viernes, 13 de septiembre de 2013

El partido del proletariado y los partidos burgueses en la revolución[1]

12-25 de mayo de 1907

Los camaradas saben que rechazo categóricamente la opinión que ha sido la filosofía oficial del partido en estos últimos tiempos sobre la revolución y el papel que desempeñan en ella los partidos burgueses.
Las opiniones que profesan nuestros camaradas mencheviques les parecen, a ellos mismos, extraordinariamente complejas. Les he oído más de una vez acusamos de tener una idea demasiado simple de la marcha de la revolución rusa. Y, sin embargo, a pesar de una falta absoluta de precisión en las formas, que dan la apariencia de complejidad -y gracias, quizá, a este defecto- las ideas de los mencheviques degeneran en un esquema extraordinariamente simple, accesible a la comprensión del mismo Miliukov. En la nota final de un folleto aparecido recientemente, "Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado", el líder del Partido Constitucional Demócrata [kadete] ha escrito: “En lo que concierne a los grupos de izquierda, en sentido estricto, es decir, los grupos socialistas y revolucionarios, nos será más difícil entendernos con ellos. Pero, si bien no tenemos razones positivas suficientemente definidas que operen este acercamiento, tenemos al menos grandes razones negativas que favorecerán el entenderse en cierta medida. Su fin es criticarnos y desacreditamos, por eso es necesario que existamos y que obremos. Sabemos que, para los socialistas, no solamente para los de Rusia sino para los del mundo entero, la transformación que lleva a cabo ahora el régimen es una revolución burguesa y no socialista: es una revolución que debe ser hecha por la democracia burguesa. Además, si se tratara de ocupar el lugar de esta democracia [...] hay que reconocer que no hay un solo socialista en el mundo que se haya preparado para ello; y si el país ha enviado a la Duma socialistas en gran número, no es, desde luego, para realizar desde ahora el socialismo, ni para que lleven a cabo por sí mismos las reformas preparatorias ‘de la burguesía...’. Así, les será mucho más ventajoso dejamos el papel de parlamentarios, que comprometerse ellos mismos en ese papel".
Miliukov, como veis, nos introduce desde el principio en el meollo de la cuestión. En la cita que acabo de hacer tenéis los elementos esenciales de las ideas mencheviques sobre la revolución y sobre las relaciones de la democracia burguesa y socialista. “La transformación del régimen que se lleva a cabo en este momento es una revolución burguesa y no socialista”. Esto para empezar. La revolución burguesa “debe ser hecha por la democracia burguesa”, como segundo punto. La democracia socialista no puede efectuar por sí misma las reformas burguesas, tiene un papel de simple oposición: "Criticar y desacreditar". Por fin, como cuarta observación, para que los socialistas tengan la posibilidad de quedarse en la oposición, “es preciso que la democracia burguesa exista y actúe”.
¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques. Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una historia, empleando su imaginación para ello.
En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o clases puede apoyarse.
Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza revolucionaria, todos estamos de acuerdo en este punto. Los industriales lyoneses, por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la revolución francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido. Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como fuerza dirigente en la revolución burguesa; y, ¿ qué representa esta pequeña burguesía?
Los jacobinos se apoyaban en la democracia de las ciudades, derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales y las gentes de la ciudad que tenían con los primeros lazos estrechos, componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado objetivo de la revolución fue crear las "condiciones normales" de la explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura democrática de los pequeños burgueses.
Yo pregunto, y no por primera vez, desgraciadamente: "¿Qué clase social de nuestro país va a construir una democracia burguesa revolucionaria, llevándola al poder y dándole la posibilidad de realizar un trabajo inmenso, teniendo enfrente de ella la oposición del proletariado?" Esta es la cuestión central que planteo una vez más a los mencheviques.
Cierto que tenemos grandes masas de campesinos revolucionarios, pero los camaradas mencheviques saben tan bien como yo que la clase campesina, por revolucionaria que sea, no es capaz de una acción independiente y espontánea, y mucho menos de asumir una dirección política. Los campesinos pueden constituir una fuerza prodigiosa al servicio de la revolución, esto es indiscutible, pero sería indigno de un marxista pensar que el partido de los mujiks es capaz de ponerse a la cabeza de la revolución burguesa y liberar, por iniciativa propia, a las fuerzas productivas de la nación, acabando con los impedimentos seculares. Es la ciudad la que posee la hegemonía en la sociedad moderna, y sólo la ciudad es capaz de desempeñar un papel importante en la revolución burguesa. ¿Dónde veis vosotros esa democracia urbana que llevaría tras sí a toda la nación?
El camarada Martinov* la ha buscado más de una vez, lupa en mano. ¡Ha encontrado maestros de escuela en Saratov, abogados en Petersburgo y técnicos estadísticos en Moscú! Como todos los de su opinión, se ha negado a ver que, en la revolución rusa, el proletariado industrial ocupa el lugar que, a fines del siglo XVIII, tenía la democracia de los artesanos, la democracia de los sans-culottes. Os ruego, camaradas, que os fijéis en este punto esencial.
