(15
de agosto del 2002)
Civilización, barbarismo y la
visión marxista de la historia
Alan WoodsEl Militante
Parece
ser que en cierta ocasión Henry Ford dijo que la "historia era una
chorrada". La palabra chorrada significa algo que no tiene sentido. No es una
frase muy elegante para expresar adecuadamente una idea que ha cobrado fuerza
durante los últimos años. El ilustre fundador de la empresa automovilística
Ford, perfeccionó más su definición de la historia al describirla como "sólo
una maldición tras otra", se trata de una forma de mirarla.
La misma idea también la expresan de una forma más elegante (aunque no
menos errónea) los seguidores de la moda post-modernista y que algunas personas
consideran una filosofía válida. Realmente, esta idea no es nueva. Hace ya
mucho tiempo que la expresó el gran historiador inglés Edward Gibbon, el autor
de Historia de la decadencia y caída del imperio romano. En la célebre frase de
Edward Gibbon la historia es “poco más que el registro de los crímenes, locuras
y desgracias de la humanidad”. (Gibbon, vol. 1, p. 69. En la edición inglesa).
La historia se presenta aquí como una serie de acontecimientos
fortuitos o accidentes, esencialmente, sin sentido e inexplicables. Gobernada
por ninguna ley que podamos comprender. Intentar comprender la historia sería
por lo tanto un ejercicio inútil. Otra variación de este tema es la idea, ahora
muy popular entre algunos círculos académicos, de negar la existencia de las
formas superiores e inferiores de desarrollo social y cultural. Dicen que el
“progreso” no existe y lo consideran una idea pasada de moda desde el siglo
XIX, cuando fue popularizada por los liberales victorianos, los socialistas
fabianos y Carlos Marx.
Esta negación del progreso en la historia es característica de la psicología
de la burguesía en la fase de declive capitalista. Es un fiel reflejo de que,
bajo el capitalismo, el progreso ha alcanzado sus limites y amenaza con
convertirse en su contrario. La burguesía y sus representantes intelectuales
están, como es natural, poco dispuestos a aceptar este hecho. Además, son
orgánicamente incapaces de reconocerlo. Lenin dijo en una ocasión que un hombre
al borde de un acantilado no era capaz de entrar en razón. Sin embargo, son
algo conscientes de la verdadera situación e intentan encontrar alguna clase de
justificación al callejón sin salida de su sistema, y negando la posibilidad de
todo progreso!
Esta idea se ha hundido tanto en la conciencia que incluso se la ha
llevado al reino de la evolución no-humana. Incluso un pensador brillante como
Stephen Jay Gould, cuya teoría dialéctica del equilibrio puntuado transformó la
forma de percibir la evolución, defendía que es incorrecto hablar de progreso
desde la evolución inferior a la superior, así que, debemos situar a los microbios
en el mismo nivel que a los seres humanos. En un sentido es correcto decir que
todas las cosas vivas están relacionadas (el genoma humano lo ha demostrado de
una forma concluyente). El hombre no es una creación especial del Todopoderoso,
es el producto de la evolución. No es correcto ver la evolución como una
especie de gran diseño, cuyo objetivo final era la creación de seres como
nosotros (teleología, de la palabra griega telos, estudio de la finalidad). Sin
embargo, rechazar una idea incorrecta no necesariamente obliga a ir al otro
extremo, y con ello, provocando nuevos errores.
No se trata de aceptar la existencia de un plan predeterminado
relacionado con la intervención divina o alguna clase de teleología, pero está
claro que las leyes de la evolución inherentes a la naturaleza son las que en
realidad determinan el desarrollo desde las formas simples de vida a otras
formas más complejas. Las primeras formas de vida ya contenían dentro de ellas
el embrión de su futuro desarrollo. Es posible explicar el desarrollo de los
ojos, las piernas y otros órganos sin recurrir a ningún plan predeterminado. En
determinado momento llegamos al desarrollo del sistema nervioso central y el
cerebro. Por último, con el homo sapiens, llegamos a la conciencia humana. La materia
se hace consciente de sí misma. No se ha producido una revolución más
importante desde el desarrollo de la materia orgánica (la vida) a partir de la
materia inorgánica.
Para complacer a nuestros críticos, quizás deberíamos añadir la frase:
desde nuestro punto de vista. Sin duda los microbios, si fueran capaces de
tener punto de vista, probablemente harían algunas objeciones serias. Pero
nosotros debemos afirmar que la evolución, realmente, representa el desarrollo
de formas simples de vida hasta otras formas más complejas y versátiles, en
otras palabras, el progreso de formas inferiores de vida a otras formas
superiores. Negar esto carece de sentido, no es una formulación científica, se
trata de escolástica. Al decir esto, por supuesto, nuestra intención no es
ofender a los microbios, después de todo llevan aquí mucho más tiempo que
nosotros, y si no se acaba con el sistema capitalista, puede que terminen
riéndose los últimos.
La cultura y el capitalismo
Si, para no ofender a los microbios y otras especies, no está
permitido hacer referencia a formas superiores e inferiores de vida, entonces
menos aún, según la última moda, se puede afirmar que los bárbaros representan
una forma inferior de desarrollo social y cultural frente a la esclavitud, sin
hablar del capitalismo. Decir que los bárbaros tenían su propia cultura no es
decir demasiado. Desde el momento en que los primeros humanos fabricaron
herramientas de piedra se puede decir que cada período ha tenido su propia
cultura. Que estas culturas no han sido lo suficientemente apreciadas hasta
hace poco, también es verdad. La burguesía siempre ha tenido una tendencia a
exagerar las conquistas de algunas culturas y denigrar a otras. Detrás de esto
están los intereses creados de aquellos que buscan esclavizar, dominar y
explotar a otros pueblos, y disfrazar esta opresión y explotación bajo el
disfraz hipócrita de la superioridad cultural.
Bajo esta bandera, los cristianos del norte de España (verdaderos
descendientes de los godos bárbaros), destruyeron los sistemas de irrigación y
la maravillosa cultura islámica de Al-Andalus, después continuaron y
destruyeron las ricas y florecientes culturas de los aztecas y los incas. Bajo
la misma bandera, los colonialistas británicos, franceses y holandeses,
esclavizaron sistemáticamente a los pueblos de África, Asia y el Pacífico. No
contentos con reducir a estos pueblos a la peor clase de esclavitud, les
robaron, no sólo su tierra, también el alma. Los misioneros cristianos
terminaron el trabajo comenzado por los soldados y cazadores de esclavos,
robando a la población su identidad cultural.
Todo esto es verdad y es necesario tratar la cultura de cada pueblo
con el respeto y afecto que se merece. Cada período, cada pueblo, ha añadido
algo al gran tesoro de la cultura humana que es nuestra herencia colectiva.
Pero, ¿esto significa que una cultura es tan buena como cualquier otra? ¿Eso
significa que se puede afirmar que entre las primeras hachas de piedra (algunas
de las cuales mostraban un grado considerable de sentido estético) y el David
de Miguel Ángel no se ha producido un progreso artístico perceptible? En una
palabra, ¿se puede hablar de progreso en la historia humana?
En la lógica, hay un método muy conocido que reduce un argumento al absurdo y lo lleva a su extremo. Vemos algo similar en ciertas tendencias modernas de la antropología, la historia y la sociología. Es un hecho conocido que la ciencia bajo el capitalismo cada vez es menos científica. Las llamadas ciencias sociales no son en absoluto ninguna ciencia, son intentos mal encubiertos de justificar el capitalismo, o al menos, de desacreditar al marxismo (que equivale a lo mismo). Esto ya ocurrió en el pasado, cuando los llamados antropólogos hicieron todo lo posible por justificar la esclavitud de las llamadas razas atrasadas denigrando su cultura. Pero las cosas no son mucho mejores ahora, cuando ciertas escuelas intentan hacerlo de otra forma.
Es verdad que los imperialistas, deliberadamente, han quitado importancia o incluso negado la cultura de los “pueblos atrasados” de África, Asia, etc., El poeta pro-imperialista inglés, Kipling (el autor de El libro de la selva) les llamó “razas menores sin ley”. Este imperialismo cultural sin duda era un intento de justificar la esclavización colonial de millones de personas. También es verdad que todas las acciones más bárbaras e inhumanas del pasado, palidecen en significado con los horrores infligidos a la raza humana por nuestro supuestamente civilizado sistema capitalista y su homólogo: el imperialismo.
En la lógica, hay un método muy conocido que reduce un argumento al absurdo y lo lleva a su extremo. Vemos algo similar en ciertas tendencias modernas de la antropología, la historia y la sociología. Es un hecho conocido que la ciencia bajo el capitalismo cada vez es menos científica. Las llamadas ciencias sociales no son en absoluto ninguna ciencia, son intentos mal encubiertos de justificar el capitalismo, o al menos, de desacreditar al marxismo (que equivale a lo mismo). Esto ya ocurrió en el pasado, cuando los llamados antropólogos hicieron todo lo posible por justificar la esclavitud de las llamadas razas atrasadas denigrando su cultura. Pero las cosas no son mucho mejores ahora, cuando ciertas escuelas intentan hacerlo de otra forma.
Es verdad que los imperialistas, deliberadamente, han quitado importancia o incluso negado la cultura de los “pueblos atrasados” de África, Asia, etc., El poeta pro-imperialista inglés, Kipling (el autor de El libro de la selva) les llamó “razas menores sin ley”. Este imperialismo cultural sin duda era un intento de justificar la esclavización colonial de millones de personas. También es verdad que todas las acciones más bárbaras e inhumanas del pasado, palidecen en significado con los horrores infligidos a la raza humana por nuestro supuestamente civilizado sistema capitalista y su homólogo: el imperialismo.
Es una paradoja terrible que cuando más ha desarrollado la humanidad
su capacidad productiva, cuando los avances de la ciencia y la tecnología son
más espectaculares, mayor es el sufrimiento, el hambre, la opresión y la
miseria de la mayoría de la población mundial. Incluso algunos de los
partidarios del sistema actual reconocen este hecho. Pero no han hecho nada
para corregirlo. Tampoco pueden porque se niegan a reconocer que la razón del
callejón sin salida actual en el que se encuentra la raza humana es el mismo sistema
que ellos defienden. Pero no sólo la burguesía se niega a sacar las
conclusiones necesarias. Lo mismo ocurre con muchos de los que se consideran de
izquierdas y radicales. Hay algunas personas bien intencionadas que, por
ejemplo, mantienen que la fuente de todos nuestros problemas es el crecimiento
de la ciencia, la técnica y la industria, y consiguientemente, sería algo bueno
¡regresar al modo de existencia precapitalista!
