jueves, 16 de mayo de 2013



Archivos. 1964


PARA UNA APRECIACION DE LA UNIVERSIDAD


La universidad pertenece a la esfera de las superestructuras sociales. Así ella expresa el desarrollo de la misma, pero no la refleja exactamente y no podría hacerlo. En una época de universalización de la cultura y de la técnica, la universidad tiene su propia existencia y autonomía y rigen para ella, las leyes inerciales del desarrollo del país y al mismo tiempo, aquellas que fijan los límites o perspectivas de lo universal.
Si en la estructura de la sociedad es posible apreciar tanto los factores autóctonos, (subdesarrollo, peculiaridades histórico-nacionales) y aquellos exóticos (exóticos en la medida en que se han asimilado como expresión de conquistas de los más avanzados), esto se evidencia más nítidamente en la realidad universitaria. En el plano en que se manifiesta es fundamentalmente en el plano intelectual. Resulta así por cuanto la aprehensión de los factores de progreso, dentro de la sociedad deben formarse en la materialidad de sus estructuras, en el mundo de las cosas. Por lo mismo su realización es lenta y contradictoria.
Un descubrimiento científico, un avance de la técnica, una nueva concepción científica, cultural o histórica, puede tardar largo tiempo en incorporarse a las bases materiales de la sociedad, o puede no hacerlo nunca, ya que pugna con fuerzas materiales, sociales, históricas y de clase, que facilitan o retardan su incorporación.
Esta dificultad no obra, o no lo hace con la misma fuerza en la economía de la universidad. Se desenvuelve ahí la zona del pensamiento, de la inteligencia y la cultura en su más amplio sentido. De ahí que la universidad exprese una realidad social dada y que permanentemente la esté superando y entrando permanentemente en contradicción y conflicto con la base social que la genera.
La profundidad de este conflicto constituye una situación sintética y que expresa los ritmos de desarrollo tanto de una y de la otra. En épocas normales la contradicción está atenuada o contemporizada y se agudiza en las condiciones de crisis o conflicto social.
Siendo una superestructura de la burguesa sociedad chilena, es ella burguesa, por su misma naturaleza. Debe ella conservar y ampliar el capital intelectual de la sociedad asegurando el desenvolvimiento técnico y cultural del país. Es ella la vanguardia de la razón y el intelecto social nacional. Ágilmente debe responder y tener respuestas para el proceso de las asimilaciones sucesivas del progreso social y de su progresión hacia lo universal.
El progreso, dictado y limitado por la magnitud de la base material y teniendo como horizonte lo logrado por los países avanzados, tiene a desarrollarse impulsivamente, a saltos por las leyes propias que se ven compulsados por la estrechez del marco interior, creando en cada paso una contradicción entre la base y la superestructura.
Formalmente considerada la sociedad burguesa, o más bien sus clases dirigentes quieren creer que su sociedad puede desarrollarse dentro de una normalidad o ilegalidad burguesa. Es decir que la evolución burguesa es la ley general de la evolución de las sociedades y que las contradicciones que la evolución genera, pueden y deben resolverse siempre en una nueva y constante renovada síntesis burguesa. rechazan de antemano que las leyes de la evolución preparen la muerte de la propia evolución burguesa. Ansiosa de sobrevivirse la sociedad burguesa se amputa constantemente y se contradice a cada paso con su propia superestructura cultural.
Nuestra universidad es una universidad burguesa; cuida en primer lugar el patrimonio de la forma vigente del dominio de clase y sólo por sus esclusas, sigue y propende al crecimiento de la ciencia o de una llamada cultura nacional, practicando muy modestamente una filantropía cultural, que entrega al pueblo en sus formas de extensión. Forma y lanza a la palestra social un contingente humano, profesional y técnico, cuya misión es defender esta misma sociedad y desempeñarse a su mayor gloria. Fortalece así su base social y crea las jerarquías necesarias al mantenimiento del statu quo, capaces al mismo tiempo de asegurar el desarrollo a paso de tortuga que no ponga en peligro la estabilidad fundamental.
