(Documento posterior a las manifestaciones de principios de año y para la
discusión interna de la organización “Nuestra Tribuna”. Buscaba acercar a los
miembros del grupo a la movilización de las masas. [Santiago, Abril 1950]).
Por
su programa y su política, nuestro Partido es una Organización Comunista. Si,
como dice Marx, el sindicato es la “Escuela de la Lucha de Clases”, nuestra
actuación en ellos se determina por la concepción teórica general que nos es
propia. Así, el trabajo general del militante se realiza como un aspecto de su
actividad comunista. Sólo en la medida en que el trabajo en los sindicatos se
aborde partiendo de esta premisa fundamental, impediremos la formación de
tendencias pequeño-burguesas-sindicalistas en el seno del Partido y
corregiremos las desviaciones que en este sentido acusan numerosos camaradas.
Sin
una concepción clara del trabajo general del Partido, la actuación
revolucionaria del militante se esteriliza e impide al Partido salir de su
estrecho molde actual. Transformarnos realmente en la vanguardia de los
explotados significa actuar correcta y oportunamente en todos los aspectos que
crea la decadente sociedad burguesa y la lucha de clases.
Hasta
el presente nuestra debilidad no nos ha permitido desarrollar una verdadera
acción de Partido; durante largo tiempo los sindicatos estuvieron prácticamente
cerrados para nosotros. Era en cierto modo inevitable que esta realidad
agudizara las tendencias a enfocar el trabajo sindical como una tarea
independiente del conjunto del trabajo partidario. En más de un caso, la
creación de células de empresas degeneró en la creación de fracciones
sindicales sin contenido partidario y comunista.
Estos
hechos nos obligan a recordar nuevamente el papel de los sindicatos en esta
época, como también los principios generales de nuestro trabajo.
CARACTER
DE LOS SINDICATOS
La
clase obrera se agrupa preferentemente en sindicatos; es decir, en
organizaciones que los unen en sus sitios de trabajo o por oficio, con el fin
de defender sus intereses inmediatos. Esta agrupación es una reacción parcial
de los trabajadores a las manifestaciones más primarias de la explotación
capitalista. Ni histórica ni políticamente el sindicato ha sido la expresión de
la lucha contra el capitalismo como sistema; sólo defiende a los trabajadores
parcialmente, principalmente desde el ángulo económico de la ofensiva patronal.
El
sindicato no se propone sustituir un régimen por otro; no aborda el problema
general de la explotación capitalista, sus raíces económicas y sociales, ni
busca los medios de la transformación revolucionaria de la sociedad.
Históricamente considerado el sindicato tiene un marcado carácter conservador.
Con justicia Lenin podía decir que la clase obrera entregada a sí misma no
pasaría nunca del trade-unionismo, lo que, al fin de cuentas, significa que sin
partido revolucionario no es posible la destrucción del sistema capitalista.
Del carácter general de la
explotación burguesa surge la tendencia de los sindicatos a relacionarse unos a
otros, constituyendo grandes centrales sindicales que enfocan la defensa del
conjunto de la clase. Sin la acción del Partido Revolucionario difícilmente
estas centrales proletarias pierden su carácter pasivo.
El
auge de los sindicatos se produjo junto al crecimiento del capitalismo; en la
época ascendente del capital financiero, de ampliación de los mercados; cuando
las crisis del sistema eran superadas por su propio crecimiento y no afectaban
a su estabilidad con fuerza igual a la de la presente etapa del capitalismo en
descomposición. El siglo XIX fue la época de oro de la democracia burguesa; la
social democracia y los sindicatos se desarrollaron grandiosamente, y sus
luchas obtuvieron resultados muchas veces satisfactorios, ya que el capitalismo
podía satisfacer las demandas obreras. La Segunda Internacional creó entre las
grandes masas la ilusión de que el capitalismo y su democracia permitían un
desarrollo ilimitado de la clase obrera y sus organizaciones.
Este
proceso, ya tan lejano, no estuvo libre de luchas y arduos combates; lejos de
eso, ni en la época del auge del capitalismo la clase obrera ha conseguido
ventajas de sus explotadores que no estuvieran previamente ganadas por su propia fuerza. Sólo en los
períodos álgidos de la lucha de clases, los sindicatos han sobrepasado sus
propias posibilidades revolucionarias, para retornar luego al punto de partida
o conducir a crueles derrotas.
