martes, 26 de noviembre de 2013



Escritos Latinoamericanos (compilación)

Christian Castillo
El interés de Trotsky por profundizar su estudio y conocimiento sobre América Latina comienza con su obligado traslado al México de Cárdenas, donde llega acompañado de su esposa Natalia Sedova y su secretario Jean Van Heijenoort el 9 de enero de 1937, luego de que el presidente mexicano le concediera lo que ningún otro gobierno quería otorgarle: una visa de residencia; una situación que había llevado al escritor surrealista francés André Breton (en ese entonces simpatizante de las ideas de Trotsky) a acuñar su famosa frase: "El mundo es un planeta sin visa para León Trotsky".
Presentamos en este libro un conjunto de artículos, entrevistas y cartas escritos por León Trotsky durante su exilio mexicano, de enero de 1937 hasta su asesinato en agosto de 1940. Algunos de estos trabajos recibieron temprana difusión en nuestro continente. Otros sólo fueron publicados esporádicamente y son poco conocidos: especialmente incluímos toda una sección dedicada a artículos de Trotsky y otros autores cercanos a sus ideas en esos tiempos, aparecidos en la revista Clave y que no han vuelto a ser publicados en décadas. En su conjunto es una de las compilaciones más completas de trabajos de Trotsky sobre América Latina, que creemos serán de gran interés tanto para el militante, como para el estudiante, el cientista social o para el lector interesado en temas políticos.
Trotsky y la politica mundial de la época
Durante los primeros meses de su estancia mexicana, Trotsky se dedicó centralmente a la organización de los "contraprocesos" a los juicios de Moscú. Sus escritos de esos días se empeñan en desentrañar las mentiras de los acusadores Stalin y Vichinsky y cuestiones vinculadas a la organización de la "Comisión de Investigación Internacional". Como parte de sus actividades esta comisión envió una delegación a México (que sesionó entre los días 10 y 17 de abril de 1937) encabezada por el filósofo norteamericano John Dewey que tuvo entre sus actividades principales tomar declaración al mismo Trotsky, cuyo alegato figura en el libro Los crímenes de Stalin. La febril actividad realizada por Trotsky en este terreno y en el seguimiento pormenorizado de los sucesos en la Unión Soviética -poco antes de ingresar a México, en agosto de 1936, había entregado a sus editores la versión terminada de La Revolución Traicionada, cuya primer edición aparece en mayo de 1937- fue acompañada con sus trabajos sobre los principales acontecimientos de la política mundial del momento. Primero, la guerra civil española, de la cual antes y durante su exilio mexicano, Trotsky escribió páginas magistrales y en la que había buscado la oportunidad de intervenir directamente. El otro gran tema que fue progresivamente envolviendo los escritos de Trotsky de estos años son los preparativos y luego los dramáticos acontecimientos de los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Ya desde 1934 Trotsky venía señalando que las contradicciones de la situación política mundial empujaban a un nuevo conflicto por el "reparto del mundo" entre las potencias imperialistas, el cual sólo podría ser evitado por la intervención revolucionaria del proletariado internacional. Cuando la acción desmoralizadora del Frente Popular en España y Francia alejó la perspectiva de la revolución, el camino hacia la guerra se hacía inevitable. En la entrevista concedida al dirigente sindical argentino Mateo Fossa, que lo visitó en México, Trotsky señalaba: "La guerra es inevitable y estallará en un futuro inmediato. Las crisis internacionales se suceden. Estas convulsiones son los dolores de parto de la próxima guerra. Cada nuevo paroxismo será agudo y más peligroso. Actualmente no veo en el mundo ninguna fuerza capaz de detener el desarrollo de este proceso. Indefectiblemente una horrible masacre hará presa de la humanidad. (...) La política del Frente Popular, como lo demuestran los ejemplos de Francia y España y de otros países, consiste en subordinar al proletariado al ala izquierda de la burguesía de los países capitalistas, tanto de la de la derecha como la de la "izquierda", está impregnada de chovinismo e imperialismo. El ’frente popular’ sirve para hacer de los obreros carne de cañón de su burguesía imperialista y nada más." Trotsky señaló claramente cómo la segunda guerra mundial no era en manera alguna una guerra de la "democracia contra el fascismo" como la presentaba la propaganda de los imperialismos británico, francés y norteamericano (y el stalinismo luego de la ruptura del pacto Stalin-Hitler), combatiendo abiertamente la política de subordinación a los mismos propugnada por los agentes de estas potencias imperialistas, que en las semicolonias y colonias llamaban, en nombre de "la lucha contra el fascismo", al mantenimiento del yugo imperialista. En septiembre de 1938, un año antes de la entrada de las tropas alemanas en Polonia, escribía: "En algunos círculos de la intelligentzia se ha hecho popular la idea de ’la unificación de todos los estados democráticos’ contra el fascismo. Considero que esta idea es fantástica, quimérica, apta solamente para engañar a las masas, especialmente a los pueblos débiles y oprimidos. ¿Realmente puede creer alguien siquiera por un momento que Chamberlain, Daladier o Roosevelt son capaces de declarar una guerra para defender el principio abstracto de la ’democracia’? Si el gobierno democrático amara tanto la democracia hubiera dado la libertad a la India. Y lo mismo Francia. Gran Bretaña prefiere la dictadura de Franco en España a la dominación política de los obreros y campesinos, porque Franco puede ser un agente del imperialismo británico mucho más complaciente y de confianza. Inglaterra y Francia no pusieron resistencia para entregarle Austria a Hitler, aunque inevitablemente le declararían la guerra si osara tocar sus colonias. En conclusión, es imposible combatir al fascismo sin combatir al imperialismo. Los países coloniales y semicoloniales deben luchar antes que nada contra el país imperialista que los oprime directamente, más allá de que lleve la máscara del fascismo o de la democracia."1 Tras el estallido de la guerra, Trotsky tuvo que responder a la oposición surgida en el principal partido de la IV Internacional en esos años, el Socialist Workers Party (SWP), donde dos de sus principales dirigentes, Max Shachtman y James Burnham, organizaron una fracción que se negaba a la defensa incondicional de la Unión Soviética frente al imperialismo, la cual sostenían ya no era en manera alguna un "estado obrero degenerado". Desde México, en artículos que se encuentran compilados en En defensa del marxismo, Trotsky combatió el pensamiento pragmático, antidialéctico, de sus contrincantes, que cedían a la presión de la opinión pública norteamericana luego de que Stalin pactase con Hitler. Sus consideraciones finales sobre la guerra se encuentran concentradas en el Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial, adoptado por la Conferencia de Emergencia de mayo de 1940. En su conjunto, las páginas destinadas al análisis de la segunda guerra y las respuestas estratégicas y tácticas que debían dar los marxistas revolucionarios ante la misma son sin duda de aquellas en las que aflora en toda su magnitud el genio marxista de Trotsky. Poco antes del estallido de la segunda guerra mundial, en septiembre de 1938, estando Trotsky en México y bajo la persecución más terrible del stalinismo -en esos días se multiplican los asesinatos de dirigentes trotskistas a manos de agentes de la GPU- se había realizado clandestinamente el Congreso de Fundación de la IV Internacional. La preparación de este Congreso y su documento fundamental (conocido como el Programa de Transición) ocupó gran parte de la actividad de Trotsky. En momentos en que la guerra se acercaba, veía fundamental sentar una bandera que separase claramente a los marxistas revolucionarios de la política traidora de la socialdemocracia y el stalinismo. Su hipótesis era que la guerra sería partera de la revolución y que al calor de estos grandes acontecimientos la IV Internacional podría pasar de unos pocos miles de seguidores a devenir en una internacional de masas. Aunque sus predicciones sobre el curso que seguirían los acontecimientos de la guerra, e incluso de la post guerra, son verdaderamente notables, su pronóstico más general no se cumplió. A pesar de Stalin, los obreros y campesinos soviéticos defendieron la propiedad nacionalizada y evitaron que la URSS colapsara durante la guerra. El stalinismo capitalizó el triunfo que las masas soviéticas obtuvieron sobre el nazismo, utilizándolo para desviar o aplastar los procesos revolucionarios de la inmediata post guerra y pactar un nuevo "orden de dominio mundial" con la nueva potencia imperialista hegemónica, los Estados Unidos.
Trotsky sobre México y América Latina: Pautas fundamentales para la comprensión de los "populismos" latinoamericanos
En medio de acontecimientos de esta magnitud, Trotsky dedica parte importante de su estancia en México al estudio de la realidad mexicana y latinoamericana. Sus aportes en este terreno, a los que está consagrado este libro, también son brillantes. La cláusula de asilo que impedía a Trotsky inmiscuírse en asuntos de la política interna mexicana, no implicó en manera alguna su desinterés por los importantes acontecimientos que se sucedían en su derredor. Sus artículos -de los que Olivia Gall ha destacado en su libro Trotsky en México su originalidad y fineza en relación a las mezquinas elaboraciones del stalinismo mexicano- tocan todos los aspectos fundamentales de la realidad política de México bajo el gobierno de Cárdenas, y se extienden a consideraciones que abarcan al conjunto de los países latinoamericanos y a la caracterización de los principales fenómenos políticos que se desenvolvían en ellos, como por ejemplo la aparición de movimientos nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses (el mismo cardenismo, el APRA peruano, etc.), los después llamados "populismos latinoamericanos" y cuál debía ser la actitud de los revolucionarios ante ellos. Sin duda en este terreno uno de sus mayores logros teórico-políticos fue la caracterización del gobierno de Cárdenas como un "bonapartismo sui generis", luego extendida a otros gobiernos semicoloniales: "En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capitalismo extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura poilicial, o bien maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros"2. En estas cortas líneas, donde se ponen en juego dialécticamente la relación entre clases y estado en los países semicoloniales y entre estos y el capital imperialista, hay más ciencia para desentrañar la naturaleza de los "populismos" latinoamericanos que en las decenas de libros de la sociología "oficial" consagrados al tema. Es que en Trotsky se combinan un gran conocimiento de la historia universal con el manejo profundo de la teoría marxista y la rigurosidad por comprender las particularidades de los fenómenos, una verdadera obsesión por no caer en el mecanicismo y el esquematismo teórico y político, como revelan las discusiones que mantiene con Charles Curtiss y otros trotskistas norteamericanos, que incluímos en este volumen.3 Su pensamiento en este terreno muestra el mismo agudo manejo del método marxista que le había permitido preveer la dinámica de la revolución rusa de 1917 con más de diez años de antelación, cuando, a la luz de la derrota de la revolución de 1905, escribía su primera versión de la Teoría de la Revolución Permanente en el folleto Resultados y Perspectivas. Pero con la ventaja de haberse enriquecido, más de treinta años después, con las lecciones y la experiencia viva de grandes acontecimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios -triunfo de la revolución de octubre, derrota de la revolución china de 1925-27, ascenso y consolidación del stalinismo, triunfo del fascismo en Italia y Hitler en Alemania, la revolución y la guerra civil en España, etc.- que moldearon la historia mundial y la biografía personal del gran revolucionario.
Una visión no mecanicista de la Teoría de la Revolución Permanente 