Nuestra gran industria no procede del artesanado; la historia económica de nuestras ciudades ignora completamente el período de las corporaciones. La industria capitalista ha nacido, para nosotros, por la presión inmediata del capital europeo. Se ha apoderado de un suelo virgen, verdaderamente primitivo, y no ha tenido que luchar contra la resistencia de un ambiente corporativo. El capital extranjero se ha introducido en nuestro país por medio de los empréstitos de Estado y por los canales, si se pueden llamar así, de la iniciativa privada. Ha agrupado en torno a sí al proletariado industrial, sin permitir a los pequeños oficios crearse y desarrollarse. Como resultado, en el momento de la revolución, la principal fuerza de las ciudades se encuentra en un proletariado industrial con una conciencia social muy elevada. Este es un hecho irrefutable y que debe servir de base a todos nuestros estudios sobre táctica revolucionaria.
Si los camaradas mencheviques creen en la victoria de la revolución o admiten al menos la posibilidad de esta victoria, no podrán negar que, fuera del proletariado, no hay, en Rusia, otro pretendiente al poder revolucionario. Lo mismo que la pequeña burguesía de la revolución francesa se puso al frente del movimiento nacional, el proletariado, la verdadera fuerza democrática y revolucionaria de nuestras ciudades, debe encontrar apoyo en las clases campesinas y tomar el poder si, por lo menos, la victoria de la revolución es posible. Un gobierno que se apoya directamente en el proletariado y, por medio de él, en la clase campesina revolucionaria, no significa aún una dictadura socialista. No quiero hablar, de momento, de las perspectivas ulteriores de un gobierno proletario. Quizá el proletariado esté condenado a caer, lo mismo que la democracia de los jacobinos, para dejar el lugar a la burguesía. Quiero solamente dejar claro un punto: si el movimiento revolucionario ha triunfado entre nosotros, como predijo Plejanov, en tanto que movimiento obrero, la victoria de la revolución no es posible sino como victoria revolucionaria del proletariado; dicho de otra manera, sería absolutamente imposible su victoria si no fuera así.
Insisto en esta deducción. Si se supone que la oposición de intereses entre el proletariado y las masas campesinas no permitirá al primero ponerse en cabeza de los últimos, esto es, que el proletariado no es lo suficientemente fuerte como para conseguir la victoria, entonces es que la victoria misma de la revolución es imposible. En tales condiciones, el resultado natural de la revolución sería un entendimiento de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es una posibilidad que no se puede negar, pero está claro que un resultado semejante no se presentaría más que en el caso de un fracaso de la revolución, producido por su debilidad interna.
En suma, todo el análisis de los mencheviques, y, ante todo, su apreciación del proletariado y de sus posibles relaciones con la clase campesina, les conduce inexorablemente al pesimismo sobre la revolución. Pero se empeñan en olvidarlo y en desarrollar su optimismo... en la democracia burguesa.
Así es como se explica su actitud frente a los constitucionalistas. Estos son para ellos el símbolo de la democracia burguesa y ésta es el pretendiente, por derecho natural, al poder revolucionario.
El camarada Martinov ha construido, partiendo de este punto de vista, toda una filosofía de la historia para uso del partido constitucional-demócrata. Los demócratas, ya lo veis, se inclinan a la derecha en las épocas de tranquilidad y oscilan hacia la izquierda cuando se aproxima la revolución. Quizá por eso creen tener un porvenir revolucionario.
Hay que dejar claro que la historia de los kadetes, tal como nos la presenta Martinov, es tendenciosa, porque pliega la historia a las exigencias de una cierta moral. Martinov nos recuerda que en octubre de 1905 los demócratas expresaron su simpatía por los huelguistas. Es indiscutible. Pero, ¿qué se escondía tras esa platónica declaración? Un sentimiento bastante vulgar, el terror del burgués ante la fuerza obrera. En cuanto se extendió el movimiento revolucionario, los demócratas se apartaron totalmente del campo político y Miliukov, explica las razones de esta actitud con entera franqueza en el folleto que he citado : "Después del 17 de octubre, cuando en Rusia tuvieron lugar las primeras grandes reuniones políticas, se tendía claramente a la izquierda [...] Un partido como el de los constitucionales-demócratas que estaba entonces en sus primeros meses de existencia, y se preparaba para la lucha parlamentaria, no podía de ninguna manera actuar en aquellos meses de 1905. Los que reprochan ahora al partido no haber protestado en su momento por medio de mitines, contra las ‘ilusiones revolucionarias del trotskismo’ y contra los ‘blanquistas’[2], no comprenden o no se acuerdan del estado de espíritu del público democrático que se reunía entonces en los mítines[3]." Miliukov, como habéis visto, me hace un gran honor al relacionar mi nombre con el período de máximo auge revolucionario. Pero el interés de la cita no radica en esto. Es importante que nos demos cuenta de que, en octubre y noviembre, el único fin de los demócratas era luchar contra las ilusiones revolucionarias, es decir, contra el movimiento revolucionario de las masas y, si no lo consiguieron, fue simplemente porque tenían miedo del público democrático de los mítines ¡Y eso durante la luna de miel del partido! ¡Y eso en el momento en que nuestra revolución alcanzaba su apogeo!
El camarada Martinov ha recordado las platónicas felicitaciones dirigidas por los demócratas a los huelguistas. Pero, como historiador tendencioso, ha olvidado mencionar el Congreso de los zemstvos, a la cabeza del cual se encontraban los constitucionales demócratas [kadetes] en noviembre. ¿Había estudiado este congreso el problema de su participación en el movimiento popular? No. Se discutió solamente el posible entendimiento con el ministro Witte. Cuando se recibió la noticia del levantamiento de Sebastopol, el congreso se inclinó claramente hacia la derecha -¡hacia la derecha y no hacia la izquierda!-. Y sólo el discurso de Miliukov, al decir que la insurrección había sido aplastada, gracias a Dios, sólo ese discurso pudo llevar a los constitucionales demócratas a la vía parlamentaria. Ya veis que la tesis general de Martinov exige importantes restricciones.
