LA ORIENTACION DEL
TRABAJO
Nuestro
objetivo fundamental es la formación de un PARTIDO MARXISTA REVOLUCIONARIO,
capaz de acaudillar a los trabajadores en la conquista del poder político;
formar un Gobierno Obrero-Campesino y echar las bases fundamentales de las
Sociedad Socialista. La conquista del poder político, en el país, es una fase
de la Revolución Socialista Latino Americana, que debe perfeccionarse como tal,
con la consecución de la Federación de Repúblicas Socialista Latino Americanas.
Desde
el término de la Segunda Guerra Imperialista, el mundo ha entrado en una larga
crisis revolucionaria que se acentúa y que cubre, en diversos grados, a todos
los
países del orbe.
Independientemente de sus plazos, esta crisis debe resolverse por el
enfrentamiento, a escala internacional, de las fuerzas mancomunadas de la
Revolución contra las del Imperialismo, acaudilladas por EEUU.
En
esta lucha, la relación social de fuerzas es francamente favorable a la
Revolución y debe conducir, a pesar de sus desgarramientos y dificultades, a su
triunfo definitivo. La existencia de la URSS, China, las democracias populares,
de los formidables movimientos de masas en los países coloniales y
semicoloniales, unidos a los proletarios metropolitanos, es la más sólida
garantía de su triunfo. Una nueva oleada revolucionaria alcanza a los Estados
Obreros, donde las masas, como lo prueban los casos de Polonia y de Hungría,
inician la lucha por la revolución política, haciendo tambalear el poderío de
la burocracia soviética y anunciando su próximo ocaso.
La
degeneración del Mundo del Imperialismo está lanzando a las masas a la lucha,
la más decidida, en las condiciones de madurez o inmadurez política en que
ellas se encuentran. Excepcionales condiciones históricas han permitido a los
trabajadores la Conquista del Poder, sin contar con un verdadero Partido
Revolucionario. La agudización de la crisis del imperialismo, mantiene abierta
esta posibilidad, muy especialmente en los países coloniales y semicoloniales,
donde la fusión de los problemas nacionales y sociales; la carencia o debilidad
extrema de la vanguardia revolucionaria, puede permitir, por un cierto tiempo,
una dirección pequeño burguesa que intente resolver -deformándolos- los
problemas de todas las clases.
La
experiencia histórica nos demuestra que es ésta una solución agotadora y
dolorosa para las masas y el tributo que la revolución paga, por la
contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas y la inmadurez del
factor subjetivo (existencia del Partido), en retraso con sus tareas. En
cualquier caso, el desarrollo de la revolución, en su más alto nivel, es
inconcebible sin la creación y fortalecimiento del Partido de la Revolución en
sus más próximas etapas.
Nuestra
principal tarea es soldar la brecha que existe entre las masas que lucha
revolucionariamente, en cualquier estadio que ellas se encuentren, y nuestro
Partido que, si bien está armado de un acabado programa revolucionario, por su
debilidad numérica y su desvinculación con el real movimiento de masas, no es
capaz, al presente, de dar al mismo adecuada respuesta a sus problemas y menos
aún dirigir sus luchas.
El
problema radica, no en una incapacidad orgánica nuestra para dar tales
respuestas, sino fundamentalmente, en que las peculiares condiciones de la
lucha de clases, en el mundo entero -la agudización de la lucha-, fuerzan a las
masas a movilizarse bajo la dirección de sus actuales organizaciones, antes que
ellas tengan tiempo de aglutinarse en claras y francas organizaciones
revolucionarias, tal la nuestra. Esta decantación y fusión del programa y de la
organización se realizará, es de presumir, en el curso de la lucha y no
previamente.
Nuestra
obligación es participar en la lucha de las Masas, luchar junto a ellas en cada
uno de sus pasos, no esperando, para hacerlo, que ellas nos reconozcan,
previamente, como su Partido Director. La creación del partido no será el
premio de sus experiencias, sino de nuestra experiencia mancomunada y fundida a
tal lucha. Sumando el Programa de nuestro Partido a la lucha verdadera de las
masas, surgirá como una síntesis de Partido Revolucionario que llevará la
Revolución Proletaria a sus más altos niveles y al perfeccionamiento de la
Revolución Permanente.
La
orientación de nuestro trabajo tiene que estar primordialmente destinada a
soldar esta brecha. Tiene así, nuestra orientación, dos aspectos bien
delimitados y que se entroncan para formar la estructura total de nuestro
trabajo partidario.
El
actual período está lanzando, con gran rapidez, las masas a la lucha contra sus
explotadores y amenaza con un enfrentamiento decisivo, aún antes que los
trabajadores logren estructurar una auténtica dirección y antes que las más
amplias capas de trabajadores se enrolen en los cuadros de nuestro Partido
Obrero Revolucionario, con clara comprensión de su programa, métodos y
disciplina.
La
lucha social se desenvuelve de acuerdo a las leyes de la Revolución Permanente,
que dan vida y estructuran nuestro programa. Nuestro Partido Obrero
Revolucionario es, al presente, el puente entre el Programa
Revolucionario y la lucha que las masas realizan de acuerdo con este
programa, aún sin saberlo.