Los victorianos tenían una visión muy parcial de la historia, la veían
como una especie de marcha triunfal, una marcha imparable hacia el progreso y
la ilustración, dirigida, por supuesto, por el capitalismo inglés. Esta idea
también sirvió como una justificación conveniente del imperialismo y el
colonialismo. Los “civilizados” británicos fueron a la India y África, armados
con la Biblia (y también con barcos de guerra, cañones y rifles) para
introducir a los nativos ignorantes en las alegrías de la cultura occidental.
Aquellos que no mostraban entusiasmo ante los refinamientos de la cultura
británica (y también de la belga, holandesa, francesa y alemana) rápidamente
eran “educados” con las balas y las bayonetas.
Hoy en día los burgueses tienen un estado de ánimo bastante diferente.
Enfrentados a la creciente evidencia de la crisis global del capitalismo, están
hundidos en un ambiente de incertidumbre, el pesimismo y el temor ante el
futuro. Las viejas canciones sobre la inevitabilidad del progreso humano
parecen bastante fuera de tono con la cruda realidad del momento. La misma
palabra “progreso” provoca una sonrisa cínica de desprecio. Y esto no es
casualidad. La gente está empezando a comprender que en la primera década del
siglo XXI, el progreso se ha detenido completamente. Pero esto, sencillamente,
refleja el callejón sin salida del capitalismo, que hace mucho agotó su
potencial de progreso y se ha convertido en un monstruoso obstáculo en el
camino del avance humano. Hasta cierto punto, y sólo hasta cierto punto, se
puede decir que es imposible hablar de progreso.
No es la primera vez que hemos visto esta tendencia. En el largo
período de declive que precedió a la caída del Imperio Romano, a muchos les
parecía que se aproximaba el final del mundo. Esta idea era particularmente
intensa entre la cristiandad, y da forma al Libro de la Revelación (el
Apocalipsis). La gente realmente creía que se aproximaba el final del mundo. En
realidad, lo que llegaba a su fin era sólo una clase particular de sistema
socioeconómico, el sistema esclavista, que había alcanzado sus límites y era
incapaz de desarrollar las fuerzas productivas como había hecho en el pasado.
Se pudo observar un fenómeno similar al final de la Edad de las Tinieblas, cuando se puso de moda la misma idea: el final del mundo. Las masas se unían a las sectas flagelantes que viajaban por toda Europa, azotándose y torturándose para expiar los pecados de la humanidad, preparándose para el día del juicio final. De nuevo aquí lo que se aproximaba no era el fin del mundo, sino el final del sistema feudal, que había superado su utilidad y, finalmente, fue derrocado por la burguesía.
Se pudo observar un fenómeno similar al final de la Edad de las Tinieblas, cuando se puso de moda la misma idea: el final del mundo. Las masas se unían a las sectas flagelantes que viajaban por toda Europa, azotándose y torturándose para expiar los pecados de la humanidad, preparándose para el día del juicio final. De nuevo aquí lo que se aproximaba no era el fin del mundo, sino el final del sistema feudal, que había superado su utilidad y, finalmente, fue derrocado por la burguesía.
Sin embargo, el hecho de que una forma socioeconómica particular haya
sobrevivido a su utilidad histórica y se convierta en un obstáculo reaccionario
para el avance de la raza humana, no significa que el progreso sea un concepto
sin sentido. No significa que no haya existido progreso en el pasado (incluido
bajo el capitalismo) o que no pueda existir en el futuro, una vez sea abolido
el capitalismo. De este modo, una idea que a primera vista parece ser muy razonable,
se convierte en una defensa encubierta del capitalismo frente al socialismo.
Hacer incluso la más mínima concesión a esta idea, sería abandonar una posición
revolucionaria firme para caer en una posición reaccionaria.
El materialismo histórico
La sociedad está en constante cambio. La historia intenta catalogar
estos cambios e intenta explicarlos. Pero, ¿cuáles son las leyes que rigen el
cambio histórico? ¿Existen estas leyes? Si no existieran, la historia humana
sería completamente incomprensible, como pensaban Gibbon y Henry Ford. Sin
embargo, los marxistas no ven la historia de esta manera. De la misma forma que
la evolución de la vida tiene leyes inherentes que se pueden explicar, y que
fueron explicadas, primero por Darwin y, más recientemente, por los rápidos
avances en el estudio de la genética, también la evolución de la sociedad
humana tiene sus leyes inherentes y éstas fueron explicadas por Marx y Engels.
Aquellos que niegan la existencia de las leyes que dominan el
desarrollo social humano, sin excepción, abordan la historia desde un punto de
vista subjetivo y moralista. Como Gibbon (pero sin su extraordinario talento)
sacuden la cabeza ante el espectáculo interminable de violencia sin sentido, la
“inhumanidad del hombre contra el hombre” (y la mujer) y otras cosas por el
estilo. En lugar de una visión científica de la historia, tenemos la visión de
un sacerdote. Pero lo que necesitamos no es un sermón moral, sino una visión
racional. Por encima y más allá de los hechos aislados, es necesario comprender
las tendencias, las transiciones de un sistema social a otro, y elaborar las
fuerzas motrices fundamentales que determinan estas transiciones.
Al aplicar el método del materialismo dialéctico a la historia, inmediatamente resulta obvio que la historia humana tiene sus propias leyes, y que, consecuentemente, es posible comprenderla como un proceso. El ascenso y la caída de diferentes formaciones socioeconómicas se pueden explicar científicamente en términos de su capacidad o incapacidad de desarrollar los medios de producción, y de ese modo, empujar hacia delante los horizontes de la cultura humana e incrementar el dominio de la humanidad sobre la naturaleza.
Al aplicar el método del materialismo dialéctico a la historia, inmediatamente resulta obvio que la historia humana tiene sus propias leyes, y que, consecuentemente, es posible comprenderla como un proceso. El ascenso y la caída de diferentes formaciones socioeconómicas se pueden explicar científicamente en términos de su capacidad o incapacidad de desarrollar los medios de producción, y de ese modo, empujar hacia delante los horizontes de la cultura humana e incrementar el dominio de la humanidad sobre la naturaleza.
El marxismo mantiene que el desarrollo de la sociedad humana a lo
largo de millones de años representa el progreso, pero éste nunca ha seguido
una línea recta, como equivocadamente creían los victorianos (quienes tenían
una visión vulgar y antidialéctica de la evolución). La premisa básica del
materialismo histórico es que la fuente última de desarrollo humano es el
desarrollo de las fuerzas productivas. Esta es la conclusión más importante,
porque es la única que nos puede permitir llegar a una concepción científica de
la historia.
Antes de Marx y Engels, la historia para la mayoría de las personas
era una serie de acontecimientos desconectados o, por utilizar un término
filosófico, “accidentes”. No había una explicación general a este proceso
porque supuestamente la historia no tenía leyes internas. Una vez se acepta
este punto de vista, la única fuerza motriz de los acontecimientos históricos
es el papel del individuo, los “grandes hombres” (o mujeres). En otras
palabras, caemos en una visión idealista y subjetiva del proceso histórico.
Este era el punto de vista de los socialistas utópicos, quienes, a pesar de su
gran perspicacia y penetrante crítica del orden social existente, no
consiguieron comprender las leyes fundamentales del desarrollo histórico. Para
ellos, el socialismo era sólo una “buena idea”, una idea de hace mil años o de
mañana por la mañana. ¡Si se hubiera inventado hace mil años, la humanidad se
habría ahorrado muchos problemas!
Fueron Marx y Engels los primeros que explicaron eso, a pesar de las apariencias, todo el desarrollo humano depende del desarrollo de las fuerzas productivas, y de este modo dotaron de bases científicas el estudio de la historia. La primera condición de la ciencia es que seamos capaces de mirar más allá de lo particular para llegar a las leyes generales. Por ejemplo, los primeros cristianos eran comunistas (aunque su comunismo era utópico, basado en el consumo y no en la producción). Sus primeros experimentos con el comunismo no les llevaron a ninguna parte, tampoco les podían haber llevado a ninguna otra parte, porque el desarrollo de las fuerzas productivas en ese momento no permitía el desarrollo del verdadero comunismo.
Fueron Marx y Engels los primeros que explicaron eso, a pesar de las apariencias, todo el desarrollo humano depende del desarrollo de las fuerzas productivas, y de este modo dotaron de bases científicas el estudio de la historia. La primera condición de la ciencia es que seamos capaces de mirar más allá de lo particular para llegar a las leyes generales. Por ejemplo, los primeros cristianos eran comunistas (aunque su comunismo era utópico, basado en el consumo y no en la producción). Sus primeros experimentos con el comunismo no les llevaron a ninguna parte, tampoco les podían haber llevado a ninguna otra parte, porque el desarrollo de las fuerzas productivas en ese momento no permitía el desarrollo del verdadero comunismo.
En el período reciente se ha puesto de moda entre algunos círculos
intelectuales de “izquierdas” negar la existencia del progreso en la historia.
En parte, estas tendencias representan la reacción contra el imperialismo
cultural y la “eurocentricitad”. Se dice que una cultura humana es igual de
válida que cualquier otra. En este sentido, los intelectuales europeos
progresistas piensan que, él o ella, con esta postura, en cierta forma, están
“compensando” por el sistemático pillaje y violación perpetrado contra los
pueblos de las antiguas coloniales por nuestros antepasados, saqueo que, por
supuesto, continua en la actualidad aunque con disfraces diferentes.
Las intenciones de estas personas pueden ser loables, pero sus
premisas están completamente equivocadas. En primer lugar, para los millones de
personas explotadas y oprimidas de Asia, África y América Latina, les sirve de
poco alivio saber que ahora los intelectuales europeos redescubren y aprecian
sus antiguas culturas. Lo que hace falta no son gestos simbólicos o
terminología radical, sino una verdadera lucha contra el imperialismo y el
capitalismo a escala mundial. Sin embargo, para que esta lucha triunfe, hay que
ponerla sobre unas bases firmes. La condición previa para el éxito es la lucha
implacable por la teoría marxista. Por supuesto, es necesario poner las cosas
en su lugar y luchar contra toda clase de prejuicios racistas e imperialistas.
Pero al luchar contra una idea incorrecta es necesario tener cuidado de no ir
demasiado lejos, porque una idea correcta cuando se lleva a sus extremos puede
volverse en su contrario.
La historia humana no es una línea ininterrumpida hacia el progreso. A
lo largo de la línea ascendente, existe otra línea descendente. En la historia
ha habido períodos en los que, por diferentes razones, la sociedad ha
retrocedido, el progreso se ha detenido y la civilización y la cultura se han
hundido. Este fue el caso de Europa después de la caída del Imperio Romano, en
el período conocido, al menos en inglés, como la Edad de las Tinieblas.