En base a la caracterización del "bonapartismo sui generis "Trotsky definió la actitud de los marxistas revolucionarios ante gobiernos como el de Cárdenas, afinando la teoría de la revolución permanente en relación al contexto mexicano de fines de los ’30 u otros similares. Para Trotsky la revolución mexicana tenía en la cuestión agraria y en la lucha por la liberación nacional sus motores fundamentales: "En los países atrasados el camino para oponerse al fascismo es ante todo el camino de la lucha revolucionaria por la independencia nacional y por la transformación radical de las relaciones agrarias. Sin la revolución agraria no hay independencia nacional ni salvación contra el fascismo. Cualquiera que bloquee el camino hacia la expropiación de la propiedad territorial y de los recursos nacionales en beneficio de los campesinos y del pueblo en general, está instigando al fascismo. Generalidades vagas acerca de la amistad y la democracia no son suficientes. Se debe tener una posición clara: o con los magnates del capital y de la seudodemocracia, o con la democracia genuina de los obreros, los campesinos y los pueblos oprimidos."4 Pero para Trotsky la obra de Emiliano Zapata, no podría ser concluida más que por la conquista del poder por la clase obrera acaudillando a las masas campesinas: "En este sentido, durante el curso de la lucha por las tareas demoráticas, oponemos el proletariado a la burguesía. La independencia del proletariado, incluso en el comienzo de este movimiento, es absolutamente necesaria, y oponemos particularmente el proletariado a la burguesía en la cuestión agraria, porque la clase que gobernará, en México como en todo los demás países latinoamericanos, será la que tendrá con ella a los campesinos. Si los campesinos continúan apoyando a la burguesía como en la actualidad, entonces existirá ese tipo de estado semi bonapartista, semi democrático, que existe hoy en todos los países de América Latina, con tendencias hacia las masas."5 Esta posición, sin embargo, no le impedía a Trotsky discernir entre el carácter que podían asumir los "frentes populares" (y Trotsky decía que el PRM-antecesor del PRI mexicano-, el APRA peruano o el Kuomintang chino era "el frente popular bajo la forma de partido"6) en los países semicoloniales, que en ciertas circunstancias se podían ver obligados a tomar medidas de enfrentamiento con el imperialismo (como la nacionalización del petróleo realizada por Cárdenas) a las que había que defender. "Pero -señala Trotsky- esta diferencia histórica de apreciación y esta diferencia de actitud, no son permitidos más que a condición de que nuestra organización no participe en el APRA, en el Kuomintang o el PRM y que conserve una libertad de acción y de crítica absoluta", sosteniendo a su vez la incapacidad intrínseca de estas burguesías y gobiernos de resolver las tareas democráticas hasta el final, tarea que bajo el dominio del imperialismo sólo puede ser llevada por la clase obrera acaudillando a las masas campesinas, y bajo la dirección de su vanguardia organizada en partido revolucionario. En particular Trotsky asume la defensa de las expropiaciones de las compañías petroleras británicas en México: "La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista. (...) Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera del mundo entero, y especialmente de Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y oprimidos."7 Se enfrentaba así al imperialismo británico y a todos aquellos que las cuestionaban con el argumento de que Gran Bretaña estaba en el bando de las "democracias" y que no había que "perjudicar la lucha contra el fascismo", como era el caso del gobierno del Frente Popular francés8. La caracterización y la actitud política de Trotsky frente a fenómenos como el cardenismo se distinguió claramente de la de los stalinistas que, según las conveniencias del Kremlim, pasaban de la más completa subordinación política a los mismos a caracterizarlos como "fascistas"9 si atentaban contra los intereses de alguno de los imperialismos con los que Stalin se hallaba en connivencia (recordemos la activa participación del Partido Comunista Argentino junto al embajador norteamericano Braden y la más rancia oligarquía en la conformación de la Unión Democrática en 1946 en nombre del combate contra el "nazi-peronismo"). Otro logro teórico no menos importante que registra Trotsky en estos años son sus elaboraciones sobre los sindicatos que se vieron enormemente enriquecidas por el análisis directo de la estatización de los sindicatos del régimen cardenista, elaboraciones que serían luego completadas en el trabajo Los sindicatos en la época imperialista que también se incluye en este volumen.
Clave 
La herramienta principal con la que contó Trotsky para intervenir sobre la realidad mexicana y latinoamericana fue la revista Clave. De la misma en vida de Trotsky se editaron dieciocho números, divididos en dos épocas de nueve cada una, algunos de los cuáles fueron números dobles, de octubre de 1938 a junio de 1939 y entre septiembre de 1939 y mayo de 1940. Clave era no sólo el órgano teórico-político a través del cual se expresaban las secciones latinoamericanas de la IV Internacional, sino que contaba con la participación de intelectuales y personalidades que simpatizaban con las ideas de Trotsky. En colaboración permanente con Trotsky, Octavio Fernández (el trotskista mexicano con quien Trotsky estableció una relación más estrecha) aparece como director de la revista, y entre los habitués del equipo de redacción estaban Diego Rivera (hasta su ruptura con Trotsky), Jean Van Heijenoort, Grandizo Munis, Adolfo Zamora y José Ferrel. Colaboradores más esporádicos fueron André Breton, George Novack, Francisco Zamora, el pintor mexicano Juan O’Gorman, el escritor argentino residente en Chile Samuel Glusberg ("Enrique Espinoza") y el argentino Liborio Justo.
Bajo su firma directa, sin firma, con seudónimo o como colaborador estrecho en artículos realizados por Diego Rivera u Octavio Fernández, Trotsky fue responsable de las principales elaboraciones aparecidas en la revista, en las que desde el marxismo revolucionario se tocaban temas, junto a los de la política mexicana y latinoamericana, que hacían a los principales eventos políticos mundiales (especialmente el destino de la Unión Soviética bajo el dominio del stalinismo y la Segunda Guerra Mundial) y se exploraban otros temas teóricos de vanguardia.10 Unos pocos artículos originarios de Clave figuran en la edición norteamericana de los Writings realizada por Pathfinder Press y en su traducción al español realizada por Editorial Pluma en la segunda mitad de los años ’70. Otros más están en la edición en francés de las Oeuvres encarada por el Instituto León Trotsky de Francia bajo la dirección de Pierre Broué. Aquí presentamos varios artículos que hemos seleccionado de distintos números de Clave. Algunos de ellos, aunque figuran originalmente sin firma llevan el sello de Trotsky, ya sea que los redactara directamente o que fuera producto de la discusión con alguno de sus colaboradores estrechos.11 En este libro se publican también artículos de Clave escritos por otros autores en esos tiempos cercanos a Trotsky, que colaboraban habitual u ocasionalmente con la revista, que creemos serán igualmente atractivos para el lector.12
Lombardo Toledano y el PCM: Las dos cabezas del stalinismo mexicano 
Desde su llegada a México Trotsky tuvo que enfrentar no sólo la hostilidad de los reaccionarios de derecha sino fundamentalmente de las "dos cabezas" del stalinismo mexicano: el Partido Comunista Mexicano y Lombardo Toledano, dirigente de la Central de Trabajadores de México y cabeza de la campaña por la expulsión de Trotsky del país. Toledano, que durante muchos años había estado enfrentado al PCM por cuestiones de política local, se unió a éste en su campaña de calumnias, buscando con sus ataques permanentes crear las condiciones políticas locales que hicieran factible su asesinato. Para llevar finalmente a cabo el asesinato de Trotsky (que tuvo un primer antecedente en el fallido atentado encabezado por el pintor stalinista David Alfaro Siqueiros en mayo de 1940) fue necesario incluso realizar una "purga" en el PCM, al que los enviados de la GPU señalaban como "displicente" frente a la necesidad de pasar a la "acción directa" contra Trotsky. Entre estos siniestros personajes encargados de llevar adelante el asesinato del compañero de Lenín en la revolución de Octubre, vale destacar la presencia de quienes fueran importantes figuras en los PC’s mexicano y argentino respectivamente: Vittorio Vidali ("Contreras") y Vittorio Codovilla. Clave siguió pormenorizadamente los movimientos que se iban dando en el stalinismo mexicano, así como los giros de la relación entre el PCM y Lombardo Toledano. En esta compilación están incluidos algunos de los trabajos centrales en los que se realizan dichos análisis.
Trotsky y el trotskismo mexicano 
Durante su estancia en México Trotsky mantuvo una relación conflictiva con el grupo trotskista mexicano, la Liga Comunista Internacionalista. En particular las disidencias se manifestaron con la política sectaria y aventurera impulsada por Luciano Galicia, quien lanzó una campaña por la "acción directa" contra el gobierno de Cárdenas en momentos en que la situación económica empeoraba debido al boicot que los imperialistas realizaban al petróleo mexicano. Trotsky sacó una carta de ruptura con la sección y sugirió a la Conferencia Panamericana primero y al Congreso de fundación de la IV Internacional después, que se declarase que no había ninguna sección en México y se procediese inmediatamente a su reorganización, para lo cual se destacó una comisión especial de alto nivel dirigente y, luego, se encomendó tal tarea al norteamericano Charles Curtiss. Finalmente la LCI fue reconstruida a principios de 1939, poco después cambiando su nombre por el de Partido Obrero Internacionalista, Sección Mexicana de la IVInternacional.13 La influencia real que llegó a ejercer Trotsky en la vida política mexicana de entonces no puede medirse por el número de sus partidarios organizados. Cuestiones vinculadas a Trotsky pueblan frecuentemente las páginas de los periódicos mexicanos de entonces. Y, mucho más importante que esto, pese a la furibunda campaña de los stalinistas, puede decirse que el pueblo mexicano sentía verdadero orgullo por albergar al gran revolucionario ruso: basten recordar los alrededor de 250.000 obreros y campesinos que acompañaron su cortejo fúnebre luego de su asesinato a manos del sicario de Stalin, Ramón Mercader; una manifestación de masas comparable a las realizadas en apoyo a Cárdenas por la nacionalización del petróleo.
La actualidad del legado de Trotsky 
La publicación de estos Escritos Latinoamericanos de Trotsky no está realizada con un interés académico. Lo hacemos reivindicando su legado revolucionario, al fin de este año en el que se cumplen sesenta años de la fundación de la IV Internacional. El Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "León Trotsky" de Argentina, responsable de esta publicación, espera así aportar a la tarea para la que se puso en marcha: la difusión de la obra y el pensamiento de Trotsky. Aunque escritos hace alrededor de sesenta años, muchos de los problemas políticos tocados en este libro mantienen enorme actualidad. En momentos en que la opresión imperialista sobre nuestros pueblos no ha hecho más que multiplicarse, la perspectiva de la revolución permanente mantiene toda su vigencia si es que aspiramos a un futuro en el que no sean las crecientes miserias actuales las que se repitan día a día. En este más de medio siglo las burguesías nacionales se mostraron completamente incapaces de liberar a nuestros países de las cadenas de la dominación imperialista. Los otrora fuertes movimientos nacionalistas de las burguesías de la región han terminado encabezando algunos de los gobiernos más proimperialistas de la historia: es el destino no sólo del PRI mexicano sino del APRA peruano, del Movimiento Nacionalista Revolucionario de Bolivia o del peronismo en Argentina. Pese al desarrollo industrial acontecido en varios países, la cuestión agraria continúa siendo un punto nodal para el desenvolvimiento revolucionario en nuestros países, poniendo la cuestión de la "alianza obrera y campesina" y de la hegemonía revolucionaria del proletariado en la misma en el centro de los problemas a resolver para lograr el derrocamiento revolucionario de la burguesía y de la dominación imperialista. En los últimos años hemos tenido nuevas muestras tanto del potencial revolucionario de la lucha campesina (campesinos de Chiapas y otros estados del sur mexicano, "cocaleros" en Bolivia, "sin tierra" en Brasil, campesinos indígenas en Ecuador, etc.) como de los enormes límites que les imponen las direcciones campesinas, que las encaminan tras una estrategia limitada de reformas, de colaboración de clases y mera presión sobre el estado burgués semicolonial. A poco de fin de siglo, el papel dirigente en la revolución latinoamericana no puede caberle a otra clase social más que al proletariado, bajo la dirección de un partido revolucionario de la clase trabajadora, el que es necesario poner en pie como parte de la pelea por reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Social, la IV Internacional. Cuando el imperialismo norteamericano quiere consolidar el dominio indiscutido de sus transnacionales desde Alaska a Tierra del Fuego, donde el desarrollo de mercados regionales como el NAFTA o el Mercosur no son más que instrumentos para el saqueo de nuestros pueblos por parte de éstas (y en el segundo caso también de los monopolios de los imperialismos europeos y japonés), la perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de América Latina tiene un rol clave que jugar para unir la lucha de los obreros y campesinos latinoamericanos. Confrontadas con los llorosos llamados a "humanizar el capitalismo" de los políticos burgueses latinoamericanos, estas "viejas" ideas cobran una enorme actualidad a la hora de pensar en un futuro sin explotación ni opresión para los trabajadores y campesinos de nuestra región y del mundo. En los años por venir seguramente no faltarán ocasiones para que éstas puedan transformarse en fuerza material. La fuerza de las ideas de Trotsky residen en que están formuladas desde un profundo internacionalismo. Lejos tanto del chovinismo que caracterizó la práctica del reformismo socialdemócrata y de los partidos comunistas de los países imperialistas como de las concepciones "tercermundistas" comunes a tantas corrientes políticas, la perspectiva dejada por Trotsky es la de la interrelación entre la lucha del proletariado de los países imperialistas con la lucha de los obreros y campesinos de los pueblos coloniales y semicoloniales contra su enemigo común: el sistema imperialista mundial. Como sostiene el Manifiesto de Emergencia de la IV Internacional de mayo de 1940: "Tan sólo bajo una dirección revolucionaria podrá el proletariado de las colonias y semicolonias entrar en invencible colaboración con el proletariado de las metrópolis y la clase obrera del mundo entero. Sólo una colaboración similar puede llevar a los pueblos oprimidos a su emancipación completa y definitiva, aniquilando el imperialismo en el mundo entero. Una victoria del proletariado internacional librará a los pueblos coloniales del penoso esfuerzo de un desarrollo capitalista, al abrirles la posibilidad de avanzar hacia el socialismo junto con el proletariado de los países avanzados. La perspectiva de la revolución permanente en modo alguno significa que los países atrasados hayan de esperar la señal de avance hasta que se la den los más avanzados o que los pueblos coloniales hayan de esperar pacientemente a que el proletariado de las metrópolis los libere. Ayúdate y Dios te ayudará. Los trabajadores deben desarrollar la lucha revolucionaria en todos los países, coloniales e imperialistas, en que aparezcan condiciones favorables, dando ejemplo a los trabajadores de otros países. Tan sólo la iniciativa y la actividad, la resolución y la audacia pueden convertir en realidad la consigna: 'Proletarios del mundo entero, uníos!'". Esperamos con la publicación de estos trabajos aportar modestamente a moldear las ideas que permitan avanzar en tal dirección.
Buenos Aires, diciembre de 1998