Poco después, los kadetes llegan a la primera Duma. Es indiscutiblemente la página más brillante de la historia del partido liberal. Pero, ¿cómo explicar esta fuerza de los kadetes? Podemos apreciar diversamente la táctica del boicot. Pero parece suficientemente claro que fue esta táctica la que impulsó artificialmente y, por lo tanto, provisionalmente, a amplias capas sociales democráticas al lado de los kadetes; introdujo en sus cuadros representativos a numerosos radicales y así pareció que el partido constitucional-demócrata se convertía en el órgano de una oposición "nacional": esta excepcional situación los llevó a la famosa proclama de Viborg, a la que hacía alusión el camarada Martinov. Pero las elecciones para la segunda Duma forzaron a los kadetes a tomar la actitud que mejor les convenía, la de la lucha contra las "ilusiones revolucionarias". Alejo Smirnov, historiador del partido cadete, caracteriza la campaña electoral en las ciudades donde los kadetes tienen su principal influencia de la siguiente manera: "No había partidarios del gobierno entre los electores de las ciudades... Por ello, en las asambleas, la lucha se desarrolló por otro lado; fue una discusión entre el partido de la Libertad del Pueblo y los partidos socialistas de izquierda”[4].
El caos que había reinado en la oposición durante las primeras elecciones desapareció cuando se preparaba la segunda Duma: las diferencias se manifestaron dentro de la democracia revolucionaria. Los kadetes movilizaron a sus electores contra las ideas de democracia, de revolución, de proletariado. Es un hecho de la mayor importancia que la base social de los kadetes se estrecha y se hace cada vez menos democrática. Circunstancia, por otra parte, que no se explica por el azar, que no es provisional ni transitoria. Significa una escisión real, seria, entre el liberalismo y la democracia revolucionaria. Miliukov se ha percatado de este resultado de las segundas elecciones. Tras haber indicado que, en la primera Duma, los kadetes tenían la mayoría, "quizá porque no tenían oposición" pero que la habían perdido en las segundas elecciones, el líder del partido cadete declaró lo siguiente: "En revancha, tenemos ahora con nosotros una parte considerable de votos del país que se han pronunciado por nuestra táctica contra la de los revolucionarios[5]."
Desearíamos que los camaradas mencheviques tuviesen la misma claridad en la apreciación de lo que pasa. ¿Pensáis que las cosas pasarán diferentemente más tarde? ¿Creéis que los kadetes pueden agrupar bajo su estandarte a las masas democráticas y llegar a ser revolucionarios? ¿No pensáis, por el contrario, que el desarrollo ulterior de la revolución separará definitivamente a la democracia de los liberales y lanzará a estos últimos en el campo de la reacción? ¿No es a esto a lo que conduce toda la táctica de los kadetes en la segunda Duma? ¿Y no es a esto a lo que nos conduce vuestra propia táctica? Vuestras manifestaciones en la Duma, las acusaciones que lanzáis en la prensa y en las asambleas, ¿no tendrán ese efecto? ¿Qué motivos tenéis para creer aún que los kadetes pueden reformarse? ¿Os basáis acaso en hechos sacados del desarrollo político? ¡No, sólo pensáis en vuestro esquema! Para "llevar a buen fin" la revolución tenéis necesidad de la burguesía de las ciudades. La buscáis con ardor y no encontráis más que kadetes. Y manifestáis pensando en ellos un extraño optimismo: queréis forzarlos a desempeñar un papel histórico que no quieren asumir y que no asumirán.
A la cuestión esencial que os he planteado tantas veces no me habéis dado ninguna respuesta. No tenéis la presciencia de la revolución. Vuestra política está desprovista de toda perspectiva.
A causa de eso, vuestra actitud con respecto a los partidos burgueses se formula en términos que el congreso debiera retener: de una ocasión a otra. El proletariado no lleva una lucha sistemática para asegurar su influencia sobre las masas populares, no controla sus movimientos y su táctica por medio de esta idea directiva: agrupar en torno a ellos a los que trabajan, a los que se oprime y llegar a ser su heraldo y su jefe lleva su política de una ocasión a otra. Renuncia en principio a la posibilidad de despreciar las ventajas temporales para realizar conquistas más profundas; procede por empirismo a sus evaluaciones; efectúa combinaciones comerciales de política, aprovechando tan pronto una ocasión como otra. ¿Por qué iba a preferir las rubias a las morenas?, pregunta el camarada Plejanov. Debo reconocer que, si se trata de rubias o de morenas, estamos en el terreno de lo que los alemanes llaman Privatsache: no se trata más que de una opinión libremente personal. Creo que el mismo Alexinski, que no transige, como sabernos, en cuestión de principios, no pedirá que el congreso establezca en esta esfera "la unidad de ideas" que sería la condición eficiente de la unidad de acción. (Aplausos)


[1] Tomado de la versión publicada en 1905, Resultados y Perspectivas, Tomo II, p. 107, Ediciones Ruedo Ibérico, Francia, 1971. Extracto de un discurso pronunciado por Trotsky en el Congreso de Londres del Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia del 12-25 de mayo de 1907
[2] Seguidores de August Blanqui (Ver Breves Notas Biográficas).
[3] Miliukov, Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado.
[4] Ibidum.
