Archivos. 1964
PARA UNA APRECIACION
DE LA UNIVERSIDAD
La universidad pertenece a la
esfera de las superestructuras sociales. Así ella expresa el desarrollo de la
misma, pero no la refleja exactamente y no podría hacerlo. En una época de
universalización de la cultura y de la técnica, la universidad tiene su propia
existencia y autonomía y rigen para ella, las leyes inerciales del desarrollo
del país y al mismo tiempo, aquellas que fijan los límites o perspectivas de lo
universal.
Si en la estructura de la sociedad
es posible apreciar tanto los factores autóctonos, (subdesarrollo,
peculiaridades histórico-nacionales) y aquellos exóticos (exóticos en la medida
en que se han asimilado como expresión de conquistas de los más avanzados),
esto se evidencia más nítidamente en la realidad universitaria. En el plano en
que se manifiesta es fundamentalmente en el plano intelectual. Resulta así por
cuanto la aprehensión de los factores de progreso, dentro de la sociedad deben
formarse en la materialidad de sus estructuras, en el mundo de las cosas. Por
lo mismo su realización es lenta y contradictoria.
Un descubrimiento científico, un
avance de la técnica, una nueva concepción científica, cultural o histórica,
puede tardar largo tiempo en incorporarse a las bases materiales de la
sociedad, o puede no hacerlo nunca, ya que pugna con fuerzas materiales,
sociales, históricas y de clase, que facilitan o retardan su incorporación.
Esta dificultad no obra, o no lo
hace con la misma fuerza en la economía de la universidad. Se desenvuelve ahí
la zona del pensamiento, de la inteligencia y la cultura en su más amplio
sentido. De ahí que la universidad exprese una realidad social dada y que
permanentemente la esté superando y entrando permanentemente en contradicción y
conflicto con la base social que la genera.
La profundidad de este conflicto
constituye una situación sintética y que expresa los ritmos de desarrollo tanto
de una y de la otra. En épocas normales la contradicción está atenuada o
contemporizada y se agudiza en las condiciones de crisis o conflicto social.
Siendo una superestructura de la
burguesa sociedad chilena, es ella burguesa, por su misma naturaleza. Debe ella
conservar y ampliar el capital intelectual de la sociedad asegurando el
desenvolvimiento técnico y cultural del país. Es ella la vanguardia de la razón
y el intelecto social nacional. Ágilmente debe responder y tener respuestas
para el proceso de las asimilaciones sucesivas del progreso social y de su
progresión hacia lo universal.
El progreso, dictado y limitado
por la magnitud de la base material y teniendo como horizonte lo logrado por
los países avanzados, tiene a desarrollarse impulsivamente, a saltos por las
leyes propias que se ven compulsados por la estrechez del marco interior,
creando en cada paso una contradicción entre la base y la superestructura.
Formalmente considerada la
sociedad burguesa, o más bien sus clases dirigentes quieren creer que su
sociedad puede desarrollarse dentro de una normalidad o ilegalidad burguesa. Es
decir que la evolución burguesa es la ley general de la evolución de las
sociedades y que las contradicciones que la evolución genera, pueden y deben
resolverse siempre en una nueva y constante renovada síntesis burguesa.
rechazan de antemano que las leyes de la evolución preparen la muerte de la
propia evolución burguesa. Ansiosa de sobrevivirse la sociedad burguesa se
amputa constantemente y se contradice a cada paso con su propia superestructura
cultural.
Nuestra universidad es una
universidad burguesa; cuida en primer lugar el patrimonio de la forma vigente
del dominio de clase y sólo por sus esclusas, sigue y propende al crecimiento
de la ciencia o de una llamada cultura nacional, practicando muy modestamente
una filantropía cultural, que entrega al pueblo en sus formas de extensión.
Forma y lanza a la palestra social un contingente humano, profesional y
técnico, cuya misión es defender esta misma sociedad y desempeñarse a su mayor
gloria. Fortalece así su base social y crea las jerarquías necesarias al
mantenimiento del statu quo, capaces al mismo tiempo de asegurar el desarrollo
a paso de tortuga que no ponga en peligro la estabilidad fundamental.