martes, 12 de noviembre de 2013

El asesinato de León Trotsky


Esteban Volkov. Ciudad de México, agosto de 1999

Publicado en Panorama Internacional (www.ft.org.ar). Esteban (Vsevolod) Volkov es nieto de León Trotsky y miembro de la Casa- Museo León Trotsky en Coyoacán, Ciudad de México (http://mx.geocities.com/museotrotsky). El artículo fue escrito en agosto de 1999. Esta es una traducción de Guillermo Cruz de la versión publicada en In defense of Marxism.
Han pasado 59 años desde esa tarde caliente del 20 de agosto de 1940 en una vieja casa rodeada por árboles frondosos y cactus en un suburbio pacífico de Coyoacán, en la capital de México. Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky, marxista revolucionario y, junto a Lenin, uno de los líderes más descollantes de la revolución de 1905 y la revolución de Octubre en Rusia, cayó víctima de un asesinato expresamente ordenado por José Stalin.
En esa tarde del 20 de agosto, un asesino profesional de la siniestra GPU o NKVD, la cual la mera mención de sus iniciales hacía temblar a cualquier ciudadano soviético, llevó a cabo un plan pérfido y traicionero que había sido cuidadosamente desarrollado. Bajo el pretexto de corregir un artículo, el asesino logró acceder al estudio del creador del Ejército Rojo. Cuando los dos hombres estuvieron solos, el asesino lo atacó por la espalda, blandiendo un picahielo de acero afilado con un mango corto, utilizado por los montañistas. En unos segundos, fue destruido el cerebro de uno de los luchadores más brillantes por la causa del socialismo.
Con el asesinato de León Trotsky - ese enemigo implacable de la burocracia que había usurpado el poder de las manos del proletariado revolucionario - se completó el exterminio contrarrevolucionario llevado a cabo por Stalin de una larga lista de líderes y participantes de la revolución de Octubre. Así, Stalin fue confirmado como el enterrador de la revolución bolchevique - un título que su víctima ya le había concedido mucho antes.
A mí me parece como si aquella tarde sangrienta y trágica del 20 de agosto hubiese ocurrido ayer. Yo era un joven de 14 años, Vsevolod (Seva) Esteban Volkov, nieto de Trotsky por parte de mi madre. Había llegado a México sólo un año antes después de un período viviendo con los Rosmers, esos amigos íntimos de Natalia y Lev Davidovich. Me dieron una habitación al lado de la de mis abuelos, y ya había probado el sabor de la pólvora y el calor de una bala rozando mi pie derecho durante el primer ataque contra la familia llevado a cabo por el pintor stalinista Alfaro Siqueiros y sus pistoleros en las primeras horas del 24 de mayo de 1940.
Casi tres meses después, estaba volviendo alegremente a casa desde la escuela, caminando por la calle Viena, al final de la cual se econtraba la vieja casa. De repente, noté algo raro a la distancia: un automóvil evidentemente mal estacionado se conducía irregularmente por la polvorienta calle y varios policías de uniforme azul marino y boinas militares parecían estar parados en la entrada de la casa. Semejante perturbación era algo inusual. Una afilada punzada de angustia me cruzó el pecho cuando tuve un presentimiento de que algo horrible había pasado en la casa y que esta vez no íbamos a tener tanta suerte.
Instintivamente aceleré mi paso, atravesando rápidamente la verja que estaba abierta, corriendo hacia el jardín, donde tropecé con un camarada norteamericano, Harold Robins, uno de los secretarios y guardaespaldas de mi abuelo. Estaba muy agitado, con un revólver en su mano, y sólo pudo gritarme con una voz desesperada: "¡Jackson! Jackson!"
En ese instante no pude entender el significado de su apresurada exclamación. ¿Qué tenía que ver con lo que estaba ocurriendo el marido o novio de la trotskista norteamericana Sylvia Ageloff y amigo de los Rosmers y los guardias? Pero mientras atravesaba el jardín hacia la casa, me crucé con un hombre con su cara cubierta en sangre a quien no reconocí inmediatamente, retirado por dos policías. El hombre quien yo supuse debía ser el Jackson al que se refería Harold, estaba haciendo mucho ruido, quejándose y sollozando, lo que se transformaba en una especie de aullido. Este hombre era realmente desagradable.
Cuando entré a la biblioteca y miré por la puerta entreabierta del comedor, entendí inmediatamente la magnitud de la tragedia. Mi abuelo yacía en el suelo con una herida en la cabeza, en un charco de sangre, con Natalia y un grupo de camaradas a su alrededor, aplicando hielo a la herida para cortar el flujo de sangre.
Entonces, Jackson - el marido generoso y atento de la camarada trotskista Sylvia Ageloff, el hombre que llevó a los Rosmers en su automóvil a Veracruz cuando regresaron a Europa, y que entretuvo a algunos de los guardias en buenos restaurantes del centro de la Ciudad de México, el hombre que mostraba una indiferencia total hacia la política, y que alegaba tener una madre belga adinerada que siempre cuidaba de su bienestar material, y un jefe en otro país que le pagaba jugosas comisiones por sus tratos comerciales - no era más que un agente vulgar de la siniestra GPU que se había introducido en la vida del líder revolucionario.
Él pertenecía a ese ejército de asesinos y torturadores que ejercían su reino de terror sobre el pueblo ruso. Eran las tropas de choque de la contrarrevolución, el pilar principal de la dictadura de Stalin y su burocracia. Disponían de recursos ilimitados derivados de la riqueza extraída de la clase obrera soviética por la burocracia. Eran la élite de la élite y los favoritos mimados del dictador.
"¡Mi madre está en sus manos! ¡Ellos me obligaron a hacerlo"! dijo Jackson bruscamente entre lloriqueos y quejas, mientras los guardaespaldas, alertados por los primeros gritos ensordecedores del "Viejo", corrieron a la escena del crimen y se abalanzaron y golpearon al asesino. "¡Jackson!" dijo Lev Davidovich, mientras se aferraba al marco de la puerta de su oficina, cubierto en sangre y señalando el agresor a Natalia, quien llegó corriendo. Era como si estuviera intentando decir: aquí está, el ataque de Stalin que estábamos esperando. Con gestos dificultosos, intentó señalar el estudio, "¡no lo maten - él debe hablar!" logró decir mientras yacía en el suelo del comedor a aquellos que lo rodeaban. Y tenía razón. Ésta era la mejor manera de echar luz sobre el carácter del crimen.
Ahora ya no hay ningún secreto. La conspiración procedió por etapas: Stalin, Beria, Leonid Eitingon, su amante Caridad Mercader y su hijo, el catalán Ramón Mercader (alias Jackson) eran las personas que asesinaron al fundador del Ejército Rojo y el camarada de armas de Lenin.
"¡Nos han dado otro día de vida, Natasha!" solía exclamar alegremente Lev Davidovich a su compañera inseparable Natalia Sedova todas las mañanas, cuando la luz del día se introducía por la oscurecida alcoba - el mismo lugar donde habían escapado milagrosamente con sus vidas en la noche del 24 de mayo, cuando la casa fue ametrallada por Siqueiros y otros veinte atacantes. ¡Pero la tregua fue breve! "Morir no es un problema cuando un hombre ha cumplido su misión histórica," le dijo Trotsky una vez a un grupo de camaradas jóvenes.
León Trotsky no era la clase de hombre que muere apaciblemente envejeciendo en su cama. Cayó en la primera línea de la lucha por el verdadero socialismo - el socialismo que fue concebido por Marx, Engels, Lenin y el propio Trotsky. Ésta es la manera en la que los héroes de la revolución proletaria dan sus vidas - con una bandera roja en una mano y un rifle de combate en la otra. Él dejó esta vida con la serenidad inmutable del que ha cumplido con su deber y ha logrado su misión histórica.
Codo a codo con Lenin, le aportó una base ideológica marxista tanto a la revolución derrotada de 1905 y la revolución victoriosa de Octubre de 1917. En esta última, la intervención de Trotsky fue decisiva. Para remover cualquier duda o remanente de la falsificación stalinista, reproducimos los comentarios del experto militar suizo, Comandante E. Léderray,: "El Ejército Rojo, creado y dirigido por León Trotsky, fue un factor clave en el triunfo de la revolución bolchevique". En dos ocasiones fue elegido presidente del Soviet de Petrogrado, en 1905 y 1917. También fue nombrado Ministro de Asuntos Extranjeros del estado soviético.
Pero las páginas que se grabarán para siempre en los anales de historia serán el último período de su vida: la lucha indomable y heroica que emprendió hasta su muerte, junto con un grupo pequeño de camaradas, contra una de las dictaduras más sanguinarias y bestiales conocidas por la humanidad, que se levantó sobre la usurpación y la traición de la primera revolución socialista en el mundo.
Inicialmente, desde 1923, Trotsky emprendió la lucha dentro del Partido Comunista de la Unión Soviética por medio de la Oposición de Izquierda, en un esfuerzo por re-dirigir al Partido del camino de la degeneración burocrática y el abandono del marxismo-leninismo, volviendo a las tradiciones de la revolución proletaria y de Octubre. Pero los ardientes discursos y declaraciones del organizador del Ejército Rojo cayeron en oídos sordos. El Partido ya había sido infiltrado completamente por las criaturas de Stalin. El humor prevaleciente era el carrerismo y la persecución de ambiciones personales, o el miedo hacia el dictador naciente.