El
programa y la política de los sindicatos han nacido así, inmediatamente de las
condiciones del capitalismo, como pugna constante entre la clase obrera y los
patrones. El período de oro de los sindicatos pertenece al pasado; el
capitalismo no sólo ha cesado de crecer sino que conduce a la sociedad a su
aniquilamiento. La social democracia y el stalinismo han traicionado
sistemáticamente al proletariado de los propios sindicatos. Todo el pasado de
la clase obrera, y de sus sindicatos en particular, ha demostrado la
incapacidad no sólo de las viejas direcciones proletarias, sino que ha
enterrado definitivamente cualquier intento de creer que los sindicatos puedan
abatir al Estado burgués; una revolución triunfante y varias derrotadas así lo
han confirmado. El destino de la humanidad se reduce al problema de la
dirección proletaria.
EL
PROBLEMA DEL PARTIDO Y LA ACTUACION EN LOS SINDICATOS
Trotsky
nos ha enseñado que vivimos la época de los virajes bruscos; la segunda
postguerra probó que provocará aún más trastornos agudísimos en las relaciones
entre las clases. Transformaciones constantes y profundas en la conciencia de
los trabajadores y en la actitud política son de prever; por lo mismo,
movimientos bruscos que transformen las luchas sindicales en conflictos
políticos de gran envergadura. La crisis del sistema determina este carácter
del proceso, no estableciéndose una transición marcada entre sus etapas de
evolución. Las modificaciones de la conciencia política pueden expresarse
súbitamente; una correcta estrategia sindical debe tomar en cuenta esta
modalidad que crea especiales condiciones para la conquista de la confianza de
las masas y su dirección.
Los
sindicatos no son organismos de dirección política, necesitan esta dirección;
hasta el presente han estado dirigidos por el reformismo que los lleva a la
derrota; ellos necesitan una nueva dirección y ésta debe ser dada por nuestro
propio Partido.
¿Cómo
conseguiremos esto? Llevando la
política del Partido a los sindicatos. Nuestros elementos deben ganar la
confianza de los sindicatos como militantes del Partido, ligando su pensamiento
y acción a la disciplina y fuerza del Partido. La única manera de unirse
efectivamente a la suerte de la clase obrera, de prever y dirigir sus luchas,
de construir la vanguardia al calor de los trabajadores, estriba en que
nuestros militantes expresen la vos del Partido, la única que puede entender,
explicar, los cambios de situación, y hacer que ella llegue a la conciencia de
los sindicatos.
Los
militantes deben llevar a los sindicatos la política del Partido y actuar como
propagandistas de su programa. Ante la desvirtuación constante de este
enunciado correcto, forzoso es preguntarnos qué significa realmente esto. A
nuestro juicio, la mayor parte de los errores del Partido y de sus militantes
parten y tiene su origen en una falsa interpretación de esta norma.
Siempre
y en todas las condiciones debemos llevar las ideas, la política y el problema
partidario a los sindicatos y a todos los organismos de masas; no hacerlo sería
una abierta traición. El rutinarismo del Partido se niega a comprender que la
política del Partido no es exclusivamente su programa general, su declaración
de principios y, en la mayoría de los casos, su repetición mecánica.
El
Partido tiene, o debe tener, un punto de vista, un enfoque, una solución para
cada situación y que responda a las condiciones reales. Este punto de vista -la
política del Partido- responde a
una apreciación de la situación real o concreta, a la realidad misma de las
clases y de la lucha de clases, a la correlación de fuerzas, a su dinámica
interna. Toma en cuenta el estado de la clase, su mentalidad desarrollo y
madurez de su conciencia política; aprecia los partidos que la orientan, sus
métodos y fines; estudia el mayor o menor grado de libertad, etc.; al mismo
tiempo, las condiciones que imperan en los sindicatos; democracia sindical,
exceso de burocratismo, existencia o no de tendencias, de grupos amorfos, como
así mismo la fuerza de nuestro propio Partido. Sobre el estudio de todos estos
factores, el Partido formula su política general y particular; interviene en
todas las manifestaciones de los sindicatos y defiende su determinado criterio.
Solamente este criterio es la política del Partido; llevarlo adelante es
defender la política del Partido y actuar realmente como Trotskistas. Defender
no sólo el programa general, la política general, sino los criterio tácticos y
circunstanciales, las ideas periódicas y diarias del Partido, eso es lo que
identifica a un militante y no simplemente sus enunciados programáticos. Los
camaradas que se contentan con explicaciones sobre la Revolución Permanente o
el Programa de Transición en general llevan en los hecho una conducta contraria
a la organización.