Recientemente, ha habido una tendencia por parte de algunos académicos a
rescribir la historia y presentar a los bárbaros desde una óptica más
favorable. Esto no es “más científico” o “más objetivo”, simplemente es pueril.
Cómo no presentar la cuestión
Cómo no presentar la cuestión
Recientemente, el Canal Cuatro de la televisión británica emitió una
serie de tres capítulos titulada Los bárbaros, presentada por Richard Rudgley,
un antropólogo y autor de Civilizaciones perdidas de la Edad de Piedra. Después
de ver el segundo capítulo de la serie dedicado a los anglos y los sajones, las
tribus germánicas que invadieron las Islas Británicas, me he podido formar una
idea bastante buena de la tesis central de Rudgley. Defiende que ellos dejaron
una sociedad más civilizada que la que conquistaron: “La dependencia de la
esclavitud del Imperio Romano fue sustituida por una sociedad más justa donde
se estimulaba y valoraba el trabajo y los oficios técnicos”.
La gente, en general, cree que el legado romano en Gran Bretaña fue una sociedad civilizada más tarde brutalizada por las tribus bárbaras que invadieron las islas durante la Edad de las Tinieblas. Pero para Rudgley: “En mi viaje para comprender la Edad de las Tinieblas, me he encontrado con muchas cosas valiosas que tienen sus raíces, no en la civilización romana, sino en el mundo de los bárbaros, construido sobre las ruinas del Imperio Romano”.
La gente, en general, cree que el legado romano en Gran Bretaña fue una sociedad civilizada más tarde brutalizada por las tribus bárbaras que invadieron las islas durante la Edad de las Tinieblas. Pero para Rudgley: “En mi viaje para comprender la Edad de las Tinieblas, me he encontrado con muchas cosas valiosas que tienen sus raíces, no en la civilización romana, sino en el mundo de los bárbaros, construido sobre las ruinas del Imperio Romano”.
Rudgley ha realizado un descubrimiento asombroso: los sajones sabían
como construir barcos, y rápidos. Dice que los bárbaros trajeron oficios y
talento a estas orillas. “Sus técnicas eran inmensas. Sólo hay que mirar
algunas de las obras de metal, madera u joyería de ese período”. Pero los
romanos sabían construir no sólo barcos, también carreteras, acueductos,
ciudades y muchas otras cosas. Rudgley pasa por alto el insignificante detalle
de que estas cosas fueron destruidas o se hundieron por el abandono de los
bárbaros, y que esto llevó a desbaratamiento catastrófico del comercio y una
profunda caída en el desarrollo de las fuerzas productivas y la cultura, que
retrocedió mil años atrás.
Él cita las palabras del experto fabricante de espadas Hector Cole,
quien dice: “Los fabricantes de espadas sajones eran especialistas. Fabricaban
filos estructurados seiscientos años antes que los japoneses”. No hay duda de
todo esto. Todas las tribus bárbaras de este período eran expertos guerreros y
lo demostraron acabando con las defensas romanas como un cuchillo caliente
atraviesa la mantequilla. Los romanos del final del Imperio incluso comenzaron
a imitar algunas de las tácticas militares de los bárbaros. Pero nada de esto
demuestra que los bárbaros tuvieran un nivel de desarrollo comparable al de los
romanos, y menos aún superior.
Rudgley explica que las travesías marítimas de los anglos y los
sajones hacia Gran Bretaña, no fueron invasiones de masas dirigidas por
guerreros, sino pequeños grupos de emigrantes pacíficos que buscaban nuevos
asentamientos. Aquí confunde dos cosas. Sin duda los bárbaros buscaban un
territorio sobre el que asentarse. Las razones para estos movimientos de masas
de los pueblos en el siglo V probablemente son variadas. Una teoría es que un
cambio de clima elevó el nivel del mar en las zonas costeras de lo que es ahora
Holanda y el norte de Alemania, volviendo estas tierras inhabitables. Una
visión más tradicional es la presión de otras tribus bárbaras que venían de
Oriente. Con toda probabilidad se trate de una combinación de estos factores y
otros. En general, las causas de esta migración de masas se pueden poner bajo
el título de accidente histórico. Lo que importa son los resultados que
provocaron en la historia. Y esto es lo que está en discusión.
Los contactos iniciales entre los romanos y los bárbaros no necesariamente
tuvieron un carácter violento. Durante siglos existió un comercio importante a
lo largo de las fronteras orientales, y éste llevó a una progresiva
romanización de aquellas tribus que vivían próximas al Imperio. Muchos se
convirtieron en mercenarios y sirvieron en las legiones romanas. Alarico, el
líder godo que fue el primero que entró en Roma, no sólo era un antiguo soldado
de Roma, también era cristiano (arriano). También es cierto que los primeros
sajones que entraron en Gran Bretaña eran comerciantes pacíficos, mercenarios y
colonos. De hecho, según la tradición, fueron invitados a Gran Bretaña por el
“rey” británico romanizado Vortigern, después de la salida de las legiones
romanas.
Pero en este punto, el análisis de Rudgley comienza a resquebrajarse. Ha olvidado completamente que el comercio entre las naciones civilizadas y los bárbaros, estaba invariablemente relacionado con la piratería, el espionaje y la guerra. Los comerciantes bárbaros observaban cuidadosamente los puntos fuertes y débiles de las naciones con las que entraban en contacto. Si existían signos de debilidad, a las relaciones comerciales “pacíficas” seguirían las bandas armas en busca de saqueo y conquista. Basta con leer el Antiguo Testamento para ver que esta era precisamente la relación entre las tribus israelíes nómadas y pastoriles y los antiguos cananitas, quienes, como pueblos urbanos civilizados, contaban con un elevado nivel de desarrollo.
Los romanos tenían un nivel cultural más alto que los bárbaros y se puede demostrar fácilmente con el siguiente hecho. Aunque los bárbaros consiguieron conquistar a los romanos, ellos mismos fueron rápidamente absorbidos, e incluso perdieron su propia lengua y acabaron hablando un dialecto del latín. Del mismo modo, los francos, que dieron su nombre a la Francia moderna, eran una tribu germánica que hablaba una lengua relacionada con el alemán moderno. Lo mismo ocurrió con las tribus germánicas que invadieron España e Italia.
Pero en este punto, el análisis de Rudgley comienza a resquebrajarse. Ha olvidado completamente que el comercio entre las naciones civilizadas y los bárbaros, estaba invariablemente relacionado con la piratería, el espionaje y la guerra. Los comerciantes bárbaros observaban cuidadosamente los puntos fuertes y débiles de las naciones con las que entraban en contacto. Si existían signos de debilidad, a las relaciones comerciales “pacíficas” seguirían las bandas armas en busca de saqueo y conquista. Basta con leer el Antiguo Testamento para ver que esta era precisamente la relación entre las tribus israelíes nómadas y pastoriles y los antiguos cananitas, quienes, como pueblos urbanos civilizados, contaban con un elevado nivel de desarrollo.
Los romanos tenían un nivel cultural más alto que los bárbaros y se puede demostrar fácilmente con el siguiente hecho. Aunque los bárbaros consiguieron conquistar a los romanos, ellos mismos fueron rápidamente absorbidos, e incluso perdieron su propia lengua y acabaron hablando un dialecto del latín. Del mismo modo, los francos, que dieron su nombre a la Francia moderna, eran una tribu germánica que hablaba una lengua relacionada con el alemán moderno. Lo mismo ocurrió con las tribus germánicas que invadieron España e Italia.
La única excepción manifiesta a esta regla es que los anglos y los
sajones que invadieron Gran Bretaña, no fueron absorbidos por los
celtas-romanos británicos que eran más avanzados. La lengua inglesa básicamente
es una lengua germánica (con una mezcla moderna de francés normando desde el
siglo XI en adelante). En realidad, el número de palabras de origen celta en la
lengua inglesa es insignificante, mientras que hay muchas más palabras árabes
en la lengua española. La razón para esto es que los árabes en España tenían un
nivel cultural superior a los cristianos de habla española que les
conquistaron. La única explicación concebible es que los bárbaros anglo-sajones
(a quienes Rudgley considera unas personas muy pacíficas y amables) aplicaron
una política genocida contra el pueblo celta cuyas tierras fueron tomadas con
guerras sangrientas de conquista.
¿Sentimentalismo o ciencia?
Por lo tanto, podemos poner una regla firme: un pueblo invasor cuya
cultura está en un nivel más bajo que el pueblo conquistado por él, con el
tiempo, será absorbido por la cultura de los conquistados y no viceversa. Se
podría responder esto que este proceso ocurrió porque el número de invasores
era relativamente pequeño. Pero esto no se sostiene. En primer lugar, como el
propio Rudgley afirma, en estas vastas migraciones participó un gran número de
personas, en realidad pueblos enteros. En segundo lugar, hay otros muchos
ejemplos históricos que demuestran lo contrario.
Los mongoles que invadieron la India y establecieron la dinastía Mogul que duró hasta que los británicos conquistaron la India, fueron completamente absorbidos por la forma de vida india que era más avanzada. Exactamente lo mismo ocurrió en China. Sin embargo, cuando los británicos conquistaron la India, no fueron absorbidos por la cultura nativa, sino lo contrario, como explica Marx, destruyeron completamente la vieja sociedad india que había resistido durante miles de años. ¿Cómo fue esto posible? Sólo porque Gran Bretaña, donde el sistema capitalista se había desarrollado rápidamente, tenía un nivel más alto de desarrollo que la India.
Los mongoles que invadieron la India y establecieron la dinastía Mogul que duró hasta que los británicos conquistaron la India, fueron completamente absorbidos por la forma de vida india que era más avanzada. Exactamente lo mismo ocurrió en China. Sin embargo, cuando los británicos conquistaron la India, no fueron absorbidos por la cultura nativa, sino lo contrario, como explica Marx, destruyeron completamente la vieja sociedad india que había resistido durante miles de años. ¿Cómo fue esto posible? Sólo porque Gran Bretaña, donde el sistema capitalista se había desarrollado rápidamente, tenía un nivel más alto de desarrollo que la India.
Por supuesto, es posible decir que antes de la llegada de los
británicos, los indios tenían un nivel más alto de desarrollo cultural. Aunque
los conquistadores europeos despreciaban a los indios, al menos como
semi-bárbaros, nada puede estar más alejado de la realidad. Sobre las bases del
antiguo método asiático de producción, la cultura india alcanzó niveles
prodigiosos. Sus conquistas en los terrenos del arte, escultura, arquitectura,
música y poesía fueron tan brillantes que incluso provocaron la admiración de
los representantes más cultos del Imperio Británico.
