martes, 10 de enero de 2012

Principios Fundacionales

 
Principios Fundacionales del Nuevo Partido Anticapitalista
Traducción del frances Cristian Meneses
Edición y notas Ramón Poblete
Este documento define los elementos esenciales que constituyen la base sobre la cual nos agrupamos para fundar nuestro partido. Es el resultado, con sus potencialidades, deficiencias e imperfecciones de forma, de un largo trabajo de elaboración colectiva a partir de cientos de enmiendas propuestas como fruto de las discusiones en el seno de los comités, esbozo de la democracia viva que nutre el proceso en el cual, todos estamos comprometidos. No es un programa completo, detallado, un « manifiesto », pero resume referencias que son las nuestras: la crítica radical de la sociedad actual, con la cual queremos  romper, crítica que sienta los principios de la sociedad que queremos y la estrategia para conquistarla. Estos principios constituyen nuestra carta de identidad política: la única respuesta a la crisis globalizada del capitalismo, el combate del cual depende el futuro de la humanidad.
Este es el combate por un socialismo del siglo XXI, democrático, ecológico y feminista.

1 - El capitalismo pone a la humanidad y al planeta en peligro

El sistema capitalista genera crisis que se combinan: crisis alimentarias, económicas, ecológicas, energéticas, financieras, sanitarias, sociales, tensiones internacionales y guerras, cuyas consecuencias son siempre dramáticas.
La mundialización, caracterizada por una ofensiva de las clases dominantes contra los trabajadores y el pueblo para  aumentar las utilidades, ha desembocado en una crisis profunda y estructural del método de producción capitalista en sí mismo.
Desde los años ochenta, ella empeora la explotación, la competencia entre los trabajadores en el marco de una mayor división internacional del trabajo, profundiza las desigualdades de todo tipo, perpetúa el saqueo del pueblo en el marco de las relaciones imperialistas, agota los recursos y destruye el planeta.
La devastación causada por la soberanía del capital da  toda su actualidad a la alternativa "socialismo o barbarie"[1].
En nombre de las utilidades, los capitalistas organizan la superproducción de mercancías inútiles y/o nocivas,  mientras que más de tres mil  millones de habitantes del planeta, es decir cerca de la mitad de la humanidad, viven menos con de un euro al día.
Mil millones de personas viven en barrios de favelas y 970 millones sufren de desnutrición.  Según el director de la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas), bastarían 20 mil millones de euros  al año durante 15 años para terminar con la inseguridad alimentaria mientras que se derrochan  miles de  millones de dólares para salvar de la bancarrota a los especuladores.
La concentración de gas de efecto invernadero ya condujo a un recalentamiento climático cuya tendencia va  en alza, hasta el punto que se acumulan las previsiones de que puede rápidamente alcanzarse un punto de no retorno con desajustes imposibles de controlar y cuyas consecuencias están ya a la vista y van a empeorar: inundaciones para los unos, sequías para los otros, tormentas devastadoras, convulsiones y desaparición de un número creciente de especies vivas, destrucción de la biodiversidad, crisis agrícolas. El productivismo capitalista implica, por la contaminación del aire, del agua y de los productos alimentarios, una degradación real de la salud de la población.
Son millones de personas cuya existencia misma se ve amenazada  directamente, en primer lugar las poblaciones más pobres que son, con todo, las menos responsables de las emisiones de gas de efecto invernadero. Esto puede provocar incluso migraciones masivas de población.
El uso de la energía nuclear con propósitos civiles, impuesto como alternativa energética, y el uso de la energía nuclear con propósitos militares constituyen amenazas de consideración para el medio ambiente, la salud y la seguridad de los trabajadores, de las poblaciones y de las generaciones futuras.
Estas constataciones bastan por sí solas para ilustrar la envergadura de la factura social y ecológica de la organización capitalista del mundo, donde incluso se legaliza la especulación sobre los derechos a contaminar. Bastan también para invalidar el discurso de los partidarios del sistema que consiste en considerar que el progreso, vía pequeños ajustes sucesivos, genera una mejora general de las condiciones de vida y una reducción de las desigualdades.  Al contrario, incluso en período de crecimiento, las desigualdades estallan.
En Francia, el 10% los más ricos posee un 46% de la fortuna nacional mientras que, según el INSEE[2], cerca de 7,9 millones de personas vivían en 2006 por debajo del umbral de pobreza, lo que representa sobrevivir con menos de 880 euros al mes. Durante los 20 últimos años, las desigualdades y el número de pobres aumentaron en dos tercios de los países de la OCDE.
La lógica de la utilidad es indisociable de una mercantilización cada vez más importante de todas las actividades humanas (en particular, en los servicios públicos a través del AGCS[3]).  Se acompaña de una apertura a la competencia de los territorios, de las instituciones, los individuos, competencia destructiva de los vínculos sociales y solidaridades, que excluye y rompe la vida de los trabajadores.
Las condiciones de vida se deterioran.  Los patrones despiden a brazo partido, aumentan  la competencia a escala mundial entre trabajadores con el fin de obtener los salarios más bajos posibles, desmantelan el derecho al trabajo.  La precariedad estalla.