Nuestra
política, abierta o encubiertamente, depende de las circunstancia y condiciones
concretas; tan criminal o estúpido sería declararse trotskista en período de
reacción y cuando los sindicatos están privados de la democracia interna, como
no defender nuestra calidad militante en condiciones contrarias. Lo importante
es que el Partido sepa orientarse por las condiciones reales y sepa ver cuando
es prudente, posible y necesario hacer lo uno o lo otro; la fin de cuentas,
esto responde al diagnóstico general de la situación política y sale del
problema sindical exclusivamente.
Si
en un momento dado pone a la orden del día la lucha por consignas democráticas,
o por la unidad sindical, ser un militante es luchar por este criterio. Dentro
de las condiciones generales, puede haber casos excepcionales que exijan un
comportamiento diferente; resolver la conducta a seguir es problema que debe
ser resuelto por la dirección sindical, estudiando las condiciones particulares
del caso. Es necesario repetirlo, el que no defiende el criterio estratégico y
los criterios tácticos, particulares del Partido, actúa sin conexión con la
política del Partido, por muy bien que recite su programa; aquellos elementos
que forjan la política del Partido, que no asisten a sus reuniones celulares, a
sus manifestaciones, están fuera del Partido aunque ningún estatuto los haya
expulsado.
EL
PROGRAMA DE TRANSICION Y LA ACTUACION SINDICAL
Uno
de los vicios más marcados y nefastos de Partido es la aplicación mecánica del
programa de transición y, al mismo tiempo, la incomprensión de los cambios
políticos que exigen, al producirse, una conducta diferente; la inercia los
lleva a comportarse siempre de una manera
uniforme, esto se traduce en su inoperancia en el seno de los sindicatos
y las masas y expresa su desconexión real con los trabajadores. Nada más
sintomático que la forma de aplicación de nuestro programa de transición.
El
programa de transición es el programa general del Partido a escala mundial; por
su mismo carácter, él señala lo típico y general y ofrece soluciones para ello.
Tal como su contexto lo establece, él une el antiguo programa mínimo al máximo
y establece reivindicaciones transitorias como un puente. Este proceder no es
arbitrario, se basa en la teoría de la Revolución Permanente y, lo que es más
importante, en el carácter de la época actual en la cual la crisis social
obliga a las masas a plantearse reivindicaciones cada vez más amplias, que son
superadas por la lucha. Son transitorias justamente por esto.
El
programa determina los males actuales de estructura, generales a todo el mundo
capitalista: desempleo, inflación, carestía de la vida, etc.; pero, más que
nada, lo que nos enseña el
programa no son tanto las fórmulas mismas, sino que señala que nuestras
reivindicaciones deben saber unirse al nuevo paso necesario, inevitable, que la
lucha de clases exija; es, en cierto modo, un método y no un dogma.
Nuestros
camaradas no comprenden esto; en su trabajo en los sindicatos se proponen
encajar estas reivindicaciones arbitrariamente y rehúsan, en los hachos, a
descubrir lo que los trabajadores quieren y no saben dar las consignas
transitorias que surgen, que surgen de la realidad misma. Más que buscar las
consignas que surgen de la realidad, o sea, de los problemas reales que se
plantean a los obreros en los sindicatos y dar para ellos las consignas
transitorias que respondan a esta realidad, el Partido se empeña en imponer las
consignas muertas de un programa y que no se condicen con la realidad. ¿Se
trata de renunciar al programa de transición? Nadie propone tal cosa. Se trata
de hacer a cada paso, de acuerdo a las condiciones, el verdadero programa de
transición. Esto es tanto más importante en los momentos actuales en que la
lucha de los trabajadores se encuentra en un nivel tan bajo que es forzoso
luchar por reivindicaciones más bien del estricto programa mínimo. Estas
consignas de carácter democrático debemos transicionarlas con la perspectiva
socialista, pero no imponer fórmulas que nos cierren el camino. Comprender con
claridad esta tarea es asegurar nuestra entrada en los sindicatos y en la
confianza de los trabajadores.