En 1927, Trotsky fue expulsado del Partido y deportado a Alma-Ata. La Oposición de Izquierda prácticamente dejó de funcionar. En 1929 fue expulsado de Rusia. Empezando por Turquía, comenzó su largo viaje a través de lo que él mismo llamó el "planeta sin visado". Después fue a Francia, Noruega, y finalmente México. Él era totalmente consciente de que sus días estaban contados. Desde el comienzo de su exilio, acompañado por su esposa Natalia y su hijo León Sedov, y con la ayuda de colaboradores fieles, Trotsky utilizó cada minuto de su existencia para mantener encendido el faro del pensamiento marxista revolucionario y denunciar ante la opinión pública internacional y las masas trabajadoras todos los crímenes y traiciones del stalinismo.
Después de la derrota terrible de la clase obrera alemana y el triunfo del fascismo y el ascenso de Hitler al poder como resultado de las capitulaciones, traiciones y errores del Partido Comunista alemán y la Tercera Internacional stalinizada, que Trotsky caracterizó como un "cadáver descompuesto", concluyó que el esfuerzo por regenerarla era una causa perdida, y desde ese momento se dedicó a lo que consideró que era la tarea más importante de su vida - la creación de una nueva vanguardia revolucionaria en la forma de la Cuarta Internacional, la cual logró fundar sólo dos años antes de su asesinato por Stalin.
Marx y Engels llevaron a cabo un estudio exhaustivo y magistral de la sociedad capitalista que Lenin desarrolló en su análisis sobre la fase imperialista del capitalismo. Trotsky también, siguiendo el método marxista, hizo un análisis magistral del período de transición que sigue al derrocamiento del capitalismo. Él explicó cómo el stalinismo surgió como contrarrevolución política, en la forma de un bonapartismo burocrático en el Unión Soviética. Sus análisis y definiciones en La Revolución Traicionada - un trabajo escrito hace más de 60 años - son sumamente rigurosos y totalmente válidos hoy. Aquí tenemos una descripción de una sociedad en transición - ni capitalismo ni socialismo - bajo la dominación de una casta de usurpadores burocráticos.
Semejante formación social no tenía ningún papel funcional en la producción, ni podría tener alguna significación permanente, y así, por sí misma, no se elevó a la categoría de una clase en el sentido marxista de la palabra. Sólo podía mantenerse en el poder por medio de la falsificación de la historia y a través del terror. El resultado final era la restauración del capitalismo en Rusia. Trotsky abogó urgentemente por una revolución política en Rusia, en la que la clase obrera reconquistara el poder que le había usurpado la burocracia, salvando todo lo que sobreviviera de las conquistas de Octubre, y reconstruyendo la base para el socialismo genuino, basado en la democracia obrera con soviets genuinos, la abolición del gobierno unipartidista y la introducción del control democrático y la dirección de la economía planificada por parte de los trabajadores.
Hasta el momento, esto no se ha llevado a cabo, como resultado de la inercia política de la clase obrera rusa después de 70 años de sofocante dictadura burocrática. Según el historiador Volkogonov, la publicación de La Revolución Traicionada en 1936 (fue traducida inmediatamente al ruso para Stalin) llevó a una aceleración de los planes para asesinar a Trotsky desde diciembre de ese año. Volkogonov - quien tuvo acceso a los archivos de la KGB - afirma que Stalin siempre tuvo miedo de Trotsky. De manera que la publicación de su biografía de Stalin, que estaba en preparación en 1939-40, no pudo haber hecho mucho para calmar la furia asesina del amo del Kremlin. Contrariamente a lo que uno pudiera pensar, Trotsky escribió este libro sin mucho entusiasmo, producto de la necesidad económica, a pedido de un editor norteamericano, dejando a un lado una biografía de Lenin, un trabajo que le interesaba mucho más.
La contribución de Trotsky al arsenal del movimiento obreros es inmensa: teoría marxista, polémicas, trabajos históricos, autobiografía, para nombrar sólo las principales. El Profesor inglés Sinclair ha publicado un índice bibliográfico de más de 400 páginas que contiene sólo la lista de los títulos recogidos por él. Como lo expresó Ernest Mandel, quien falleció recientemente: "Trotsky pasará a la historia como el estratega más importante del movimiento socialista."
En su lucha tenaz e ininterrumpida contra la dictadura burocrática stalinista, que lo convirtió en el revolucionario más calumniado y perseguido del mundo, hay una cosa que resalta por su importancia histórica: el contraproceso que organizó en respuesta a las purgas de Stalin. Después de su breve período de destierro en Escandinavia, que se convirtió en seis meses de silencio forzado y arresto domiciliario impuesto por el gobierno "socialista" de Noruega, a insistencia de Stalin, Trotsky finalmente se dirigió a México. Habiéndole sido concedido el asilo por parte del presidente mexicano, el Gral. Lázaro Cárdenas, inmediatamente después de su llegada en enero de 1937, Trotsky se puso a trabajar. Ahora tenía libertad completa para preparar su defensa, y también la de su hijo, León Sedov y todos los otros revolucionarios falsamente acusados en la farsa sangrienta de los Juicios de Moscú. Por estos medios, Stalin y su pandilla del Kremlin buscaban encontrar una coartada legal para justificar el exterminio de todos aquellos que podían dar un testimonio viviente de las tradiciones de Octubre.
A sugerencia de Trotsky, se formó una comisión investigando, presidida por célebre filósofo y educacionista norteamericano, John Dewey, y compuesta por personas de una integridad absoluta, sin conexión con el acusado. Trotsky anunció su disposición de entregarse a los verdugos de la GPU si se probara así fuera uno de los cargos. Su objetivo al organizar este contraproceso no era sólo salvar su honor y reputación como revolucionario y denunciar antes la humanidad y ante la historia los crímenes del stalinismo, sino también dificultarle a Stalin y la burocracia llevar acometer más juicios y exterminios. Después de 13 días de agotadoras sesiones, con la presentación de 18 imputaciones y respuestas firmes, la comisión entregó un veredicto de "No culpable", y caracterizó a los Juicios de Moscú como la falsificación más monstruosa de toda la historia.
La brillante carrera revolucionaria de León Trotsky - preparando la revolución y llevándolo a cabo; defendiéndola después contra sus enemigos y usurpadores - se basó en todo momento en el marxismo y proporciona una prueba irrefutable de su vitalidad y veracidad hasta el día de hoy. La precisión de su análisis fue luego subrayada por el derrumbamiento de los régimenes stalinistas y neo-stalinistas que Trotsky predijo con una confianza inconmovible hasta el final. Su vida heroica sigue siendo una fuente de inspiración y un gran ejemplo para todos los revolucionarios.

lunes, 7 de octubre de 2013

por Daniel Bensaïd

Transcripción del curso de formación impartido por Daniel Bensaïd en el Campo de Jóvenes de la IVº Internacional en julio de 2007 en Barbaste (Francia). Los subtítulos son de la redacción de Inprecor.

La palabra y la cuestión de la estrategia vuelven de nuevo en nuestros días.

Ello puede parecer banal, pero éste no era el caso en los años ochenta y en los principios de los años noventa: entonces se hablaba, sobre todo, de resistencia y los debates sobre la cuestión estratégica prácticamente habían desaparecido. Se trataba de aguantar, sin necesariamente saber cómo se iba a salir de esa situación defensiva.
Si se reinicia hoy un debate sobre los problemas estratégicos -ya se dirá de qué tratan éstos- es que la propia situación evolucionó. Para decirlo de manera simple: a partir de los Foros Sociales, la consigna de “otro mundo es posible” se convirtió en un slogan de masas o, en todo caso, una consigna extensamente difundida.

Las cuestiones que se plantean ahora son: ¿qué otro mundo es posible?, o: ¿qué otro mundo queremos? Y sobre todo: ¿cómo llegar a ese otro mundo posible y necesario?

La cuestión de la estrategia es ésta: no se trata solamente de la necesidad de cambiar el mundo sino de encontrar la respuesta a la cuestión de cómo cambiarlo: ¿cómo llegar a cambiarlo?

Observaciones preliminares

Una primera observación: el vocabulario que trata de ‘estrategia’, ‘táctica’ e incluso, en la tradición de los camaradas italianos familiarizados con la obra de Gramsci, los conceptos de ‘guerra de desgaste’, de ‘guerra de movimiento’, etc., todo este vocabulario que se volvió parte del movimiento obrero a principios del siglo XX, se tomó prestado del lenguaje de los militares y, en particular, de los manuales de historia militar.

Dicho esto, no debemos equivocarnos: desde el punto de vista de los revolucionarios, hablar de estrategia no es solamente hablar de confrontaciones violentas o confrontaciones militares con el aparato de Estado, etc., sino referir una serie de consignas, de formas de organización política, de una política que trata de transformar el mundo.

Una segunda observación
: la cuestión estratégica tiene dos dimensiones complementarias en la historia del movimiento obrero.

Trata, de entrada, de la cuestión de cómo tomar el poder en un país.

La idea de que la revolución comienza por la conquista del poder en un país, o en varios, pero en cualquier caso en naciones en las cuales se organizaron las relaciones de clases, las relaciones de fuerzas, a partir de una historia dada, a partir de conquistas sociales, a partir de relaciones jurídicas. Esa cuestión -la conquista del poder en un país, Bolivia, Venezuela, esperemos que el día de mañana sea un país europeo- sigue siendo una cuestión a la orden del día y una cuestión fundamental.