 Los subcontratos precarios se multiplican, dispersan a los trabajadores en nuevas cajas sociales y hacen estallar el mundo del trabajo: CDD[4], aprendices, desempleados, empleos subsidiados, contratos de tiempo parcial impuestos, empleos provisionales, RSA[5], etc.  La flexibilidad y la intensificación de los ritmos de trabajo generan una degradación de las condiciones laborales (sufrimiento, accidentes, enfermedades profesionales, suicidios).
Se desmantelan los servicios públicos;  sus sectores más rentables se privatizan, la búsqueda constante de nuevos mercados ha impuesto un modelo insidioso y manipulador basado en el consumo.  Se somete al individuo así a la creación incesante de nuevas tensiones que generan a la vez frustración y dependencia al sistema.
La protección social retrocede.  El derecho a la jubilación se pone en entredicho.  El medio ambiente se deteriora hasta el punto que la catástrofe ecológica amenaza.
Es la búsqueda desenfrenada de utilidades por una insignificante minoría de la población lo que está en la raíz de esta crisis.
La bancarrota actual es la consecuencia lógica de un sistema en quiebra.  Es el producto de la contradicción entre el desarrollo sin límites del crédito, la economía de endeudamiento, y el mercado, tanto más limitado en cuanto que las clases dominantes, en busca de la rentabilidad máxima, mantienen el desempleo masivo, la precariedad, bloquean los salarios...
Esta lógica es la de la lucha llevada a cabo con cinismo por la burguesía de las finanzas, de los negocios, de las multinacionales, de los bancos, de los especuladores, de sus aliados políticos, de los Gobiernos, de las instituciones internacionales a su servicio (el FMI, OMC, UE, BCE[6], Banco Mundial), tantos adversarios a quienes es necesario combatir a escala nacional, europea e internacional.
A la evolución del capitalismo y a la extensión de la esfera comercial al conjunto del planeta, corresponde una crisis ecológica sin precedentes.  Si bien algunas sociedades humanas ya se vieron confrontadas a crisis medioambientales a causa de una utilización no racional de sus recursos, es la primera vez que una crisis toma tal amplitud, que concierne en consecuencia a todos los habitantes del planeta y que amplifica tanto las desigualdades sociales.
En este marco de la mundialización capitalista, lejos ir hacia la paz, se asiste también al armamentismo, a la exacerbación de las tensiones y conflictos internacionales.  De Irak a Georgia pasando por Afganistán, África y Palestina, las potencias imperialistas como Francia imponen su dominación a los  pueblos, el control de las fuentes de suministro, de las materias primas, del petróleo...  para gran beneficio de las multinacionales como las de fabricación de armamento.  Esta política de agresión tiene como efecto favorecer un auge del nacionalismo, de los integrismos religiosos y de las lógicas comunitarias, instrumentalizadas para dividir a los pueblos.
Así pues, los anticapitalistas de un país imperialista deben sobre todo luchar contra sus capitalistas nacionales, contra su propio Estado imperialista y su ejército.  Es en este sentido que apoyamos la expropiación, por los trabajadores y el pueblo del país interesado, de las empresas francesas que explotan los trabajadores y los recursos de los países oprimidos.  Y que por todas partes donde el ejército francés (o de otros países imperialistas) está presente, apoyamos las resistencias populares y la derrota militar de los ejércitos imperialistas.
La paz es incompatible con este sistema: "el capitalismo lleva en él la guerra como la nube lleva la tormenta" (Jean Jaurès[7]).
Esta política es la que dictan las clases capitalistas a todos los partidos y Gobiernos, de izquierda como de derecha, que se adaptan y se pliegan a la economía de mercado, o que la predican, así como a las exigencias del mantenimiento del sistema de explotación.  Esta se acompaña de una voluntad por asfixiar la democracia.  La población no puede efectuar ningún control sobre las políticas que se llevan a cabo ni sobre  los funcionarios elegidos que las aplican con la complicidad de los medios de comunicación y de  prensa que son propiedad de grandes grupos al servicio de la ideología dominante.
Utilizamos, defendemos y hacemos vivir los derechos democráticos para conducir el combate político.  No es posible poner al Estado y a las instituciones actuales al servicio de una transformación política y social.  Estos organismos, afinados para la defensa de los intereses de la burguesía, deben ser derribados para fundar nuevas instituciones al servicio y bajo el control de los trabajadores y de la población.  La violencia del capitalismo, es también justicia de clase, la violencia policial.  De la rebelión de los suburbios a la represión de las manifestaciones de jóvenes o trabajadores, pasando por la criminalización de los niños de las personas sin papeles y de todos los que luchan contra el sistema;  por todas partes la policía y la  justicia defienden a esta sociedad de opresión.
La lógica del sistema invalida las pretensiones de  moralizarlo, de controlarlo o reformarlo, de humanizarlo, sean ellas sinceras o hipócritas.  La lógica del sistema contribuye de igual manera  incluso a crear las condiciones de su derrocamiento, de una transformación revolucionaria de la sociedad, al demostrar diariamente hasta qué punto es evidente que el bienestar, la democracia y  la paz son incompatibles con la propiedad privada de los grandes medios de producción.

2 - Otro mundo es posible: el socialismo del siglo XXI

La gran mayoría de la población está constituida por trabajadores, manuales o intelectuales: aquéllas y aquéllos que solo tienen su fuerza de trabajo para vender, generalmente contra un salario, tengan un empleo o sean cesantes, sean activos o  jubilados.  La aplastante mayoría de los jóvenes en formación está destinada a incorporarse a esta clase de los trabajadores.