[5] P. Miliukov: Esbozos para la historia de la civilización rusa, San Petersburgo, 1896.

martes, 10 de septiembre de 2013


http://www.ceipleontrotsky.org/

Presentación a El programa de Transición y la IV Internacional
Es la primera vez que, según nuestro conocimiento, se publica en español, una compilación que reúne no sólo el texto “La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional”, más conocido como El Programa de Transición, y sus discusiones previas, sino gran parte del material disponible en otros idiomas de la Conferencia o Congreso de fundación de la IV Internacional, del cual el Programa fue su documento fundamental1.
Esta compilación reúne discusiones, artículos, cartas de los momentos previos de elaboración (marzo de 1938); los documentos que fueron presentados para la discusión y votación en la Conferencia; los que discutió la casi paralela Conferencia de la Juventud de la IV Internacional, las discusiones realizadas durante la misma Conferencia, así como artículos y discusiones posteriores.
Por lo extenso del material reunido para esta edición, junto con los textos impresos adjuntamos un CD con un conjunto de otros artículos. La compilación de Rodolphe Prager, Les Congrès de la Quatrième Internationale, aporta gran parte de estos documentos, aunque no incluye el
Programa. Otros textos fueron publicados por Pierre Broué en Cahiers Léon Trotsky Nº 1. La primera edición inglesa que incluyó junto con el Programa parte de las discusiones previas fue la de Pathfinder Press en 1974, en francés fue reproducido por La Brèche en 1977 y en español por Editorial Crux2.
Una importante cantidad de artículos y cartas fueron publicados en español en los Escritos (1929-1940) por Editorial Pluma en 1979 y en Œuvres del ILT. El primer en inglés borrador del Programa se publicó en enero de 1938 y una segunda versión en febrero del mismo año. Las discusiones previas a su aprobación fueron extensas y las más importantes se dieron entre
Trotsky y una delegación del SWP norteamericano.
Como refleja la carta inédita en español3 de Trotsky a Rudolf Klement (organizador de la Conferencia), Trotsky escribió una versión definitiva del programa en abril de 1938 y se la entregó a Klement en ruso e inglés. Jean Van Heijenoort (secretario de Trotsky en México) realizó la inmediata traducción al francés, idioma en el que fue publicado por primera vez en la revista del POI, Quatrième Internationale Nº 8 de mayo de 1938. Klement, en otra traducción inédita en este CD, informa que se publicó en ruso el Biulleten ruso (Nº 66-67 de mayo-junio de 1938, según Editorial Crux) y en alemán como Boletín Interno del SI y en inglés en el Boletín Interno del SWP. También fue publicado en español. Estas publicaciones permitieron la discusión en las secciones nacionales. Éstas continuaron a través de cartas, entrevistas o artículos hasta días previos a la realización de la Conferencia.
Aunque se propusieron algunas enmiendas durante la Conferencia estas no fueron adoptadas por ser minoritarias. Por ello consideramos que las diversas publicaciones posteriores, con algunas modificaciones, se basaron en el texto original escrito por Trotsky en abril de 1938.
En la época actual, es necesario un programa de transición
Al igual que otras ediciones, hemos comenzado esta compilación con el prefacio “A 90 años del Manifiesto Comunista”4 bajo el fundamento que para Trotsky el Programa de Transición se corresponde a una época determinada. Haciendo un análisis de las ideas “que conservan todo su vigor como aquellas que requieren una modificación o ampliación importante” del Manifiesto, Trotsky reafirma en este texto que, a diferencia del siglo precedente y desde la Primera Guerra Mundial (cuando la economía mundial demostró su estancamiento y decadencia), las premisas objetivas para la revolución proletaria están más que maduras. Para Trotsky, Marx y Engels habían subestimado en 1848 las posibilidades que el capitalismo tenía de continuar desarrollándose y sobrestimaron las posibilidades revolucionarias del proletariado de su propia época. Esto, paradójicamente, les permitió elaborar una serie de consignas “que corresponden al período de transición directo del capitalismo al socialismo”. Desde este punto de vista para Trotsky, a pesar de la autocrítica posterior de sus autores respecto a que no habían advertido que el capitalismo iba a tener un nuevo momento de desenvolvimiento, estas consignas “conservaban todo su vigor”5.
El Programa, como queda reflejado en esta compilación, fue elaborado en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, tras una serie de importantes derrotas sufridas por el movimiento obrero y de masas (Alemania, Austria, España). Cuando el fascismo, a través de la coerción y represión, y los “Frentes Populares” (el stalinismo y la socialdemocracia), a través de la colaboración de clases, atenazaban a las masas para ser usadas como carne de cañón en la guerra imperialista. La contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas (el estancamiento de las fuerzas productivas enchalecadas por las fronteras nacionales, los enfrentamientos interimperialistas) y la inmadurez de las condiciones subjetivas (la conciencia de las masas, el partido revolucionario) para la revolución socialista, estaba en su brecha más aguda. Era necesario un programa de acción, un puente, para superarla. Y una dirección decidida a llevarlo adelante.
Como define Trotsky en el Programa de Transición: “La tarea estratégica del próximo período –período prerrevolucionario de agitación, propaganda y organización– consiste en superar la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas de la revolución y la falta de madurez del proletariado y de su vanguardia (confusión y desmoralización de la vieja dirección, falta de experiencia de la joven). Es preciso ayudar a las masas, en el proceso de sus luchas cotidianas, a encontrar el puente entre sus reivindicaciones actuales y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera y conduciendo a una sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado”6.
