Clase, partido y dirección
¿Por qué ha sido vencido el proletariado español?
(Cuestiones de teoría marxista)
¿Por qué ha sido vencido el proletariado español?
(Cuestiones de teoría marxista)
Este artículo está inacabado y
ha sido reconstruido según las notas y los fragmentos encontrados en un dossier
tras el asesinato de Trotsky en agosto de 1940. Fue publicado en New
Internaciona en diciembre e 1940.
Se puede juzgar hasta qué punto ha retrocedido el
movimiento obrero no sólo a través del estado de las organizaciones de masas,
sino también estudiando los reagrupamientos ideológicos en curso y las
investigaciones teóricas que han emprendido tantos grupos. En París aparece el
periódico Que faire? que, por una u otra razón, se considera marxista pero que
en realidad se sitúa enteramente dentro del marco del imperialismo de los
intelectuales burgueses de izquierda y de esos trabajadores aislados que han
cogido todos los vicios de los intelectuales. Como todos los grupos que no
tienen ni base teórica, ni programa, ni tradición, este pequeño periódico ha
intentado agarrarse a los faldones del POUM que parecía ofrecer a las masas un
atajo para la victoria. Sin embargo, el resultado de la revolución española es,
a primera vista, inesperado: este periódico no ha progresado, sino que ha
retrocedido. En realidad esto está en la esencia de las cosas. Las
contradicciones entre la pequeña burguesía y el conservadurismo por una parte y
la necesidad de la revolución proletaria por otra se han tensado al máximo.
Nada más natural que los defensores e intérpretes de la política del POUM hayan
sido relegados muy lejos tanto en el plano político como teórico. Que faire? no
tiene en sí mismo y por sí mismo ninguna importancia. Pero tiene interés en
cuanto síntoma. Es por lo que nos parece útil detenernos en sus apreciaciones
sobre las causas de la derrota de la revolución española, en la medida en que
clarifica las características actuales del ala izquierda del pseudomarxismo.
‘Que
faire?’ explica
Empezamos
reproduciendo literalmente esta cita extraída de un resumen del folleto
L’Espagne livrée de nuestro camarada Casanova: "¿Por qué ha sido aplastada
la revolución? Porque el PC, responde el autor, llevaba una política errónea
que era, por desgracia, seguida por las masas revolucionarias". ¿Pero por
qué diablos las masas revolucionarias que han roto con sus antiguos dirigentes,
se han alineado bajo la bandera del PC? "Porque el auténtico partido
revolucionario no estaba maduro". Es una pura tautología. Se trata de una
política falsa seguida por las masas de un partido no maduro, o más bien se
trata de la manifestación de una determinada disposición de las fuerzas
sociales (falta de madurez de la clase obrera, falta de independencia del
campesinado) que hay que explicar a partir de los hechos relatados, entre
otros, por el propio Casanova, o se trata más bien del efecto de las acciones
de ciertos individuos o grupos maléficos no contrarrestadas por los esfuerzos
equivalentes de "individuos sinceros" únicos cualificados para salvar
las revoluciones. Después de haber tratado superficialmente la primera vía, la
no marxista, Casanova emprende resueltamente la segunda. Estamos en una pura
demonología. El responsable de la derrota es el diablo-jefe, Stalin, secundado
por los diablillos anarquistas y otros: la desgracia ha querido que el dios de
los revolucionarios no haya enviado a España un Lenin o un Trotsky como hizo en
Rusia en 1917.La conclusión que se deriva es: "Esto sucede cuando se
quiere imponer, cueste lo que cueste, a los hechos, la ortodoxia petrificada de
una pandilla".Esta retahíla teórica es tanto más espléndida en cuanto que
es difícil concebir cómo se pueden concentrar en tan pocas líneas tantas
observaciones banales, triviales o falsas. El autor del párrafo antes citado se
cuida muy bien de dar la más mínima explicación de la derrota de la revolución
española: se contenta con indicar que hay que recurrir a explicaciones más
profundas como "el estado de las fuerzas sociales". No es casual que
evite así cualquier explicación. Todas estas críticas al bolchevismo están
hechas por teóricos timoratos por la sencilla razón de que no tienen nada
sólido sobre lo que basarse. Para evitar tener que revelar su propio fracaso
deben hacer juegos de manos con los hechos y vagar en torno a las opiniones de
los demás. Se limitan a alusiones y semiopiniones como si no tuviesen tiempo de
dar definiciones sacadas de su propio juicio. En realidad es que no tienen
ningún juicio. Su altivez es inseparable de su charlatanería intelectual.