Los
cuadros que el partido forma, teóricamente, deben saber unirse en la acción a
aquellos que Empíricamente forman las masas y los sindicatos en sus luchas
cotidianas. Sólo esta fusión hará posible una auténtica Revolución Proletaria y
Socialista.
Decimos,
en el comienzo, que nuestro objetivo es la formación de un Partido Marxista
Revolucionario. Los elementos de esta partido existen ya. Es necesario unirlos.
La fusión de nuestro Partido Obrero Revolucionario -su programa y sus cuadros
que se forman consciente, teóricamente- con las masas que luchan y deambulan,
sin organizaciones estables, son los elementos fundamentales del Partido
Marxista Revolucionario de masas. La profunda crisis que viven los débiles
partidos obreros está generando
corrientes y tendencias que buscan el camino de las masas y de un Partido
Revolucionario. Estas tendencias, concentrándose junto a nosotros, sin
mezclarse aún, son los prerrequisitos que augur el éxito de un tal partido.
En
una situación que está caminando con rapidez a convertirse en una ofensiva
profunda de las masas, amenazando seriamente el orden burgués; cuando estas
masas carecen de dirección política y no aceptan a ninguna de las existentes;
cuando los partidos obreros viven
una crisis que los escinde internamente, no puede haber contradicción absoluta
entre la más firme defensa de nuestra actual estructura de Partido Obrero Revolucionario
y el llevar adelante la más decidida acción por el Partido Marxista
Revolucionario, que unifique a lo mejor de las corrientes revolucionarias,
fundidas verdaderamente a las masas en ascenso.
La
agudización de la crisis general del imperialismo, los levantamientos de los
sometidos y la extraordinaria crisis que vive el stalinismo, están acelerando
este proceso y provocando, en el seno de las diferentes organizaciones
proletarias, rupturas y desplazamientos a la izquierda. Estos desplazamientos deben
ser conducidos al campo de la revolución. El Partido Marxista Revolucionario
debe ser el cuna que los ordene y los funda, en
el más próximo futuro, a nuestro Programa Trotskista.
La
orientación de nuestro trabajo es ligarnos, lo más estrechamente posible, al
movimiento real de las masas; participar en todas sus luchas y, por esta
participación, ganar su dirección. Si tácticamente hemos optado por la vía
Independiente como el camino más viable, en las actuales condiciones, para
obtener esta dirección, ella no nos exime de realizar nuestro trabajo político
y direccional, ahí donde los trabajadores se encuentran y en las condiciones en
que ellos se encuentren.
Más
allá de toda previsión hemos comprobado que en su conjunto los trabajadores
chilenos no dan su confianza a ninguna de las actuales organizaciones políticas
existentes. Los partidos socialistas han demostrado lo exiguo de su influencia
sobre los trabajadores y nada permite suponer que ella acrezca en el próximo
futuro. El stalinismo criollo, si bien conserva aún sus cuadros respetables, no
es ni de lejos el partido que dirigió a las masas en los últimos diez años. Los
resultados de las elecciones parlamentarias han venido a confirmar ampliamente
esta realidad y a darle un carácter más caótico, desatando corrientes
centrífugas.
Los
efectos de las traiciones y capitulaciones de la dirección obrera, tanto
sindical como política, han obrado peligrosamente sobre la unidad de la clase y
están provocando una atomización política y sindical que puede convertirse en
una verdadera catástrofe para el movimiento obrero.
Si
nuestra orientación debe ligarnos al “real movimiento de masas”, ello debe
hacerse tomando en cuenta el “real estado del movimiento de masas”. Los
trabajadores no reconocen cuartel en ninguna de las organizaciones existentes y
viven los efectos de una derrota política. Derrota que, en uno de sus aspectos,
ha fortalecido a la burguesía políticamente y que ha venido a escindir el campo
de la p. burguesía, ayer ligada al proletariado, permitiendo que fuertes
sectores se constituyan –por transitorio que sea- en una base social burguesa.
Esta ventaja burguesa obrará inevitablemente en el próximo período y es sobre
esta base que es posible suponer que la futura reanimación del movimiento de
masas deberá tener un más marcado carácter proletario, ahondando aún más la
escisión en el campo de la pequeña burguesía.
Si
hablamos de una futura reanimación del movimiento de masas, no es justamente
por concesión al mecanismo. La realidad actual presente elementos profundamente
contradictorios y se presta a las falsas apariencias. Si analizamos los
resultados de las elecciones parlamentarias, ellas confirman el cuadro de
derrota de los trabajadores. Esta existe y es efectiva, pero sólo como la
expresión tardía de un fenómeno ya verificado y nada novedoso por sí mismo. Más
cuidadosamente analizados, los resultados expresados el 3 de Marzo vienen a
demostrar que el movimiento de masas regresa de esta derrota. Si la forma
política de las derrotas de Junio, Septiembre y Enero, han encontrado su
expresión más cabal en el fracaso del FRAP, resulta efectivo que ellas expresan
también con claridad los albores de una promisoria reanimación del movimiento
de masas. Esta reanimación no alcanzó a expresarse electoralmente, pero prepara
inevitablemente sus manifestaciones extra parlamentarias y en el áspero camino
de la lucha de clases.
