursátil se extendió de Asia a Latinoamérica, Europa del Este, Rusia, EU y Europa es un aviso. El hecho de que las bolsas de EU y Europa posteriormente se recuperaran (por cuanto tiempo es otra cuestión), no altera el hecho de que el advenimiento de la "globalización" que era presentado por algunos como la solución final a la crisis capitalista, presenta ahora otra cara muy diferente.
Como ya hemos explicado no es verdad que la crisis bursátil no afecte a la economía real. Los precios (en dólares) de las exportaciones de Asia han caído automáticamente con relación a los precios en Europa y EU, de esta forma automáticamente toman ventaja en los mercados mundiales. Si añadimos a esto el hecho de que la misma realidad de la devaluación (que significa un correspondiente aumento en el precio de las importaciones) más al aumento de los tipos de interés, obliga a estos países a intentar defender el valor de sus monedas, lo que significa una profunda reducción en las condiciones de vida y la correspondiente caída de la demanda doméstica. Por encima de todo esto, estas economías tienen una urgente necesidad de obtener moneda extranjera para pagar sus deudas, y la única manera de conseguirlo es exportando. No hay que ser un genio para ver que el único mercado que puede (en teoría) absorber todas estas exportaciones a bajo precio de Asia es el de EU y en menor medida Europa Occidental.
El producto de la industria asiática ya era antes muy competitivo, hay enormes cantidades de coches, televisores, ordenadores, zapatos y textil que no pueden ser absorbidas por el mercado asiático y que están buscando salida. Lo que preocupa a los estrategas del capital no es tanto la crisis de la bolsa, o incluso la existencia de sobreproducción, o la amenaza de una recesión. Lo que más les preocupa es la amenaza del proteccionismo, que ya ha aparecido en la forma de devaluaciones competitivas en Asia. Debemos recordar que este fue uno de los principales métodos de proteccionismo en los años treinta. Esto es lo que transformó la recesión de 1929-33 en una depresión mundial que persistió hasta la segunda guerra mundial.
En El Capital, Marx describe el comercio mundial como "el elemento básico y vital de la producción capitalista". (El capital, C. Marx, Vol. 3). Uno de los principales motores del período de auge capitalista de 1948-74 fue el crecimiento sin precedentes del comercio mundial. Sin embargo, las cifras muestran que el comercio mundial en el último período no ha tenido el mismo efecto en promover el crecimiento y la inversión productiva que tuvo anteriormente. No se ha producido una vuelta al tipo de proteccionismo feroz que vimos entre las dos guerras mundiales, tal cosa habría hecho añicos la delicada fábrica del comercio mundial que fue creada a lo largo de décadas desde 1945. Tendría los efectos más catastróficos en la economía mundial, y ya hay signos claros de que las tendencias proteccionistas están emergiendo, no sólo en Asia, sino también en EU.
No hace mucho Clinton fue al Congreso a pedir permiso para proceder con el acuerdo denominado "Vía Rápida" para desarrollar el libre comercio. En una humillante derrota, su propósito era aprobarlo por mayoría tanto de Republicanos como de Demócratas. ¿Qué significa esto?. Claramente que un sector de la burguesía de EEUU estaba preocupada por los efectos de una masiva afluencia de importaciones extranjeras baratas incluso antes de la crisis bursátil. Están preparándose para una lucha feroz por los mercados en el período que viene.
En otros documentos y artículos anteriores ya hemos señalado la tendencia hacia la creación de bloques comerciales regionales. EU domina Canadá y México mediante el acuerdo del TLC (Tratado del Libre Comercio). Clinton quería expandir este al resto de Latinoamérica, comenzando con Chile. Recientemente visitó Brasil y Argentina, con la intención de preparar el camino para esto. Brasil y Argentina son las principales fuerzas implicadas en el bloque comercial llamado Mercosur. Pero desde la crisis de la bolsa, la propia existencia de Mercosur está en peligro. La crisis en Asia causó inmediatamente una crisis similar en Brasil, donde el gobierno se vio obligado a aumentar los tipos de interés e introducir medidas de austeridad. Incluso, es probable que el real brasileño tenga que ser devaluado. Esto tendrá unos efectos calamitosos para Argentina, que envía gran parte de sus exportaciones a Brasil. Puesto que el peso argentino está sujeto a un tipo de cambio fijo al dólar USA, la devaluación está excluida. La única opción clara sería la introducción de medidas proteccionistas que supondrían la ruptura de Mercosur.