Para los asalariados y el conjunto de la población explotada, no hay otra solución que no sea combatir la raíz de este sistema que ha entrado en quiebra.  No hay un capitalismo "bueno" productivo, que se opondría al capitalismo financiero que lo habría pervertido.  El capital industrial y el capital financiero se interrelacionan y retroalimentan desde hace mucho tiempo.  La mundialización capitalista fue la respuesta de las burguesías de los países desarrollados a la caída de las tasas de ganancia que se produjo cuando el auge de posguerra finalizó. Durante las tres últimas décadas, el mundo del trabajo sufrió una disminución creciente de sus rentas en beneficio de los accionistas (en 1982, los dividendos a los accionistas representaban un 4,4% de la masa salarial; hoy, 12,4%).  De esta manera, es cada vez más difícil para los capitalistas encontrar mercados solventes para sus productos.  Esta situación les impulsó a desviar cada vez más capital  hacia la especulación, lo que empeoró la tendencia natural del capitalismo a la  financiarización.
Darse por perspectiva la vuelta hipotética a un capitalismo "más humano" sería entonces cualquier cosa, excepto realista.  El período de los "Gloriosos Treinta" permanece en la memoria como el periodo en el cual  se regulaban y se limitaban las pretensiones de los patrones, pero esta situación fue sobre todo el resultado de una correlación de fuerzas, construida a través de grandes luchas de clase y de revoluciones.  Sin contar que para llegar allí, había sido necesario pasar por todos los sufrimientos de la gran depresión de los años treinta y por los horrores del fascismo y la guerra.
Terminar con las crisis implica terminar con la explotación, por lo tanto terminar con la propiedad privada de los principales medios de producción, intercambio y comunicación, que constituye su base.  El sistema financiero, los servicios esenciales a la vida, las grandes empresas deberán pasar al  control de asalariados y de la población, que asumirán la propiedad y garantizarán la gestión en el marco de una planificación democrática.  Liberadas de la propiedad y la apropiación capitalistas, la producción y la distribución de las riquezas podrán beneficiar a la toda sociedad.  Alimentarse, calentarse, habitar, curarse, educarse, cultivarse, desplazarse son necesidades esenciales que deben garantizarse para todas y todos.
El socialismo, el ecosocialismo, es el poder de los trabajadores y trabajadoras en todos los ámbitos y en todos los niveles de la vida política, económica y social.  Es la democracia de los productores/as asociados que deciden libre y soberanamente que producir, cómo y con qué fines.  Tal reorganización de la economía y la sociedad supone un primer nivel de emancipación del trabajo, indispensable para que los colectivos de trabajadores/as y de ciudadanos puedan asumir realmente la marcha de las empresas y la gestión de los asuntos públicos.  Una reducción masiva del tiempo de trabajo, hecha posible por los progresos tecnológicos, al cual se añadirán la supresión del desempleo y la distribución entre todas y todos del trabajo necesario, llenará esta necesidad.
Sin tener la ilusión que una sociedad liberada de la explotación y la opresión puede evitar cualquier enfermedad, dolencia o problema de salud, el derecho a la salud por el cual combatimos consiste en primer lugar en prevenir las causas de un mal estado de salud vinculadas a una sociedad basada en la búsqueda del beneficio máximo: accidentes del trabajo, stress debido al trabajo excesivo, exposiciones a los productos tóxicos, a una alimentación de mala calidad, a la contaminación...
Como las otras producciones humanas, las producciones culturales y artísticas no son autónomas.  Están cruzadas por las tensiones ideológicas y políticas.  Una crítica radical del sistema capitalista, seria y coherente, no puede hacerse sin una crítica radical de la cultura, el arte y los medios de comunicación puesto que son los candados de la ideología dominante y, por lo tanto, un obstáculo importante a la emancipación de todas y de todos.  La sociedad liberada del capitalismo garantizará el acceso de todos los individuos a estas producciones y pondrá fin a su mercantilización.  La reapropiación democrática de la cultura, del arte, de los medios de comunicación es lo que está en juego en  primer orden.
El socialismo no tiene obviamente nada que ver con las políticas capitalistas de las formaciones social- liberales como, en Francia, el partido denominado "socialista".  Del mismo modo, se opone radicalmente a las dictaduras burocráticas que, desde  la antigua URSS  a la China, han usurpado el nombre de socialismo, al mismo tiempo que reproducían los  mecanismos de explotación y opresión que pretendían combatir y favorecían las peores derivas productivistas.  Queremos avanzar hacia la autoorganización y la autogestión democrática de la sociedad, y eso implica las más amplias libertades de organización y expresión políticas, sindicales y asociativas.  Se desarrollarán y consolidarán las libertades democráticas que pudieron haberse conquistado bajo el régimen capitalista.  El socialismo, será el reino de la democracia más real y  más amplia.