Ahora bien. El plantel estudiantil
lo forman los hijos de los burgueses y de los sectores más acomodados de la
sociedad chilena y se preparan allí en obligado
tránsito a su incorporación definitiva a su mundo de origen. Cuidémonos sin
embargo de simplificar. Las características históricas de Chile, dada esta
realidad, un contenido que no se aviene con una determinación originaria. Una
democracia amplia en más de un concepto tolera la incorporación a su seno de
sectores importantes de una levadura social plebeya, en contradicción no
siempre relativa con el grueso del estudiantado y que aún mediatizados
representan intereses y anhelos contrapuestos a los de su distinto origen.
Si esto fuera todo, bastaría para
explicarnos muchos de los procesos beligerantes que viven y maduran en la
universidad. Pero no lo es todo. La masa universitaria vive una enajenación
particular. Un interludio social. Entre sus integrantes se establecen
relaciones de comunidad que se liberan de las estrictas determinaciones de
clase u económica. No pensamos que desaparezcan, pero se atenúan y permiten el
funcionamiento de una democracia relativizada por su futuro común, más que por
los lugares de origen. A su vez unos y otros son seducidos o enajenados por la
creencia -fomentada fuera y dentro- de pertenecer a la inteligenzia.
Funcionalmente la universidad no es un sitio de trabajo, una industria o un
taller. Las diferencias de origen, sociales y económicas, no enfrentan a
explotados y explotadores. Sus diferencias están presentes, pero deformadas,
superestructuralizadas y tienden a dar a las contiendas de los sectores
contrapuestos por su origen, un sentido de diferencias ideológicas,
doctrinarias y pragmáticas.
Elevándose por sobre estos
factores, obra sobre todos ellos una intemporalidad histórica. Su pasado es
breve y viven intensamente el presente. Son fundamentalmente presente. Su
cerebro, emociones, perspectivas están impregnadas del complejo social de este
instante de la evolución. Un progreso general, una técnica avanzada, inmundo
exterior en gigantesco desarrollo, que ellos pueden conocer mejor y más
rápidamente que sus mayores, los hace receptivos a las contradicciones del
mundo nacional, como así al ambicioso mundo del futuro. Recién llegados al
mundo de la cultura y del conocimiento, ya están mejor armados, premunidos de
una visión histórico sintética. Débiles en conocimiento especializados sienten
-y a veces con razón- su superioridad frente a aquellos maestros que deben
proporcionárselas y cuya armazón moral y cultural pertenece a etapas, que se
han ido consumiendo muy rápidamente.
Esta situación los recluta al
progreso en general, inespecífico. Si bien no rompen con los lazos sociales a
los cuales pertenecen; Si muchos pertenecen incluso a los partidos de sus
mayores, así y todo, están traspasados de un élan transformador, que puede en
determinados momentos arrastrarlos a rupturas coyunturales con la sociedad de
donde emergen y a la cual están destinados a defender.
Expresan de este modo muy a menudo
las necesidades que viven escondidas, constreñidas o derrotadas en la sociedad
burguesa sin descubrir cabalmente que estas necesidades representan a otras clases
sociales y que desenvuelven la destrucción del orden que les permite el
interinato social. En toda crisis social o política de magnitud estos factores
se hacen presente y en sus primeras etapas, pendularmente arrastran al
estudiantado hacia la izquierda. Su primera rebelión se actualiza en su mundo
circundante: la
Universidad. Es ella la que en primer lugar debe ser
reformada. Absortos, pujantes y entusiastas, quieren reformarla,
desprendiéndola de la base que la hace posible, existente y cuyos fines representan,
la estructura de la sociedad burguesa.
Las clases dominantes de países
como el nuestro se muestran cautelosas, conservadoras en modificar las
estructuras caducas que dificultan incluso su propio trabajo explotador, “su”
progreso. Cada paso es medido, calculado avaramente. Cuando no están impelidos
por fuerzas sociales incontenibles, buscan asimilar lo caduco, yuxtaponiendo
las racionalizaciones inevitables.
La Universidad no hace
excepción. Formas periclitadas de enseñanzas, una organización arcaica, se
combinan con otras que el progreso y sus propias necesidades han impuesto.
Profesores, estudiantes, funcionarios están concientes de estas trabas.
Entorpecen toda la vida universitaria, cultural, la técnica de investigación, el standard, modo y
género de vida. Todo un programa de reivindicaciones se plantea para
modificarla. Y este programa puede y debe levantarse como bandera y
conquistarse puesto que interesa a toda la comunidad universitaria.
Este programa de reivindicaciones
fundamentalmente democráticas, es lo que se denomina la Reforma Universitaria.