Es igualmente posible deplorar a los supuestamente civilizados
británicos por la forma tan brutal en la que aplastaron a los indios, con una
combinación de engaño, mentiras, asesinatos y masacres. Esa es toda la verdad,
pero falta algo. La verdadera pregunta que se debe hacer es la siguiente: ¿Por
qué los británicos no fueron absorbidos por la cultura india como les ocurrió a
los mongoles? Después de todo, en este caso, es verdad que el número de
británicos que se asentaron en la India era insignificante comparado con las
masas de este vasto subcontinente. Después de doscientos años, fueron los
indios los que aprendieron inglés y no viceversa.
Hoy, medio siglo después de la salida de los británicos, el inglés es
aún la lengua oficial de la India y permanece como la lengua franca de todos
los indios y pakistaníes cultos. ¿Cómo se puede explicar esto? Sólo porque el
capitalismo representa un nivel más elevado de desarrollo que el feudalismo o
el modo asiático de producción. Ese es el factor decisivo. Quejarse de esto,
protestar contra el “imperialismo cultural” y otras cosas por el estilo puede
tener un cierto valor en el terreno de la agitación (no hay ninguna duda de la
conducta verdaderamente bárbara de los imperialistas en general). Pero desde un
punto de vista científico estos comentarios no nos llevan muy lejos.
Abordar la historia humana desde un punto de vista sentimental es peor que inútil. La historia no conoce la moralidad y funciona según diferentes leyes. La tarea de cualquier persona que quisiese comprender la historia es en primer lugar dejar a un lado todos los elementos moralistas, ya que no existe ninguna moralidad supra-histórica, ninguna “moralidad en general”, sino sólo moralidades particulares que pertenecen a períodos históricos particulares y formaciones socio-económicas definidas y no tienen relevancia fuera de ellas.
Abordar la historia humana desde un punto de vista sentimental es peor que inútil. La historia no conoce la moralidad y funciona según diferentes leyes. La tarea de cualquier persona que quisiese comprender la historia es en primer lugar dejar a un lado todos los elementos moralistas, ya que no existe ninguna moralidad supra-histórica, ninguna “moralidad en general”, sino sólo moralidades particulares que pertenecen a períodos históricos particulares y formaciones socio-económicas definidas y no tienen relevancia fuera de ellas.
Desde un punto de vista científico, por lo tanto, no tiene sentido
comparar los niveles morales de la conducta de los romanos y los bárbaros, los
británicos y los indios, los mongoles y los chinos. Las prácticas inhumanas y
bárbaras han existido en cada período de la historia, si tomamos una vara de
medir para juzgar la raza humana, deberíamos sacar conclusiones muy pesimistas.
En realidad, se podría sostener que cuánto mayor es el grado de desarrollo,
mayor la capacidad de infligir sufrimiento a un mayor número de personas. La
situación del mundo en la primera década del siglo XXI parece confirmar esta
sombría valoración de la historia humana.
Algunas personas han sacado la conclusión de que quizá el problema es
que ha habido demasiado desarrollo, demasiado progreso, demasiada civilización.
¿No seríamos más felices viviendo en un entorno agrícola sencillo, por supuesto
en líneas estrictamente ecológicas, cultivando nuestros propios campos (sin
tractores), haciendo nuestra ropa y amasando nuestro pan? Es decir, ¿no sería
mejor si regresáramos al barbarismo?
Debido a la terrible situación de la sociedad y el mundo bajo el capitalismo, fácilmente podemos comprender que existan personas que busquen una escape de la desagradable realidad y que quieran dar marcha atrás al reloj para regresar a una época dorada. El problema es que nunca existió esta época. Aquellas personas (normalmente de clase media) que hablan grandiosamente de las maravillas de la vida de los días de las comunas agrícolas no tienen idea de lo difícil que era la vida en aquellos tiempos. Citaremos un manuscrito de un monje medieval que, a diferencia de nuestros fanáticos de la Nueva Era, conocía perfectamente como era la vida bajo el feudalismo. Este es un extracto de un autor medieval, un monje llamado Aelfric, que escribió un libro para enseñar conversación latina en Winchester:
Debido a la terrible situación de la sociedad y el mundo bajo el capitalismo, fácilmente podemos comprender que existan personas que busquen una escape de la desagradable realidad y que quieran dar marcha atrás al reloj para regresar a una época dorada. El problema es que nunca existió esta época. Aquellas personas (normalmente de clase media) que hablan grandiosamente de las maravillas de la vida de los días de las comunas agrícolas no tienen idea de lo difícil que era la vida en aquellos tiempos. Citaremos un manuscrito de un monje medieval que, a diferencia de nuestros fanáticos de la Nueva Era, conocía perfectamente como era la vida bajo el feudalismo. Este es un extracto de un autor medieval, un monje llamado Aelfric, que escribió un libro para enseñar conversación latina en Winchester:
Maestro: ¿Qué haces labrador, cómo haces tu trabajo?
Pupilo: Señor, trabajo muy duro. Me levanto al amanecer para llevar los
bueyes al campo y allí les acoplaré el arado. Pero el invierno es duro y no me
atrevo a quedarme en casa por temor a mi señor; después de acoplar los bueyes,
pongo la reja y la cuchilla al arado, cada día tengo que arar un acre o más.
Maestro: ¿Alguien te ayuda?.
Pupilo: Tengo a un chico que guía los bueyes con la aguijada y ahora está
afónico del frío.
Maestro: ¿Qué otro trabajo tienes que hacer diariamente?
Maestro: ¿Qué otro trabajo tienes que hacer diariamente?
Pupilo: Mucho más. Tengo que llenar los cubos de los bueyes con heno, darles
agua y sacar el estiércol fuera.
Maestro: ¿Es un trabajo duro?
Pupilo: Sí, es un trabajo duro, porque no soy libre.
¡Un par de semanas de trabajo deslomado y de destrucción del alma,
seguramente sería una cura garantizada para las ilusiones de la mayoría de los
intransigentes románticos! Es una pena no poder hacer un viaje corto en la
máquina del tiempo con este objetivo.
¿Qué es el barbarismo?
La palabra “barbarismo” se utiliza en diferentes contextos y para
cosas diferentes. Incluso puede ser un insulto cuando hacemos referencia al
comportamiento bárbaro de ciertos seguidores de fútbol demasiado entusiastas.
Para los antiguos griegos (los primeros que acuñaron la palabra) significaba
simplemente “uno que no habla el idioma” (es decir, el griego). Pero para los
marxistas, normalmente, significa la etapa entre el comunismo primitivo y la
primera sociedad de clases, cuando se empezaron a formar las clases y con ellas
el estado. El barbarismo es una fase transicional, donde la vieja comuna se
encuentra en un estado de decadencia y donde las clases y el estado están en
proceso de formación.
Como las otras sociedades humanas (incluido el salvajismo, la fase de
las sociedades cazadoras y recolectoras basadas en el comunismo primitivo y que
realizaron maravillosas obras de arte en las cuevas de Francia y el norte de
España), los bárbaros ciertamente tenían cultura, y fueron capaces de producir
objetos de arte muy hermosos y sofisticados. Sus técnicas de guerra demuestran
que también eran capaces de hazañas extraordinarias de organización y esto se
demostró cuando derrotaron a las legiones romanas. Los romanos comenzaron a
copiar las mismas tácticas militares que los bárbaros, introdujeron el arco
corto perfeccionado por los hunos y otras tribus para disparar desde el
caballo.
El período de barbarismo representa a parte muy larga de la historia
humana, y está dividida en varios períodos más o menos diferenciados. En
general, se caracterizó por la transición del modo de producción basado en la
caza y la recolección, al pastoreo y la agricultura, es decir, del salvajismo
paleolítico, pasando por el barbarismo neolítico, al barbarismo más elevado de
la Edad de Bronce, que permanece como el umbral de la civilización. El punto de
inflexión decisivo fue lo que Gordon Childe llamó la revolución neolítica, que
representó un gran paso adelante en el desarrollo de la capacidad productiva
humana, y por lo tanto, de la cultura. Esto es lo que dice Childe:
“Es enorme nuestra deuda con para con estos bárbaros que no conocieron la escritura. Todas las planta comestibles cultivadas de cierta importancia han sido descubiertas por alguna sociedad bárbara innominada”. (Qué sucedió en la historia. Gordon Childe. Buenos Aires. Editorial La Pléyade. 1977. p. 69).
“Es enorme nuestra deuda con para con estos bárbaros que no conocieron la escritura. Todas las planta comestibles cultivadas de cierta importancia han sido descubiertas por alguna sociedad bárbara innominada”. (Qué sucedió en la historia. Gordon Childe. Buenos Aires. Editorial La Pléyade. 1977. p. 69).
Aquí está el embrión de dónde crecieron las aldeas y las ciudades, la
escritura, la industria y todo lo demás que sirve de base para lo que llamamos
civilización. Las raíces de la civilización se encuentran precisamente en el
barbarismo, y aún más, en la esclavitud. El desarrollo del barbarismo llevó a
la esclavitud o a lo que Marx llamó el modo asiático de producción.
Sería incorrecto negar la contribución de los pueblos bárbaros al
desarrollo humano. Jugaron un papel vital en determinada etapa. Poseían
cultura, y avanzada para el tiempo en el que vivieron. Pero lo historia no se
detiene aquí. El nuevo desarrollo de las fuerzas productivas llevó a nuevas
formas socioeconómicas que llevaron a un nivel cualitativamente más elevado.
Nuestra civilización moderna (tal como es) viene de las conquistas colosales de
Egipto, Mesopotamia y el Valle del Indo, e incluso más, de Grecia y Roma.
Mientras que no negamos la existencia de la cultura bárbara, los marxistas
no dudamos en afirmar que ésta última fue históricamente sustituida por las
culturas de Egipto, Grecia y Roma que crecieron a partir del barbarismo, lo
superaron y le sustituyeron. Negar este hecho sería obviar la realidad.
El papel de la esclavitud
Si miramos todo el proceso de la historia y prehistoria humanas, lo
primero que nos llama la atención es la extraordinaria lentitud con que se
desarrollaron las especies. La evolución gradual de las criaturas humanas o
humanoides y su alejamiento de la condición de animales, hacia una condición
genuinamente humana, transcurrió a lo largo de millones de años. Durante el
primer período que llamamos salvajismo, caracterizado por un desarrollo muy
lento de los medios de producción, la fabricación de herramientas de piedra y
el modo de existencia cazador-recolector, la línea de desarrollo permanece
prácticamente plana durante un largo período de tiempo. Comienza a acelerarse
precisamente en el período conocido como barbarismo (particularmente con la
revolución neolítica) cuando las primeras comunidades estables se convirtieron
en ciudades (como Jericó, que data de aproximadamente el 7.000 a. de C).