Contrariamente a lo que pretenden algunas corrientes, como las inspiradas por Tony Negri en América Latina o en Italia, que
piensan que la cuestión de la conquista del poder en un país es una cuestión pasada e incluso eventualmente reaccionaria, ya que mantiene las luchas en los cuadros nacionales, pensamos que la cuestión de la lucha por el poder comienza sobre el terreno de las relaciones de fuerzas nacionales, aunque cada vez más estrechamente combinada con la segunda dimensión de la cuestión estratégica: la de una estrategia a escala internacional, continental y hoy mundial.

Éste ya era el caso a principios del siglo XX -y era el sentido de la idea de la revolución permanente: comenzar a solucionar la cuestión de la revolución en uno o en varios países, aunque la cuestión del socialismo se planteaba inmediatamente por la extensión de la revolución a un continente y al mundo entero. Esa idea era fundamental para los revolucionarios de la generación de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y lo es más aún para nosotros. Y es posible comprobar su vigencia: en Venezuela se puede nacionalizar el petróleo, tener una determinada independencia con relación al imperialismo, pero esta posibilidad tiene límites si no se extiende el proceso revolucionario a Bolivia, a Ecuador, y con un proyecto para toda América Latina de lo que es la revolución bolivariana.

Tenemos pues este doble problema: tomar el poder en algunos países con el fin de que sirvan como trampolín para una extensión internacional de la revolución social.

Una última observación introductoria: el problema de la estrategia revolucionaria responde a un verdadero reto, que no se soluciona en Marx.

Si se considera que los trabajadores en general, la clase obrera, son mutilados física y también moral e intelectualmente por las condiciones de la explotación -y Marx describe esto en páginas y páginas de El Capital, que tratan de la degradación por el trabajo, de la ausencia de tiempos de ocio, de la imposibilidad de tener tiempo para vivir, leer, cultivarse…-, entonces se plantea la cuestión de cómo una clase que sufre una opresión total podría, al mismo tiempo, ser capaz de concebir y construir una nueva sociedad.

Había en Marx la idea de que el problema se solucionaría de manera casi natural, que la industrialización de finales del siglo XIX crearía una clase obrera cada vez más concentrada, por lo tanto cada vez más organizada, cada vez más consciente, y que esta contradicción entre las condiciones de vida, donde es explotada, y la necesidad de construir un nuevo mundo sería regulada por una suerte de dinámica casi espontánea de la historia.

Ahora bien, toda la experiencia del último siglo es que el Capital reproduce permanentemente las divisiones entre los explotados, que la ideología -dominante- domina también a los dominados, que no es solamente porque hay manipulación de la opinión por los medios de comunicación -que desempeñan un papel cada vez más importante, es verdad- sino que las condiciones de dominación y compromiso ideológico de los explotados encuentran sus raíces en las relaciones del propio trabajo, por el hecho de no ser propietarios de sus herramientas de trabajo, por no ser quienes deciden los objetivos de la producción, por ser -como lo decía Marx- instrumentos de las máquinas, más que sus amos. Todo eso hace que muchos fenómenos del mundo moderno se nos presenten, a los seres humanos que somos, como potencias extrañas y misteriosas. Se nos dice: no es necesario hacer eso porque los mercados van a enfadarse, como si los mercados fueran personajes omnipotentes, como si el propio dinero fuera un personaje omnipotente, etc. No puedo desarrollar esta idea más, pero es importante decir que las relaciones sociales capitalistas crean un mundo de ilusiones, un mundo fantástico, que sufren también los dominados y del que deben liberarse.

Esta es la razón por la cual las luchas espontáneas contra la explotación, contra la opresión, contra las discriminaciones, son necesarias. Ellas son, si se quiere, el combustible de la revolución. Pero las luchas espontáneas no bastan para romper el círculo vicioso de las relaciones entre el Capital y el trabajo. Es necesaria que intervenga una parte de conciencia, una parte de voluntad, un elemento consciente -la parte de la acción política, de la decisión política que es llevada por un partido. Pero un partido no es extranjero a la sociedad en la cual está inserto. Incluso en la organización más revolucionaria se padecen los efectos de la división del trabajo, se sufren los efectos de la enajenación -de la enajenación deportiva, por ejemplo, porque está a la orden del día este verano- pero al menos una organización revolucionaria se da los medios para resistir colectivamente y para romper el hechizo, el encanto, de la ideología burguesa.

¿"Tomar" el poder?

A partir de lo anterior, es necesario decir algunas cosas simples. Se nos pregunta: ¿Qué quiere decir ser revolucionario en el siglo XXI? ¿Están a favor de la violencia?

En primer lugar, como decía el Presidente Mao, la revolución no es una cena de gala. El adversario es feroz, es poderoso, por lo tanto, la lucha de clases es una lucha y una lucha en muchos aspectos despiadada y no somos nosotros quienes así lo decidieron. Por ello existe una legítima violencia revolucionaria, a la que no es necesario rendir culto, porque no es lo que caracteriza para nosotros principalmente la revolución.

Hasta se desearía ser pacífico y que se amaran los unos a los otros. Pero para ello es necesario, en primer lugar, crear las condiciones que lo permitan.

Por eso, lo que define para nosotros una revolución es transformar el mundo, que, justamente, cada vez más, resulta más injusto y más violento. Y para cambiar el mundo es preciso pasar por la conquista del poder.

¿Pero qué quiere decir “tomar el poder”? No es apoderarse de una herramienta, no es alcanzar puestos, no es ocupar los aparatos del Estado.

Tomar el poder es: transformar las relaciones de poder y las relaciones de propiedad. Es hacer que el poder sea cada vez menos el de los unos sobre los otros para que sea, cada vez más, una acción colectiva y compartida. Y por eso es necesario cambiar las relaciones de propiedad -la propiedad privada de los medios de producción, de los medios de intercambio y, hoy cada vez más, la propiedad de los saberes (porque por medio de las patentes o la propiedad intelectual hay una privatización de los conocimientos que son un producto colectivo de la humanidad… llegando pronto a patentar genes, mañana las fórmulas matemáticas o las lenguas), privatización del espacio (hay cada vez menos espacio público: los camaradas mexicanos les contarán que en la ciudad de México las calles son privatizadas, y esto comienza a desarrollarse también en Europa), privatización de los medios de información, etc.

Entonces, para nosotros, tomar el poder es cambiar el poder y para cambiar el poder es necesario cambiar radicalmente las relaciones de propiedad e invertir la tendencia actual a la privatización del mundo.

¿Cómo superar este dominio del Capital, que se reproduce casi naturalmente a través de la organización del trabajo, a través de la división del trabajo, a través de la mercantilización de los ocios, etc.? ¿Cómo salir de este círculo vicioso que hace finalmente adherirse a los oprimidos al sistema que los oprime? Durante la última campaña electoral oí a un obrero decir en la televisión en Francia: ¿“Cómo puede ser que los burgueses saben votar en función de sus intereses y que a menudo los trabajadores, o incluso una mayoría de ellos, votan por intereses que les son contrarios?” Es que, precisamente, están bajo la dominación de la ideología dominante. Entonces, ¿cómo salir de ese dominio?

La respuesta de los reformistas fue apostar por la erosión de ese poder: con un poco más de organización sindical, un poco más de votos electorales, etc. Obviamente, todo eso es importante. El nivel de la organización sindical e incluso los resultados electorales son índices de las relaciones de fuerzas. En los países capitalistas desarrollados, que tienen ahora cerca de un siglo o más de un siglo de vida parlamentaria, no se pasará de un grupo de algunos centenares o millares de militantes al asalto del poder si no se construyen relaciones de fuerzas en el terreno sindical, social y también, incluso si está muy deformado, en el terreno electoral.
Entonces, hay cambios. Pero la ilusión reformista es que, para retomar una fórmula que ya ha sido utilizada, la mayoría electoral terminará por incorporarse a la mayoría social y, en consecuencia, el cambio de la sociedad puede ser el resultado de un simple proceso electoral.

Todas las experiencias del siglo XIX y del siglo XX muestran lo contrario. Sólo hay posibilidades revolucionarias en ciertas condiciones relativamente excepcionales. Hay condiciones de crisis revolucionaria, de situación revolucionaria, donde se produce una verdadera metamorfosis, no simplemente un pequeño progreso sino una transformación súbita en la conciencia de centenares de millares y millones de gentes. Los últimos ejemplos en Europa fueron Mayo de 68 en Francia, el Mayo rampante italiano, 19741975 en Portugal… Se puede discutir si la situación era verdaderamente revolucionaria o en qué medida, etc. Se trata, en todo caso, de experiencias donde se ve que la gente, como se dice, aprende más en algunos días que en años y años de discusiones, de escuelas de formación, etc. Hay una aceleración en la toma de conciencia.

Ritmos, auto-organización, conquista de la mayoría, internacionalismo

En primer lugar: toda concepción de estrategia revolucionaria debe partir de la idea de que hay ritmos en la lucha de clases, hay aceleraciones, hay reflujos, pero, sobre todo, existen períodos de crisis en los cuales las relaciones de fuerzas pueden transformarse radicalmente y poner realmente en la orden del día la posibilidad de cambiar el mundo, o, en todo caso, de cambiar la sociedad.

En segundo lugar: examinamos ideas muy generales, como la de que en todas las experiencias revolucionarias, victoriosas o vencidas, que se puede examinar del siglo XIX o del siglo XX, desde la Comuna de París hasta la Revolución de los claveles (de Portugal), o a la experiencia de la Unidad Popular en Chile, en todas las situaciones de crisis más o menos revolucionaria, surgen formas de doble poder, es decir, órganos de poder exteriores a las instituciones existentes. Tales son los consejos de fábrica en Italia en 1920-1921, los soviets en Rusia, los consejos obreros en Alemania en 1923, los cordones industriales y los comandos comunales -es decir, las asociaciones de vecinos- en Chile en 1971-1973, las comisiones de moradores que ocupan las fábricas hasta la asamblea de Setubal en Portugal en 1975.

Por lo tanto, en toda situación intensa de lucha de clase hacen su aparición órganos que llamamos de auto-organización, de organización democrática propia de la población y de los trabajadores, que opone su legitimidad a las instituciones existentes.

Eso no quiere decir que es una oposición absoluta. Los bolcheviques combinaron durante todo el año de 1917 la reivindicación de una Asamblea Constituyente por sufragio universal con el desarrollo de los soviets. Hay una transferencia de legitimidad de un órgano a otro que no tiene nada de automático, es necesario hacer la demostración práctica de que los órganos de poder popular son más eficaces en una crisis, son más democráticos, son más legítimas que las instituciones burguesas.

Pero no hay situación revolucionaria real sin que aparezcan al menos elementos de lo que llamamos la dualidad del poder o un doble poder.

En tercer lugar: resulta central la idea de la conquista de la mayoría como condición de la revolución. Lo que distingue a la revolución de un putsch o golpe de Estado es que la primera es un movimiento mayoritario de la población.

Es necesario tomar al pie de la letra la idea de que la emancipación de los trabajadores es la obra de los propios trabajadores y que pese a lo determinados y valiente que sean los militantes revolucionarios, éstos no hacen la revolución en lugar de la mayoría de la población.