Así como no existe un “buen” capitalismo productivo, no existe un buen "capitalismo verde".  Porque solamente ésta hará posible elecciones económicas democráticas y racionales, tomadas en interés de la mayoría, la ruptura con el capitalismo es una condición necesaria con el fin de parar la crisis ecológica cuyos efectos catastróficos comienzan a multiplicarse. En el marco de una nueva organización de la sociedad, cuya finalidad será la utilidad social y no el lucro, los productores y los ciudadanos, autónomos y responsables, decidirán desarrollar las actividades económicas que beneficien a la colectividad, y descartarán los que ponen en peligro las poblaciones y su medio ambiente. El socialismo que queremos no propone de ninguna manera un desarrollo ilimitado de la producción, sino que se basa, por el contrario, en la satisfacción ecológica de las necesidades sociales: es un ecosocialismo.  Sólo una sociedad liberada de la dictadura del capital estará en condiciones de reconciliar al ser humano y la naturaleza. Queremos construir un sistema de organización colectiva que favorezca y fomente el desarrollo individual de todas las personas, "una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es la condición del libre desarrollo de todos" (el Manifiesto comunista de Marx y Engels de 1848), dónde el ser humano esté considerado como un fin y no como un medio.  El sistema capitalista se basa en un conjunto de normas de dominación y en la jerarquización de las poblaciones; se enfrentan así las minorías a las presiones morales, a la estigmatización, al rechazo así como a las violencias verbales, morales y físicas cuando se niegan a obedecer a estas normas y a someterse al orden establecido.  El socialismo implica el final de todas las opresiones, de todo racismo y toda discriminación; el respeto de las culturas, de las lenguas, de las orientaciones sexuales, de las opiniones filosóficas, religiosas, de la laicidad de las administraciones y autoridades públicas.
En particular, implica el fin de la opresión específica de las mujeres, previa al capitalismo pero que este último ha integrado e instrumentalizado para sus propios fines. Se encuentra esta opresión en todas las esferas de la sociedad y cruza todas las clases sociales, bajo formas diversificadas. La opresión de las mujeres se entrelaza con los otros tipos de dominación: la explotación de clase, el racismo, o la violencia contra los individuos que no corresponden a las normas héterosexistas.
Ningún ser humano será libre si la mitad de la humanidad permanece en una posición supeditada, víctima de la división sexual del trabajo, de las discriminaciones en la empresa o en la vida política, del doble día de trabajo, la familia patriarcal, las violencias en el marco doméstico, en el trabajo, en la calle, etc. La lucha de las mujeres contra su opresión es un aspecto esencial de la lucha contra la dominación capitalista.  No habrá socialismo sin liberación completa de las mujeres.  Y la liberación de la mujer, en particular, de los medios populares, requiere el fin del reinado de la ley de la ganancia y la existencia de una nueva sociedad basada en la satisfacción de las necesidades sociales.
El socialismo es necesariamente internacionalista.  Implica el final de las relaciones de explotación y subordinación imperialistas, tal como Francia neocolonial los mantiene en África, en ultramar y en otras partes.  Él mismo reconoce el derecho a la autodeterminación de los pueblos, como a la soberanía alimentaria, al acceso al agua, es decir, el derecho de cada pueblo a decidir de su futuro, y apoya las luchas de liberación nacional de los pueblos oprimidos, comenzando por los de las últimas colonias francesas.  Sabemos también que este socialismo no podrá construirse permaneciendo dentro de las fronteras hexagonales.  Toda victoria anticapitalista en Francia o en un país vecino tendría inmediatamente vocación de extenderse ampliamente a Europa y al resto del mundo.

3 - Nuestras vidas, no sus ganancias

Por los objetivos que proponemos en las luchas de hoy, queremos responder a las urgencias sociales, democráticas y ecológicas.
No es un programa mínimo “en oferta”, sino una serie de objetivos de movilización, de las medidas que ponen en entredicho al sistema y preparan el socialismo que queremos.
Defendemos un programa urgente que, para responder a las necesidades inmediatas, ponga en cuestión la propiedad capitalista de los medios de producción, ataque al capital y sus ganancias para aumentar los salarios, las pensiones de jubilación, los mínimos sociales y para cubrir las necesidades de la población.
Este programa hace hincapié en la apropiación social del producto del trabajo por la expropiación sin indemnización de los grandes grupos capitalistas que debe comenzar por los del CAC 40[8].Los servicios y ramas esenciales deben estar bajo el control de las asalariados y de la población.
Algunos ámbitos deben considerarse como bienes públicos comunes y mundiales: salud, educación, agua, energía, transportes, telecomunicaciones, correos, infancia y cuarta edad.  Deben ser servicios públicos, administrados y controlados por los asalariados y los usuarios con el único objetivo de satisfacer al conjunto de las necesidades sociales de todas y de todos, en igualdad de acceso y prestaciones.
El trabajo no es una mercancía, los asalariados no son variables de ajuste, los despidos deben estar prohibidos so pena de requisición sin indemnizaciones de las empresas que despiden.  El salario debe mantenerse en período de enfermedad, como en período de desempleo, en la jubilación o en formación, gracias a una protección social íntegra.
Para nosotros la democracia no se detiene a la puerta de las empresas, corresponde a los asalariados decidir sus condiciones y organización de trabajo.
El trabajo, tal como se organiza hoy, utiliza y afecta la salud de los asalariados.  El desempleo de masa no beneficia sino a los patrones: reducción y repartición del tiempo de trabajo hasta la abolición del desempleo.