Para Trotsky el programa es producto de la época pero, a su vez, de la experiencia histórica. En ese sentido, este programa expresaba la experiencia y las lecciones sacadas por la Oposición de Izquierda que surgió en la URSS en 1923, pero fundamentalmente es a partir de 1928, luego del VI Congreso de la Internacional Comunista y la formación de la Oposición de Izquierda Internacional, que “comenzó el trabajo colectivo que después de diez años llevó a la elaboración del programa que recientemente adoptó nuestra conferencia internacional”7.
Este trabajo colectivo incluía fundamentalmente la experiencia del fascismo en Alemania, la lucha contra los Frentes Populares en España y Francia, el análisis y la disputa contra la degeneración burocrática de la Unión Soviética y la Internacional Comunista y la intervención en la lucha de clases en EEUU. Sin embargo, Trotsky no consideró a éste como un programa acabado: “todavía no se trata del programa de la IV Internacional. El texto no contiene ni la parte teórica, es decir, el análisis de la sociedad capitalista y de su fase imperialista, ni el programa de la revolución socialista propiamente dicha.
Se trata de un programa de acción para el período intermedio. Me parece que nuestras secciones necesitan este documento”8.
El programa se había formado a través de múltiples experiencias, no era un programa elaborado a priori ni un programa acabado, pero: “¿Qué es el partido? ¿En qué consiste la cohesión? Esta cohesión en una comprensión común de los acontecimientos, de las tareas; y esta comprensión común, es el programa del partido”.
Al mismo tiempo, el programa necesita esta cohesión a través de un partido para ser aplicado: “La importancia del programa es la importancia del partido. El partido es la vanguardia de la clase. El partido se forma por la selección entre los elementos más conscientes, más avanzados, más fieles, y puede jugar un importante papel histórico y político que no está en relación directa con su fuerza numérica”9.
Como el Manifiesto Comunista o como las resoluciones de los cuatro primeros congresos de la III Internacional, el Programa de Transición constituye uno de los textos programáticos fundamentales de la clase obrera mundial. Su actualidad no deviene de que tal o cuál apreciación no pueda ser precisada o reformulada, ni de que las condiciones en las cuáles fue escrito se mantuvieron inalteradas en los setenta años posteriores. Por el contario, como señalan en la entrevista publicada en el Apéndice de este libro Emilio Albamonte y Christian
Castillo, la salida de la Segunda Guerra Mundial modificó el marco estratégico en el que los revolucionarios debieron actuar, ya que “se dio un proceso históricamente inédito, donde un reestablecimiento del equilibrio capitalista en el centro coincide con una pérdida de su esfera de control económico directo en un tercio del globo y con un desarrollo nunca antes visto de los procesos revolucionarios en el llamado ‘tercer mundo’, emergiendo procesos revolucionarios en decenas de países coloniales y semicoloniales (…). A fines de los ‘60 este proceso comienza a agotarse al decaer la tasa de ganancia, cuestión que se expresará agudamente con la crisis económica mundial desatada entre 1973-75. Es en estos mismos años que se desarrollará, a su vez, un proceso de gran ascenso obrero, juvenil y de los pueblos oprimidos, que será contenido en el centro y aplastado en forma contrarrevolucionaria en el cono sur latinoamericano”10.
Sin embargo, luego de la “restauración conservadora” que implicó la aplicación de las políticas “neoliberales” durante más de 25 años y la reconquista capitalista de la ex URSS, los países de Europa del Este y China, vemos acentuarse ante nuestros ojos las contradicciones de un sistema social que no tiene nada progresivo que ofrecer a la humanidad. En este sentido, el Programa de Transición no es un texto del pasado, si no uno que se actualiza en cada enfrentamiento serio protagonizado por la clase trabajadora internacional.
Las discusiones previas a la conferencia
Las secciones numéricamente más importantes de la Liga Comunista Internacional eran EEUU (SWP), Bélgica (PSR) y Francia (POI). Además eran las tres secciones que tenían una organización juvenil11.
Las discusiones en las secciones se entablaron a partir de las distintas publicaciones del proyecto de programa escrito por Trotsky. Las más importantes se dieron con los tres dirigentes del SWP norteamericano que viajaron a México al encuentro de Trotsky (J. Cannon, M. Shachtman y V. Dunne) y duraron seis días hacia fines de marzo. También participaron de algunas discusiones Diego Rivera, Rose Karsner y militantes mexicanos. Luego continuaron las discusiones con otros visitantes como J. Weber, otro dirigente del SWP. El Socialist Workers Party, además de ser el partido relativamente más grande, era el que tenía mayor influencia en sectores del movimiento obrero y contaba con dirigentes obreros experimentados en importantes huelgas. Era un partido que podía no sólo propagandizar el programa sino que, por la situación abierta en EEUU (la crisis económica, el surgimiento del nuevo sindicalismo del CIO, de partidos de tipo “laborista”, tendencias fascistas y la próxima guerra como acelerador de las condiciones objetivas) y por su fuerza cuantitativa y cualitativa, podía poner el programa “en marcha”. La existencia del SWP, para Trotsky enfrentaba a la IV Internacional a las tareas del movimiento de masas: “El Programa de Transición es un reflejo de este importante cambio. Su importancia reside en que, en vez de proporcionar un plan teórico a priori, realiza el balance de la experiencia ya acumulada por nuestras secciones nacionales y sobre la base de esta experiencia abre perspectivas internacionales más amplias”12. Por eso, las discusiones en México se centraron en gran parte en la situación en EEUU, en la importancia de destacar dentro del programa la escala móvil de salarios y de horas de trabajo, la autodefensa obrera frente a los primeros fenómenos fascistas (como el intendente demócrata Hague de Jersey City y sus bandas armadas), las posibilidades de crecimiento del SWP y cómo aplicar la táctica-moción del Labor Party (partido obrero o de los trabajadores) la que, como aclara Trotsky no “es parte del programa ni para todos los países”. Era una táctica para ese momento y esa situación específica norteamericana, aunque sus fundamentos pueden extenderse a países donde el movimiento obrero no construyó fuertes partidos de clase. Ésta generó bastante resistencia dentro del SWP, especialmente en su juventud. Esto se refleja en las discusiones que sostienen Weber y Trotsky en México antes de la Conferencia. Según Trotsky se debía a que se repetían viejas fórmulas y no se comprendía la aplicación del programa de transición. También generó discusión, incluso en la dirección, la táctica propuesta por Trotsky hacia la Enmienda Ludlow13. Es que, para “presentar” el programa, había que tener en cuenta no sólo la conciencia de las masas sino sus ilusiones, su psicología, así como buscar la forma más pedagógica de llegar hacia ellas. En estas tácticas ofensivas (dentro de una situación defensiva teniendo en cuenta la marcha hacia la guerra) Trotsky muestra su gran flexibilidad14 al mismo tiempo que mantiene una gran intransigencia ideológica.