Analicemos una a una las alusiones y semiopiniones de nuestro autor. Una
política errónea de masas no puede explicarse, según él, más que como la
"manifestación de un determinado estado de las fuerzas sociales", es
decir, "la falta de madurez de la clase obrera" y la "falta de
independencia del campesinado". Si le gustan las tautologías, sería difícil
encontrarlas más vulgares. ¿Una "política errónea de masas" se
explica por su "falta de madurez"? ¿Pero qué es la "falta de
madurez" de las masas? Evidentemente es su predisposición a seguir una
política errónea. ¿En qué consistía esta política errónea? ¿Quiénes eran los
iniciadores? ¿Las masas o los dirigentes? Nuestro autor no dice nada al
respecto. Y por esta tautología, traspasa la responsabilidad a las masas. Este
clásico truco, utilizado por todos los traidores, los desertores y sus
abogados, es especialmente irritante cuando se trata del proletariado español.
La sofística de los traidores En 1936, por no remontarnos más lejos los obreros
españoles han rechazado el ataque de los oficiales, que habían puesto a punto
su conspiración bajo el ala protectora del Frente Popular. Las masas han
improvisado milicias y han levantado comités obreros, ciudadelas de su propia
dictadura. Por su parte, las organizaciones dirigentes del proletariado han
ayudado a la burguesía a disolver esos comités, a poner fin a los atentados de
los obreros contra la propiedad privada y a subordinar las milicias obreras a
la dirección de la burguesía y, para colmo, con el POUM participando en el
gobierno, tomando así directamente su responsabilidad en el trabajo de la
contrarrevolución. ¿Qué significa, en tal caso, la falta de madurez del
proletariado? Es evidente que significa simplemente que, aunque las masas hayan
adoptado una línea correcta, no han sido capaces de romper la coalición de
socialistas, comunistas, anarquistas, y del POUM con la burguesía. Este modelo
de sofisma proviene del concepto de una especie de madurez absoluta, es decir,
de una condición de perfección de las masas en la cual no tienen ninguna
necesidad de una dirección, o mejor aún, son capaces de vencer contra su propia
dirección. Pero una madurez tal ni existe ni puede existir."¿Pero por qué
los obreros que han mostrado un instinto revolucionario tan seguro, y aptitudes
tan superiores en la lucha, irían a someterse a una dirección traidora?",
alegan nuestros sabios. Responderemos que no ha habido la más mínima señal de
tal sumisión. El camino de lucha seguido por los obreros cortaba en todo
momento bajo un determinado ángulo el de las direcciones y, en los momentos más
críticos, este ángulo era de 180º. La dirección entonces, directa o
indirectamente, ayudaba a someter a los obreros por la fuerza de las armas. En
mayo de 1937, los obreros de Cataluña se sublevaron, no sólo a pesar de sus
propias direcciones sino en contra suya. Los dirigentes anarquistas burgueses patéticos y despreciables,
disfrazados malamente de revolucionarios han repetido cientos de veces en la
prensa que si la CNT hubiese querido tomar el poder en mayo, lo hubiese hecho
sin dificultad. Y esta vez, lo que dicen los anarquistas es la pura verdad. La
dirección del POUM se colgó literalmente de los faldones de la CNT, y se
contentó con cubrir su política de una fraseología diferente. Debido solamente
a esto, la burguesía consiguió aplastar la sublevación de mayo de este
proletariado "falto de madurez". Es necesario no haber comprendido
nada de lo que se refiere a las relaciones entre clase y partido, entre las
masas y sus dirigentes para repetir la frase hueca según la cual las masas
españolas no han hecho nada más que seguir su dirección. Todo lo que se puede
decir sobre esto es que las masas, que han intentado sin cesar abrirse un
camino hacia la vía correcta han descubierto que la construcción, en el fragor
mismo del combate, de una nueva dirección que respondiera a las necesidades de
la revolución, era una empresa que sobrepasaba sus propias fuerzas. Estamos en
presencia de un proceso dinámico en el cual las diferentes etapas de la
revolución se suceden rápidamente, en el curso del cual la dirección, es decir
distintos sectores de la dirección, desertan y se pasan de un solo golpe al
lado del enemigo de clase, y la dirección en que se empeñan nuestros sabios se
mantiene puramente estática: ¿por qué la clase obrera en su conjunto ha seguido
una mala dirección?