La realidad de la globalización es el alto grado de interpenetración, el cual hace que un factor rápidamente afecte a otro. La causa se convierte en efecto, y el efecto en causa. Las perdidas sufridas por los bancos extranjeros en Asia ahora significan que el coste del crédito en esta zona aumentará, los banqueros están ya exigiendo un recargo mayor para prestar dinero allí, no sólo en Asia, sino en Europa del Este, Rusia y en las "economías emergentes" en general. Sorprendentemente los bancos más afectados no son los japoneses; un estudio del economista francés W. I. Carr muestra que en los últimos tres años el volumen de fondos extranjeros en Tailandia, Indonesia y Corea del Sur (los países de la región que han tenido los mayores recursos de capital extranjero), los bancos europeos alcanzaba el 27 por ciento (30 por ciento en Tailandia), junto al 25% de los bancos de EU y el 22 por ciento de bancos japoneses.
El problema central: la sobreproducción ("sobrecapacidad") permanece. Valerie Brunschwig escribe desde Hong Kong: "Además de las devaluaciones de moneda, el alcance del contagio dependerá, sobre todo, del grado de exceso de capacidad de las economías asiáticas y su habilidad para deshacerse de su exceso de productos a precios bajos en Europa y EU. ¿Cuantos vehículos coreanos e indonesios?,Ô Cuantas toneladas de acero de Tailandia y Corea, toneladas de cemento y plásticos de Tailandia?,Ô cuantos televisores y aparatos electrodomésticos de la República Popular China?, o Ôcuantos microchips de Corea o Taiwan están esperando encontrar compradores?". (El País, 29/12/97).
Brunschwig relata la situación de los otros países asiáticos, comenzando con "el excedente gigantesco de cemento en Tailandia, y, en general, todos los materiales de construcción, desde acero a cerámicas, en un país donde está paralizada la construcción". El excedente de textiles en Tailandia ha sido reducido, pero sólo porque la competencia con Vietnam, Filipinas y Laos ha obligado a cerrar un gran número de fábricas textiles tailandesas. Tales lecciones no serán obviadas en el Congreso de EEUU y en Europa cuando los tigres asiáticos busquen deshacerse de sus productos baratos. Comprenden también muy bien que la devaluación competitiva es un medio de exportar desempleo. Creer que los manufactureros de EEUU y sus portavoces en el Congreso se sentarán con los brazos caídos sin hacer nada es de ingenuos.
"Lo más preocupante", continúa Brunschwig, "son las montañas de productos excedentes en Corea del Sur, que continúan produciendo con profusión mercancías sin salida para poder mantener trabajadores empleados en sus empleos de por vida. ‘En Corea del Sur, en casi cada sector de la actividad productiva, no tienen ni idea de que hacer con sus productos sin vender’, dice Russel Napier, responsable de estrategia del Crédit Lyonnais Securities Asia en Hong Kong. Importa poco si hablamos de químicas, acero, plásticos, automóviles, barcos o incluso ordenadores, semiconductores o electricidad para el público general. Y concluye el economista: ‘ya que tienen una necesidad vital de vender, harán añicos el sistema de precios para inundar Europa y EEUU con sus productos". (Ibid)
El enorme exceso de productos petroquímicos en Corea, Tailandia y Singapur puede conducir a una rápida caída entre el 15 y 20 por ciento de los precios del plástico en el mundo, según Janet Yound, analista química de Salomon Brothers en Hong Kong. Aquí tenemos la "otra cara" de la globalización, algo ya previsto por Marx hace más de cien años. En su insaciable gula por el beneficio, la clase capitalista está constantemente buscando nuevos mercados, salidas para la inversión y fuentes de materias primas. La creación del mercado mundial es el resultado inevitable del hecho que el desarrollo de las fuerzas productivas hace tiempo ha superado los estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. Cualquiera que no entienda este hecho fundamental será incapaz de comprender el fenómeno más decisivo que está teniendo lugar a escala mundial. La participación en el mercado mundial es ahora una condición necesaria para la producción capitalista, incluso un gigante como EUU está obligado a participar en la economía mundial a un nivel sin precedentes en los últimos cien años, cuando por primera vez irrumpió en la escena de la historia mundial con la guerra hispano-americana de 1898. Hace diez años, sólo el equivalente del 6 por ciento del PIB de EEUU era dedicado a las exportaciones, esto se ha incrementado al 13 por ciento *un aumento asombroso en sólo una década*, y a la burguesía americana le gustaría elevar esta cifra al 20 por ciento para finales de la década.