Sin embargo, el crecimiento realmente explosivo ocurre en Egipto,
Mesopotamia, el Valle del Indo (y también China), Persia, Grecia y Roma. En
otras palabras, el desarrollo de la sociedad de clases coincide con un aumento
masivo de las fuerzas productivas, y como resultado, de la cultura humana, que
alcanza cimas sin precedentes. Este no es el lugar para mencionar todos los
descubrimientos realizados por los griegos y los romanos. Hay una famosa escena
en la película La vida de Brian de los Monty Piton, donde un entusiasta
“luchador por la libertad” hace una pregunta retórica: “¿Qué han hecho los
romanos por nosotros?” A su pesar recibe una respuesta con una larga lista de
cosas. ¡No deberíamos cometer el mismo error!
Pero podría hacerse la siguiente objeción, Grecia y Roma se basaban en
la esclavitud, que es una institución inhumana y aborrecible. Las maravillosas
conquistas de la antigua Atenas se consiguieron bajo la esclavitud. Su
democracia, probablemente la más avanzada del mundo hasta la fecha, era la
democracia de una minoría de ciudadanos libres. La mayoría, los esclavos, no
tenían ningún derecho. Hace poco recibí una carta que compara desfavorablemente
la sociedad esclavista con el barbarismo. Reproduzco un extracto:
“En realidad, las sociedades primitivas son las menos bárbaras de la
historia mundial. Por ejemplo, sus guerras eran rituales sin apenas víctimas.
La barbarie del nazismo y las guerras de los Balcanes es una característica
típica del capitalismo, igual que el feudalismo o la sociedad esclavista tenían
sus características bárbaras particulares. Los hechos más bárbaros de la
historia son todos, de una forma u otra, consecuencia de la sociedad de
clases”.
Estas líneas plantean la cuestión de la guerra en un sentido moralista
y no materialista. La guerra siempre ha sido bárbara. Se trata de asesinar
personas de una manera más eficaz. Se puede estar de acuerdo que en las guerras
de las sociedades primitivas se asesinaba a menos personas que en las guerras
modernas. Eso hasta cierto punto es producto del desarrollo de la ciencia y la
técnica que han llevado a una perfección de la productividad humana, no sólo en
la industria y la agricultura, también en el campo de batalla. Engels explica
en el Anti-Dühring cómo la historia de la guerra sólo se puede comprender en
términos del desarrollo de los medios de producción. Los romanos eran menos
eficaces en el asesinato que los bárbaros (al menos en el período de ancestro
del poder romano), y nosotros somos incomparablemente más eficaces que los
romanos, en este terreno y en muchos más.
Los marxistas no pueden mirar la historia desde el punto de vista de
la moralidad. A parte de esto, no existe la moralidad suprahistórica. Toda
sociedad tiene su propia moralidad, religión, cultura, etc., que corresponde
con un nivel determinado de desarrollo, y, al menos en el período que llamamos
civilización, no se puede observar desde el punto de vista del número de
víctimas, y mucho menos, desde un punto de vista moral abstracto. Podemos
desaprobar las guerras en general, pero no se puede negar una cosa: durante
todo el curso de la historia humana, todas las cuestiones serias, en última
instancia, se han resuelto de esta forma. Esto se aplica tanto en los
conflictos entre las naciones (guerras) como a los conflictos entre las clases
(revoluciones). Nuestra actitud hacia un tipo particular de sociedad y su
cultura no puede estar determinada por consideraciones moralistas. Desde el
punto de vista del materialismo histórico resulta totalmente indiferente que
algunos bárbaros (incluidos mis propios ancestros, los celtas) fueran cazadores
de cabezas o quemasen vivas a las personas en el interior de estatuas de mimbre
para celebrar el solsticio de verano. Existen los mismos motivos para
condenarles, que para alabarles por la hermosa joyería que fabricaron o la
poesía que recitaban. Lo que determina si una formación socioeconómica
determinada es históricamente progresista o no, es en primer lugar, su
capacidad de desarrollar las fuerzas productivas, las bases materiales reales
sobre las que se levanta y desarrolla la cultura humana.
La razón por la cual el desarrollo humano fue tan terriblemente lento
durante un largo período de tiempo, fue precisamente el bajo nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas. El desarrollo real comienza ya en la
fase del barbarismo, como explicamos antes. Este fue un acontecimiento
progresista en su día, pero fue superado, negado y sustituido por una forma más
elevada que fue la esclavitud. El viejo Hegel, ese pensador tan profundo y
maravilloso, escribe: “No fue tanto de la esclavitud como a través de la
esclavitud que la humanidad se emancipó”. (Lectures
on the Philosophy of History, p. 407).
Los romanos utilizaron la fuerza bruta para subyugar a otros pueblos,
vendieron ciudades enteras a la esclavitud, masacraron a miles de prisioneros
de guerra para diversión en el circo público, e introdujeron métodos muy refinados
de ejecución, como la crucifixión. Sí, todo esto es verdad. Pero también es
verdad que nuestra civilización moderna, nuestra cultura, nuestra literatura,
nuestra arquitectura, nuestra medicina, nuestra ciencia, nuestra filosofía,
incluso muchos casos de nuestra lengua, proceden de Grecia y Roma.
No es una tarea difícil leer en voz alta una larga lista de los
crímenes de los romanos (o de los señores feudales, o de los modernos
capitalistas). Es incluso posible compararles desfavorablemente, al menos en
algunos aspectos, con las tribus bárbaras frente a los que estaban en mas o
menos constante guerra. Esto no es nuevo. En realidad, se pueden leer numerosos
pasajes en los escritos del historiador romano Tácito. Pero hacer esto no nos
permite avanzar en nuestra comprensión de la historia. Sólo lo podemos
conseguir si aplicamos consistentemente el método del materialismo histórico.
El ascenso y la caída de Roma
El ascenso y la caída de Roma
Aunque el trabajo del esclavo individual no era muy productivo (los
esclavos eran obligados a trabajar), el gran número de esclavos, como en las
minas y latifundia (unidades agrícolas a gran escala) en Roma en el último
período de la República y el Imperio, sí producían una plusvalía considerable.
En el punto álgido del Imperio, los esclavos abundaban y eran baratos, las
guerras de Roma básicamente equivalían a una gran caza de esclavos. Pero en
determinado momento, este sistema llegó a sus límites y entonces entró en un
prolongado período de declive.
Los inicios de la crisis en Roma se pueden ya observar en el último
período de la República, un período caracterizado por agitaciones sociales,
políticas y guerra de clases. Desde el principio, había una lucha violenta
entre los ricos y los pobres en Roma. Hay informes detallados, en los escritos
de Livy y de otros, de las luchas entre los plebeyos y los patricios, que
terminaron con un compromiso incómodo. El último período, cuando Roma ya se
había convertido en el amo del Mediterráneo después de derrotar a su poderoso
rival: Cartago, no fue otra cosa que una lucha por la división de los botines.
Tiberio Graco pidió que la riqueza de Roma se dividiera entre sus
ciudadanos libres. Su objetivo era convertir a Italia en una república de
pequeños campesinos y no de esclavos, pero fue derrotado por los nobles y los
propietarios de esclavos. Esto resultó a largo plazo un desastre para Roma. El
campesinado arruinado, la columna vertebral de la república y su ejército, huyó
hacia Roma donde formó el lúmpem-proletariado, una clase no productiva que
vivía a costa del estado. Aunque resentidos con los ricos, compartían un
interés común en la explotación de los esclavos, la única clase realmente
productiva en el período de la República y el Imperio. La gran sublevación de
esclavos dirigida por Espartaco fue un episodio glorioso en la historia de la
antigüedad. Los ecos de esta lucha titánica reverberaron durante siglos y aún
es fuente de inspiración. El espectáculo de estas personas oprimidas
levantándose con las armas en la mano e infligiendo una derrota tras otra a los
ejércitos de la potencia más poderosa del mundo, es uno de los acontecimientos
más increíbles en la historia. Si hubieran conseguido derrocar al estado
romano, el curso de la historia se habría alterado significativamente.
Por supuesto, no es posible decir exactamente cual habría sido el
resultado. Sin duda, los esclavos habrían sido liberados. Dado el nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas, la tendencia general habría sido en
dirección hacia alguna clase de feudalismo. Pero al menos la humanidad se
habría ahorrado los horrores de la Edad de las Tinieblas, y es probable que se
hubiera acelerado el desarrollo económico y cultural.
La razón fundamental del fracaso final de Espartaco, fue que los esclavos no se vincularon con el proletariado de las ciudades. En la medida que éste último continuó apoyando al estado, la victoria de los esclavos era imposible. Pero el proletariado romano, a diferencia del proletariado moderno, no era productivo, era sólo una clase parasitaria que vivía a costa del trabajo de los esclavos y que dependía de sus maestros. El fracaso de la revolución romana reside en este hecho.
La razón fundamental del fracaso final de Espartaco, fue que los esclavos no se vincularon con el proletariado de las ciudades. En la medida que éste último continuó apoyando al estado, la victoria de los esclavos era imposible. Pero el proletariado romano, a diferencia del proletariado moderno, no era productivo, era sólo una clase parasitaria que vivía a costa del trabajo de los esclavos y que dependía de sus maestros. El fracaso de la revolución romana reside en este hecho.
Marx y Engels señalaron que la lucha de clases, al final, o termina en
la victoria total de una de las clases, o en la ruina común de las clases en contienda.
El destino de la sociedad romana es el ejemplo muy claro del último caso. En
ausencia de un campesinado libre, el estado estaba obligado a apoyarse en un
ejército mercenario para que luchara sus guerras. El estancamiento de la lucha
de clases provocó una situación similar al fenómeno moderno del bonapartismo.
El equivalente romano se llama cesarismo.
Los legionarios romanos ya no eran leales a la República, sino a su
comandante, el hombre que les garantizaba su salario, su botín y un pedazo de
tierra cuando se jubilaban. El último período de la República se caracterizó
por una intensificación de la lucha entre las clases, en la que ninguna parte
fue capaz de conseguir una victoria decisiva. Como resultado, el estado (que
Lenin describió como “cuerpos de hombres armados”) comenzó a adquirir una
independencia cada vez mayor, levantándose por encima de la sociedad y
apareciendo como el árbitro final de las continuas luchas de poder en Roma.
Hubo toda una seria de aventureros militares: Mario, Crasso, Pompeyo y
finalmente Julio César, un general brillante, un político inteligente y un
hombre de negocios astuto, que en realidad puso fin a la República mientras
prestaba servicio a ella. Su prestigio aumentó con sus triunfos militares en
Galia, España y Gran Bretaña, comenzó a concentrar todo el poder en sus manos.
Aunque fue asesinado por una fracción conservadora que deseaba preservar la
República, el viejo régimen estaba condenado.