La
manera dialéctica de abordar este problema
Existe un viejo
dicho que refleja la concepción evolucionista y liberal de la historia: un
pueblo tiene el gobierno que se merece. La historia nos demuestra, no obstante,
que un solo y mismo pueblo puede tener durante un período relativamente breve,
gobiernos muy diferentes (Rusia, Italia, Alemania, España, etc.) y además que
el orden en que éstos se suceden no tiene siempre el mismo sentido, del
despotismo hacia la libertad, como creen los liberales evolucionistas. El
secreto de este estado de cosas reside en que un pueblo está compuesto de
clases hostiles y que estas mismas clases están formadas por capas diferentes,
parcialmente opuestas unas a otras y que tienen diferentes orientaciones. Y
además, todos los pueblos sufren la influencia de otros pueblos, compuestos a
su vez de clases. Los gobiernos no son la expresión de la "madurez"
siempre creciente de un "pueblo", sino el producto de la lucha entre
las diferentes clases y las diferentes capas en el interior de una sola y misma
clase y, además, de la acción de fuerzas exteriores, alianzas, conflictos,
guerras, etc. Hay que añadir que un gobierno, desde el momento en que se
establece, puede durar mucho más tiempo que la relación de fuerzas del cual ha
sido producto. Es a partir de estas contradicciones históricas que se producen
las revoluciones, los golpes de estado, las contrarrevoluciones. El mismo
método dialéctico debe emplearse para tratar la cuestión de la dirección de una
clase. Al igual que los liberales, nuestros sabios admiten tácitamente el
axioma según el cual cada clase tiene la dirección que merece. En realidad, la
dirección no es, en absoluto, el "simple reflejo" de una clase o el
producto de su propia potencia creadora. Una dirección se constituye en el
curso de los choques entre las diferentes clases o de las fricciones entre las
diversas capas en el seno de una clase determinada. Pero tan pronto como
aparece, la dirección se eleva inevitablemente por encima de la clase y por
este hecho se arriesga a sufrir la presión y la influencia de las demás clases.
El proletariado puede "tolerar" durante bastante tiempo a una
dirección que ya ha sufrido una total degeneración interna, pero que no ha
tenido la ocasión de manifestarlo en el curso de los grandes acontecimientos.
Es necesario un gran choque histórico para revelar de forma aguda, la
contradicción que existe entre la dirección y la clase. Los choques históricos
más potentes son las guerras y las revoluciones. Por esta razón la clase obrera
se encuentra a menudo cogida de sorpresa por la guerra y la revolución. Pero
incluso cuando la antigua dirección ha revelado su propia corrupción interna,
la clase no puede improvisar inmediatamente una nueva dirección, sobre todo si
no ha heredado del período precedente los cuadros revolucionarios sólidos,
capaces de aprovechar el derrumbamiento del viejo partido dirigente. La
interpretación marxista, es decir dialéctica, y no escolástica, de las
relaciones entre una clase y su dirección no deja piedra sobre piedra de los
sofismas legalistas de nuestro autor.
