sábado, 19 de mayo de 2012


LA ORIENTACION DEL TRABAJO
                                         
Nuestro objetivo fundamental es la formación de un PARTIDO MARXISTA REVOLUCIONARIO, capaz de acaudillar a los trabajadores en la conquista del poder político; formar un Gobierno Obrero-Campesino y echar las bases fundamentales de las Sociedad Socialista. La conquista del poder político, en el país, es una fase de la Revolución Socialista Latino Americana, que debe perfeccionarse como tal, con la consecución de la Federación de Repúblicas Socialista Latino Americanas.
Desde el término de la Segunda Guerra Imperialista, el mundo ha entrado en una larga crisis revolucionaria que se acentúa y que cubre, en diversos grados, a todos los
países del orbe. Independientemente de sus plazos, esta crisis debe resolverse por el enfrentamiento, a escala internacional, de las fuerzas mancomunadas de la Revolución contra las del Imperialismo, acaudilladas por EEUU.
En esta lucha, la relación social de fuerzas es francamente favorable a la Revolución y debe conducir, a pesar de sus desgarramientos y dificultades, a su triunfo definitivo. La existencia de la URSS, China, las democracias populares, de los formidables movimientos de masas en los países coloniales y semicoloniales, unidos a los proletarios metropolitanos, es la más sólida garantía de su triunfo. Una nueva oleada revolucionaria alcanza a los Estados Obreros, donde las masas, como lo prueban los casos de Polonia y de Hungría, inician la lucha por la revolución política, haciendo tambalear el poderío de la burocracia soviética y anunciando su próximo ocaso.
La degeneración del Mundo del Imperialismo está lanzando a las masas a la lucha, la más decidida, en las condiciones de madurez o inmadurez política en que ellas se encuentran. Excepcionales condiciones históricas han permitido a los trabajadores la Conquista del Poder, sin contar con un verdadero Partido Revolucionario. La agudización de la crisis del imperialismo, mantiene abierta esta posibilidad, muy especialmente en los países coloniales y semicoloniales, donde la fusión de los problemas nacionales y sociales; la carencia o debilidad extrema de la vanguardia revolucionaria, puede permitir, por un cierto tiempo, una dirección pequeño burguesa que intente resolver -deformándolos- los problemas de todas las clases.
La experiencia histórica nos demuestra que es ésta una solución agotadora y dolorosa para las masas y el tributo que la revolución paga, por la contradicción entre la madurez de las condiciones objetivas y la inmadurez del factor subjetivo (existencia del Partido), en retraso con sus tareas. En cualquier caso, el desarrollo de la revolución, en su más alto nivel, es inconcebible sin la creación y fortalecimiento del Partido de la Revolución en sus más próximas etapas.
Nuestra principal tarea es soldar la brecha que existe entre las masas que lucha revolucionariamente, en cualquier estadio que ellas se encuentren, y nuestro Partido que, si bien está armado de un acabado programa revolucionario, por su debilidad numérica y su desvinculación con el real movimiento de masas, no es capaz, al presente, de dar al mismo adecuada respuesta a sus problemas y menos aún dirigir sus luchas.
El problema radica, no en una incapacidad orgánica nuestra para dar tales respuestas, sino fundamentalmente, en que las peculiares condiciones de la lucha de clases, en el mundo entero -la agudización de la lucha-, fuerzan a las masas a movilizarse bajo la dirección de sus actuales organizaciones, antes que ellas tengan tiempo de aglutinarse en claras y francas organizaciones revolucionarias, tal la nuestra. Esta decantación y fusión del programa y de la organización se realizará, es de presumir, en el curso de la lucha y no previamente.
Nuestra obligación es participar en la lucha de las Masas, luchar junto a ellas en cada uno de sus pasos, no esperando, para hacerlo, que ellas nos reconozcan, previamente, como su Partido Director. La creación del partido no será el premio de sus experiencias, sino de nuestra experiencia mancomunada y fundida a tal lucha. Sumando el Programa de nuestro Partido a la lucha verdadera de las masas, surgirá como una síntesis de Partido Revolucionario que llevará la Revolución Proletaria a sus más altos niveles y al perfeccionamiento de la Revolución Permanente.
La orientación de nuestro trabajo tiene que estar primordialmente destinada a soldar esta brecha. Tiene así, nuestra orientación, dos aspectos bien delimitados y que se entroncan para formar la estructura total de nuestro trabajo partidario.
El actual período está lanzando, con gran rapidez, las masas a la lucha contra sus explotadores y amenaza con un enfrentamiento decisivo, aún antes que los trabajadores logren estructurar una auténtica dirección y antes que las más amplias capas de trabajadores se enrolen en los cuadros de nuestro Partido Obrero Revolucionario, con clara comprensión de su programa, métodos y disciplina.
La lucha social se desenvuelve de acuerdo a las leyes de la Revolución Permanente, que dan vida y estructuran nuestro programa. Nuestro Partido Obrero Revolucionario es, al presente, el puente entre el Programa Revolucionario y la lucha que las masas realizan de acuerdo con este programa, aún sin saberlo.