La ecología, el feminismo, las luchas LGBTI[9], el antiracismo, el antifascismo, el internacionalismo, la lucha contra todas las formas de discriminación y opresión, de exclusión de las personas minusválidas, de los enfermos, la solidaridad entre las generaciones no son posiciones de segunda importancia, sino que están en el centro de nuestro proyecto.
La urgencia ecológica implica rechazar la idea de una extensión ilimitada y devastadora del dominio de la humanidad sobre la naturaleza y por lo tanto de toda forma de productivismo.  Sobre las cuestiones climáticas, energéticas y alimentarias, invertir la lógica de destrucción del planeta exige una planificación democrática.  En oposición a los métodos de producción y consumo actuales, proponemos la relocalización de la economía, la redistribución de las riquezas, la disminución del consumo de los recursos no renovables y el cuestionamiento de sectores de actividad energetívoros, inútiles, contaminantes o peligrosos, en particular el uso de la energía nuclear.
El agua, el aire, la tierra y la vida son bienes comunes no privatizables. El control de sus usos debe estar en el centro de nuestras preocupaciones. Por eso, los transportes, el agua, la energía, deben ser administrados por servicios públicos controlados por los asalariados y los usuarios, para cubrir las necesidades sociales, ahorrar los recursos y preservar el medio ambiente.
Luchamos por una salida rápida de la utilización de la energía nuclear.
La agricultura no ha escapado a los efectos devastadores del capitalismo que ha sacrificado a los campesinos en todas partes del mundo para favorecer a la agroindustria y  a los especuladores de la agricultura.
Es urgente establecer la soberanía alimentaria, restituir a los terrenos agrícolas su vocación de producción de bienes alimentarios sanos y de calidad, de adaptación en cumplimiento del respeto a la tierra y al espacio rural.
El mantenimiento  de numerosos campesinos, que vivan de su trabajo en la agricultura, favorecerá la reconstrucción del tejido social en el medio rural.
El NPA se opone a toda producción de OGM[10].
La opresión capitalista está especialmente presente en los barrios populares donde se concentran los desfavorecidos del sistema,  a menudo de origen inmigrante, discriminados, estigmatizados, víctimas de violencia policial, y no solamente los jóvenes.
La lucha intransigente contra todas las formas de sexismo, desigualdades y violencias contra las mujeres, por el derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo (aborto y contracepción libres y gratuitos), por el desarrollo de servicios públicos de calidad, por una organización de la sociedad que combata la opresión a las mujeres y la división tradicional de las tareas, es parte integral de nuestro programa.  Sólo la autoorganización de las mujeres en defensa de sus derechos, en convergencia más o menos conflictiva con los distintos movimientos sociales, puede preparar y favorecer la aparición de una sociedad liberada de la dominación masculina.  Sin embargo, podemos suponer que la lucha de las mujeres por su emancipación, lucha  que ha cruzado varios siglos,  tiene aún un largo camino por delante, incluso en el marco de una sociedad socialista.
En todas las instancias del partido, las mujeres tienen siempre la opción de reunirse de manera no mixta, si lo juzgan útil.  Este tipo de reuniones específicas o regulares puede ser una herramienta importante para el desarrollo de una cultura antisexista en el partido.
Luchamos sin concesión contra las opresiones, contra las discriminaciones y violencias y las opresiones vividas por las personas lesbianas, gay, bi, tran e intersexuales.  Reivindicamos la plena y completa igualdad de los derechos para las personas LGBTI.
Estas opresiones expresan el odio hacia las sexualidades e identidades que no corresponden a las normas héterosexuales y de género.
Luchamos contra las discriminaciones que afectan a los minusválidos en la vida social.  Deben tener acceso al trabajo, a la escuela, a la formación, al alojamiento, a los transportes públicos, a la salud, a la cultura.
Afirmamos nuestra adhesión al principio del laicismo, en particular a la separación rigurosa entre las Iglesias y el Estado.
Defendemos el acceso al conocimiento, a la formación, a la educación laica gratuita para todos los jóvenes.  Pero denunciamos un sistema escolar y educativo inadecuado, orientado a formatear  ideológicamente a nuestros jóvenes y a garantizar la reproducción de las clases sociales desde la escuela.
El acceso de todos a la educación como factor de emancipación no se limita a aumentar los recursos, ni a publicar derechos abstractos.  Para ser efectivo, debe también acompañarse de la posibilidad para todos, cualquiera que sea su edad, de comenzar estudios, en cualquier ámbito hacia el cual lleven sus intereses, libre de las dificultades financieras o de rentas que obstaculicen la libertad de cada uno para proseguir o reanudar sus estudios.
Reconocemos las lenguas minoritarias y la instauración de una política sobre su protección y su desarrollo.
Combatimos la opresión de la juventud, en el marco de la familia, en el mundo del trabajo.  Los jóvenes trabajadores sufren en carne propia el auge fenomenal del empleo precario (CDD, interinazgo, períodos de práctica no pagados, tiempo parcial impuesto, desempleo).  Esta situación es una verdadera ganga para las empresas que encuentran a su disposición una mano de obra dispuesta a aceptar cualquier tipo de condiciones de trabajo y remuneración, consecuencia de la relación de fuerzas favorable a los patrones.
Denunciamos las estigmatizaciones y discriminaciones cuyas víctimas  son  los jóvenes provenientes de los barrios populares y/o hijos de inmigrantes, señalados como responsables de todos los males.