Cómo se
efectuó la maduración de los obreros rusos
Éste concibe la
madurez del proletariado como un fenómeno puramente estático. Sin embargo, en
el curso de una revolución la conciencia de clase es el proceso más dinámico
que puede darse, el que determina directamente el curso de la revolución. ¿Era
posible en enero de 1917 o incluso en marzo después del derrocamiento del
zarismo, decir si el proletariado ruso había "madurado" lo
suficientemente como para conquistar el poder en el plazo de ocho a nueve
meses? La clase obrera era, en ese momento, totalmente heterogénea social y
políticamente. Durante los años de guerra, se había renovado en un 30 o 40% a
partir de las filas de la pequeña burguesía, a menudo reaccionaria, a expensas
de los campesinos atrasados, a expensas de las mujeres y los jóvenes. En marzo
de 1917, sólo una insignificante minoría de la clase obrera seguía al partido
bolchevique y además, en su seno reinaba la discordia. Una aplastante mayoría
de obreros sostenía a los mencheviques y a los "socialistas
revolucionarios" es decir a los socialpatriotas conservadores. La
situación del ejército y del campesinado era todavía más desfavorable. Hay que
añadir además, el bajo nivel cultural del país, la falta de experiencia política
de las capas más amplias del proletariado, particularmente en provincias, por
no hablar de los campesinos y de los soldados.¿Cuál era el activo del
bolchevismo? Al comienzo de la revolución sólo Lenin tenía una concepción
revolucionaria clara, elaborada hasta en los más mínimos detalles. Los cuadros
rusos del partido estaban desperdigados y bastante desorientados. Pero éste
tenía autoridad sobre los obreros avanzados y Lenin tenía una gran autoridad
sobre los cuadros del partido. Su concepción política correspondía al
desarrollo real de la revolución y la ajustaba a cada nuevo acontecimiento.
Estos elementos del activo hicieron maravillas en una situación revolucionaria,
es decir en condiciones de una encarnizada lucha de clases. El partido alineó
rápidamente su política hasta hacerla responder a la concepción de Lenin, es
decir, al auténtico curso de la revolución. Gracias a esto encontró un firme
apoyo por parte de decenas de millares de trabajadores avanzados. En pocos
meses, basándose en el desarrollo de la revolución, el partido fue capaz de
convencer a la mayoría de los trabajadores del acierto de sus consignas. Esta
mayoría, organizada en los soviets fue a su vez capaz de atraerse a los obreros
y a los campesinos. ¿Cómo podría resumirse este desarrollo dinámico,
dialéctico, mediante una fórmula sobre la "madurez" o
"inmadurez" del proletariado? Un factor colosal de la madurez del
proletariado ruso, en febrero de 1917, era Lenin. No había caído del cielo.
Encarnaba la tradición revolucionaria de la clase obrera. Ya que, para que las
consignas de Lenin encontrasen el camino de las masas, era necesario que
existiesen cuadros, por muy débiles que éstos fueran en principio, era
necesario que estos cuadros tuviesen confianza en su dirección, una confianza
fundada en la experiencia del pasado. Rechazar estos elementos de sus cálculos,
es simplemente ignorar la revolución viva, sustituirla por una abstracción,
"la relación de fuerzas", ya que el desarrollo de las fuerzas no cesa
de modificarse rápidamente bajo el impacto de los cambios de la conciencia del
proletariado, de tal manera que las capas avanzadas atraen a las más atrasadas,
y la clase adquiere confianza en sus propias fuerzas. El principal elemento,
vital, de este proceso es el partido, de la misma forma que el elemento
principal y vital del partido es su dirección. El papel y la responsabilidad de
la dirección en una época revolucionaria son de una importancia colosal.
