El partido del proletariado y los partidos burgueses en
la revolución[1]
12-25 de mayo de 1907
Los camaradas saben que rechazo categóricamente la opinión
que ha sido la filosofía oficial del partido en estos últimos tiempos sobre la
revolución y el papel que desempeñan en ella los partidos burgueses.
Las opiniones que profesan nuestros camaradas mencheviques
les parecen, a ellos mismos, extraordinariamente complejas. Les he oído más de
una vez acusamos de tener una idea demasiado simple de la marcha de la revolución
rusa. Y, sin embargo, a pesar de una falta absoluta de precisión en las formas,
que dan la apariencia de complejidad -y gracias, quizá, a este defecto- las
ideas de los mencheviques degeneran en un esquema extraordinariamente simple,
accesible a la comprensión del mismo Miliukov. En la nota final de un folleto
aparecido recientemente, "Cómo se han hecho las elecciones para la segunda
Duma de Estado", el líder del Partido Constitucional Demócrata [kadete] ha
escrito: “En lo que concierne a los grupos de izquierda, en sentido estricto,
es decir, los grupos socialistas y revolucionarios, nos será más difícil
entendernos con ellos. Pero, si bien no tenemos razones positivas
suficientemente definidas que operen este acercamiento, tenemos al menos grandes
razones negativas que favorecerán el entenderse en cierta medida. Su fin es
criticarnos y desacreditamos, por eso es necesario que existamos y que obremos.
Sabemos que, para los socialistas, no solamente para los de Rusia sino para los
del mundo entero, la transformación que lleva a cabo ahora el régimen es una
revolución burguesa y no socialista: es una revolución que debe ser hecha por
la democracia burguesa. Además, si se tratara de ocupar el lugar de esta
democracia [...] hay que reconocer que no hay un solo socialista en el mundo
que se haya preparado para ello; y si el país ha enviado a la Duma socialistas
en gran número, no es, desde luego, para realizar desde ahora el socialismo, ni
para que lleven a cabo por sí mismos las reformas preparatorias ‘de la
burguesía...’. Así, les será mucho más ventajoso dejamos el papel de
parlamentarios, que comprometerse ellos mismos en ese papel".
Miliukov, como veis, nos introduce desde el principio en el
meollo de la cuestión. En la cita que acabo de hacer tenéis los elementos
esenciales de las ideas mencheviques sobre la revolución y sobre las relaciones
de la democracia burguesa y socialista. “La transformación del régimen que se
lleva a cabo en este momento es una revolución burguesa y no socialista”. Esto
para empezar. La revolución burguesa “debe ser hecha por la democracia
burguesa”, como segundo punto. La democracia socialista no puede efectuar por
sí misma las reformas burguesas, tiene un papel de simple oposición:
"Criticar y desacreditar". Por fin, como cuarta observación, para que
los socialistas tengan la posibilidad de quedarse en la oposición, “es preciso
que la democracia burguesa exista y actúe”.
¿Y si esta democracia burguesa no existe? ¿Y si no hay una
democracia burguesa capaz de marchar a la cabeza de la revolución burguesa? En
este caso hay que inventarla: a esto es a lo que llegan los mencheviques.
Edifican una democracia burguesa, le dan una serie de cualidades y una
historia, empleando su imaginación para ello.
En tanto que materialización, tenemos que preguntarnos
primero cuáles son las bases sociales de la democracia burguesa, en qué capas o
clases puede apoyarse.
Es inútil hablar de la gran burguesía como de una fuerza
revolucionaria, todos estamos de acuerdo en este punto. Los industriales lyoneses,
por ejemplo, tuvieron un papel contrarrevolucionario en la época de la
revolución francesa, que fue una revolución nacional en el más amplio sentido.
Pero se nos habla de la media y, sobre todo, de la pequeña burguesía como
fuerza dirigente en la revolución burguesa; y, ¿ qué representa esta pequeña
burguesía?
Los jacobinos se apoyaban en la democracia de las ciudades,
derivada de las corporaciones artesanas. Los maestros de taller, sus oficiales
y las gentes de la ciudad que tenían con los primeros lazos estrechos,
componían el ejército revolucionario de los sans-culottes, y ése fue el apoyo
del partido dirigente. Esta masa compacta de la población urbana, que había
pasado por la larga escuela histórica de la vida corporativa, fue precisamente
la que soportó todo el peso de la transformación revolucionaria. El resultado
objetivo de la revolución fue crear las "condiciones normales" de la
explotación capitalista. Pero el mecanismo social de la evolución histórica ha
hecho que la dominación burguesa se viera asegurada por obra de la plebe, de la
democracia de la calle, de los sans-culottes. Su dictadura, basada en el
terror, libró a la sociedad burguesa de todos los vestigios del régimen
anterior, y luego la burguesía impuso su dominio, derribando la dictadura
democrática de los pequeños burgueses.