En su obra Julio Cesar, Shakespeare dice de lo siguiente de Bruto: “De todos los romanos fue el más noble”. Ciertamente, Bruto y los otros conspiradores que asesinaron a César no carecían de coraje personal y sus motivos puede que fueran nobles o no. Pero eran unos utópicos sin esperanza. La república que intentaban defender era un cadáver corrupto desde hacía mucho tiempo. Después de que Bruto y los otros fueran derrotados por el triunvirato, la República fue reconocida formalmente y el primer emperador, Augusto, siguió con esta pretensión. El mismo título de “emperador” (imperator en latín) es un título militar, inventado para no utilizar el título de rey que era demasiado ofensivo para los oídos republicanos. Pero era un rey en todo, menos en el nombre.
En su obra Julio Cesar, Shakespeare dice de lo siguiente de Bruto: “De todos los romanos fue el más noble”. Ciertamente, Bruto y los otros conspiradores que asesinaron a César no carecían de coraje personal y sus motivos puede que fueran nobles o no. Pero eran unos utópicos sin esperanza. La república que intentaban defender era un cadáver corrupto desde hacía mucho tiempo. Después de que Bruto y los otros fueran derrotados por el triunvirato, la República fue reconocida formalmente y el primer emperador, Augusto, siguió con esta pretensión. El mismo título de “emperador” (imperator en latín) es un título militar, inventado para no utilizar el título de rey que era demasiado ofensivo para los oídos republicanos. Pero era un rey en todo, menos en el nombre.
Las formas de la vieja república sobrevivieron durante mucho tiempo
después. Pero sólo eran eso, formas vacías sin contenido real, una cáscara
vacía que al final fue arrastrada por el viento. El Senado estaba desprovisto
de todo poder y autoridad real. Julio César había conmocionado a la respetable
opinión pública al nombrar a la Galia miembro del senado. Calígula mejoró
considerablemente esto al nombrar senador a su caballo. Nadie veía nada malo en
esto, y si lo veían, mantenían la boca cerrada.
Los emperadores continuaron “consultando” al senado, e incluso consiguieron no reírse cuando lo hacían. En el último período del Imperio, debido al declive de la producción, la corrupción y el saqueo, las finanzas estaban en un estado lamentable, y los romanos ricos eran regularmente “ascendidos” al rango de senador, para cobrarles impuestos extras. Según algún humorista romano, un legislador reticente “era desterrado al senado”.
A menudo ocurre en la historia que instituciones obsoletas pueden sobrevivir mucho tiempo después de que haya desaparecido su razón de existir. Desde ese momento, arrastran una existencia miserable, igual que un anciano decrépito se aferra a la vida, hasta que esa institución es derrocada a través de la revolución. El declive del imperio romano duró casi cuatro siglos. No fue un proceso continúo. Hubo períodos de recuperación e incluso brillantez, pero la línea general fue descendente.
En períodos como este hay un sentimiento general de malestar. El ambiente predominante es el escepticismo, la ausencia de fe y pesimismo en el futuro. Las viejas tradiciones, la moralidad y la religión, cosas que actúan como un cimiento poderoso para mantener unida a la sociedad, pierden su credibilidad. En lugar de la vieja religión, la gente busca nuevos dioses. En su período de declive, Roma se vio inundada con una plaga de sectas religiosas procedentes de oriente. La cristiandad era una de estas sectas, aunque al final triunfó, tuvo que luchar duro con numerosos rivales, como el culto Mitra.
Los emperadores continuaron “consultando” al senado, e incluso consiguieron no reírse cuando lo hacían. En el último período del Imperio, debido al declive de la producción, la corrupción y el saqueo, las finanzas estaban en un estado lamentable, y los romanos ricos eran regularmente “ascendidos” al rango de senador, para cobrarles impuestos extras. Según algún humorista romano, un legislador reticente “era desterrado al senado”.
A menudo ocurre en la historia que instituciones obsoletas pueden sobrevivir mucho tiempo después de que haya desaparecido su razón de existir. Desde ese momento, arrastran una existencia miserable, igual que un anciano decrépito se aferra a la vida, hasta que esa institución es derrocada a través de la revolución. El declive del imperio romano duró casi cuatro siglos. No fue un proceso continúo. Hubo períodos de recuperación e incluso brillantez, pero la línea general fue descendente.
En períodos como este hay un sentimiento general de malestar. El ambiente predominante es el escepticismo, la ausencia de fe y pesimismo en el futuro. Las viejas tradiciones, la moralidad y la religión, cosas que actúan como un cimiento poderoso para mantener unida a la sociedad, pierden su credibilidad. En lugar de la vieja religión, la gente busca nuevos dioses. En su período de declive, Roma se vio inundada con una plaga de sectas religiosas procedentes de oriente. La cristiandad era una de estas sectas, aunque al final triunfó, tuvo que luchar duro con numerosos rivales, como el culto Mitra.
Cuando la gente cree que el mundo en el que viven se tambaleaba, que
han perdido el control de su existencia, que sus vidas y destinos están
determinados por fuerzas invisibles, entonces aparecen las tendencias
irracionales y místicas. La gente cree que está cerca el final del mundo. Los
primeros cristianos creían esto fervientemente, pero muchos otros recelaban de
ello. En realidad, lo que se aproximaba era el final, no del mundo, sino de una
forma particular de sociedad, la sociedad esclavista. El éxito de la
cristiandad se encuentra aquí y estaba relacionado con este ambiente general.
El mundo era horrible y pecaminoso. Era necesario dar la espalda al mundo, a
todas sus obras y mirar hacia otra vida después de la muerte.
En realidad, estas ideas ya fueron anunciadas por las tendencias
filosóficas de Roma. Cuando los hombres y las mujeres pierden toda esperanza en
la sociedad existente, hay dos opciones: o intentan llegar a una comprensión
racional de lo que está ocurriendo y luchan para cambiar la sociedad, o bien
vuelven la espalda a la sociedad en su conjunto. En el período de declive, la filosofía
romana estaba dominada por el subjetivismo: el estoicismo y el escepticismo.
Desde un ángulo diferente, Epicuro, pensaba que las personas buscaban la
felicidad y aprendían a vivir sin temor. Es una filosofía sublime, pero en el
contexto dado, sólo podía apelar a los sectores más inteligentes de las clases
privilegiadas. Finalmente, aparece la filosofía neo-platonista de Plotino, con
su abierto misticismo y superstición, y al final, proporciona una justificación
filosófica a la cristiandad.
Cuando los bárbaros invadieron, toda la estructura estaba al borde del
colapso, no sólo económica, también moral y espiritualmente. No es de extrañar
que los bárbaros fueran bienvenidos como libertadores de los esclavos y
sectores más pobres de la sociedad. Simplemente completaron un trabajo que
estaba preparado por adelantado. Los ataques bárbaros fueron un accidente
histórico que sirvió para expresar una necesidad histórica.
Por qué triunfaron los bárbaros
¿Cómo es posible que una cultura tan desarrollada fuera superada tan
fácilmente por una más primitiva y atrasada? Los gérmenes de la destrucción de
Roma estaban presentes muchos antes de las invasiones bárbaras. La
contradicción básica de la economía esclavista es que, paradójicamente, se
basaba en la baja productividad del trabajo. El trabajo esclavista es sólo
productivo cuando es empleado a escala masiva. La condición previa para esto es
un suministro amplio de esclavos a bajo coste. Como los esclavos se reproducían
lentamente en cautiverio, la única forma de tener un suministro suficiente de
esclavos era con continuas guerras. Cuando el Imperio alcanzó los límites de su
expansión bajo Adriano, esto se convirtió en algo muy difícil.
Cuando el Imperio alcanzó sus límites y las contradicciones inherentes a la esclavitud comenzaron a afirmarse, Roma entró en un largo período de declive que duró más de cuatrocientos años, hasta que finalmente fue rebasado por los bárbaros. Las migraciones de masas que provocaron el colapso del Imperio fueron un fenómeno común entre los pueblos pastorales nómadas de la antigüedad y ocurrieron por varias razones: necesidad de tierras de pastoreo como resultado del crecimiento de la población, cambios climáticos, etc.,
Cuando el Imperio alcanzó sus límites y las contradicciones inherentes a la esclavitud comenzaron a afirmarse, Roma entró en un largo período de declive que duró más de cuatrocientos años, hasta que finalmente fue rebasado por los bárbaros. Las migraciones de masas que provocaron el colapso del Imperio fueron un fenómeno común entre los pueblos pastorales nómadas de la antigüedad y ocurrieron por varias razones: necesidad de tierras de pastoreo como resultado del crecimiento de la población, cambios climáticos, etc.,
En este caso, los pueblos más asentados de las estepas occidentales y
Europa oriental, fueron echados de sus tierras debido a la presión de las
tribus nómadas más atrasadas que venían de oriente, los hsiung-un, más
conocidos como los hunos. ¿Estos bárbaros tenían cultura? Sí, tenían una
especie de cultura, como todos los pueblos en el amanecer de la historia tenían
una cultura. Los hunos no tenían conocimientos de agricultura, pero su horda
era una formidable maquina de lucha. Su caballería no tenía paralelo en el
mundo en aquella época. Se dice de ellos que su país era el lomo de un caballo.
Sin embargo, desgraciadamente para Europa, los hunos en el siglo cuatro se toparon con una cultura más avanzada, una civilización que conocía el arte de la construcción, que vivía en ciudades, que poseían un ejército disciplinado: China. La destreza en la lucha de estos guerreros temidos de las espetas de Mongolia no tenía nada que ver con los civilizados chinos, que construyeron la Gran Muralla, una obra formidable de ingeniería, para mantenerlos fuera.
Sin embargo, desgraciadamente para Europa, los hunos en el siglo cuatro se toparon con una cultura más avanzada, una civilización que conocía el arte de la construcción, que vivía en ciudades, que poseían un ejército disciplinado: China. La destreza en la lucha de estos guerreros temidos de las espetas de Mongolia no tenía nada que ver con los civilizados chinos, que construyeron la Gran Muralla, una obra formidable de ingeniería, para mantenerlos fuera.
Derrotados por los chinos, los hunos volvieron a occidente, dejando
tras de sí una estela de destrucción y devastación. Atravesaron lo que ahora es
Rusia y se toparon con los godos en el año 355 en la actual Rumania. Aunque las
tribus godas tenían un nivel de desarrollo superior que los hunos, fueron
reducidas a pedazos y obligadas a huir a occidente. Los supervivientes, unos
80.000 hombres, mujeres y niños desesperados sobre primitivos carros, salieron
de las fronteras del Imperio Romano en el momento en que el declive de la
sociedad esclavista había alcanzado un punto donde su capacidad para defenderse
estaba seriamente debilitada. Los visigodos (godos occidentales), que tenían un
nivel inferior de desarrollo que los romanos, les derrotaron. El historiador
romano Ammianus Marcellinus describió este choque entre dos mundos extraños
como “la derrota romana más desastrosa desde Cannaa”. (Ammianus, xxxi, 13).