Los cuadros que el partido forma, teóricamente, deben saber unirse en la acción a aquellos que Empíricamente forman las masas y los sindicatos en sus luchas cotidianas. Sólo esta fusión hará posible una auténtica Revolución Proletaria y Socialista.
Decimos, en el comienzo, que nuestro objetivo es la formación de un Partido Marxista Revolucionario. Los elementos de esta partido existen ya. Es necesario unirlos. La fusión de nuestro Partido Obrero Revolucionario -su programa y sus cuadros que se forman consciente, teóricamente- con las masas que luchan y deambulan, sin organizaciones estables, son los elementos fundamentales del Partido Marxista Revolucionario de masas. La profunda crisis que viven los débiles partidos  obreros está generando corrientes y tendencias que buscan el camino de las masas y de un Partido Revolucionario. Estas tendencias, concentrándose junto a nosotros, sin mezclarse aún, son los prerrequisitos que augur el éxito de un tal partido.
En una situación que está caminando con rapidez a convertirse en una ofensiva profunda de las masas, amenazando seriamente el orden burgués; cuando estas masas carecen de dirección política y no aceptan a ninguna de las existentes; cuando los  partidos obreros viven una crisis que los escinde internamente, no puede haber contradicción absoluta entre la más firme defensa de nuestra actual estructura de Partido Obrero Revolucionario y el llevar adelante la más decidida acción por el Partido Marxista Revolucionario, que unifique a lo mejor de las corrientes revolucionarias, fundidas verdaderamente a las masas en ascenso.
La agudización de la crisis general del imperialismo, los levantamientos de los sometidos y la extraordinaria crisis que vive el stalinismo, están acelerando este proceso y provocando, en el seno de las diferentes organizaciones proletarias, rupturas y desplazamientos a la izquierda. Estos desplazamientos deben ser conducidos al campo de la revolución. El Partido Marxista Revolucionario debe ser el cuna que los ordene y los funda, en el más próximo futuro, a nuestro Programa Trotskista.
La orientación de nuestro trabajo es ligarnos, lo más estrechamente posible, al movimiento real de las masas; participar en todas sus luchas y, por esta participación, ganar su dirección. Si tácticamente hemos optado por la vía Independiente como el camino más viable, en las actuales condiciones, para obtener esta dirección, ella no nos exime de realizar nuestro trabajo político y direccional, ahí donde los trabajadores se encuentran y en las condiciones en que ellos se encuentren.
Más allá de toda previsión hemos comprobado que en su conjunto los trabajadores chilenos no dan su confianza a ninguna de las actuales organizaciones políticas existentes. Los partidos socialistas han demostrado lo exiguo de su influencia sobre los trabajadores y nada permite suponer que ella acrezca en el próximo futuro. El stalinismo criollo, si bien conserva aún sus cuadros respetables, no es ni de lejos el partido que dirigió a las masas en los últimos diez años. Los resultados de las elecciones parlamentarias han venido a confirmar ampliamente esta realidad y a darle un carácter más caótico, desatando corrientes centrífugas.
Los efectos de las traiciones y capitulaciones de la dirección obrera, tanto sindical como política, han obrado peligrosamente sobre la unidad de la clase y están provocando una atomización política y sindical que puede convertirse en una verdadera catástrofe para el movimiento obrero.
Si nuestra orientación debe ligarnos al “real movimiento de masas”, ello debe hacerse tomando en cuenta el “real estado del movimiento de masas”. Los trabajadores no reconocen cuartel en ninguna de las organizaciones existentes y viven los efectos de una derrota política. Derrota que, en uno de sus aspectos, ha fortalecido a la burguesía políticamente y que ha venido a escindir el campo de la p. burguesía, ayer ligada al proletariado, permitiendo que fuertes sectores se constituyan –por transitorio que sea- en una base social burguesa. Esta ventaja burguesa obrará inevitablemente en el próximo período y es sobre esta base que es posible suponer que la futura reanimación del movimiento de masas deberá tener un más marcado carácter proletario, ahondando aún más la escisión en el campo de la pequeña burguesía.
Si hablamos de una futura reanimación del movimiento de masas, no es justamente por concesión al mecanismo. La realidad actual presente elementos profundamente contradictorios y se presta a las falsas apariencias. Si analizamos los resultados de las elecciones parlamentarias, ellas confirman el cuadro de derrota de los trabajadores. Esta existe y es efectiva, pero sólo como la expresión tardía de un fenómeno ya verificado y nada novedoso por sí mismo. Más cuidadosamente analizados, los resultados expresados el 3 de Marzo vienen a demostrar que el movimiento de masas regresa de esta derrota. Si la forma política de las derrotas de Junio, Septiembre y Enero, han encontrado su expresión más cabal en el fracaso del FRAP, resulta efectivo que ellas expresan también con claridad los albores de una promisoria reanimación del movimiento de masas. Esta reanimación no alcanzó a expresarse electoralmente, pero prepara inevitablemente sus manifestaciones extra parlamentarias y en el áspero camino de la lucha de clases.