LOS
SINDICATOS EN LA EPOCA PRESENTE Y NUESTRA LUCHA POR EL PARTIDO
Analizando
la tendencia de los sindicatos en la época presente a estatizarse, dice Trotsky
que su única garantía de independencia está en la dirección de la Cuarta
Internacional. Este diagnóstico debe ser tenido en cuenta (nos referimos a la
tendencia de estatización) para una correcta apreciación de los mismos. Sin
embargo él no nos exime de examinar las características propias de un período
concreto político en la vida de los mismos. Y esto vale no sólo para los
sindicatos. Es importante para el Partido distinguir las fases en las cuales se
actualiza y desarrolla.
Todo
el período anterior estuvo en contra nuestra y navegamos contra la corriente.
En esas condiciones nuestras principales tareas fueron la defensa de los
principios, del programa de la revolución, esperando un cambio en la
orientación general. De esta defensa surgía nuestra principal tarea: formación
de los cuadros del Partido. No haber crecido en estas circunstancias era
inevitable. Es decir, el crecimiento era un fenómeno excepcional y no una
norma. Por lo mismo, la formación de cuadros surgía de la realidad. Al no
proceder en ese sentido nosotros no hemos sabido sacar ventajas del período
negativo. En su sentido más general, nuestra orientación no fue justamente
crear estos cuadros partidarios. Esta falla general nuestra ha tenido su más
plena expresión y confirmación en la acción sindical desarrollada en estos
años, en la orientación seguida. Resumiendo en una frase, la orientación
general adoleció de una desviación sindicalista que, secundariamente, ha
generado una verdadera tendencia sindicalista de numerosos camaradas. De una
parte, esta tendencia ha sido la acentuación del error más general, y, de otra,
un correctivo inconciente que las bases militantes sindicales hacían al propio
Partido. Debemos analizar uno y otro aspecto de esta falla, contribuyendo así a
una superación conciente.
Hemos
sostenido que la orientación general del Partido fue sindicalista como
resultado de un falso enfoque de las situación política general y de nuestras
propias tareas. La clase obrera ha evolucionado lentamente y esta evolución ha
estado presidida por el reformismo. La acción del proletariado ha carecido de
nervio e impulso y los sindicatos han permanecido bajo la tutela de socialista
y stalinistas. Lógicamente, la resolución de los problemas políticos ha quedado
entregada en las manos de estos partidos. La lucha sindical ha sido
preferentemente una lucha económica, limitada al problema del salario, como
respuesta y contrapartida a la carestía de la vida y al alza incesante de los
precios. En la mayoría de los casos, esta lucha muy lejana a los procedimientos
de la lucha de clases, se ha reajustado a los procedimientos legales.
Si
la acción de los sindicatos ha estado bajo la influencia omnímoda de los
partidos obreros, éstos, a su vez, han actuado mediatizados por los partidos
burgueses. No es otro, al fin de cuentas,
el resultado de la colaboración de clases. La pugna entre las clases, su
choque político fue paralizado o deformado, no produciéndose serios choques.
Esta
realidad ha determinado una evidente ventaja burguesa, la que ha logrado
rebajar el movimiento proletario ideológica y orgánicamente y ha sacado mayores
ventajas impidiendo la tendencia inevitable al alza de salarios, resultado del
proceso inflacionista; finalmente, pudo infligir a los trabajadores una seria
derrota.
En
muchos casos, las huelgas económicas elevaron la combatividad obrera. En más de
una, esta combatividad subió en dos o tres grados transitoriamente; terminada
la lucha local, de interés circunscrito a los obreros de una industria, éstos
volvían a la media normal del movimiento, descendiendo esta combatividad. La
curva de la fiebre, que en períodos dados subía relativamente, bajaba al
término del conflicto sin que la media general subiera relativamente.
Sin
una aguda crisis social, económica y política, esta media sólo podía subir por
la intervención conciente de los partidos obreros, y éstos estaban colaborando
con la burguesía.
En
las huelgas parciales la combatividad de los trabajadores crecía y sus
elementos más concientes se mostraban dispuestos a aceptar ideas más radicales.
Este entusiasmo decaía tan pronto la lucha local se liquidaba; perdiendo de
vista la situación general, la comprensión de las masas, sus verdaderas
posibilidades, separándose de hecho de ellas, el esfuerzo del Partido se
desplaza desesperadamente al apoyo, no tanto de estas huelgas sino de su
transitoria combatividad con la esperanza que ellas efectuaran una especie de
entonamiento súbito de la lucha de clases.