Deshacerse del racismo supone que las movilizaciones y las medidas radicales contra todas las formas de racismo, de xenofobia y las discriminaciones que se derivan estén a la altura del veneno destilado en la sociedad.  Igualdad de los derechos entre franceses e inmigrantes, incluidos el derecho a voto, libertad de circulación e instalación y regularización de todas las personas sin papeles.
El modo de vida de las poblaciones nómadas debe reconocerse y aceptarse, el permiso de circulación suprimido y el derecho a voto deben serles restituidos.
El NPA apoya todas las formas autoorganización de los oprimidos, que se unen contra una opresión que sufren conjuntamente,  para combatirla hasta su desaparición.  Que esta opresión sea racista, sexista, homófoba o xenófoba.
El antirracismo es también la transmisión de la historia del pueblo colonizado y de su resistencia.
Además de las otras formas de opresión y explotación, el NPA se opone radicalmente al colonialismo, comenzando por el colonialismo francés, que sigue prevaleciendo en sus últimas colonias directas, que el poder llama oficialmente "Dom -Tom"[11].  El NPA apoya el derecho incondicional a la autodeterminación de los  pueblos de estas colonias.  Apoyará sin reserva las luchas de liberación nacional de los  pueblos interesados.  Desarrollará estrechos vínculos de solidaridad, en pleno respeto e igualdad, en particular, con los camaradas que comparten lo fundamental de sus valores por la emancipación de la humanidad de toda explotación y/u opresión.
Nuestro programa implica también exigencias democráticas radicales para oponerse a los excesos y derivas de las instituciones represivas (policía, justicia, prisiones, armada...), a las políticas securitarias y penitenciarias que criminalizan la pobreza y el movimiento social, y para luchar contra la lógica creciente de vigilancia, de control y de registro público.
Queremos terminar con las instituciones antidemocráticas del V República (revocabilidad de los cargos electos, representación proporcional en las asambleas...)
Obviamente, las medidas que adoptaría un Gobierno para llevar a cabo un programa de ruptura se inscribirán en la movilización por una Europa distinta, una Europa en ruptura completa con las instituciones de la Unión Europea, una Europa que tendrá por objetivo  la satisfacción de las  necesidades sociales de la población y con la ambición de cambiar radicalmente las relaciones  norte-sur.
Desarrollar movilizaciones y luchas a escala internacional es tanto  más necesario cuanto que  los capitalistas se organizan a escala mundial en toda una serie de instituciones que juegan un rol creciente contra los intereses de los asalariados y de los pueblos:  Banco central europeo, Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del Comercio, OTAN....
Queremos terminar con estas instituciones internacionales.
Para cambiar el curso de la historia, es necesario que la mayoría de la población, el proletariado y los sectores populares en su diversidad tomen conciencia de su fuerza, organizándose en el lugar de trabajo o el barrio, en un sindicato o una asociación, así como a nivel político, para hacer valer sus derechos democráticos.  En todas estas estructuras, los militantes del NPA combaten para promover  la unidad en la lucha y el combate anticapitalista, respetando escrupulosamente la independencia de estas estructuras.
Es en el movimiento social donde progresa la toma de conciencia, donde la idea de un nuevo mundo se elabora, donde la satisfacción de las exigencias populares coloca en primer plano la cuestión de quien dirige la sociedad.  La convergencia de estas exigencias pone en el centro  la cuestión del control de los trabajadores y de la población sobre la marcha de las empresas y de la sociedad.
Estamos en favor de las movilizaciones lo más unitarias posibles, asociando todas las corrientes políticas, sindicales y asociativas del movimiento social.
En éstas, defendemos el principio de la autoorganización: es esencial que sean las y los que actúan, quienes decidan la orientación, las formas de sus luchas y su dirección.
Es por el desarrollo y la generalización de las luchas, de las huelgas generalizadas y prolongadas que se pueden bloquear los ataques e imponer reivindicaciones.  Es la relación de fuerzas resultante de la movilización la que puede permitir la instauración de un Gobierno que imponga medidas radicales en ruptura con el sistema y se comprometa con  una transformación revolucionaria de la sociedad.
Terminar con el sistema capitalista, supone a la vez un combate de largo aliento, la fuerza del número y una ruptura con el Estado y con las instituciones de los que se ha dotado, con las instituciones europeas y mundiales al servicio de las clases dominantes.

4 - organizarse, actuar, hacer la política, un partido para la emancipación

El partido es un marco colectivo de elaboración y acción que reúne a las y los que decidieron asociarse  libremente para defender un proyecto común de sociedad.  Si decidimos constituirnos en partido, es porque queremos actuar de manera útil, estructurada y coherente.  Sin substituirnos a las luchas sociales, debemos impulsarlas y participar en ellas plenamente, plantear allí nuestras ideas y presentar nuestras propuestas de acción ya que sabemos que es mediante  la movilización más amplia posible que se puede detener la ofensiva capitalista, imponer avances en el terreno social, democrático y ecológico, abrir la vía al socialismo.
Los partidos de la izquierda institucional (PS, PC) y sus aliados Verdes abandonaron hace tiempo esta perspectiva.  El PS y el PCF no tienen más de socialista o comunista que el nombre.  Los Verdes liquidaron sus ambiciones ecologistas.