Con una velocidad impresionante abandonaron la mayoría de las
ciudades. Es verdad que este proceso no comenzó con los bárbaros. La decadencia
de la economía esclavista, la naturaleza monstruosamente opresiva del Imperio
con su enorme burocracia y agresivos impuestos agrícolas, estaba ya minando
todo el sistema. El campo iba a la deriva y ya se estaban creando las bases
para el desarrollo de un modo de producción diferente: el feudalismo. Los
bárbaros simplemente dieron el coup de grâce a un sistema podrido y moribundo.
Todo el edificio estaba podrido y, simplemente, le dieron el último empujón.
La aparentemente inexpugnable línea romana a lo largo del Danubio y el
Rin colapsó. En determinado momento, diferentes tribus bárbaras, incluidos los
hunos, convergieron en un ataque unido contra Roma. El jefe godo Alarico (que a
propósito, era un cristiano arriano y un antiguo mercenario romano) dirigió a
40.000 godos, hunos y esclavos liberados a través de los Alpes julianos y ocho
años después saquearon la propia Roma. Aunque Alarico, que parece era una
persona relativamente ilustrada, parece que perdonó a los ciudadanos de Roma,
no pudo controlar a los hunos y esclavos liberados, que se dedicaron al
asesinato, saqueo y la violación. Destruyeron y fundieron valiosas piezas de
escultura y obras de arte. Esto sólo fue el principio. En los siglos
posteriores, llegaron de oriente sucesivas oleadas de bárbaros: visigodos,
ostrogodos, alanos, lombardos, suevos, alamanos, borgoñanos, francos,
burgundios, frisianos, hérulos, anglos, sajones, jutos, hunos y magiares, que
encontraron su camino hacia Europa. El todo poderoso y eterno imperio quedó
reducido a cenizas.
¿Retrocedió la civilización?
¿Es correcto decir que el derrocamiento del Imperio Romano por los
bárbaros hizo retroceder la civilización humana? A pesar de la reciente campaña
ruidosa de los “amigos de la sociedad bárbara”, no hay duda de esto, y se puede
demostrar fácilmente con hechos y cifras. El efecto inmediato de la embestida
bárbara fue destruir la civilización y arrojar la sociedad y el pensamiento
humano mil años atrás.
Las fuerzas productivas sufrieron una interrupción violenta. Las ciudades fueron destruidas o abandonadas según la población huía al campo en busca de comida. Incluso nuestro amigo Rudgley se ve obligado a admitir: “Los únicos restos arquitectónicos que dejaron los hunos son las cenizas de las ciudades que quemaron”. Y no sólo los hunos. El primer acto de los godos fue quemar la ciudad de Mainz. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué no se limitaron a ocuparla? La respuesta está relacionada con el atraso del desarrollo económico de los invasores. Eran un pueblo agrícola y no conocían nada de las ciudades. Los bárbaros en general eran hostiles a las ciudades y sus habitantes (una psicología que es muy común entre los campesinos de todos los períodos).
San Jerónimo describe los resultados de esta devastación: “En aquellos países desérticos nada quedó excepto el cielo y la tierra; después de la destrucción de las ciudades y la extirpación de la raza humana, la tierra se cubrió de hierba, densos bosques y zarzas inexpugnables; y esa desolación universal, anunciada por el profeta Zephanias, estuvo acompañada de la escasez de bestias, pájaros e incluso peces”. (Citado por Gibbon. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, vol. 3, p. 49. En la edición inglesa).
Las fuerzas productivas sufrieron una interrupción violenta. Las ciudades fueron destruidas o abandonadas según la población huía al campo en busca de comida. Incluso nuestro amigo Rudgley se ve obligado a admitir: “Los únicos restos arquitectónicos que dejaron los hunos son las cenizas de las ciudades que quemaron”. Y no sólo los hunos. El primer acto de los godos fue quemar la ciudad de Mainz. ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué no se limitaron a ocuparla? La respuesta está relacionada con el atraso del desarrollo económico de los invasores. Eran un pueblo agrícola y no conocían nada de las ciudades. Los bárbaros en general eran hostiles a las ciudades y sus habitantes (una psicología que es muy común entre los campesinos de todos los períodos).
San Jerónimo describe los resultados de esta devastación: “En aquellos países desérticos nada quedó excepto el cielo y la tierra; después de la destrucción de las ciudades y la extirpación de la raza humana, la tierra se cubrió de hierba, densos bosques y zarzas inexpugnables; y esa desolación universal, anunciada por el profeta Zephanias, estuvo acompañada de la escasez de bestias, pájaros e incluso peces”. (Citado por Gibbon. Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, vol. 3, p. 49. En la edición inglesa).
Estas líneas fueron escritas veinte años antes de la muerte del emperador
Valente, cuando comenzaron las invasiones bárbaras. Describen la situación en
la provincia natal de San Jerónimo, Pannonia (la actual Hungría) donde las
sucesivas oleadas de invasores provocaron la muerte y la destrucción a una
escala inimaginable. Al final, Pannonia fue completamente despoblada, más tarde
ocupada por los hunos y finalmente ocupada la población magiar. Este proceso de
devastación, violación y pillaje continuó durante siglos, dejando tras de sí
una herencia terrible de atraso, en realidad, de barbarie, que llamamos la Edad
de las Tinieblas. Veámoslo en la siguiente cita:
“La Edad de las Tinieblas fue absoluta en toda su dimensión. Las hambrunas y las plagas culminaron en la peste negra y sus recurrentes pandemias, que repetidamente reducían la población. Los supervivientes padecían raquitismo. Los extraordinarios cambios climáticos trajeron tormentas y riadas, que provocaron desastres mayores porque el sistema de alcantarillado del imperio, como la mayoría de la infraestructura romana, ya hacía mucho que no funcionaba. Se habla mucho de la Edad de las Tinieblas, en el año 1500, mil años después de su abandono, las carreteras construidas por los romanos todavía eran las mejores del continente. Las otras estaban en tal estado de abandono que eran inservibles; lo mismo ocurrió con todos los puertos europeos hasta el siglo XVIII, cuando de nuevo comenzó a florecer el comercio. Entre las artes que se perdieron se encontraba la albañilería; en toda Alemania, Inglaterra, Holanda y Escandinavia, prácticamente no había edificios de piedra, excepto las catedrales, que se levantaron a lo largo de diez siglos. Las herramientas agrícolas básicas de los siervos eran las piquetas, horcas, rastrillos, guadañas y hoces. Como escaseaba el hierro, no había rejas de arado con rueda, ni vertederas. La ausencia de arados no era el principal problema en el sur, donde los campesinos contaban con la luz de la tierra mediterránea, pero la tierra dura del norte de Europa tenía que moverse con la mano. Aunque había caballos y bueyes, su uso era limitado. El collar del caballo, los arneses y el estribo no existieron hasta el año 900. Por lo tanto, era imposible atar a los animales en tándem. Los campesinos trabajaban duro, sudaban y, con frecuencia, caían agotados antes que sus animales”. (A World Lit Only by Fire. William Manchester. pp. 5-6. En la edición inglesa).
“La Edad de las Tinieblas fue absoluta en toda su dimensión. Las hambrunas y las plagas culminaron en la peste negra y sus recurrentes pandemias, que repetidamente reducían la población. Los supervivientes padecían raquitismo. Los extraordinarios cambios climáticos trajeron tormentas y riadas, que provocaron desastres mayores porque el sistema de alcantarillado del imperio, como la mayoría de la infraestructura romana, ya hacía mucho que no funcionaba. Se habla mucho de la Edad de las Tinieblas, en el año 1500, mil años después de su abandono, las carreteras construidas por los romanos todavía eran las mejores del continente. Las otras estaban en tal estado de abandono que eran inservibles; lo mismo ocurrió con todos los puertos europeos hasta el siglo XVIII, cuando de nuevo comenzó a florecer el comercio. Entre las artes que se perdieron se encontraba la albañilería; en toda Alemania, Inglaterra, Holanda y Escandinavia, prácticamente no había edificios de piedra, excepto las catedrales, que se levantaron a lo largo de diez siglos. Las herramientas agrícolas básicas de los siervos eran las piquetas, horcas, rastrillos, guadañas y hoces. Como escaseaba el hierro, no había rejas de arado con rueda, ni vertederas. La ausencia de arados no era el principal problema en el sur, donde los campesinos contaban con la luz de la tierra mediterránea, pero la tierra dura del norte de Europa tenía que moverse con la mano. Aunque había caballos y bueyes, su uso era limitado. El collar del caballo, los arneses y el estribo no existieron hasta el año 900. Por lo tanto, era imposible atar a los animales en tándem. Los campesinos trabajaban duro, sudaban y, con frecuencia, caían agotados antes que sus animales”. (A World Lit Only by Fire. William Manchester. pp. 5-6. En la edición inglesa).
El ascenso del sistema feudal después del colapso de Roma, estuvo
acompañado por un largo período de estancamiento cultural en toda Europa. Con
la excepción de dos inventos: el molino de agua y el de viento, no hubo
inventos durante aproximadamente mil años. En otras palabras, existió un
eclipse total de la cultura. Esto fue el resultado del colapso de las fuerzas
productivas, de lo que, en última instancia, depende la cultura. Si no se
comprende esto, entonces es completamente imposible tener una comprensión
científica de la historia.
El pensamiento humano, el arte, la ciencia y la cultura cayeron hasta
su nivel más primitivo, sólo experimentó una relativa recuperación cuando los
árabes introdujeron en la Europa medieval las ideas de los griegos y los
romanos. De nuevo se volvió a atar el nudo de la historia en el período que
conocemos como Renacimiento. La lenta recuperación del comercio llevó a la
aparición de la burguesía y la recuperación de las ciudades, las más destacadas
en Flandes, Holanda y el norte de Italia. Pero es un hecho real que la
civilización retrocedió mil años. Esto es lo que significa una línea
descendiente de la historia. Y no se puede pensar que esto no puede volver a
ocurrir.
Socialismo o barbarie
Socialismo o barbarie
El conjunto de la historia humana consiste precisamente en la lucha de
la humanidad para levantarse por encima del nivel animal. Esta larga lucha
comenzó hace siete millones de años, cuando nuestros lejanos ancestros
humanoides se pusieron erectos y después fueron capaces de liberar las manos
para el trabajo manual. La producción de los primeros raspadores de piedra y
hachas manuales fue el principio de un proceso a través del cual los hombres se
convirtieron en humanos a través del trabajo. Desde entonces, las sucesivas
fases de desarrollo social se han producido sobre la base de los cambios en el
desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, es decir, de nuestro poder
sobre la naturaleza.