Yo pregunto, y no por primera vez, desgraciadamente:
"¿Qué clase social de nuestro país va a construir una democracia burguesa
revolucionaria, llevándola al poder y dándole la posibilidad de realizar un
trabajo inmenso, teniendo enfrente de ella la oposición del proletariado?"
Esta es la cuestión central que planteo una vez más a los mencheviques.
Cierto que tenemos grandes masas de campesinos
revolucionarios, pero los camaradas mencheviques saben tan bien como yo que la
clase campesina, por revolucionaria que sea, no es capaz de una acción
independiente y espontánea, y mucho menos de asumir una dirección política. Los
campesinos pueden constituir una fuerza prodigiosa al servicio de la
revolución, esto es indiscutible, pero sería indigno de un marxista pensar que
el partido de los mujiks es capaz de ponerse a la cabeza de la revolución
burguesa y liberar, por iniciativa propia, a las fuerzas productivas de la
nación, acabando con los impedimentos seculares. Es la ciudad la que posee la
hegemonía en la sociedad moderna, y sólo la ciudad es capaz de desempeñar un
papel importante en la revolución burguesa. ¿Dónde veis vosotros esa democracia
urbana que llevaría tras sí a toda la nación?
El camarada Martinov* la ha buscado más de una vez, lupa en
mano. ¡Ha encontrado maestros de escuela en Saratov, abogados en Petersburgo y
técnicos estadísticos en Moscú! Como todos los de su opinión, se ha negado a
ver que, en la revolución rusa, el proletariado industrial ocupa el lugar que,
a fines del siglo XVIII, tenía la democracia de los artesanos, la democracia de
los sans-culottes. Os ruego, camaradas, que os fijéis en este punto esencial.
Nuestra gran industria no procede del artesanado; la
historia económica de nuestras ciudades ignora completamente el período de las
corporaciones. La industria capitalista ha nacido, para nosotros, por la
presión inmediata del capital europeo. Se ha apoderado de un suelo virgen,
verdaderamente primitivo, y no ha tenido que luchar contra la resistencia de un
ambiente corporativo. El capital extranjero se ha introducido en nuestro país
por medio de los empréstitos de Estado y por los canales, si se pueden llamar
así, de la iniciativa privada. Ha agrupado en torno a sí al proletariado
industrial, sin permitir a los pequeños oficios crearse y desarrollarse. Como
resultado, en el momento de la revolución, la principal fuerza de las ciudades
se encuentra en un proletariado industrial con una conciencia social muy
elevada. Este es un hecho irrefutable y que debe servir de base a todos
nuestros estudios sobre táctica revolucionaria.
Si los camaradas mencheviques creen en la victoria de la
revolución o admiten al menos la posibilidad de esta victoria, no podrán negar
que, fuera del proletariado, no hay, en Rusia, otro pretendiente al poder
revolucionario. Lo mismo que la pequeña burguesía de la revolución francesa se
puso al frente del movimiento nacional, el proletariado, la verdadera fuerza
democrática y revolucionaria de nuestras ciudades, debe encontrar apoyo en las
clases campesinas y tomar el poder si, por lo menos, la victoria de la
revolución es posible. Un gobierno que se apoya directamente en el proletariado
y, por medio de él, en la clase campesina revolucionaria, no significa aún una
dictadura socialista. No quiero hablar, de momento, de las perspectivas
ulteriores de un gobierno proletario. Quizá el proletariado esté condenado a
caer, lo mismo que la democracia de los jacobinos, para dejar el lugar a la
burguesía. Quiero solamente dejar claro un punto: si el movimiento
revolucionario ha triunfado entre nosotros, como predijo Plejanov, en tanto que
movimiento obrero, la victoria de la revolución no es posible sino como
victoria revolucionaria del proletariado; dicho de otra manera, sería absolutamente
imposible su victoria si no fuera así.
Insisto en esta deducción. Si se supone que la oposición de
intereses entre el proletariado y las masas campesinas no permitirá al primero
ponerse en cabeza de los últimos, esto es, que el proletariado no es lo
suficientemente fuerte como para conseguir la victoria, entonces es que la
victoria misma de la revolución es imposible. En tales condiciones, el
resultado natural de la revolución sería un entendimiento de la burguesía
liberal con el antiguo régimen. Es una posibilidad que no se puede negar, pero
está claro que un resultado semejante no se presentaría más que en el caso de
un fracaso de la revolución, producido por su debilidad interna.