Este hecho en sí mismo, es una ilustración gráfica del proceso previsto por Carlos Marx. Señaló que por medio de la participación en el comercio mundial, el sistema capitalista podría durante un tiempo, aliviar sus problemas, desarrollando nuevos mercados y (en parte) combatiendo la tendencia a la caída de la tasa de beneficios. Por estos medios se pueden obtener durante un tiempo grandes beneficios, se pueden retrasar las crisis o aliviarlas (el mercado asiático, como ya hemos explicado, tuvo el efecto de suavizar los efectos de la recesión en 1990-92 y prevenir su conversión en depresión al estilo de los años treinta). Pero esto se consiguió sólo a costa de preparar crisis incluso más profundas y a una escala más devastadora en el futuro.
Es verdad que el grado de interpenetración de las diferentes economías capitalistas en el mercado mundial ha alcanzado hasta ahora niveles inimaginados, pero esto no significa en absoluto que las contradicciones entre ellas hayan sido eliminadas. Al contrario, significa que han sido exacerbadas a la enésima potencia y se les ha dado un campo mayor que en el pasado en el que manifestarse. El impulso natural del capitalismo es apartar todas las barreras que se encuentran en el camino para extraer plusvalía, algo que se ha manifestado en cada período del capitalismo desde el capítulo de la acumulación primitiva, pasando por la esclavitud de las colonias a la escuela del "libre comercio" a la época moderna del imperialismo y el capitalismo monopolista. La naturaleza extrema de los antagonismos generados por la época de decadencia capitalista se reveló en las dos horribles guerras mundiales. Hoy en día, con el advenimiento de las armas nucleares (e incluso métodos más horrorosos de guerra química y bacteriológica que no han llamado mucho la atención), la guerra entre las principales potencias como medio de resolver estos antagonismo está excluida (aunque no las "pequeñas" guerras como la Guerra del Golfo).
La escena es por lo tanto de crisis violentas y cataclismos de la economía mundial. Esto destruirá completamente el relativo equilibrio que ha caracterizado al comercio mundial, las relaciones mundiales y también las relaciones entre las clases desde el final de la segunda guerra mundial. Hemos entrado en las aguas inexploradas del período más convulsivo en la historia del capitalismo.
Las sombrías advertencias del especulador George Soros no son el producto de la imaginación o el capricho. Como un profeta del Antiguo Testamento, Soros avisa a la burguesía de calamitosas consecuencias, si no ven la luz, y cesan de adorar al Dios Mammon. El problema es que Soros no puede ofrecer una alternativa real. Esta es la característica común de todos los economistas de "izquierda" burgueses como Galbraith. Advierten a la burguesía para regular el sistema, pero no se dan cuenta que la planificación y el capitalismo son dos conceptos que se excluyen mutuamente. Aunque es verdad que, durante períodos transitorios en un auge económico cuando los mercados son abundantes, los grandes monopolios y los estados capitalistas pueden alcanzar "acuerdos de caballeros", para repartirse el botín, esto se rompe inmediatamente cuando (como en la actualidad) hay una competencia feroz por los escasos mercados. Así, tales propósitos permanecen como deseos piadosos. La "teoría" económica predominante (si se le puede dar ese nombre) afirma justo lo contrario: que el "mercado", dejado a sí mismo, solucionará todo más pronto o más tarde. Esto es simplemente una expresión ideológica de la obsesión con la edad de oro donde la burguesía puede hacer beneficios rápidos, y no sufrir las consecuencias. Todo lo que estropee esto debe ser destruido sin piedad.
La regla sin límites del Capital en la forma de los grandes bancos y monopolios nunca ha estado tan clara como ahora, haciendo una hoguera de todos los controles y regulaciones. Especialmente en la última década, con las privatizaciones masivas y el saqueo del estado, fuerzas vastas e incontrolables han sido desatadas que en cualquier momento puede hacer añicos el inestable edificio. Todos los avisos caen en oídos sordos, no hay nada nuevo en esto, como señaló una vez el viejo Hegel, la única lección que uno puede extraer de la historia es esta: que nadie nunca ha aprendido nada de la historia. En cualquier caso esto es absolutamente cierto en el caso de la burguesía, como la historia de cada crisis demuestra.
Dejaremos la última palabra para el más augusto portavoz del capitalismo británico, The Financial Times, que finalizó su editorial del dos de enero con un sombrío aviso:

"Todavía se puede esperar un cuento con final feliz sobre Norteamérica y la Unión Europea. Quizás sea el más probable. Pero las incertidumbres son enormes. La crisis se puede extender, no sólo a otras economías emergentes, sino también profundizarse en Japón y puede desencadenarse en otros países avanzados. Los tifones de este tipo nunca se pueden predecir, pero ningún observador de la situación financiera actual puede estar seguro de que no va a desencadenarse uno, especialmente en 1998".
2 de enero de 1998

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