Los intelectuales norteamericanos, habían realizado en los recientes años un giro a la izquierda que permitió la formación del Comité de Defensa y la Comisión Dewey como contraproceso a Trotsky y su hijo Sedov frente a los Juicios de Moscú. Pero en 1938, varios de los que formaron parte de esta defensa, luego de declarar la inocencia de los enjuiciados, comenzaron un giro hacia la derecha, acompañando a un importante sector de la intelectualidad. Sin embargo, existía un sector de izquierda reflejado en la revista Partisan Review y, por otro lado, la adhesión de Diego Rivera, ya mundialmente conocido, a la IV Internacional fue para Trotsky un símbolo muy significativo. La importancia dada a esta cuestión queda manifiesta en artículos como “El arte revolucionario y la IV Internacional” de Trotsky15, como en el espacio dedicado a ella en las discusiones previas a la Conferencia. La discusión sobre la URSS giró sobre la verdadera situación social imperantes en el Estado obrero degenerado (dadas las falsificaciones de la burocracia) y el análisis de las distintas fracciones de la burocracia.
Los informes taquigráficos de las discusiones previas así como de las realizados durante la conferencia no fueron oficialmente revisados ni avalados por sus autores, pero son el único documento disponible sobre lo acontecido.
La Conferencia de fundación de la IV Internacional
La Conferencia, realizada en París el 3 de septiembre de 193816, que por las condiciones objetivas en las que tuvo lugar, sólo pudo sostenerse como reunión plenaria durante un día, tuvo como puntos principales la aprobación del Programa y la fundación de la IV Internacional17.
Veintiséis delegados representaron a 11 secciones sobre 29 afiliadas (según el informe del Secretariado Internacional). El resto de las delegaciones no pudieron viajar por diversos problemas, entre ellos, económicos. Se realizó bajo estrictas condiciones de seguridad. Sin embargo, el mismo organizador, Klement, fue asesinado poco antes de su realización, perdiéndose gran parte de los documentos que con él llevaba. Tampoco se pudo impedir la infiltración de un miembro de la GPU18. Erwin Wolf y León Sedov, el hijo de Trotsky, que realizaban tareas destacadas, también fueron asesinados por la GPU poco antes de la realización de la Conferencia. Éstas fueron parte de las “vicisitudes”19 que Trotsky y su corriente, desde la formación de la Oposición de Izquierda en la URSS venían sufriendo (asesinatos, campos de concentración, Juicios de Moscú, intrigas, etc., en manos de stalinistas, fascistas y “democracias” imperialistas).
El temario para la Conferencia era muy extenso (España, guerra, China-Japón, URSS, Francia, colonias, América Latina20, solidaridad internacional frente a las persecuciones, problemas de las secciones y estatutos).
Sin embargo, debido a la brevedad de la reunión, no todos los documentos ni puntos pudieron ser discutidos ni aprobados.
Entre ellos quedaron importantes documentos que aquí publicamos como la “Resolución sobre la lucha de clases y la guerra en Extremo Oriente” de Li Fu Jen21 y “El papel mundial del imperialismo norteamericano” de Trotsky22, que reflejaban la importancia que tenía para la IV tanto la guerra chino-japonesa como el rol EEUU en la guerra por venir.
Finalmente, el temario de discusión se centró en: 1) cuestiones sindicales, obreras, control obrero; 2) situación en la URSS; 3) guerra y situación internacional.
Con relación al punto, 1) la discusión giró alrededor del contenido de los comités de fábrica y la participación en ellos de los revolucionarios, a partir de una enmienda propuesta por la sección polaca. En el punto 2) se continuó con la discusión ya reflejada en el artículo de Trotsky “Es necesario expulsar a los soviets a la burocracia y a la aristocracia”23. La URSS venía siendo parte de numerosas discusiones internas. Craipeau, presente en la Conferencia, negaba su carácter de Estado obrero degenerado y estaba en contra de defenderlo como tal en caso de guerra y se pronunciaba por el “derrotismo revolucionario”. La delegación norteamericana presentó una enmienda que, en cierta forma, también reflejaba que en el SWP de EEUU, algunos dirigentes como Burnham planteaban posiciones similares.