Ahora bien. El plantel estudiantil lo forman los hijos de los burgueses y de los sectores más acomodados de la sociedad chilena y se preparan allí en obligado tránsito a su incorporación definitiva a su mundo de origen. Cuidémonos sin embargo de simplificar. Las características históricas de Chile, dada esta realidad, un contenido que no se aviene con una determinación originaria. Una democracia amplia en más de un concepto tolera la incorporación a su seno de sectores importantes de una levadura social plebeya, en contradicción no siempre relativa con el grueso del estudiantado y que aún mediatizados representan intereses y anhelos contrapuestos a los de su distinto origen.
Si esto fuera todo, bastaría para explicarnos muchos de los procesos beligerantes que viven y maduran en la universidad. Pero no lo es todo. La masa universitaria vive una enajenación particular. Un interludio social. Entre sus integrantes se establecen relaciones de comunidad que se liberan de las estrictas determinaciones de clase u económica. No pensamos que desaparezcan, pero se atenúan y permiten el funcionamiento de una democracia relativizada por su futuro común, más que por los lugares de origen. A su vez unos y otros son seducidos o enajenados por la creencia -fomentada fuera y dentro- de pertenecer a la inteligenzia. Funcionalmente la universidad no es un sitio de trabajo, una industria o un taller. Las diferencias de origen, sociales y económicas, no enfrentan a explotados y explotadores. Sus diferencias están presentes, pero deformadas, superestructuralizadas y tienden a dar a las contiendas de los sectores contrapuestos por su origen, un sentido de diferencias ideológicas, doctrinarias y pragmáticas.
Elevándose por sobre estos factores, obra sobre todos ellos una intemporalidad histórica. Su pasado es breve y viven intensamente el presente. Son fundamentalmente presente. Su cerebro, emociones, perspectivas están impregnadas del complejo social de este instante de la evolución. Un progreso general, una técnica avanzada, inmundo exterior en gigantesco desarrollo, que ellos pueden conocer mejor y más rápidamente que sus mayores, los hace receptivos a las contradicciones del mundo nacional, como así al ambicioso mundo del futuro. Recién llegados al mundo de la cultura y del conocimiento, ya están mejor armados, premunidos de una visión histórico sintética. Débiles en conocimiento especializados sienten -y a veces con razón- su superioridad frente a aquellos maestros que deben proporcionárselas y cuya armazón moral y cultural pertenece a etapas, que se han ido consumiendo muy rápidamente.
Esta situación los recluta al progreso en general, inespecífico. Si bien no rompen con los lazos sociales a los cuales pertenecen; Si muchos pertenecen incluso a los partidos de sus mayores, así y todo, están traspasados de un élan transformador, que puede en determinados momentos arrastrarlos a rupturas coyunturales con la sociedad de donde emergen y a la cual están destinados a defender.
Expresan de este modo muy a menudo las necesidades que viven escondidas, constreñidas o derrotadas en la sociedad burguesa sin descubrir cabalmente que estas necesidades representan a otras clases sociales y que desenvuelven la destrucción del orden que les permite el interinato social. En toda crisis social o política de magnitud estos factores se hacen presente y en sus primeras etapas, pendularmente arrastran al estudiantado hacia la izquierda. Su primera rebelión se actualiza en su mundo circundante: la Universidad. Es ella la que en primer lugar debe ser reformada. Absortos, pujantes y entusiastas, quieren reformarla, desprendiéndola de la base que la hace posible, existente y cuyos fines representan, la estructura de la sociedad burguesa.
Las clases dominantes de países como el nuestro se muestran cautelosas, conservadoras en modificar las estructuras caducas que dificultan incluso su propio trabajo explotador, “su” progreso. Cada paso es medido, calculado avaramente. Cuando no están impelidos por fuerzas sociales incontenibles, buscan asimilar lo caduco, yuxtaponiendo las racionalizaciones inevitables.
La Universidad no hace excepción. Formas periclitadas de enseñanzas, una organización arcaica, se combinan con otras que el progreso y sus propias necesidades han impuesto. Profesores, estudiantes, funcionarios están concientes de estas trabas. Entorpecen toda la vida universitaria, cultural, la  técnica de investigación, el standard, modo y género de vida. Todo un programa de reivindicaciones se plantea para modificarla. Y este programa puede y debe levantarse como bandera y conquistarse puesto que interesa a toda la comunidad universitaria.