En esto radica todo el debate de los primeros congresos de la Internacional Comunista, en particular del tercero y del cuarto, después del desastre de lo que se llamó la “acción de marzo” de 1921 en Alemania, una acción efectivamente golpista, minoritaria (a escala de la Alemania de la época, es decir, a pesar de que participaron cientos de millares de personas). Esto abrió un debate en la Internacional Comunista respecto a los que creían poder copiar de manera simplista a la Revolución rusa; se afirmó entonces que era necesario conquistar a la mayoría, no en el sentido electoral -no se trataba de ser legalistas diciendo que mientras no se tenga la mayoría en el Parlamento, no se puede hacer nada- pero sí como una legitimidad mayoritaria en las masas, lo que es una concepción diferente.

Aquellos entre ustedes que puedan leer -siempre es útil leerla- la Historia de la Revolución rusa de Trotsky, verán cómo está atento incluso al menor movimiento en los municipios, en las elecciones locales, etc., en tanto que índices de lo que madura como posibilidad en las masas. La conquista de la mayoría se convirtió en el problema en la Internacional Comunista a partir del tercer congreso de 1921 e hizo aparecer los conceptos de frente único, demandas transitorias y más tarde, con Gramsci en particular, de hegemonía. Es decir, se trata de conquistar la hegemonía: la revolución no es simplemente la confrontación capital-trabajo en la empresa, es también la capacidad del proletariado de demostrar que otra sociedad es posible y que es éste la fuerza principal para construirla. Esta demostración se hace, en parte, antes de la toma del poder, porque si no es así es un mero salto en el vacío, es un salto de pértiga sin impulso o un golpe de mano, un putsch. Es por eso que las ideas de demandas transitorias y de frente único son herramientas para la conquista de la mayoría.

Las demandas transitorias pueden parecer elementales. En Francia estamos muy contentos de la campaña de Olivar Besancenot, pero, francamente, “SMIC a 1500 euros y una mejor distribución de las riquezas”, no son consignas muy revolucionarias; hace algunos años incluso habrían parecido muy reformistas. Parecen radicales hoy porque los reformistas ni siquiera hacen ya ese trabajo. Las consignas no tienen un poder mágico, no valen en sí mismas sino en una situación dada, como inicio de una toma de conciencia. Cuando se dice hoy que no se puede vivir decentemente en un país como Francia con menos de 1500 euros al mes, se ve a responder que eso no es realista: si se elevan los salarios, los capitales se van a ir. Eso plantea un nuevo problema: ¿cómo impedir que los capitales se vayan?

Es necesario entonces atacar la especulación financiera, es necesario atacar la propiedad… El derecho al alojamiento plantea el problema de la propiedad de la tierra e inmobiliaria… Pues se trata de consignas que, en un momento dado, cristalizan los problemas que pueden ser comprendidos y que pueden ser una palanca de movilizaciones para millares o cientos de millares de personas, a partir de las cuales se pueden hacer demostraciones pedagógicas, progresivas, en la acción y no solamente en el discurso, de lo que es la lógica del sistema capitalista y por qué incluso demandas tan elementales y tan legítimas chocan de frente con la lógica del sistema.

Esta discusión puede parecer elemental hoy. Pero en los debates de la Internacional Comunista aquellos que querían copiar a la Revolución rusa avanzaban la consigna de armar al proletariado… Sí, por supuesto, si se quiere resistir al enemigo, es necesario llegar a eso. Pero antes de llegar allí, es necesario, en primer lugar, que esté operando toda una toma de conciencia que parta de demandas más elementales, como la escala móvil de salarios, de la división del tiempo de trabajo, etc., etc.

Estas cosas que son banales para nosotros distaban mucho de ser compartidas, y fueron objeto de debates muy violentos y muy duraderos en la Internacional Comunista. Y en torno a estas demandas, que se sienten como necesarias y vitales por la mayoría de las personas, se propone la unidad más amplia a todos los que están dispuestos a luchar seriamente por ellas. Es esta la razón por lo que las demandas transitorias están vinculadas al problema del frente único. Se sabe muy bien que los reformistas no irán hasta el final. Se sabe muy bien que cederán al chantaje y que si el Capital lanza un ultimátum, capitularán. Sin embargo, el camino que se habrá hecho tendrá un valor de demostración pedagógica a los ojos de los que quieren realmente luchar hasta el final por las necesidades vitales, las necesidades culturales, los derechos a la vida, a la salud, a la educación, al alojamiento, etc., y a partir de allí se puede avanzar.

En cuarto lugar, porque no pensamos que la revolución pueda conseguir una sociedad más igualitaria en un solo país, cercado por el mercado mundial, desde el principio tenemos la preocupación de construir relaciones de fuerzas internacionales favorables. El hecho de construir un movimiento internacional -una Internacional de ser posible, y también redes, una izquierda anti-capitalista europea, los encuentros de la izquierda revolucionaria en América Latina, etc.-es parte del programa, no es un mero instrumento técnico, es la traducción práctica de una visión política sobre la dimensión internacional de la revolución.

Dos hipótesis estratégicas y no un modelo

En lo que resta abordaré los últimos puntos.

En primer lugar, se nos pregunta si acaso tenemos un modelo de sociedad. No tenemos un modelo de sociedad. No se puede decir al mismo tiempo que la emancipación de los trabajadores será la obra de los propios trabajadores y pretender tener en nuestro equipaje los planes con las dimensiones de la ciudad futura, etc.

Tenemos, en cambio, la memoria de una serie de experiencias de luchas, revoluciones, victorias y derrotas, que podemos llevar, transmitir y no dejar que se borren. Lo que tenemos no es un modelo de sociedad pero sí las hipótesis de una estrategia revolucionaria.

Para los países capitalistas desarrollados, en donde los asalariados constituyen la gran mayoría de la población activa, se trabaja con la idea estratégica de una huelga general insurreccional.

Para algunos eso puede parecer una idea del siglo XX, incluso del siglo XIX, pero eso no quiere decir que la revolución tomará forzamiento la forma de una huelga general perfecta, de una huelga general con piquetes armados y que será insurreccional. Eso quiere decir, más bien, que nuestro trabajo se organiza en esa perspectiva, que a través de luchas y huelgas locales, huelgas regionales y huelgas de ramas, se intenta familiarizar a los trabajadores con la idea de la huelga general. Esto es muy importante, porque en una situación de crisis es eso lo que puede permitir que espontáneamente haya una reacción de masa en ese sentido.

En Chile, en el momento del golpe de Estado de Pinochet en septiembre de 1973, el Presidente Allende, que disponía aún de la radio, no llamó a la huelga general. Si hubiera existido un trabajo metódico, sistemático, en esta dirección, habría estallado una huelga general espontánea con ocupación de las fábricas, que quizá no habría impedido el golpe de Estado pero en cualquier caso lo hubiera vuelto mucho más difícil. Y una lucha que se pierde en la batalla, se recupera siempre más rápidamente que una lucha que se pierde sin dar batalla. Es una norma casi general de todas las experiencias del siglo XX. Trabajar con la idea de una huelga general no es proclamarla permanentemente sino hacer madurar la idea, para que se convierta casi en un reflejo de respuesta del mundo asalariado ante una agresión patronal, ante un golpe de Estado, ante una represión antidemocrática.

El levantamiento de julio de 1936 en Cataluña y en España contra el golpe de Estado, habría sido difícilmente concebible sin el trabajo previo, sin la experiencia de Asturias en 1934, sin el trabajo del POUM y los anarquistas, etc. Trabajar con una perspectiva de huelga general no quiere decir que se le proclama estúpida y abstractamente en todo momento, sino que se le intenta unir con todas las experiencias de lucha que ya son habituales, se familiariza con la idea, se cultiva como reflejo en el movimiento obrero. Una insurrección no es forzosamente la insurrección de Octubre vista de manera lírica por la película de Eisenstein -no lo es, incluso si es magnífica; la insurrección puede consistir en cosas muy simples: formar un piquete de autodefensa en una huelga, el trabajo en el ejército, formar Comités de soldados cuando había reclutamiento en Francia o Portugal, etc., es decir: todo lo que desorganiza las fuerzas de represión de la burguesía.

Tales son, pues, los hilos conductores que nos permiten vincular las luchas diarias, incluso más modestas, y el objetivo que perseguimos.

Actualmente muchos camaradas en Italia, en Francia y yo creo un poco por todas partes, insisten en la necesidad de organizaciones independientes de los partidos sociales liberales, socialdemócratas, etc. Pero, ¿por qué se quieren organizaciones independientes? Porque perseguimos otro objetivo, porque tenemos una idea de hacia dónde queremos ir.

Sabemos que con participar en un gobierno burgués junto con los socialdemócratas se podría quizá ganar una pequeña reforma pero nos alejaríamos de nuestro objetivo en vez de acercarnos a él, y con eso aumentaría la confusión y la falta de claridad.

Evidentemente, si no tenemos el criterio para determinar qué objetivo queremos avanzar y si no se tiene al menos, si no la respuesta definitiva, sí una idea sobre la manera de avanzar, entonces vamos a ser sacudidos por el menor cambio en la situación táctica, por la menor decepción electoral, por cualquier derrota, etc. Para construir de manera duradera es necesario tener una idea precisa de los objetivos, de las estrategias y las tácticas.

Probablemente la revolución nos sorprenderá. Las revoluciones futuras nunca serán la simple repetición de las últimas revoluciones, simplemente porque las sociedades no son ya las mismas.

Repito a menudo que estamos un poco en la situación de los militares: ellos aprenden en las escuelas de guerra a partir de las batallas del pasado, pero las nuevas batallas nunca serán las mismas; es por eso que se dice que los militares están siempre retrasados en la guerra. Pero nosotros corremos siempre el riesgo de estar retrasados con respecto a la revolución. Incluso los más revolucionarios son sorprendidos por ella. Los bolcheviques, a pesar de su reputación, se dividieron en el momento de pasar a la insurrección en Octubre.

Ninguna organización revolucionaria es un partido de acero, monolítico… La prueba última será cuando la ocasión se presente.

La cuestión del partido

El último punto que quiero abordar es el de la cuestión del partido. Esta no es una mera cuestión técnica: si se tiene una estrategia, se va a construir una herramienta para llevarla a cabo.

La cuestión del partido forma parte de la cuestión estratégica. Intentar imaginar una estrategia sin partido, es como un militar que tiene en sus manos las cartas del estado mayor y los planes de guerra, pero sin tener tropas ni ejército. Sólo hay estrategia realmente si hay, al mismo tiempo, la fuerza que la lleva a cabo, que la encarna, que la traduce día a día en la práctica, etc. Aquí radica toda la diferencia entre la idea del partido en los grandes partidos socialdemócratas antes de 1914 y la de Lenin (hoy día Lenin no es muy popular, incluso en la izquierda y en la propia izquierda radical, pues aparece como autoritario, etc., y creo que hay allí una gran injusticia, pero no es el tema hoy).

¿En qué cambió Lenin, de manera revolucionaria, la idea del partido?

Para los grandes partidos socialdemócratas su tarea era esencialmente pedagógica, una tarea de educador, fundada sobre la concepción de una suerte de lógica espontánea del movimiento de masa en la que el partido aportaba ideas, con escuelas muy interesantes, etc. Para retomar la fórmula de un famoso dirigente socialdemócrata de antes de 1914, el partido no tenía que preparar una revolución.