Desde el poder, la izquierda institucional, dominada por el PS, vuelve la espalda a las aspiraciones populares.
Desde la oposición, no organiza la respuesta contra los ataques de la derecha y los patrones.
Hundiéndose en la crisis y perdiendo sin cesar terreno electoral y militante, el PCF se deja caer cada vez más en la órbita del PS, sin embargo existe aún en este partido una fuerza militante que encontramos a nuestro lado en algunas de nuestras luchas.
Ante la crisis excepcional del capitalismo, negándose a romper con el sistema, las respuestas políticas de esta izquierda no pueden estar a la altura de lo que está en juego.
Estas corrientes no ofrecen ya,  ni proyecto emancipador ni esperanza, es por eso que ellas retroceden.
La crisis actual saca este hecho a la luz, pero  no se trata de un fenómeno coyuntural, se remite a razones bastante  más profundas:  se debe a la adaptación  de estas corrientes al neoliberalismo  hasta plegarse incluso a  sus  tesis, se debe a que  sus dirigentes no se distinguen ya de la clase dominante, el PS renunció incluso a una política de reformas progresistas en el marco del sistema.
Las contradicciones inherentes al sistema capitalista y la crisis actual hacen surgir la alternativa evidente: someterse a la minoría de los privilegiados o romper con ella.
En el entorno de estos partidos de la izquierda institucional, son  muchos los que no  han renunciado a cambiar radicalmente la sociedad.
Con ellos, así como con el conjunto de los trabajadores, queremos construir sobre otras bases, en ruptura con las capitulaciones y las renegaciones de esta izquierda, una nueva representación política de los explotados, un nuevo partido anticapitalista, un partido que  combata hasta el final contra el sistema, un partido para la transformación revolucionaria de la sociedad.
Un partido no es un objetivo en sí mismo. Es una herramienta para unir y para aumentar la eficacia en el combate colectivo. Dos tareas complementarias se combinan : desarrollar las luchas sociales, mediante la construcción coordinada de un sindicalismo de clase y de masas, oponiéndose así a la colaboración de las direcciones sindicales actuales que engendran la deserción,  y la participación  en las formas de organización del movimiento social en la construcción de un partido político  para defender un programa de emancipación global.
Queremos que el NPA sea plenamente democrático, a la imagen de la sociedad que queremos.  Esto supone que cada uno encuentre su lugar, cualquiera que sea el nivel de su compromiso.  Esto supone también que estemos en  igualdad para decidir, que las instancias dirigentes sean elegidas de manera transparente, que sean  debidamente controladas y revocables, que la formación política esté organizada, que la pluralidad de las opiniones se garantice de la misma manera que el derecho de la mayoría a actuar por cuenta de todas y de todos.
Esto supone que nuestro partido sea un lugar de educación permanente de todos los militantes, un lugar de educación popular que prefigura la sociedad que queremos construir.  Eso supone finalmente que nuestro partido sea un lugar de solidaridad.
Aprendiendo las lecciones del pasado, lucharemos contra los procesos de burocratización que son la plaga de los movimientos de emancipación.  Y nuestra vigilancia comenzará a ejercerse dentro del NPA.
Queremos que el NPA sea eficaz, útil, que esté presente inmediatamente en todos los terrenos, en los barrios populares, útil para resistir y luchar en las empresas, a la vanguardia del combate al lado de la  juventud cuyo dinamismo en las luchas resulta a menudo precioso para implicar a los trabajadores.
Participamos en las luchas por reformas inmediatas y nuestras respuestas políticas parten de las realidades del terreno, de todo lo que cada uno vive a diario.  Estas luchas trazan al mismo tiempo los contornos de la sociedad que queremos, basada en la satisfacción de las necesidades sociales.  Suponen pues la ruptura con el capitalismo y la " mercantilización total".
Participamos en las elecciones para defender nuestras ideas, para reunir ampliamente a la población alrededor de nuestro programa.  Defendemos la proporcionalidad integral y reclamamos el derecho de tener un número de cargos electos conforme al peso que tenemos en la sociedad.
Del municipio al parlamento, apoyaremos todas las medidas que mejoran la situación de los trabajadores, los derechos democráticos y el respeto del medio ambiente.  Contribuiremos a su aplicación si los electores nos dan la responsabilidad. 
Pero seguiremos siendo fieles a aquello por lo cual luchamos y no participaremos en ninguna coalición contradictoria con este combate.
Nuestros representantes elegidos se niegan a cogestionar el sistema.  Se oponen con tenacidad a las medidas antisociales y defienden con uñas y dientes, con toda independencia de las mayorías de derecha o social-liberal, los intereses de los trabajadores y de la población.
A escala nacional, la aplicación de tal programa implicaría la confrontación con las clases dominantes, y exigiría una formidable movilización popular, susceptible de hacer surgir nuevas formas de poder que dotarían a un Gobierno anticapitalista de los medios para llevar a cabo su política.
Una dominación de clase no puede eliminarse vía reformas.  Las luchas pueden permitir contenerla, arrancarle medidas progresistas para las clases populares, no suprimirla.  En 1789, el dominio de la clase privilegiada del Antiguo Régimen no fue suprimido por las reformas.  Fue necesaria una revolución para eliminarlo.  Será necesaria una revolución social para abatir al capitalismo.