La
relatividad de la ‘madurez’
La victoria de
Octubre constituye un serio testimonio de la "madurez" del
proletariado. Pero es relativa. Algunos años más tarde, es este mismo
proletariado el que ha permitido que la revolución fuese estrangulada por una
burocratización surgida de sus propias filas. La victoria no es el fruto maduro
de la "madurez" del proletariado. La victoria es una tarea
estratégica. Es necesario utilizar las condiciones favorables de una crisis
revolucionaria a fin de movilizar a las masas; tomando como punto de partida el
nivel determinado de su "madurez", es necesario empujarle a ir hacia
adelante, enseñarle a darse cuenta que el enemigo no es omnipotente, que está
desgarrado por sus contradicciones, que reina el pánico detrás de su imponente
fachada. Si el partido bolchevique no hubiese conseguido llevar a buen término
ese trabajo, no se podría hablar ni de revolución proletaria. Los soviets
hubiesen sido aplastados por la contrarrevolución y los pequeños sabios de
todos los países habrían escrito artículos o libros cuyo motivo hubiese sido
que sólo visionarios impenitentes podían soñar en Rusia con la dictadura de un
proletariado tan débil numéricamente y tan poco maduro.
El
papel auxiliar del campesinado
Igual de
abstracta, pedante y falsa es la referencia a la "falta de
independencia" del campesinado. ¿Dónde y cuándo ha visto nuestro sabio en
una sociedad capitalista, un campesinado con un programa revolucionario,
independiente o una capacidad independiente de acción revolucionaria? El
campesinado puede desempeñar en la revolución un papel importantísimo, pero
sólo un papel auxiliar. En muchos casos, los campesinos españoles han actuado
con audacia y luchado con valentía. Pero para que toda la masa campesina se
sublevara, habría sido necesario que el proletariado diese el ejemplo de un
levantamiento decisivo contra la burguesía e inspirase a los campesinos
confianza en la posibilidad de la victoria. En cambio la iniciativa del propio
proletariado era paralizada a cada momento por sus propias organizaciones. La
"inmadurez" del proletariado, la "falta de independencia"
del campesinado no son factores decisivos ni fundamentales en los
acontecimientos históricos. Lo que sostiene la conciencia de las clases son las
propias clases, su fuerza numérica, su papel en la vida económica. Lo que
sostiene a las clases es un sistema de producción específico que está
determinado a su vez por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
¿Entonces por qué no explicar que la derrota del proletariado ha estado
determinada por el bajo nivel de su tecnología?
El
papel de las personalidades
Nuestro autor
sustituye el condicionamiento dialéctico del proceso histórico por un
determinismo mecánico. De ahí esas burlas fáciles sobre el papel de los
individuos buenos o malos. La historia es un proceso de lucha de clases. Pero
las clases no miden su peso, ni automática ni simultáneamente. En el proceso de
la lucha las clases crean órganos diferentes que juegan un papel importante e
independiente y están sujetas a deformaciones. Es esto lo que nos permite,
igualmente, comprender el papel de las personalidades en la historia. Por
supuesto, existen grandes causas objetivas que han engendrado el régimen
autocrático hitleriano, pero sólo pedantes y obtusos profesores del
"determinismo" podrían hoy negar el papel histórico que ha
desempeñado el propio Hitler. La llegada de Lenin a Petrogrado, el 3 de abril
de 1917, ha hecho girar a tiempo al partido bolchevique y le ha permitido
llevar la revolución a la victoria. Nuestros sabios podrían decir, que si Lenin
hubiese muerto en el extranjero a principios de 1917, la revolución de Octubre
hubiese ocurrido "de la misma forma". Pero no es cierto. Lenin
constituía uno de los elementos vivos del proceso histórico. Encarnaba la
experiencia y la perspicacia de la parte más activa del proletariado. Su
aparición en el momento preciso en el terreno de la revolución era necesario a
fin de movilizar a la vanguardia y de ofrecerle la posibilidad de conquistar a
la clase obrera y a las masas campesinas. En los momentos cruciales de los
giros históricos, la dirección política puede convertirse en un factor tan
decisivo como el de un comandante en jefe en los momentos críticos de la
guerra. La historia no es un proceso automático. Si no ¿para qué los
dirigentes? ¿para qué los partidos? ¿para qué los programas? ¿para qué las
luchas teóricas?