La idea de Lenin es lo contrario: el partido no debe limitarse a acompañar y esclarecer la experiencia de las masas, sino que debe tomar iniciativas, proponer objetivos de luchas, lanzar consignas que correspondan a una determinada situación y, en un momento dado, ser capaces de orientar la acción.

Para resumirlo en una fórmula: la idea que dominaba en la Segunda Internacional, en su gran época, era la de un partido pedagogo o educador; a partir de Lenin y la Tercera Internacional, la idea es la de un partido estratega, un partido que organiza las luchas proponiendo sus objetivos y que puede, por otra parte, organizar y limitar las derrotas, preparando la retirada cuando fuera necesario.

Hay un episodio famoso: una derrota, porque era una derrota la sufrida por los trabajadores de Petrogrado y Moscú en julio de 1917, habría podido ser definitiva si no hubiera habido el partido para organizar la retirada y reanudar luego las iniciativas. Por ello, el partido no es una herramienta cualquiera. Es indisociable del programa y del objetivo que nos fijamos.

En fin, y quizá sea la última palabra en lo que concierne al partido, tenemos otra cosa que decir al respecto.

No se trata simplemente, para nosotros, de un partido de lucha, combate, acción, etc., se trata de un partido democrático, pluralista. A veces entre nosotros es un defecto, hay excesos, manías de formar tendencias, etc. A veces es útil, a veces lo es menos… Sin embargo, y a pesar de los inconvenientes, ganamos mucho porque el pluralismo en la organización significa que no tenemos una verdad definitiva y que hay un intercambio permanente entre el partido que queremos construir y las experiencias del movimiento de masas. Y como estas experiencias son diversas, esta diversidad puede traducirse en tal o cual momento también en forma de corrientes en nuestras propias filas.

Pero existe otra razón a su favor: si se está por una sociedad pluralista, si se considera que existe la posibilidad de una pluralidad de partidos, incluida una pluralidad de partidos que se reclaman del socialismo, si ésta es una de las consecuencias sacada de la experiencia del estalinismo, entonces es necesario que de una determinada manera desarrollemos la democracia en nuestras propias organizaciones, en nuestras organizaciones de juventud, en nuestras secciones de la Internacional y también en la práctica que intentamos aplicar en los sindicatos y en las organizaciones.

La democracia es necesaria desde ya, porque es eficaz para las luchas, porque la unidad no va sin la democracia, porque si queremos construir frentes amplios contra Sarkozy o contra cualquier otro, es necesaria también para que las distintas visiones del mundo puedan reconocerse. Pues la democracia es una condición y no un obstáculo para la unidad. Y es también una cultura democrática que servirá para el futuro, porque la burocracia y la burocratización no es solamente el estalinismo.

Algunos se imaginan que el asunto de la burocracia ha terminado con el fin del estalinismo.

¡No!

Lo que produce la burocracia no es el partido o, como algunos dicen hoy, “la forma partido”, sino la división social del trabajo, la desigualdad. Las organizaciones sindicales, las organizaciones asociativas no son menos burocráticas que los partidos, a menudo lo son aún más, porque hay intereses materiales. Las organizaciones no gubernamentales en el Tercer mundo, que viven de subvenciones de la Fundación Ford o de la Friedrich Ebertschiftung, en gran parte también se burocratizan y a veces se corrompen. No es la forma de organización la que crea la burocracia. Las raíces de la burocracia están en la división del trabajo entre trabajo intelectual y manual, en la desigualdad ante el tiempo libre, etc., etc.

Por tanto, la democracia tanto en la sociedad como en nuestras organizaciones es la única arma que tenemos contra ella.

Hoy esto es muy importante, y quiero terminar estas reflexiones con ello. La gente tiene una visión de que un partido es un alistamiento, es militar, es la disciplina, es la autoridad, es la pérdida de su individualidad, etc. Yo pienso exactamente lo contrario. Hoy no se es libre solo, no se es brillante de manera asilada, no se despliega la individualidad sino en una organización de lucha colectiva. Y si se toman las recientes experiencias políticas, los partidos, con todos sus inconvenientes, con sus riesgos de burocratización -incluidos nuestros pequeños partidos- son, a pesar de todo, la mejor forma para resistir a formas todavía peores de burocratización, de corrupción por el dinero. Porque se está en una sociedad donde el dinero está por todas partes y corrompe todo.

¿Cómo resistir en una sociedad así? No por la mera moral, sino por una resistencia colectiva a la potencia del dinero.

Además, se tiene también frente a nosotros, y a veces es el mismo poder, el poder de los medios de comunicación. Los medios de comunicación tienden a quitar a las organizaciones sociales y a las organizaciones revolucionarias de sus propias palabras y de sus propios portavoces. Hay un mecanismo de cooptación del personal político por los medios de comunicación. Son las cadenas de televisión las que deciden: aquél tiene una buena cabeza, éste refleja bien la luz, aquélla es más bien simpática, etc. Los fabrican.

Nosotros queremos conservar el control de nuestra palabra y de nuestros portavoces. No creemos en el salvador supremo ni en los individuos milagrosos. Sabemos que lo quehacemos es el resultado de una experiencia y de un pensamiento colectivo. Ésta es una lección de responsabilidad y de humildad. El peso de los medios de comunicación en nuestras sociedades sólo des-responsabiliza a la gente. Cuánto gente defiende en la televisión una idea completamente excéntrica y una semana más tarde pasan a otra cosa, sin nunca tener que explicarse, o tener que rendir cuentas sobre lo que dijeron.

Lo que dicen nuestros portavoces, como Francisco Louça en Portugal, Olivar Besancenot en Francia o Franco Turigliatto en Italia, lo hacen siendo responsables frente a centenares y millares de militantes. No son individuos que hablan según sus caprichos o lo que sienten en el momento; ellos hablan en nombre de una colectividad y tienen responsabilidades frente a los militantes que los eligieron. Eso es para nosotros una prueba de democracia.

Contrariamente a lo que se dice, los partidos políticos tal como los concebimos -sin tomar en cuenta a los grandes aparatos electorales- constituimos la mejor resistencia justamente democrática en un mundo que los es muy poco y es uno de los eslabones, una de las partes de lo que entendemos por estrategia revolucionaria. ¦

Traducción: Andrés Lund Medina

viernes, 13 de septiembre de 2013

El partido del proletariado y los partidos burgueses en la revolución[1]