Esta
reanimación es, en primer lugar, la tentativa de reunificación política de las
bases más paupérrimas del movimiento obrero y pequeño burgués. Si el movimiento
ibañista unificó por un instante al movimiento de masas y le dio una
envergadura colosal, no es menos evidente que él lo desprendió de sus bases más
politizadas. Después de 5 años, este movimiento se ha escindido. Descontadas
las cumbres políticas adscritas al aparato del Estado, los sectores
económicamente más sólidos se han vuelto hacia el Partido Radical y la Falange.
La pequeña burguesía pobre y las capas indiferenciadas del proletariado han
verificado su unió en forma inorgánica en el FRAP. No otro sentido tiene la
incorporación al FRAP, en pleno proceso electoral, de las candidaturas de
Foncea y Figueroa. Es decir, bajo
la superficie de la derrota estamos en presencia de la reanudación de la
corriente que diera su reciedumbre al movimiento de masas de los años recién
pasados.
Es
efectivo que este proceso tuvo su carácter más destacado en Santiago -Foncea y
Mamerto- y que él no sumó al movimiento en forma orgánica, en contingentes
diferenciados políticamente y que, ahora, post elecciones, estos sectores
aparecen huérfanos de dirección política y de organización. Sin embargo, esta
orientación existe ya y deberá expresarse nuevamente en una forma más alta de
la lucha. Si bien esta realidad dificulta enormemente nuestra orientación, es inevitable
que estos sectores deban ser tomados en cuenta para nuestra acción presente y
futura.
Si
en su plano más alto, nuestro partido debe buscar la vía de la reunificación
del movimiento de la clase, nuestra orientación debe buscar la vía de estos
sectores que no reconocen ninguna vanguardia política y que, sin embargo,
luchan, actúan y se expresan, no siempre en la organicidad de claras y
definitivas organizaciones de trabajadores. Buscar este camino no es, al
presente, una tarea prácticamente sencilla. No es posible decir en el partido A, B o C ni en el sindicato o
población X o Z. Sin embargo, nuestro partido y sus militantes deben saber
ligarse a los organismos, por primarios y transitorios que sean, donde estos
sectores se expresan.
El
presente es un período de oposición que opone, en su complejidad, numerosas
dificultades al trabajo del partido. Nuestro verdadero problema no es tanto
donde actuar, sino que proponer a un movimiento en cierto modo “ambulante”
desde el punto de vista organizativo. En este sentido, nuestros militantes
deben desprenderse de cierto fetichismo, para transformarse en militante y
participantes del movimiento obrero. Ir ahí para impulsar progresivamente sus
luchas, unirse a ellas, destacarse en los objetivos que ellas fijen, por bajos
que sean, y sobre la base de su participación efectiva dar la orientación que,
fundamentalmente es en estos instantes la reagrupación orgánica del
movimiento de masas. El conjunto de las masas populares tiene planteado
como imperativo primordial reagruparse, lo más amplia y democráticamente
posible, e una sola Organización de Clase, entendido esto en el sentido
político y sindical. Este es el significado del Partido Marxista Revolucionario
al cual aspiramos.
Esta
tarea HACIA LA CLASE, necesaria, inevitable y fundamental, no puede, no debe
ser confundida con la creación de cuadros del Partido, como la ganancia de
militantes o el proselitismo cotidiano, que debe ser intensificado y proseguido
incansablemente. No se trata de jerarquizar uno u otro. Ambos se complementan y
se esterilizan el uno sin otro. La realidad política del país no os permite
escoger idealmente un frente de trabajo rígido y absoluto. Nuestro trabajo en
los sindicatos debe realizarse para ganar militantes y constituir fracciones y orientar
al conjunto de los trabajadores hacia una política de clase y que lleve al
camino de la reestructuración obrera. En las fábricas es nuestra obligación
hacer un trabajo militante con iguales fines. Estas son nuestras tareas
permanentes, que deben adecuarse a cada momento de la lucha de clases y a las
condiciones particulares de movimiento obrero y sindical. Pero la orientación
general de nuestro trabajo debe ir hacia esa gran masa de trabajadores que
busca actuar fuera del sindicato y del partido político y que es, al presente,
una inmensa mayoría que se muestra renuente y desconfiada de estas
organizaciones y que, sin embargo, participa en transitorias organizaciones y
que busca su alineamiento más definitivo.
El
actual momento requiere más que nunca iniciativa de nuestros militantes;
orientarse en este necesidad que se expresa a cada paso de “Reagrupamiento
Proletario” y que desde diversos ángulos lleva a confluir en el Partido
Marxista Revolucionario. Los organismos del partido, locales y regionales,
deberán adecuar sus tareas y formas organizativas, a modo de cumplir con esta
necesidad, estudiando caso a caso la mejor forma de llevar adelante nuestras y
tareas, cuidando de saber unir nuestro propio fortalecimiento con el
reagrupamiento de la clase.
Santiago, segunda quincena de Marzo de
1957