En el punto 3) se discutió centralmente el párrafo del Programa donde Trotsky realiza una diferenciación entre el “patriotismo” de las masas y el patriotismo burgués o reformista, especialmente en las colonias o cuando aparece “mezclado” con la ilusión de defender la democracia (incluso en un país imperialista como antes de la guerra en EEUU). Rousset, Boitel y Pablo negaban cualquier aspecto “progresivo” en el patriotismo de las masas y pedían que este término fuera quitado del programa, pero esta propuesta no fue adoptada.
Los informes fueron anotados por Naville (del Secretariado Internacional) y un delegado norteamericano, pero estos no fueron oficiales, ni revisados, ni aprobados. Sin embargo, también es la única constancia que queda de las discusiones realizadas.
Movimiento por la IV Internacional o IV Internacional
La discusión de los estatutos era específicamente la de su primer punto, es decir, si la Internacional debía o no ser fundada. Ninguno de los allí reunidos dudaba de la necesidad de fundar una nueva Internacional, aunque una pequeña minoría cuestionaba si era el momento de “proclamarla”. La II y III Internacional habían dado amplias muestras de haberse convertido en agentes contrarrevolucionarios al servicio de la burguesía imperialista, quedando aún más claro por su rol en España y Francia. Desde 1933, luego de la traición del PC y la III Internacional en Alemania, la Liga Comunista Internacional (como continuación de la Oposición de Izquierda Internacional) venía luchando por la formación de la nueva Internacional. Diversas tácticas hacia grupos centristas que rompían con los partidos reformistas habían fracasado.
La táctica de “entrismo” en varios partidos socialistas había dado relativamente buenos frutos pero había llegado a su fin. Partidos centristas, como el POUM español, habían demostrado su total fracaso. Rápidamente se aproximaba la guerra que, en una primera etapa, aislaría fuertemente a los revolucionarios de las masas. Para Trotsky era necesaria una clara delimitación revolucionaria. Aunque no negaba la posibilidad de seguir manteniendo relaciones con grupos o individuos centristas (a los que incluso se invitó a la Conferencia), planteaba que esta relación tenía que desarrollarse desde una clara definición de los contornos de una organización que, a partir de la comprensión común del programa formara una organización centralizada y disciplinada. Ésta permitiría centralizar los esfuerzos y las lecciones teórico-prácticas de las experiencias de las secciones nacionales. Centralidad que, a su vez, permitiría golpear con más fuerza relativizando su fuerza numérica.
Algunos sectores o individuos, cercanos a la IV y dentro de ella misma, reflejaban las presiones oportunistas o ultraizquierdistas de las organizaciones centristas que vacilaban o se oponían a su fundación, argumentando unos, que era un momento de retroceso y que las Internacionales sólo podían ser fundadas como producto de un ascenso; otros, que no estaban suficientemente desarrollados los análisis o el programa.
Consciente de la debilidad de la organización pero convencido de su continuidad y futura victoria, Trotsky luchó para que la Conferencia se pronunciara por la fundación y dejara de lado a los escépticos. Su confianza residía en la perspectiva revolucionaria que abriría la guerra en numerosos países y que la misma situación forjaría los cuadros y la organización necesarios para llevar al triunfo a las revoluciones proletarias por venir: “Los escépticos preguntan: “¿Pero ha llegado el momento de crear una nueva Internacional? Es imposible”, dicen, “crear ‘artificialmente’ una Internacional. Sólo pueden hacerla surgir los grandes acontecimientos, etc.”. Lo único que demuestran todas estas objeciones es que los escépticos no sirven para crear una nueva Internacional. En general, los escépticos no son buenos para nada. La IV Internacional ya ha surgido de grandes acontecimientos; de las mayores derrotas del proletariado en la historia. La causa de estas derrotas es la degeneración y la traición de la vieja dirección. La lucha de clases no tolera interrupciones. La III Internacional, después de la II, ha muerto para la revolución. ¡Viva la IV Internacional!
Pero los escépticos no se callan: “¿Pero ha llegado ya el momento de proclamarla?”
La IV Internacional –respondemos– no necesita ser “proclamada”. Existe y lucha. ¿Es débil? Sí, sus filas son todavía poco numerosas porque todavía es joven. Hasta ahora se compone sobre todo de cuadros dirigentes. Pero estos cuadros son la única esperanza del porvenir revolucionario. Por fuera de ellos, no existe en el planeta una sola corriente revolucionaria que merezca realmente ese nombre. Si nuestra Internacional es todavía numéricamente débil, es fuerte por su doctrina, por su tradición, y el temple incomparable de sus cuadros dirigentes. Que esto no se vea hoy, no tiene mayor importancia. Mañana será más evidente”24.
A 70 años de su fundación, la IV Internacional no existe como organización única ni centralizada desde pocos años después de concluida la Segunda Guerra Mundial. Como señalan Albamonte y Castillo en la entrevista ya mencionada, “durante el ‘boom’, los trotskistas, cierto que en condiciones muy difíciles, fueron incapaces de reformular el marco estratégico que sostenía el Programa de Transición y mantener la continuidad revolucionaria, más allá de haber sostenido posiciones episódicamente correctas, lo que hemos denominado ‘hilos de continuidad revolucionaria’. Por el contrario, se adaptaron políticamente a los aparatos dominantes en el movimiento obrero durante los años de Yalta o a toda dirección episódica de un proceso revolucionario, disgregándose la IV Internacional en un conjunto de tendencias centristas, es decir, oscilantes entre la reforma y la revolución.