Esta reanimación es, en primer lugar, la tentativa de reunificación política de las bases más paupérrimas del movimiento obrero y pequeño burgués. Si el movimiento ibañista unificó por un instante al movimiento de masas y le dio una envergadura colosal, no es menos evidente que él lo desprendió de sus bases más politizadas. Después de 5 años, este movimiento se ha escindido. Descontadas las cumbres políticas adscritas al aparato del Estado, los sectores económicamente más sólidos se han vuelto hacia el Partido Radical y la Falange. La pequeña burguesía pobre y las capas indiferenciadas del proletariado han verificado su unió en forma inorgánica en el FRAP. No otro sentido tiene la incorporación al FRAP, en pleno proceso electoral, de las candidaturas de Foncea y Figueroa.  Es decir, bajo la superficie de la derrota estamos en presencia de la reanudación de la corriente que diera su reciedumbre al movimiento de masas de los años recién pasados.
Es efectivo que este proceso tuvo su carácter más destacado en Santiago -Foncea y Mamerto- y que él no sumó al movimiento en forma orgánica, en contingentes diferenciados políticamente y que, ahora, post elecciones, estos sectores aparecen huérfanos de dirección política y de organización. Sin embargo, esta orientación existe ya y deberá expresarse nuevamente en una forma más alta de la lucha. Si bien esta realidad dificulta enormemente nuestra orientación, es inevitable que estos sectores deban ser tomados en cuenta para nuestra acción presente y futura.
Si en su plano más alto, nuestro partido debe buscar la vía de la reunificación del movimiento de la clase, nuestra orientación debe buscar la vía de estos sectores que no reconocen ninguna vanguardia política y que, sin embargo, luchan, actúan y se expresan, no siempre en la organicidad de claras y definitivas organizaciones de trabajadores. Buscar este camino no es, al presente, una tarea prácticamente sencilla. No es posible decir en el  partido A, B o C ni en el sindicato o población X o Z. Sin embargo, nuestro partido y sus militantes deben saber ligarse a los organismos, por primarios y transitorios que sean, donde estos sectores se expresan.
El presente es un período de oposición que opone, en su complejidad, numerosas dificultades al trabajo del partido. Nuestro verdadero problema no es tanto donde actuar, sino que proponer a un movimiento en cierto modo “ambulante” desde el punto de vista organizativo. En este sentido, nuestros militantes deben desprenderse de cierto fetichismo, para transformarse en militante y participantes del movimiento obrero. Ir ahí para impulsar progresivamente sus luchas, unirse a ellas, destacarse en los objetivos que ellas fijen, por bajos que sean, y sobre la base de su participación efectiva dar la orientación que, fundamentalmente es en estos instantes la reagrupación orgánica del movimiento de masas. El conjunto de las masas populares tiene planteado como imperativo primordial reagruparse, lo más amplia y democráticamente posible, e una sola Organización de Clase, entendido esto en el sentido político y sindical. Este es el significado del Partido Marxista Revolucionario al cual aspiramos.
Esta tarea HACIA LA CLASE, necesaria, inevitable y fundamental, no puede, no debe ser confundida con la creación de cuadros del Partido, como la ganancia de militantes o el proselitismo cotidiano, que debe ser intensificado y proseguido incansablemente. No se trata de jerarquizar uno u otro. Ambos se complementan y se esterilizan el uno sin otro. La realidad política del país no os permite escoger idealmente un frente de trabajo rígido y absoluto. Nuestro trabajo en los sindicatos debe realizarse para ganar militantes y constituir fracciones y orientar al conjunto de los trabajadores hacia una política de clase y que lleve al camino de la reestructuración obrera. En las fábricas es nuestra obligación hacer un trabajo militante con iguales fines. Estas son nuestras tareas permanentes, que deben adecuarse a cada momento de la lucha de clases y a las condiciones particulares de movimiento obrero y sindical. Pero la orientación general de nuestro trabajo debe ir hacia esa gran masa de trabajadores que busca actuar fuera del sindicato y del partido político y que es, al presente, una inmensa mayoría que se muestra renuente y desconfiada de estas organizaciones y que, sin embargo, participa en transitorias organizaciones y que busca su alineamiento más definitivo.
El actual momento requiere más que nunca iniciativa de nuestros militantes; orientarse en este necesidad que se expresa a cada paso de “Reagrupamiento Proletario” y que desde diversos ángulos lleva a confluir en el Partido Marxista Revolucionario. Los organismos del partido, locales y regionales, deberán adecuar sus tareas y formas organizativas, a modo de cumplir con esta necesidad, estudiando caso a caso la mejor forma de llevar adelante nuestras y tareas, cuidando de saber unir nuestro propio fortalecimiento con el reagrupamiento de la clase.

 Santiago, segunda quincena de Marzo de 1957

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