El
estalinismo en España"
¿Pero por qué
diablos", hemos oído preguntar a nuestro autor, "las masas
revolucionarias que han roto con sus antiguos dirigentes, se han agrupado bajo
la bandera del PC?" La cuestión está mal planteada. Es falso decir que las
masas habían roto con sus antiguos dirigentes. Los obreros que habían estado
antes ligados a unas determinadas organizaciones han seguido agarrados a ellas,
siempre observando y controlando. En general, los obreros no rompen fácilmente
con los partidos que les han despertado a la vida consciente. Y mucho menos
cuando han sido engañados con el sistema de protección mutua que existía en el
interior del Frente Popular: si todo el mundo estaba de acuerdo, es que todo
iba bien. Las nuevas masas, recientemente despertadas, se volvían naturalmente
hacia la Komintern, el partido que había hecho la única revolución proletaria
victoriosa y que, se suponía era capaz de suministrar armas a España. Y además,
la Komintern era el más celoso defensor del Frente Popular, y esto inspiraba
confianza a las capas de obreros sin experiencia. En el seno del Frente
Popular, la Komintern era el más celoso defensor del carácter burgués de la
revolución: esto inspiraba confianza a la pequeña burguesía y a una parte de la
media. Por eso las masas "se alinearon bajo la bandera del
PC".Nuestro autor trata esta cuestión como si el proletariado se
encontrase en una tienda bien surtida para escoger un par de botas nuevas. Pero
ya se sabe que incluso una operación tan sencilla como ésa no se liquida
siempre con éxito. Cuando se trata de una nueva dirección, la elección es muy
limitada. Sólo poco a poco y sólo sobre la base de su propia experiencia a
través de las distintas etapas, las capas más amplias de las masas acaban por
convencerse de que la nueva dirección es más firme, más segura, más leal que la
antigua. Es cierto que en el curso de una revolución, es decir, cuando los
acontecimientos se suceden a un ritmo acelerado, un partido débil puede
convertirse en un partido poderoso, con la única condición de que comprenda con
lucidez el curso de la revolución y de que posea cuadros probados que no se
dejen exaltar por las palabras o aterrorizar por la represión. Pero es
necesario que un partido de estas condiciones exista desde mucho antes de la
revolución en la medida en que el proceso de formación de cuadros exige plazos
considerables y que la revolución no deja tiempo para ello.
La
traición del POUM
El POUM estaba
en España a la izquierda de los demás partidos y contaba, incontestablemente,
en sus filas, con sólidos elementos proletarios revolucionarios, con fuertes
ataduras con el anarquismo. Ahora bien, este partido desempeñó, precisamente,
un papel funesto en el desarrollo de la revolución española. No ha conseguido
convertirse en un partido de masas, porque para conseguirlo hubiese tenido que
destruir antes a los otros partidos, y esto sólo era posible mediante una lucha
sin compromisos, una denuncia implacable de su carácter burgués. Ahora bien, el
POUM, aunque criticaba a los antiguos partidos, se subordinaba a ellos en todas
las cuestiones fundamentales. Participó en el bloque electoral
"popular"; entró en el gobierno que acabó con los comités obreros;
luchó por reconstruir esta coalición gubernamental; capituló en todo momento
ante la dirección anarquista; en función de todo lo precedente llevó en los
sindicatos una política errónea; tomó una actitud dubitativa y no
revolucionaria con respecto a la insurrección de mayo de 1937. Bajo el ángulo
de un determinismo general se puede admitir, por supuesto, que su política no
era casual. En este mundo, todo tiene una causa. A pesar de todo, la serie de
causas que han conferido al POUM su carácter centrista no constituye en
absoluto un simple reflejo del estado del proletariado catalán o español. Dos
series de causas han avanzado juntas bajo un cierto ángulo, y, en un
determinado momento, han entrado en conflicto. Teniendo en cuenta su
experiencia internacional anterior, la influencia de Moscú, la de un cierto
número de derrotas, etc., es posible explicar, política y psicológicamente, por
qué el POUM ha sido un partido centrista. Pero esto no modifica en nada su
carácter centrista. Ni el hecho de que un partido centrista desempeñe,
inevitablemente, el papel de freno de la revolución, que debe, en todo momento,
romperse el cráneo, y que puede conducir la revolución a su derrota. Esto no
cambia en nada el hecho de que las masas catalanas eran mucho más
revolucionarias que el POUM, que a su vez era mucho más revolucionario que su
dirección. En estas condiciones hacer recaer el peso de la responsabilidad de
la política errónea seguida sobre la "irresponsabilidad" de las
masas, es meterse en la más pura charlatanería: un camino al que frecuentemente
recurren los fracasados de la política.