12-25 de mayo de 1907

Los camaradas saben que rechazo categóricamente la opinión que ha sido la filosofía oficial del partido en estos últimos tiempos sobre la revolución y el papel que desempeñan en ella los partidos burgueses.
Las opiniones que profesan nuestros camaradas mencheviques les parecen, a ellos mismos, extraordinariamente complejas. Les he oído más de una vez acusamos de tener una idea demasiado simple de la marcha de la revolución rusa. Y, sin embargo, a pesar de una falta absoluta de precisión en las formas, que dan la apariencia de complejidad -y gracias, quizá, a este defecto- las ideas de los mencheviques degeneran en un esquema extraordinariamente simple, accesible a la comprensión del mismo Miliukov. En la nota final de un folleto aparecido recientemente, "Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado", el líder del Partido Constitucional Demócrata [kadete] ha escrito: “En lo que concierne a los grupos de izquierda, en sentido estricto, es decir, los grupos socialistas y revolucionarios, nos será más difícil entendernos con ellos. Pero, si bien no tenemos razones positivas suficientemente definidas que operen este acercamiento, tenemos al menos grandes razones negativas que favorecerán el entenderse en cierta medida. Su fin es criticarnos y desacreditamos, por eso es necesario que existamos y que obremos. Sabemos que, para los socialistas, no solamente para los de Rusia sino para los del mundo entero, la transformación que lleva a cabo ahora el régimen es una revolución burguesa y no socialista: es una revolución que debe ser hecha por la democracia burguesa. Además, si se tratara de ocupar el lugar de esta democracia [...] hay que reconocer que no hay un solo socialista en el mundo que se haya preparado para ello; y si el país ha enviado a la Duma socialistas en gran número, no es, desde luego, para realizar desde ahora el socialismo, ni para que lleven a cabo por sí mismos las reformas preparatorias ‘de la burguesía...’. Así, les será mucho más ventajoso dejamos el papel de parlamentarios, que comprometerse ellos mismos en ese papel".
Miliukov, como veis, nos introduce desde el principio en el meollo de la cuestión. En la cita que acabo de hacer tenéis los elementos esenciales de las ideas mencheviques sobre la revolución y sobre las relaciones de la democracia burguesa y socialista. “La transformación del régimen que se lleva a cabo en este momento es una revolución burguesa y no socialista”. Esto para empezar. La revolución burguesa “debe ser hecha por la democracia burguesa”, como segundo punto. La democracia socialista no puede efectuar por sí misma las reformas burguesas, tiene un papel de simple oposición: "Criticar y desacreditar". Por fin, como cuarta observación, para que los socialistas tengan la posibilidad de quedarse en la oposición, “es preciso que la democracia burguesa exista y actúe”.
¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques. Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una historia, empleando su imaginación para ello.
En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o clases puede apoyarse.
Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza revolucionaria, todos estamos de acuerdo en este punto. Los industriales lyoneses, por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la revolución francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido. Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como fuerza dirigente en la revolución burguesa; y, ¿ qué representa esta pequeña burguesía?
Los jacobinos se apoyaban en la democracia de las ciudades, derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales y las gentes de la ciudad que tenían con los primeros lazos estrechos, componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado objetivo de la revolución fue crear las "condiciones normales" de la explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura democrática de los pequeños burgueses.
Yo pregunto, y no por primera vez, desgraciadamente: "¿Qué clase social de nuestro país va a construir una democracia burguesa revolucionaria, llevándola al poder y dándole la posibilidad de realizar un trabajo inmenso, teniendo enfrente de ella la oposición del proletariado?" Esta es la cuestión central que planteo una vez más a los mencheviques.
Cierto que tenemos grandes masas de campesinos revolucionarios, pero los camaradas mencheviques saben tan bien como yo que la clase campesina, por revolucionaria que sea, no es capaz de una acción independiente y espontánea, y mucho menos de asumir una dirección política. Los campesinos pueden constituir una fuerza prodigiosa al servicio de la revolución, esto es indiscutible, pero sería indigno de un marxista pensar que el partido de los mujiks es capaz de ponerse a la cabeza de la revolución burguesa y liberar, por iniciativa propia, a las fuerzas productivas de la nación, acabando con los impedimentos seculares. Es la ciudad la que posee la hegemonía en la sociedad moderna, y sólo la ciudad es capaz de desempeñar un papel importante en la revolución burguesa. ¿Dónde veis vosotros esa democracia urbana que llevaría tras sí a toda la nación?
El camarada Martinov* la ha buscado más de una vez, lupa en mano. ¡Ha encontrado maestros de escuela en Saratov, abogados en Petersburgo y técnicos estadísticos en Moscú! Como todos los de su opinión, se ha negado a ver que, en la revolución rusa, el proletariado industrial ocupa el lugar que, a fines del siglo XVIII, tenía la democracia de los artesanos, la democracia de los sans-culottes. Os ruego, camaradas, que os fijéis en este punto esencial.
Nuestra gran industria no procede del artesanado; la historia económica de nuestras ciudades ignora completamente el período de las corporaciones. La industria capitalista ha nacido, para nosotros, por la presión inmediata del capital europeo. Se ha apoderado de un suelo virgen, verdaderamente primitivo, y no ha tenido que luchar contra la resistencia de un ambiente corporativo. El capital extranjero se ha introducido en nuestro país por medio de los empréstitos de Estado y por los canales, si se pueden llamar así, de la iniciativa privada. Ha agrupado en torno a sí al proletariado industrial, sin permitir a los pequeños oficios crearse y desarrollarse. Como resultado, en el momento de la revolución, la principal fuerza de las ciudades se encuentra en un proletariado industrial con una conciencia social muy elevada. Este es un hecho irrefutable y que debe servir de base a todos nuestros estudios sobre táctica revolucionaria.
Si los camaradas mencheviques creen en la victoria de la revolución o admiten al menos la posibilidad de esta victoria, no podrán negar que, fuera del proletariado, no hay, en Rusia, otro pretendiente al poder revolucionario. Lo mismo que la pequeña burguesía de la revolución francesa se puso al frente del movimiento nacional, el proletariado, la verdadera fuerza democrática y revolucionaria de nuestras ciudades, debe encontrar apoyo en las clases campesinas y tomar el poder si, por lo menos, la victoria de la revolución es posible. Un gobierno que se apoya directamente en el proletariado y, por medio de él, en la clase campesina revolucionaria, no significa aún una dictadura socialista. No quiero hablar, de momento, de las perspectivas ulteriores de un gobierno proletario. Quizá el proletariado esté condenado a caer, lo mismo que la democracia de los jacobinos, para dejar el lugar a la burguesía. Quiero solamente dejar claro un punto: si el movimiento revolucionario ha triunfado entre nosotros, como predijo Plejanov, en tanto que movimiento obrero, la victoria de la revolución no es posible sino como victoria revolucionaria del proletariado; dicho de otra manera, sería absolutamente imposible su victoria si no fuera así.
Insisto en esta deducción. Si se supone que la oposición de intereses entre el proletariado y las masas campesinas no permitirá al primero ponerse en cabeza de los últimos, esto es, que el proletariado no es lo suficientemente fuerte como para conseguir la victoria, entonces es que la victoria misma de la revolución es imposible. En tales condiciones, el resultado natural de la revolución sería un entendimiento de la burguesía liberal con el antiguo régimen. Es una posibilidad que no se puede negar, pero está claro que un resultado semejante no se presentaría más que en el caso de un fracaso de la revolución, producido por su debilidad interna.
En suma, todo el análisis de los mencheviques, y, ante todo, su apreciación del proletariado y de sus posibles relaciones con la clase campesina, les conduce inexorablemente al pesimismo sobre la revolución. Pero se empeñan en olvidarlo y en desarrollar su optimismo... en la democracia burguesa.
Así es como se explica su actitud frente a los constitucionalistas. Estos son para ellos el símbolo de la democracia burguesa y ésta es el pretendiente, por derecho natural, al poder revolucionario.
El camarada Martinov ha construido, partiendo de este punto de vista, toda una filosofía de la historia para uso del partido constitucional-demócrata. Los demócratas, ya lo veis, se inclinan a la derecha en las épocas de tranquilidad y oscilan hacia la izquierda cuando se aproxima la revolución. Quizá por eso creen tener un porvenir revolucionario.
Hay que dejar claro que la historia de los kadetes, tal como nos la presenta Martinov, es tendenciosa, porque pliega la historia a las exigencias de una cierta moral. Martinov nos recuerda que en octubre de 1905 los demócratas expresaron su simpatía por los huelguistas. Es indiscutible. Pero, ¿qué se escondía tras esa platónica declaración? Un sentimiento bastante vulgar, el terror del burgués ante la fuerza obrera. En cuanto se extendió el movimiento revolucionario, los demócratas se apartaron totalmente del campo político y Miliukov, explica las razones de esta actitud con entera franqueza en el folleto que he citado : "Después del 17 de octubre, cuando en Rusia tuvieron lugar las primeras grandes reuniones políticas, se tendía claramente a la izquierda [...] Un partido como el de los constitucionales-demócratas que estaba entonces en sus primeros meses de existencia, y se preparaba para la lucha parlamentaria, no podía de ninguna manera actuar en aquellos meses de 1905. Los que reprochan ahora al partido no haber protestado en su momento por medio de mitines, contra las ‘ilusiones revolucionarias del trotskismo’ y contra los ‘blanquistas’[2], no comprenden o no se acuerdan del estado de espíritu del público democrático que se reunía entonces en los mítines[3]." Miliukov, como habéis visto, me hace un gran honor al relacionar mi nombre con el período de máximo auge revolucionario. Pero el interés de la cita no radica en esto. Es importante que nos demos cuenta de que, en octubre y noviembre, el único fin de los demócratas era luchar contra las ilusiones revolucionarias, es decir, contra el movimiento revolucionario de las masas y, si no lo consiguieron, fue simplemente porque tenían miedo del público democrático de los mítines ¡Y eso durante la luna de miel del partido! ¡Y eso en el momento en que nuestra revolución alcanzaba su apogeo!
El camarada Martinov ha recordado las platónicas felicitaciones dirigidas por los demócratas a los huelguistas. Pero, como historiador tendencioso, ha olvidado mencionar el Congreso de los zemstvos, a la cabeza del cual se encontraban los constitucionales demócratas [kadetes] en noviembre. ¿Había estudiado este congreso el problema de su participación en el movimiento popular? No. Se discutió solamente el posible entendimiento con el ministro Witte. Cuando se recibió la noticia del levantamiento de Sebastopol, el congreso se inclinó claramente hacia la derecha -¡hacia la derecha y no hacia la izquierda!-. Y sólo el discurso de Miliukov, al decir que la insurrección había sido aplastada, gracias a Dios, sólo ese discurso pudo llevar a los constitucionales demócratas a la vía parlamentaria. Ya veis que la tesis general de Martinov exige importantes restricciones.
Poco después, los kadetes llegan a la primera Duma. Es indiscutiblemente la página más brillante de la historia del partido liberal. Pero, ¿cómo explicar esta fuerza de los kadetes? Podemos apreciar diversamente la táctica del boicot. Pero parece suficientemente claro que fue esta táctica la que impulsó artificialmente y, por lo tanto, provisionalmente, a amplias capas sociales democráticas al lado de los kadetes; introdujo en sus cuadros representativos a numerosos radicales y así pareció que el partido constitucional-demócrata se convertía en el órgano de una oposición "nacional": esta excepcional situación los llevó a la famosa proclama de Viborg, a la que hacía alusión el camarada Martinov. Pero las elecciones para la segunda Duma forzaron a los kadetes a tomar la actitud que mejor les convenía, la de la lucha contra las "ilusiones revolucionarias". Alejo Smirnov, historiador del partido cadete, caracteriza la campaña electoral en las ciudades donde los kadetes tienen su principal influencia de la siguiente manera: "No había partidarios del gobierno entre los electores de las ciudades... Por ello, en las asambleas, la lucha se desarrolló por otro lado; fue una discusión entre el partido de la Libertad del Pueblo y los partidos socialistas de izquierda”[4].
El caos que había reinado en la oposición durante las primeras elecciones desapareció cuando se preparaba la segunda Duma: las diferencias se manifestaron dentro de la democracia revolucionaria. Los kadetes movilizaron a sus electores contra las ideas de democracia, de revolución, de proletariado. Es un hecho de la mayor importancia que la base social de los kadetes se estrecha y se hace cada vez menos democrática. Circunstancia, por otra parte, que no se explica por el azar, que no es provisional ni transitoria. Significa una escisión real, seria, entre el liberalismo y la democracia revolucionaria. Miliukov se ha percatado de este resultado de las segundas elecciones. Tras haber indicado que, en la primera Duma, los kadetes tenían la mayoría, "quizá porque no tenían oposición" pero que la habían perdido en las segundas elecciones, el líder del partido cadete declaró lo siguiente: "En revancha, tenemos ahora con nosotros una parte considerable de votos del país que se han pronunciado por nuestra táctica contra la de los revolucionarios[5]."
Desearíamos que los camaradas mencheviques tuviesen la misma claridad en la apreciación de lo que pasa. ¿Pensáis que las cosas pasarán diferentemente más tarde? ¿Creéis que los kadetes pueden agrupar bajo su estandarte a las masas democráticas y llegar a ser revolucionarios? ¿No pensáis, por el contrario, que el desarrollo ulterior de la revolución separará definitivamente a la democracia de los liberales y lanzará a estos últimos en el campo de la reacción? ¿No es a esto a lo que conduce toda la táctica de los kadetes en la segunda Duma? ¿Y no es a esto a lo que nos conduce vuestra propia táctica? Vuestras manifestaciones en la Duma, las acusaciones que lanzáis en la prensa y en las asambleas, ¿no tendrán ese efecto? ¿Qué motivos tenéis para creer aún que los kadetes pueden reformarse? ¿Os basáis acaso en hechos sacados del desarrollo político? ¡No, sólo pensáis en vuestro esquema! Para "llevar a buen fin" la revolución tenéis necesidad de la burguesía de las ciudades. La buscáis con ardor y no encontráis más que kadetes. Y manifestáis pensando en ellos un extraño optimismo: queréis forzarlos a desempeñar un papel histórico que no quieren asumir y que no asumirán.
A la cuestión esencial que os he planteado tantas veces no me habéis dado ninguna respuesta. No tenéis la presciencia de la revolución. Vuestra política está desprovista de toda perspectiva.
A causa de eso, vuestra actitud con respecto a los partidos burgueses se formula en términos que el congreso debiera retener: de una ocasión a otra. El proletariado no lleva una lucha sistemática para asegurar su influencia sobre las masas populares, no controla sus movimientos y su táctica por medio de esta idea directiva: agrupar en torno a ellos a los que trabajan, a los que se oprime y llegar a ser su heraldo y su jefe lleva su política de una ocasión a otra. Renuncia en principio a la posibilidad de despreciar las ventajas temporales para realizar conquistas más profundas; procede por empirismo a sus evaluaciones; efectúa combinaciones comerciales de política, aprovechando tan pronto una ocasión como otra. ¿Por qué iba a preferir las rubias a las morenas?, pregunta el camarada Plejanov. Debo reconocer que, si se trata de rubias o de morenas, estamos en el terreno de lo que los alemanes llaman Privatsache: no se trata más que de una opinión libremente personal. Creo que el mismo Alexinski, que no transige, como sabernos, en cuestión de principios, no pedirá que el congreso establezca en esta esfera "la unidad de ideas" que sería la condición eficiente de la unidad de acción. (Aplausos)


[1] Tomado de la versión publicada en 1905, Resultados y Perspectivas, Tomo II, p. 107, Ediciones Ruedo Ibérico, Francia, 1971. Extracto de un discurso pronunciado por Trotsky en el Congreso de Londres del Partido Socialdemócrata Obrero de Rusia del 12-25 de mayo de 1907
[2] Seguidores de August Blanqui (Ver Breves Notas Biográficas).
[3] Miliukov, Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado.
[4] Ibidum.
[5] P. Miliukov: Esbozos para la historia de la civilización rusa, San Petersburgo, 1896.