Cierto que tal reforma universitaria no es unívoca y se configura cambiante, de
acuerdo a los sectores social-ideológicos que la esgrimen, comprimiendo o
ampliado su contenido según la relación de fuerzas internas del medio
universitario influenciados o influenciando el medio social político exterior.
En sentido estricto, la Universidad
corresponde y manifiesta la sociedad de clases que impera. No puede avanzar mas
allá que la sociedad que la genera. De ahí su debilidad. Traspasar ese conjunto
de reivindicaciones es dar cima a una revolución universitaria que es
inconcebible dentro de una sociedad, que se mantiene conservadora, burguesa y
al fin de cuentas sociedad explotadora y de clase.
¿Significa todo esto que sólo es
posible este programa reformista? Sin una transformación total de la sociedad
-vale decir sin una revolución socialista- es improbable una revolución
universitaria. ¿Están condenados por utópicos y por tanto falsos los esfuerzos de
traspasar las fronteras del nuevo enunciado de la Reforma Universitaria?
Uno de los aspectos claves de la
reforma es el co-gobierno. La participación de los estudiantes en la generación
de las autoridades, en la fijación de su política y en la dirección de la
misma. Esta solicitación es compartida por la mayoría del estudiantado. Cierto
que su sentido varía según el sector ideológico que la esgrime. Para el campo
puramente democrático y sus prolongaciones socialistas reformistas, se tata
exclusivamente detener una representación -minoritaria ciertamente- en los
organismos directivos de la universidad, intermedios y superiores y participar
en la generación de tales direcciones. El co-gobierno es una colaboración con
sectores adversos a toda idea de reforma.
Para los revolucionarios el
co-gobierno no es un fin en si mismo. Exige conjuntamente el cumplimiento de
todo el programa de reivindicaciones que materializa la reforma universitaria.
De no ser así la participación estudiantil no es más que su colaboración
consciente en una política universitaria burguesa y por ende reaccionaria.
La universidad chilena está ligada
al pasado de la sociedad. Los revolucionarios pugnan por una universidad que
mire al futuro y que prepare deliberada, voluntariamente este futuro. Un hombre
integrado en una sociedad integrada. Este futuro no es ni puede ser un
descarnado tiempo histórico por venir. Dejando de lado toda superchería
culturizante, es bien claro, que en este Mundo actual, luchan encarnadamente
fuerzas antagónicas que comprometen la existencia y el destino de la humanidad.
Para unos el futuro es un mundo de esclavización creciente y para los otros una
armónica sociedad socialista.
Reformar verdaderamente la
universidad es ponerla desde ya, con todo su vigor y riqueza, resueltamente en
el campo de las fuerzas que luchan por la revolución y el socialismo. Sin esta
visión, aunque se logre en su esquema formal, la conquista de una serie de
reivindicaciones democráticas, no se avanzará más allá de un estrecho y
mezquino reformismo en el plano de la superestructura.
Históricamente, la Universidad ha
progresado impulsada por el estudiantado, por sus capas avanzadas,
clarividentes y pujantes. Esta historia basta para despreciar y hacer un lado
la bastarda afirmación de la inmadurez del estudiantado.
La Universidad será
revolucionaria y socialista o no será. Situar el problema de esta
transformación en la prioridad de la revolución social es desnaturalizarlo
dogmáticamente. Nada está previamente designado en la lucha de clases. Sociedad
y Universidad no se interaccionan mecánicamente, por decantación inerte. Una
corriente revolucionaria que, segura y firme, acciona por la revolución
universitaria presiona y modifica a la
sociedad. Aún más, como la experiencia universal lo prueba, puede ella conocer
el triunfo antes que la misma sociedad. Que sea un anticipo, una ventaja
transitoria y mortal, o el prólogo de una revolución como un todo, será
resuelto en definitiva en la pugna de un complejo general de la lucha de
clases.
Renunciar por anticipado, por
esquemático logicismo, a esta perspectiva es hacer de la lucha universitaria
una diversión estéril y paralizante. Amplios sectores del estudiantado, como
hemos podido apreciarlo, pueden ser inyectados de socialismo y revolución, sin
consideración estricta a sus orígenes
sociales. Es dentro de esta concepción que nos corresponde delinear una táctica
precisada en sus detalles para integrar la Universidad a la gran
marcha de la
Revolución Chilena.
Almagro