La
responsabilidad de la dirección
La
falsificación histórica consiste en hacer recaer la responsabilidad de la
derrota española sobre las masas obreras y no sobre los partidos que han
paralizado, o pura y simplemente aplastado, el movimiento revolucionario de las
masas. Los abogados del POUM responden sencillamente que los dirigentes siempre
tienen alguna responsabilidad, con el fin de evitar así tener que asumir sus
propias responsabilidades. Esta filosofía de la impotencia, que intenta que las
derrotas sean aceptables como los necesarios eslabones de la cadena en los
desarrollos cósmicos, es incapaz de plantearse, y se niega a plantearse, la
cuestión del papel desempeñado por factores tan concretos como son los
programas, los partidos, las personalidades que fueron los responsables de la
derrota. Esta filosofía del fatalismo y de la postración es diametralmente
opuesta al marxismo, teoría de la acción revolucionaria. La guerra civil es un
proceso en el que las tareas políticas se cumplen con medios militares. Si el
resultado de una guerra semejante, viniese determinado por el "estado de
las fuerzas de clase", la propia guerra sería innecesaria. La guerra tiene
su propia organización, sus propios métodos, su propia dirección, que
determinan directamente su resultado. Naturalmente el "estado de las
fuerzas de clase" sirve de fundamento a todos los demás factores
políticos, pero, de la misma forma que los cimientos de un inmueble no
disminuyen la importancia que puedan tener los muros, las ventanas, las
puertas, los tejados, el "estado de las fuerzas de clase" no
disminuye en nada la importancia de los partidos, de su estrategia y de su
dirección. Disolviendo lo concreto en lo abstracto, nuestros sabios en realidad
se han parado a medio camino. La respuesta más "profunda" al problema
planteado hubiese sido el declarar que la derrota del proletariado español se
había debido al insuficiente desarrollo de las fuerzas productivas. Pero una
explicación semejante está al alcance de cualquier imbécil. Al reducir a cero
el significado del partido y de la dirección, estos sabios niegan la
posibilidad de una victoria revolucionaria en general. Ya que no hay ninguna
razón para pensar que se puedan dar condiciones más favorables. El capitalismo
ha dejado de progresar, el proletariado no aumenta en número, al contrario, lo
que aumenta es el número de parados, lo que no estimula sino reduce la potencia
combativa del proletariado, y produce, igualmente, en su conciencia, un efecto
negativo. De la misma forma, no existe ninguna razón para creer que el
campesinado sea capaz, en un régimen capitalista, de alcanzar una conciencia
revolucionaria más elevada. La conclusión del análisis de nuestro autor es pues
el más total pesimismo, el abandono progresivo de las perspectivas
revolucionarias. Pero, para hacer justicia, hay que añadir que nuestros sabios
no comprenden ni ellos mismos lo que dicen. De hecho, lo que reclama de la
conciencia de las masas es absolutamente fantástico. Los obreros españoles, al
igual que los campesinos españoles, han dado el máximo de lo que las clases son
capaces de dar en una situación revolucionaria: y lo que tenemos en mente es
justamente una clase compuesta de millones y decenas de millones de individuos
como ésos. Pero Que faire? no representa más que una de esas pequeñas escuelas,
iglesias o capillas que se asustan del curso de la lucha de clases y del asalto
de la reacción, y publican sus periodiquillos y sus revistas teóricas en su
rincón, en caminos apartados, lejos del desarrollo del pensamiento
revolucionario, por no hablar del movimiento de masas.