Por ello, cuando las condiciones comenzaron a cambiar, con el ascenso revolucionario iniciado en el ‘68, aunque atrajeron sectores de vanguardia nunca lograron peso para influir decisivamente en los acontecimientos ni retomaron un rumbo verdaderamente revolucionario que permitiera avanzar hacia una genuina refundación de la IV Internacional”25. Desde entonces, el movimiento obrero ha sufrido nuevas derrotas y retrocesos, favorecidas por la completa adaptación de socialdemócratas y stalinistas a la ofensiva capitalista. Muchos antiguos jerarcas de los partidos comunistas son hoy respetables políticos burgueses y antiguos altos funcionarios de la “nomenklatura” se transformaron en magnates en los países de la ex Unión Soviética. El Partido Comunista chino ha encabezado la restauración capitalista en este país. Pese a la degeneración oportunista de gran parte de las corrientes que hablan en su nombre, el trotskismo sigue siendo para las clases dominantes el “espectro de la revolución”. “Trotskista” sigue siendo hoy el nombre con el que designa a quien sigue persiguiendo el objetivo de la revolución socialista. Entre ellos nos contamos. En los últimos años, el movimiento obrero ha comenzado un lento y tortuoso proceso de recomposición subjetiva. La necesidad de contar con un instrumento revolucionario internacional como el que se propuso construir Trotsky con la fundación de la IV Internacional hace 70 años es tan aguda como en aquellos momentos. En la pelea por reconstruir-refundar la IV Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, quienes editamos este libro esperamos sea un aporte para las nuevas generaciones de trabajadores y jóvenes que retoman estas banderas de lucha revolucionaria.
La compilación de textos fue realizada por Gabriela Liszt. Agradecemos especialmente la colaboración de Rossana Cortez a cargo de las traducciones y correcciones del francés junto a G. Liszt y Juanjo Singe y de Bárbara Funes, las correcciones del inglés. Agradecemos también especialmente la colaboración para la corrección de textos de Martín Noda, Virginia Rom, Diego Dalai, B. Funes, Verónica Zaldívar y Clara Mulet.
1 Creemos que esta reunión de materiales tampoco existe en otros idiomas.
2 Aunque no figura la fecha en la edición creemos que se realizó pocos años después de las ediciones inglesa y francesa.
3 Ver “Nosotros somos la IV Internacional” en el CD de este libro.
4 Este prefacio a la edición en afrikaan del Manifiesto Comunista fue escrito siete meses antes de la redacción definitiva del Programa de Transición, en octubre de 1937.
5 Podría decirse que así como en lo relativo al carácter permanente de la revolución, este es otro de los grandes puntos donde Trotsky retoma, actualiza y revaloriza lo planteado por Marx y Engels.
6 “El Programa de Transición”, p. 68 de este libro.
7 “La fundación de la IV Internacional”, en el CD de este libro.
8 “Nosotros somos la IV”, en el CD de este libro.
9 “Completar el programa y ponerlo en marcha”, p. 265 de este libro.
10 Ver en p. 339 de este libro.
11 Con el partido belga, el PSR, había diferencias importantes, ya que tenían una política sectaria y oportunista a la vez: sectaria en cuanto a la política hacia los sindicatos (su principal dirigente, Sneevliet, dirigía una especie de sindicatos “rojos”) y oportunista hacia partidos como el POUM que acababa de revelar todo su centrismo en la guerra civil española. En Francia, el POI y su publicación eran relativamente importantes, pero la desorganización y las peleas internas sumadas a las diferencias políticas, paralizaban su actividad constantemente. Esto se refleja en la extensa resolución de la Conferencia planteando una reorientación esencialmente hacia el movimiento obrero. Otra sección que estaba en crecimiento era la Indochina, pero su principal dirigente Ta Thu Thau se encontraba en ese momento en un campo de concentración.
12 León Trotsky, “Un gran logro”, p. 40 de este libro
13 Ver en p. 204 de este libro.
14 Así como en sus primeras elaboraciones en el Programa de lo que luego se denominará
Política Militar Proletaria frente a la guerra. Ver L. Trotsky y otros, Guerra y Revolución.
Una visión alternativa de la Segunda Guerra Mundial, Bs. As., CEIP, 2004.
15 En el CD de este libro.
16 Inicialmente, estaba previsto realizarla en octubre de 1937, pero se fue posponiendo por falta de preparación.
17 A partir de la aprobación de los estatutos, la II Conferencia de la IV Internacional (tomando en cuenta que la I del Movimiento por la IV Internacional se realizó en 1936) pasó a llamarse Congreso de fundación o I Congreso de la IV Internacional.
18 Se trata de Étienne, que luego se develaría como delator de Sedov a la GPU.
Aunque, debido a ciertas sospechas, le informaron sobre el lugar de reunión a último momento, lo que impidió que el daño fuera mayor.
19 Como dice la “Carta”, traducida para esta edición, que la Conferencia dirige a
Trotsky, frente a la imposibilidad de su asistencia. Ver en p. 60 de este libro.
20 Rivera había presentado unas tesis sobre América Latina que se habían publicado en la revista Clave.
21 Ver p. 113 de este libro.
22 Ver p. 137 de este libro.
23 Ver p. 279 de este libro.
24 “El Programa de Transición”, p. 111 de este libro.