En suma, todo el análisis de los mencheviques, y, ante todo,
su apreciación del proletariado y de sus posibles relaciones con la clase
campesina, les conduce inexorablemente al pesimismo sobre la revolución. Pero
se empeñan en olvidarlo y en desarrollar su optimismo... en la democracia
burguesa.
Así es como se explica su actitud frente a los
constitucionalistas. Estos son para ellos el símbolo de la democracia burguesa
y ésta es el pretendiente, por derecho natural, al poder revolucionario.
El camarada Martinov ha construido, partiendo de este punto
de vista, toda una filosofía de la historia para uso del partido
constitucional-demócrata. Los demócratas, ya lo veis, se inclinan a la derecha
en las épocas de tranquilidad y oscilan hacia la izquierda cuando se aproxima
la revolución. Quizá por eso creen tener un porvenir revolucionario.
Hay que dejar claro que la historia de los kadetes, tal como
nos la presenta Martinov, es tendenciosa, porque pliega la historia a las
exigencias de una cierta moral. Martinov nos recuerda que en octubre de 1905
los demócratas expresaron su simpatía por los huelguistas. Es indiscutible.
Pero, ¿qué se escondía tras esa platónica declaración? Un sentimiento bastante
vulgar, el terror del burgués ante la fuerza obrera. En cuanto se extendió el
movimiento revolucionario, los demócratas se apartaron totalmente del campo
político y Miliukov, explica las razones de esta actitud con entera franqueza
en el folleto que he citado : "Después del 17 de octubre, cuando en Rusia
tuvieron lugar las primeras grandes reuniones políticas, se tendía claramente a
la izquierda [...] Un partido como el de los constitucionales-demócratas que
estaba entonces en sus primeros meses de existencia, y se preparaba para la
lucha parlamentaria, no podía de ninguna manera actuar en aquellos meses de
1905. Los que reprochan ahora al partido no haber protestado en su momento por
medio de mitines, contra las ‘ilusiones revolucionarias del trotskismo’ y
contra los ‘blanquistas’[2], no
comprenden o no se acuerdan del estado de espíritu del público democrático que
se reunía entonces en los mítines[3]."
Miliukov, como habéis visto, me hace un gran honor al relacionar mi nombre con
el período de máximo auge revolucionario. Pero el interés de la cita no radica
en esto. Es importante que nos demos cuenta de que, en octubre y noviembre, el
único fin de los demócratas era luchar contra las ilusiones revolucionarias, es
decir, contra el movimiento revolucionario de las masas y, si no lo
consiguieron, fue simplemente porque tenían miedo del público democrático de
los mítines ¡Y eso durante la luna de miel del partido! ¡Y eso en el momento en
que nuestra revolución alcanzaba su apogeo!
El camarada Martinov ha recordado las platónicas
felicitaciones dirigidas por los demócratas a los huelguistas. Pero, como
historiador tendencioso, ha olvidado mencionar el Congreso de los zemstvos, a
la cabeza del cual se encontraban los constitucionales demócratas [kadetes] en
noviembre. ¿Había estudiado este congreso el problema de su participación en el
movimiento popular? No. Se discutió solamente el posible entendimiento con el
ministro Witte. Cuando se recibió la noticia del levantamiento de Sebastopol,
el congreso se inclinó claramente hacia la derecha -¡hacia la derecha y no
hacia la izquierda!-. Y sólo el discurso de Miliukov, al decir que la
insurrección había sido aplastada, gracias a Dios, sólo ese discurso pudo
llevar a los constitucionales demócratas a la vía parlamentaria. Ya veis que la
tesis general de Martinov exige importantes restricciones.
Poco después, los kadetes llegan a la primera Duma. Es
indiscutiblemente la página más brillante de la historia del partido liberal.
Pero, ¿cómo explicar esta fuerza de los kadetes? Podemos apreciar diversamente
la táctica del boicot. Pero parece suficientemente claro que fue esta táctica
la que impulsó artificialmente y, por lo tanto, provisionalmente, a amplias
capas sociales democráticas al lado de los kadetes; introdujo en sus cuadros
representativos a numerosos radicales y así pareció que el partido
constitucional-demócrata se convertía en el órgano de una oposición
"nacional": esta excepcional situación los llevó a la famosa proclama
de Viborg, a la que hacía alusión el camarada Martinov. Pero las elecciones
para la segunda Duma forzaron a los kadetes a tomar la actitud que mejor les
convenía, la de la lucha contra las "ilusiones revolucionarias".