Durante la mayor parte de la historia humana este proceso se ha
producido de una forma muy lenta, como señalaba The Economist en vísperas del
nuevo milenio:
“Durante casi toda la historia humana, el avance económico ha sido tan lento como para ser imperceptible en el lapso de una vida. Siglo tras siglo, la tasa anual de crecimiento económica fue, con un decimal, igual a cero. Como el crecimiento era tan lento, era imperceptible para los contemporáneos, e incluso en retrospectiva, parece que el nivel de vida no aumentaba (que es lo que hoy en día significa crecimiento), excepto para un segmento pequeño de la población. Con el fin del milenio, el progreso, para todos excepto una pequeña elite, significó esto: lentamente para la mayoría de las personas era posible vivir, pero con el más mínimo nivel de subsistencia”. (The Economist, 31/12/1999).
“Durante casi toda la historia humana, el avance económico ha sido tan lento como para ser imperceptible en el lapso de una vida. Siglo tras siglo, la tasa anual de crecimiento económica fue, con un decimal, igual a cero. Como el crecimiento era tan lento, era imperceptible para los contemporáneos, e incluso en retrospectiva, parece que el nivel de vida no aumentaba (que es lo que hoy en día significa crecimiento), excepto para un segmento pequeño de la población. Con el fin del milenio, el progreso, para todos excepto una pequeña elite, significó esto: lentamente para la mayoría de las personas era posible vivir, pero con el más mínimo nivel de subsistencia”. (The Economist, 31/12/1999).
La relación entre el desarrollo de la cultura humana y las fuerzas
productivas estaba ya claro para ese gran genio de la antigüedad: Aristóteles,
quien explicó en su libro Metafísica que “el hombre comienza filosofar cuando
tiene satisfechos sus medios de subsistencia”, y añadió que la razón por la
cuál en Egipto se descubrieron la astronomía y las matemáticas, era por que la
casta sacerdotal no tenía que trabajar. Esta es una comprensión materialista de
la historia. Es la respuesta a todas las tonterías de los utópicos que imaginan
que la vida sería espléndida si pudiéramos “volver a la naturaleza”, es decir,
regresar a un nivel de existencia animal.
La posibilidad real del socialismo depende del desarrollo de los medios de producción a un nivel superior que la mayoría de las actuales sociedades capitalistas desarrolladas, como EEUU, Alemania o Japón. Marx lo explicó incluso antes de escribir El Manifiesto Comunista. En La ideología alemana escribe que “donde la pobreza se generaliza toda la vieja porquería resucita”. Por “la vieja porquería” se entendía la opresión, la desigualdad y la explotación. La Revolución de Octubre degeneró en el estalinismo porque se quedó aislada en un país atrasado donde las condiciones materiales para la construcción del socialismo estaban ausentes.
La posibilidad real del socialismo depende del desarrollo de los medios de producción a un nivel superior que la mayoría de las actuales sociedades capitalistas desarrolladas, como EEUU, Alemania o Japón. Marx lo explicó incluso antes de escribir El Manifiesto Comunista. En La ideología alemana escribe que “donde la pobreza se generaliza toda la vieja porquería resucita”. Por “la vieja porquería” se entendía la opresión, la desigualdad y la explotación. La Revolución de Octubre degeneró en el estalinismo porque se quedó aislada en un país atrasado donde las condiciones materiales para la construcción del socialismo estaban ausentes.
A pesar de que el capitalismo es el sistema más explotador y opresivo
que jamás ha existido; a pesar de que en las palabras de Marx: “el capital
entró en la escena de la historia derramando sangre por cada poro”, sin
embargo, representó un paso adelante colosal para el desarrollo de las fuerzas
productivas, y por lo tanto, un enorme desarrollo de nuestro poder sobre la
naturaleza. El desarrollo de la industria, la agricultura, la ciencia y la
tecnología han trasformado el planeta y puesto las bases para una revolución
total que por primera vez nos convertiría en seres humanos libres.
Procedemos de la esclavitud, el barbarismo y el feudalismo, cada una de estas etapas representó una etapa definida del desarrollo de las fuerzas productivas y la cultura. El capullo desaparece cuando la flor florece, se trata de una negación, pero una cosa no contradice a la otra. Son etapas necesarias y se deben tomar en su conjunto. Es absurdo negar el papel histórico del barbarismo o cualquier otra etapa del desarrollo humano. Pero la historia continua.
Procedemos de la esclavitud, el barbarismo y el feudalismo, cada una de estas etapas representó una etapa definida del desarrollo de las fuerzas productivas y la cultura. El capullo desaparece cuando la flor florece, se trata de una negación, pero una cosa no contradice a la otra. Son etapas necesarias y se deben tomar en su conjunto. Es absurdo negar el papel histórico del barbarismo o cualquier otra etapa del desarrollo humano. Pero la historia continua.
Cada fase del desarrollo humano tiene sus raíces en todas las fases
anteriores. Esto es verdad tanto en la evolución humana como en el desarrollo
social. Hemos evolucionado de las especies más bajas y están genéticamente
relacionadas incluso con las formas más primitivas de vida, y lo ha demostrado
concluyentemente el genoma humano. Estamos separados de nuestros parientes vivos
los chimpancés por una diferencia genética inferior al dos por ciento. Pero ese
pequeño porcentaje representa un salto cualitativo tremendo.
De la misma forma, el desarrollo del capitalismo ha puesto las bases
para una nueva etapa, cualitativamente superior (si superior), del desarrollo
humano, a la que llamamos socialismo. La crisis actual del mundo no es otra
cosa que un reflejo de que el desarrollo de las fuerzas productivas están
entrando en conflicto con la camisa de fuerza de la propiedad privada y el
estado nacional. El capitalismo hace ya mucho que dejó de jugar un papel
progresista y se ha convertido en un monstruoso obstáculo para un nuevo
desarrollo. Hay que eliminar este obstáculo si la humanidad quiere seguir
adelante. Si no se elimina a tiempo, una terrible amenaza pende sobre la cabeza
de la raza humana.
El embrión de la nueva sociedad ya está madurando dentro del útero de
la vieja. Los elementos de la democracia obrera ya existen en la forma de las
organizaciones obreras, los comités sindicales, los sindicatos, las
cooperativas, etc., El período que se nos abre, será una lucha a vida y muerte,
una lucha por parte de aquellos elementos de la nueva sociedad que ya están
apareciendo, y una resistencia igualmente feroz por parte del viejo orden que
quiere evitar que esto ocurra.
En determinado momento este conflicto, su perfil ya se puede ver en
las huelgas generales en Europa, en los movimientos revolucionarios en
Argentina y otros países latinoamericanos, y la rebelión de la juventud en
todas partes, alcanzará un punto crítico. Ninguna clase dominante en la
historia ha entregado su poder y privilegios sin una lucha feroz. La crisis del
capitalismo representa no sólo una crisis económica que amenaza los empleos y
el nivel de vida de millones de personas en todo el mundo. También amenaza la
misma base de la existencia civilizada. Se trata de una amenaza que haría
retroceder a la humanidad en todos los frentes. Si el proletariado, la única
clase genuinamente revolucionaria, no consigue derrocar el dominio de los
bancos y los monopolios, el escenario estará preparado para el colapso de la
cultura y el regreso al barbarismo.
En realidad, para la mayoría de la población occidental (y no sólo en
occidente) las manifestaciones más obvias y dolorosas de la crisis del
capitalismo no son económicas, sino aquellos fenómenos que afectan su vida
personal en los puntos más sensibles y emocionales: la ruptura de la familia,
la epidemia de crimen y violencia, el colapso de los viejos valores y la
moralidad y nada que lo sustituya, el constante estallido de guerras, todo esto
provoca un sentimiento de inestabilidad, una ausencia de fe en el presente o el
futuro. Estos son los síntomas del callejón sin salida del capitalismo que, en
última instancia (aunque no sólo en última instancia) es el resultado de la
rebelión de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza de la propiedad
privada y el estado nacional.
Fue Marx quien señaló que había dos posibilidades para la raza humana:
socialismo o barbarie. La democracia formal, que los trabajadores europeos y
estadounidenses consideran como algo normal, en realidad es una estructura muy
frágil que no dudará en emprender el camino hacia la dictadura en el futuro. Y
debajo de la débil capa de cultura y civilización modernas, hay fuerzas que se
asemejan al peor de los barbarismos. Los recientes acontecimientos en los
Balcanes son un recuerdo de esto. Las normas civilizadas se pueden romper
fácilmente y los demonios del pasado pueden resurgir incluso en la nación más
civilizada. ¡Sí, la historia conoce una línea descendente y una ascendente!
La cuestión por lo tanto se plantea en términos absolutos. En el
próximo período, o la clase obrera toma en sus manos el funcionamiento de la
sociedad, sustituyendo el decrépito sistema capitalista con un nuevo orden
social basado en la planificación armoniosa y racional de las fuerzas
productivas y el control consciente de hombres y mujeres de su propia vida y
destino, o nos enfrentaremos con una espectáculo espantoso de colapso social, económico
y cultural.
Durante miles de años la cultura ha sido el monopolio de una minoría
privilegiada, mientras que la gran mayoría de la humanidad ha quedado excluida
del conocimiento, la ciencia, el arte y el gobierno. Incluso ahora, esto es
así. A pesar de todas nuestras pretensiones no estamos realmente civilizados.
Nuestro mundo no merece ese nombre. Es un mundo bárbaro, habitado por personas
que no han superado todavía su pasado bárbaro. La vida todavía es una lucha
cruel e implacable por existir para la gran mayoría del planeta, no sólo en el
mundo subdesarrollado, también en los países capitalistas desarrollados.
Sin embargo, el materialismo histórico no nos permite sacar
conclusiones pesimistas, todo lo contrario. La tendencia general de la historia
humana ha sido en dirección de un mayor desarrollo de nuestro potencial
productivo y cultural. Los grandes acontecimientos de los últimos cien años por
primera vez han creado una situación donde todos los problemas a los que se
enfrenta la humanidad se pueden resolver fácilmente. El potencial para una
sociedad sin clases ya existe a escala mundial. Es necesario producir un plan
racional y armonioso de las fuerzas productivas para que este inmenso
potencial, prácticamente infinito, se pueda realizar.
Sobre la base de una revolución real de la producción, sería posible
conseguir tal nivel de abundancia que hombres y mujeres ya no tendrían que
preocuparse por sus necesidades cotidianas. Las preocupaciones humillantes y
los temores que acechan a todos los hombres y mujeres desaparecerán. Por
primera vez, los seres humanos libres serán los dueños de su destino. Por
primera vez, serán realmente humanos. Sólo entonces, comenzará la historia real
de la raza humana.