Confundíamos
una política necesaria con una política posible. Intentábamos aquí, por este
medio, provocar un ascenso a un nuevo estadio de la lucha, exacerbando al
máximo esta combatividad episódica destinada a un retorno, punto menos que
inevitable dada la evolución general; el predominio que el reformismo tiene en
la propia conciencia de las masas, se levanta como un escollo objetivo.
En
estas condiciones, por los fines de la clase en su conjunto, empeñados a pesar
de nuestra extrema debilidad en un vuelco total de la situación o de los
sindicatos, dejábamos de mano el crear fracciones, ganar elementos concientes,
militantes, que vinieran por comprensión y adhesión a nuestro programa.
Producido
el estado normal, los elementos ganados al calor de esta efervescencia,
exagerada por nosotros mismos, reconocían muy pronto su incomprensión del
Partido, de su programa, veían la debilidad del mismo, la desproporción entre
loa acción de un momento -que gastaba el Partido- y sus posibilidades de acción
posterior. Su espíritu crítico negativo se acentuaba particularmente en los
casos de derrota del movimiento general, lo que, por otra parte, fue la norma.
En fin, no supimos comprender que la defensa de los fines de la clase, en esta
etapa, comenzaba por nuestros propios fines; por nuestro sólido, aunque a veces
lento, crecimiento en forma orgánica. No sólo no crecíamos, sino que educábamos
mal a nuestros propios militantes.
LA
REPERCUSION DEL ERROR EN EL SENO DEL PARTIDO
La
mayoría de nuestros mejores elementos sindicales acusan una tendencia a actuar
en el seno de los sindicatos, no de acuerdo a la política del Partido, sino
supeditando ésta a los intereses estrechos de los sindicatos. Esta actitud los
convierte en algunas oportunidades en dirigentes sindicales, sin que esto
signifique ningún fortalecimiento partidario ni la extensión del campo de
influencia de las ideas revolucionarias.
El
desenvolvimiento que ha tenido la lucha de clases en al país puede explicar en
parte este fenómeno, pero es a todas luces insuficiente para explicar en
abnegados y muchas veces capaces militantes, la insistencia y fuerza de este
fenómeno que llega a constituir una tendencia inconciente. Las causas generales,
que por cierto actúan, deberían
ser amortiguadas por la conciencia del Partido; sin embargo, no ocurre así.
La
explicación debe ser buscada en la errónea orientación del Partido que hemos
señalado. Esta tendencia es la forma inconciente, instintiva, dictada por la
propia realidad, por intermedio de la cual los camaradas se oponen a esta
orientación falsa. Estos camaradas están en contacto directo con los sindicatos
y conocen el estado de espíritu de los obreros y, por lo mismo, empíricamente
corrigen a su modo, revisan una falsa orientación. En cierto sentido, este
sindicalismo es mucho más correcto que la línea general. De hecho, ellos
desvirtúan la orientación que les dicta el Partido y la reacomodan a su
conocimiento de la realidad.
Esta
resistencia y crítica sorda de nuestros militantes sindicales debe ser oída y
elevada al plano de la comprensión política, para la educación del Partido y
para la correcta actuación dentro de los sindicatos, que termine
definitivamente con esta disociación permanente entre el enunciado de una
política y su realización por los militantes sindicales que, hasta el presente,
han marchado separadamente y sin comprender sus causas.
La
conducta partidaria nos está demostrando que no es posible sustituir las etapas
reales en la evolución de las masas, por nuestros deseos. En este camino el
Partido seguirá como al presente, rompiéndose la cabeza y separando aún más la
dirección y la base del Partido.
Es
urgente someter nuestra propia experiencia a la prueba de ácido de la crítica
marxista. Las masas no tienen otra posibilidad de aprender que su propia
experiencia de su lucha cotidiana, de su existencia misma de clase explotada.
Nuestros militantes son sensibles a esta realidad. El Partido tiene la
obligación de ayudarlos en su búsqueda de una más correcta política e impedir,
por su propia conducta, la desviación de estos camaradas, que no sólo se alejan
en la práctica del programa del Partido, sino que impiden al propio Partido
hacerse carne y conciencia entre los trabajadores más avanzados.
Abril de 1950
·
Documento posterior a las manifestaciones de principios de año y para la
discusión interna de la organización “Nuestra Tribuna”. Buscaba acercar a los
miembros del grupo a la movilización de las masas. [Santiago, Abril 1950].