Alejo Smirnov, historiador del partido cadete, caracteriza la campaña electoral
en las ciudades donde los kadetes tienen su principal influencia de la
siguiente manera: "No había partidarios del gobierno entre los electores
de las ciudades... Por ello, en las asambleas, la lucha se desarrolló por otro
lado; fue una discusión entre el partido de la Libertad del Pueblo y los
partidos socialistas de izquierda”[4].
El caos que había reinado en la oposición durante las
primeras elecciones desapareció cuando se preparaba la segunda Duma: las
diferencias se manifestaron dentro de la democracia revolucionaria. Los kadetes
movilizaron a sus electores contra las ideas de democracia, de revolución, de
proletariado. Es un hecho de la mayor importancia que la base social de los
kadetes se estrecha y se hace cada vez menos democrática. Circunstancia, por
otra parte, que no se explica por el azar, que no es provisional ni
transitoria. Significa una escisión real, seria, entre el liberalismo y la
democracia revolucionaria. Miliukov se ha percatado de este resultado de las
segundas elecciones. Tras haber indicado que, en la primera Duma, los kadetes
tenían la mayoría, "quizá porque no tenían oposición" pero que la
habían perdido en las segundas elecciones, el líder del partido cadete declaró
lo siguiente: "En revancha, tenemos ahora con nosotros una parte
considerable de votos del país que se han pronunciado por nuestra táctica
contra la de los revolucionarios[5]."
Desearíamos que los camaradas mencheviques tuviesen la misma
claridad en la apreciación de lo que pasa. ¿Pensáis que las cosas pasarán
diferentemente más tarde? ¿Creéis que los kadetes pueden agrupar bajo su
estandarte a las masas democráticas y llegar a ser revolucionarios? ¿No pensáis,
por el contrario, que el desarrollo ulterior de la revolución separará
definitivamente a la democracia de los liberales y lanzará a estos últimos en
el campo de la reacción? ¿No es a esto a lo que conduce toda la táctica de los
kadetes en la segunda Duma? ¿Y no es a esto a lo que nos conduce vuestra propia
táctica? Vuestras manifestaciones en la Duma, las acusaciones que lanzáis en la
prensa y en las asambleas, ¿no tendrán ese efecto? ¿Qué motivos tenéis para
creer aún que los kadetes pueden reformarse? ¿Os basáis acaso en hechos sacados
del desarrollo político? ¡No, sólo pensáis en vuestro esquema! Para
"llevar a buen fin" la revolución tenéis necesidad de la burguesía de
las ciudades. La buscáis con ardor y no encontráis más que kadetes. Y manifestáis
pensando en ellos un extraño optimismo: queréis forzarlos a desempeñar un papel
histórico que no quieren asumir y que no asumirán.
A la cuestión esencial que os he planteado tantas veces no
me habéis dado ninguna respuesta. No tenéis la presciencia de la revolución.
Vuestra política está desprovista de toda perspectiva.
A causa de eso, vuestra actitud con respecto a los partidos
burgueses se formula en términos que el congreso debiera retener: de una
ocasión a otra. El proletariado no lleva una lucha sistemática para asegurar su
influencia sobre las masas populares, no controla sus movimientos y su táctica
por medio de esta idea directiva: agrupar en torno a ellos a los que trabajan,
a los que se oprime y llegar a ser su heraldo y su jefe lleva su política de una
ocasión a otra. Renuncia en principio a la posibilidad de despreciar las
ventajas temporales para realizar conquistas más profundas; procede por
empirismo a sus evaluaciones; efectúa combinaciones comerciales de política,
aprovechando tan pronto una ocasión como otra. ¿Por qué iba a preferir las
rubias a las morenas?, pregunta el camarada Plejanov. Debo reconocer que, si se
trata de rubias o de morenas, estamos en el terreno de lo que los alemanes
llaman Privatsache: no se trata más que de una opinión libremente personal.
Creo que el mismo Alexinski, que no transige, como sabernos, en cuestión de
principios, no pedirá que el congreso establezca en esta esfera "la unidad
de ideas" que sería la condición eficiente de la unidad de acción.
(Aplausos)
[1]
Tomado de la versión publicada en 1905, Resultados y Perspectivas, Tomo II, p.
107, Ediciones Ruedo Ibérico, Francia, 1971. Extracto de un discurso
pronunciado por Trotsky en el Congreso de Londres del Partido Socialdemócrata
Obrero de Rusia del 12-25 de mayo de 1907
[2]
Seguidores de August Blanqui (Ver Breves Notas Biográficas).
[3]
Miliukov, Cómo se han hecho las elecciones para la segunda Duma de Estado.
[4]
Ibidum.
[5]
P. Miliukov: Esbozos para la historia de la civilización rusa, San Petersburgo,
1896.