Ello implica pues, necesariamente, un cambio de las relaciones de propiedad, social e institucional, que se proyecta  sobre todos los aspectos de la vida en sociedad.  Nuestra elección para conseguir este fin descansa exclusivamente sobre la expresión y la movilización de las mayorías.  Anunciamos claramente y de antemano que pretendemos organizar la autodefensa de los trabajadores, para que el golpe de Estado militar y la represión masiva que tuvo lugar en Chile en 1973 no puedan reproducirse.  "La emancipación de los trabajadores será la obra de los propios trabajadores" (Marx en el Manifiesto comunista) sigue siendo nuestra brújula.  Generalmente, son las fuerzas de la reacción las que imponen la violencia.  Nuestra elección es la del número, de las formas de lucha que se desprenden de las reivindicaciones legítimas y populares, sin dudar en salir del marco estrecho de la legalidad para obtener la victoria, sosteniendo firmemente los piquetes de trabajadores en huelga, requisando los alojamientos vacíos, ocultando a las personas sin papeles perseguidas, desobedeciendo frente a lo intolerable...
El objetivo de nuestro partido no consiste en tomar el poder por y para sí mismo.  Combatimos desde ahora y por todas partes por la autoorganización de las luchas con el fin de preparar el derrocamiento de la sociedad capitalista y la autogestión por parte de los trabajadores y la población.
Queremos que el NPA haga vivir lo mejor de la herencia de los que se han enfrentado al sistema desde hace dos siglos, el de la lucha de clases, de las tradiciones socialistas, comunistas, libertarias, revolucionarias.
Un partido que hereda de las luchas democráticas y antifascistas.  Un partido que guarda la memoria de los combates contra las derivas autoritarias y burocráticas que oscurecieron las esperanzas emancipadoras.  Un partido que se alimenta con el feminismo, con el anticolonialismo, con el antiracismo como de las luchas contras todas las discriminaciones.  Un partido que aporta una tonalidad claramente anticapitalista a la ecología política radical y una tonalidad claramente ecologista al anticapitalismo.
Un partido preocupado de las aspiraciones individuales al reconocimiento y a la creatividad ante la uniformización comercial de la vida diaria.
Este partido anticapitalista que construimos se inscribe en la continuidad de aquellos y aquellas que pretendieron, con o sin éxito, derrocar el orden establecido o resistir a la opresión.
Este partido es portador de  la esperanza de una sociedad liberada de la explotación y de las opresiones. Cuando la historia se acelera, cuando los gobernantes pierden legitimidad, cuando amplios sectores populares pierden la paciencia, como en junio de 1936 o en mayo del 68, queremos construir el parido que aumente las posibilidades de éxito. No un partido que se sustituye a, sino un partido que comporta la voluntad de millones de individuos, un partido que proponga las iniciativas capaces de favorecer la ruptura.
La explotación, la opresión, las discriminaciones, la destrucción del medio ambiente, son fenómenos mundiales, el resultado de políticas que se imbrican unas con otras.  Nuestros adversarios, los capitalistas, se burlan de las fronteras.  Hablan las lenguas del mundo entero.  Están muy bien organizados y para combatirlos, es necesario organizarnos con la misma eficacia. 
Nuestro partido pretende vincularse con todas las fuerzas que, en el mundo entero, luchan con el mismo objetivo.  Esta es la razón por la que el NPA comprometerá el diálogo y colaboración política con las otras fuerzas anticapitalistas y revolucionarias del mundo en la perspectiva de la constitución de una nueva internacional.




[1] “Socialismo o barbarie”: consigna lanzada por la destaca dirigente marxista polaca Rosa Luxemburgo en 1915, en un pequeño panfleto titulado “La crisis de la socialdemocracia alemana”, también conocido como “Folleto Junius”, por el seudónimo usado para firmarlo (“Junius”).
[2] INSEE: Institut national de la statistique et des études économiques (Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos de Francia)
[3] AGCS: Acuerdo General de Comercio y Servicios, también conocido por su sigla en inglés GATS.
[4] CDD: Contrat à dureé déterminée (Contrato de duración determinada)
[5] RSA: Renta de Solidaridad Activa, prestación social impulsada por el gobierno de Sarkozy en reemplazo de otros beneficios sociales existentes, con el fin de disminuir el gasto social del Estado Francés.
[6] FMI: Fondo Monetario Internacional; OMC: Organización Mundial de Comercio; UE: Unión Europea; BCE: Banco Central Europeo.
[7] Jean Jaurès: dirigente socialista francés, activista del pacifismo, asesinado en 1914 por un fanático nacionalista por su postura contraria a la Guerra Imperialista de 1914.
[8] CAC 40: Cotation Assistée en Continu, es una sigla que denomina a las 40 principales empresas francesas que cotizan en la Bolsa de París.
[9] LGBTI: acrónimo de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans (travestis, transexuales y transgéneros) e Intersexuales.
[10] OGM: Organismos genéticamente modificados.
[11] DOM-TOM: acrónimo francés para Departamentos de Ultramar-Territorios de Ultramar. Se refiere a Guadalupe, la Martinica, Guayana, la Isla Reunión, Mayotte, San Pedro y Miquelón, San Martín y San Bartolomé.

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