La
represión de la revolución española
El
proletariado español ha sido víctima de una coalición formada por
imperialistas, republicanos españoles, socialistas, anarquistas, estalinistas y
en el ala izquierda por el POUM. Todos juntos han paralizado la revolución
socialista que el proletariado español había efectivamente comenzado a
realizar. No es fácil acabar con la revolución socialista. Todavía nadie ha
encontrado otros métodos para ello que no sea la represión feroz, la matanza de
la vanguardia, la ejecución de los dirigentes, etc. El POUM, por supuesto, no
quería esto. Quería, por una parte, participar en el gobierno republicano e
integrarse como oposición pacífica y leal en el bloque general de los partidos
dirigentes, y, por otra parte, mantener con ellos apacibles relaciones de
camaradería en una época de encarnizada guerra civil. Justamente por ello, ha
sido víctima de las contradicciones de su propia política. En el interior del
bloque republicano han sido los estalinistas los que han llevado la política
más coherente. Han sido la vanguardia combatiente de la contrarrevolución
burguesa-republicana. Querían eliminar la necesidad del fascismo, demostrando a
la burguesía española y mundial que ellos mismos eran capaces de estrangular la
revolución española bajo la bandera de la "democracia". Ésta era la
esencia de su política. Los liquidadores del Frente Popular intentan hoy hacer
recaer las injurias sobre la GPU No creo que se nos pueda acusar de indulgentes
con los crímenes de la GPU Pero vemos claramente, y se lo decimos a los
trabajadores, que la GPU, en este caso, solo ha actuado como el destacamento
más resuelto al servicio del Frente Popular. Ahí residía la fuerza de la GPU.
En eso consistía el papel histórico de Stalin. Sólo un filisteo ignorante puede
apartar esta realidad con bromitas estúpidas sobre el "jefe de los
demonios".Estos señores ni tan siquiera se plantean la cuestión del
carácter social de la revolución. Los lacayos de Moscú, al servicio de
Inglaterra y de Francia, han proclamado que la revolución española era una
revolución burguesa. Sólo este fraude ha levantado la pérfida política del
Frente Popular, política que además hubiese sido completamente falsa, aunque la
revolución española hubiese sido realmente una revolución burguesa. Pero desde
el principio, la revolución ha manifestado, con mucha mayor nitidez que en la
revolución de 1917 en Rusia, su carácter proletario. En la dirección del POUM
hay gente hoy que considera que la política de Andrés Nin fue demasiado
"izquierdista", que la línea realmente correcta hubiese sido
mantenerse como ala izquierda del Frente Popular. Víctor Serge, que se ha
apresurado a comprometerse, dada su actitud frívola en todas las cuestiones
serias, escribió que Nin no quería someterse a las órdenes procedentes de Oslo
o de Coyoacán. ¿Puede verdaderamente un hombre serio reducir la cuestión del
contenido de clase de la revolución a comadreos tan mezquinos? Los sabios de
Que faire? no tienen ningún tipo de respuesta a esta cuestión. No comprenden ni
tan siquiera el significado de la cuestión en sí misma. ¿Cuál puede ser en
verdad, el significado del hecho de que el proletariado al que le "faltaba
madurez" haya creado sus propios órganos de poder, haya intentado regular
la producción tras la toma de las empresas, mientras que el POUM empleaba todas
sus fuerzas en no romper con los anarquistas burgueses que, aliados con los
republicanos burgueses y con los no menos burgueses socialistas y estalinistas,
atacaban y estrangulaban la revolución proletaria? Evidentemente, semejantes
bagatelas sólo tienen interés para los representantes de una "ortodoxia
petrificada". Los sabios de Que faire? poseen, en su lugar, un instrumento
especial que les permite medir la madurez del proletariado y la relación de
fuerzas, independientemente de todas las cuestiones de estrategia
revolucionaria de clase...
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