Este programa de reivindicaciones fundamentalmente democráticas, es lo que se denomina la Reforma Universitaria. Cierto que tal reforma universitaria no es unívoca y se configura cambiante, de acuerdo a los sectores social-ideológicos que la esgrimen, comprimiendo o ampliado su contenido según la relación de fuerzas internas del medio universitario influenciados o influenciando el medio social político exterior.
En sentido estricto, la Universidad corresponde y manifiesta la sociedad de clases que impera. No puede avanzar mas allá que la sociedad que la genera. De ahí su debilidad. Traspasar ese conjunto de reivindicaciones es dar cima a una revolución universitaria que es inconcebible dentro de una sociedad, que se mantiene conservadora, burguesa y al fin de cuentas sociedad explotadora y de clase.
¿Significa todo esto que sólo es posible este programa reformista? Sin una transformación total de la sociedad -vale decir sin una revolución socialista- es improbable una revolución universitaria. ¿Están condenados por utópicos y por tanto falsos los esfuerzos de traspasar las fronteras del nuevo enunciado de la Reforma Universitaria?
Uno de los aspectos claves de la reforma es el co-gobierno. La participación de los estudiantes en la generación de las autoridades, en la fijación de su política y en la dirección de la misma. Esta solicitación es compartida por la mayoría del estudiantado. Cierto que su sentido varía según el sector ideológico que la esgrime. Para el campo puramente democrático y sus prolongaciones socialistas reformistas, se tata exclusivamente detener una representación -minoritaria ciertamente- en los organismos directivos de la universidad, intermedios y superiores y participar en la generación de tales direcciones. El co-gobierno es una colaboración con sectores adversos a toda idea de reforma.
Para los revolucionarios el co-gobierno no es un fin en si mismo. Exige conjuntamente el cumplimiento de todo el programa de reivindicaciones que materializa la reforma universitaria. De no ser así la participación estudiantil no es más que su colaboración consciente en una política universitaria burguesa y por ende reaccionaria.
La universidad chilena está ligada al pasado de la sociedad. Los revolucionarios pugnan por una universidad que mire al futuro y que prepare deliberada, voluntariamente este futuro. Un hombre integrado en una sociedad integrada. Este futuro no es ni puede ser un descarnado tiempo histórico por venir. Dejando de lado toda superchería culturizante, es bien claro, que en este Mundo actual, luchan encarnadamente fuerzas antagónicas que comprometen la existencia y el destino de la humanidad. Para unos el futuro es un mundo de esclavización creciente y para los otros una armónica sociedad socialista.
Reformar verdaderamente la universidad es ponerla desde ya, con todo su vigor y riqueza, resueltamente en el campo de las fuerzas que luchan por la revolución y el socialismo. Sin esta visión, aunque se logre en su esquema formal, la conquista de una serie de reivindicaciones democráticas, no se avanzará más allá de un estrecho y mezquino reformismo en el plano de la superestructura.
Históricamente, la Universidad ha progresado impulsada por el estudiantado, por sus capas avanzadas, clarividentes y pujantes. Esta historia basta para despreciar y hacer un lado la bastarda afirmación de la inmadurez del estudiantado.
La Universidad será revolucionaria y socialista o no será. Situar el problema de esta transformación en la prioridad de la revolución social es desnaturalizarlo dogmáticamente. Nada está previamente designado en la lucha de clases. Sociedad y Universidad no se interaccionan mecánicamente, por decantación inerte. Una corriente revolucionaria que, segura y firme, acciona por la revolución universitaria  presiona y modifica a la sociedad. Aún más, como la experiencia universal lo prueba, puede ella conocer el triunfo antes que la misma sociedad. Que sea un anticipo, una ventaja transitoria y mortal, o el prólogo de una revolución como un todo, será resuelto en definitiva en la pugna de un complejo general de la lucha de clases.
Renunciar por anticipado, por esquemático logicismo, a esta perspectiva es hacer de la lucha universitaria una diversión estéril y paralizante. Amplios sectores del estudiantado, como hemos podido apreciarlo, pueden ser inyectados de socialismo y revolución, sin consideración estricta  a sus orígenes sociales. Es dentro de esta concepción que nos corresponde delinear una táctica precisada en sus detalles para integrar la Universidad a la gran marcha de la Revolución Chilena.


          Almagro